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Muchas veces me he preguntado a mí misma qué fue lo que me llevó a comenzar a escribir; y creo que leer a más no poder fue una de las razones.
Cuando terminaba un libro, no dejaba de pensar si me iba a limitar a hacer sólo eso: leer.

Hasta que tomé la iniciativa de hacerlo. Jamás me detuve a pensar si mi prosa era buena o mala, porque al principio mis escritos eran únicamente míos, y se quedaban estancados en las páginas de mis libretas.

Poco a poco, el gusto adquirido y la práctica casi diaria me ayudaron a mejorar a buen ritmo. Y cuando me di cuenta, escribir se había vuelto tan necesario para mí como alimentarme.

Claro que hace dos cortos años los deberes no eran un impedimento a la hora de sentarme y plasmar mis historias. Ahora... no es que me sean imposible hacerlo, sino que debo desvelarme para ello.

Sin duda escribir en la madrugada me encanta, pues en ese específico momento no hay ni un alma paseando por las calles, por lo menos la mayoría de las veces. Por lo que me encuentro con un pacífico silencio que hace fluir mis ideas por si solas.

Escriba o no en la noche, siempre me sirve para relajar las cosas. Ya sea en la computadora o a mano, nunca me siento vacía al hacerlo. Parece que por unos cuantos minutos dejo de existir en este plano material para transportarme a las letras del papel. No siento, no escucho ni veo, simplemente permito que mis pensamientos tomen el control.

Por eso y muchas otras razones, considero que escribir es tan adictivo. Así que te invito a que le des una probada al mundo de la escritura, después me dirás que te parece ;)