Meditaciones por insomnio.

Quiero hacerte sentir bien, que te sumerjas en un ambiente cálido donde unos brazos intangibles te arropen por las noches y te ofrezcan apoyo al andar durante el día. Lo cierto es que me hace feliz hacerte sentir así; mis energías vienen de ahí, por extraño que suene.

Si supieras la plenitud en la que vivo debido a ello, buscarías por mar y tierra la manera de hacer sentir a otros lo mismo. Entre más doy, mejor me siento. De hecho, la vida que me recorre, de cierta forma, bebe de hacerte sentir en paz.

Hay muchas personas sintiéndose vacías ahora mismo, a las cuales puedo ayudar a rellenar ese hueco. ¿Y sabes cuál es la buena noticia? Nunca terminaré de hacerlo. Siempre habrá a quien pueda hacer sentir mejor, siempre habrá alguien a quien amar. Amar nos mantiene jóvenes; el que ama es eterno.

No estoy muy segura de dónde vino este coraje por ser suave. Así es, coraje, pues no cualquiera toma la iniciativa de mostrarse así en un mundo donde lo aplaudido es lo duro e impasible, aquello que no se conmueve con nada. ¿Que si lo aprendí de alguien? Lo dudo mucho. Parece que siempre estuvo ahí, oculto en alguna parte que no sabía, existía.

Quiero verte sonreír con el alma todo el tiempo, aunque sé que es imposible, me esfuerzo porque lo hagas cuando estoy contigo. Esas charlas triviales al final del día, por muy cotidianas que parezcan, guardan una magia que he aprendido a identificar con el tiempo. Es como si por unos segundos —tal vez menos—, el tiempo se pausara para darme la oportunidad de contemplarte desde otro ángulo. Puedo absorber que estamos aquí en presencia del otro. Tú me ves; yo, te siento. Te percibo en mi piel, aunque la mesa y dos velas estén de por medio. Te escucho a pesar de las otras voces.

No quiero que pienses que estoy coqueteando contigo o algo similar. Esto es lo que soy, y soy lo que veo, huelo, siento, escucho y pienso. La culpa no es nuestra, en realidad... ha sido el mundo quien nos ha enseñado que donde hay "consideraciones especiales", hay intereses amorosos, pero no me refiero al amor fraterno; ya sabes de qué hablo.

La amabilidad, la suavidad de una persona... no siempre son indicios de coquetería. ¿Ya me crees cuando digo que la calidez humana se extingue de poco en poco? Verla por la calle nos hace sospechar cosas erróneas, cuando en realidad lo único que la persona está haciendo es ser humana.

Es tan poco común que a veces, solo a veces, me siento sola. Es cierto que disfruto mucho de darte una sensación de seguridad y protección, que me llena verte cómodo cuando estás cerca de mí. Pero... ¿te cuento un secreto? Nadie, fuera de mi familia, tiene esta magia —por llamarlo de alguna manera— conmigo. Y mucho menos conozco alguien que comparta estos sentimientos para comentarlos y cuestionarlos.

La verdad... no es nada grave, puesto que para obsequiar calidez, primero tuve que ser cálida conmigo, así que el gusto por ésto ya lo tengo bien arraigado. Por ahora estoy bien meditando este tipo de cosas en mi interior, y confío en que podré mantenerme así para siempre. Leyeron bien, para siempre, porque el que ama es eterno.