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¡Espero que estén pasando unas excelentes vacaciones! Porque en un abrir y cerrar de ojos volveremos a estar sentados en el pupitre tomando apuntes.
Dejando de lado las tragedias escolares, quería compartir con ustedes una pequeña anécdota que me ocurrió alrededor de los cuatro años...

Recuerdo que mi tía había sacado a su hámster fuera de su jaula, por lo que el animalito andaba de aquí para allá sin hacer ruido alguno.
Por distracción nuestra, el hámster se metió debajo de un mueble. Así que entre mi tía y yo tratamos de sacarlo.

El problema fue cuando el hámster salió corriendo debajo del mueble... yo lo pisé de inmediato. Nunca supe si fue un reflejo, o creí haber visto otra cosa y por eso lo aplasté.

El caso es que su pobre cuerpecito quedó embarrado en el azulejo, y cuando lo vi, no pude dejar de llorar hasta que mi tía me consoló por completo, diciendo que no pasaba nada.
Desde aquel día tengo mucho cuidado antes de dar un paso... no, la verdad no. Pero seguro que no vuelvo a asesinar a un roedor.