Querido próximo amor:

No te conozco, creo yo, no sé quién seas. Tal vez ya estás en mi vida, pero ignoro que seas tú.

Quiero que sepas que no tengo prisa. Tómate el tiempo que gustes; semanas, meses, inclusive años. Me reconforta saber que una vez nos encontremos, será para siempre... o al menos eso dicen los cuentos.

Sal con tus amigos, corteja tanto como quieras, bebe si es lo que deseas. Lo único que te pido es que cuides de ti mismo. Mientras tanto, prometo hacer lo mismo; procuraré mi cuerpo y alma tanto para ti como para mí.

Antes de conocernos, he de advertirte que amar a una persona que se ama no es sencillo. Entenderás que quiero lo mejor para mí, y como tal, aquí no anidarán  quereres efímeros que se destiñan con simples roces. Seguro estamos de acuerdo en que, una persona que se quiere, busca un amor a la altura del propio.

No estoy segura de cómo expresarlo. Si te soy sincera, es la primera vez que pongo en palabras este sentimiento que lleva viviendo en mi pecho desde hace mucho. Ni siquiera se por qué lo menciono, considerando que llegaremos junto al otro por una razón.

Me pregunto qué estarás haciendo en este momento, cómo es el filo de tus labios y la curvatura de tu espalda. ¿Qué tan lejos estás de mí? No quiero preocuparme por la distancia, pues confió en que, así haya continentes entre nosotros, la vida encontrará la manera de fusionar tus acciones con las mías. 

¿Te cuento un secreto? Quiero respirarte; quiero que me respires. No hace falta decir que por ti saltaría fuera de mi piel si se presentase la ocasión. Desde ahora te regalo mis suspiros y las palabras que escribo.

Hasta entonces, estaré esperándote aquí. Espera también por mí.