El atardecer más bonito se reproducía delante de mis ojos. El sol se ocultaba entre las montañas para dar paso a la noche. La luz del día iba desapareciendo para que la oscuridad de la noche gobernara. La luna brillaba en lo alto del cielo, los sonidos de la naturaleza se oían más alto, más claro, como si al haber caído la noche se sintiesen con más libertad de hacerse escuchar: los pájaros, los búhos el aire y el sonido de las hojas meciéndose. Solté un suspiro profundo y cansancio. Me encontraba cansada de esperar y sentir. Sentir angustia, tristeza, estar siempre depresiva y sentir un enorme peso en mi interior que me dejaba agotada física y mentalmente. Miré hacia mis pies, donde las rocas, los relieves, las hierbas y flores desaparecían en la oscuridad. Observé la luna: redonda, brillante, pequeña y libre; rodeada de estrellas centeantes, que la hacían brillar más. Mostré una pequeña sonrisa y antes de lanzarme al vacío, susurré:

"Formaré parte de la noche. Seré libre"