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Historia corta #1. Parte 8

Había pasado unos increíbles meses junto a Marta. Meses en los que ya todos sabían sobre nuestra relación.

Cuando les contamos a nuestros amigos sobre nuestro noviazgo, no vimos ni una pizca de sorpresa en sus rostros, solo nos dijeron lo lentos y tontos que habíamos sido por no habernos dado cuenta de los sentimientos del otro, luego nos atiborraron de preguntas sobre nuestra relación y a bromear sobre ello.

A nuestros padres se los dijimos por separado. Primero se lo dijimos a los padres de Marta, su madre se alegró mucho por nosotros, saltó y gritó de alegría porque por fin estábamos saliendo. Su madre siempre nos había intentado juntar.

Por otra parte, su padre, aunque siempre le había caído bien, esta vez me miró con recelo y serio. Me estuvo evaluando con la mirada durante toda la cena y me hizo un interrogatorio cuando me conocía desde que era un niño.

Mis padres se alegraron por nosotros, diciendo una y otra vez que Marta era la chica ideal y que ni se me ocurriera hacerla daño ni perderla. También nos dieron una pequeña charla sobre protegernos si teníamos sexo. Un momento bastante vergonzoso.

Ahora siempre que estábamos en alguna habitación solos, nos mantenían vigilados, también cuando nos reuníamos todos.

Marta y yo no habíamos podido salir ni pasar el rato juntos, porque habíamos estado inmersos en los libros y estudiando para la selectividad. Las pocas veces que hablábamos la notaba distraída y con la mirada triste. Sabía por qué estaba así.

Ya había escogido a donde quería estudiar y en qué universidad, solo faltaba que me aceptaran, algo de lo que estaba seguro. Todavía nos quedaban un mes y unas semanas juntos, antes de separarnos, pero conociéndola, estaría ya pensando en la despedida y en la gran distancia que habría entre nosotros.

El tiempo se nos estaba terminando, pero íbamos a aprovecharlo al máximo.

Por fin era verano y ya estábamos de vacaciones. Para subirle los ánimos a Marta había pensado en hacer un pequeño viaje a algún lugar cercano y pasar unos días allí para distraernos y pasarlo bien.

Me tiro a la cama esperando a que venga Marta, íbamos a pasar la tarde en mi casa.

Reviso los mensajes y como me aburro decido molestar a Marta.

Yo: MARTAAAAAAA

Yo: MARTAAAAAA

Yo: Ya estás?

Yo: cuando vienes?

Yo: ven ya, no hace falta que te prepares tanto

Yo: como si no te hubiera visto recién levantada

Yo: tardas mucho

Yo: Martaaaaaaaaaaa

Yo: te quiero

Yo: pero tardas mucho, tardona

Una llamada de Marta detiene lo que estaba escribiendo.

—Deja de molestar y baja a abrirme la puerta.

Corta la llamada antes de que reaccione.

Bajo corriendo las escaleras y le abro la puerta con una gran sonrisa. Marta me mira con el ceño fruncido y suelto la carcajada que estaba reteniendo.

—Que tonto que eres —me aparta de la puerta y entra a la casa. Se dirige a la cocina y sale con una bolsa de patatas y un refresco—. ¿No hay palomitas? —cuestiona mientras se lleva unas patatas a la boca.

—¿Vienes solo por comida? —pregunto mientras me acerco a ella, la cojo por la cintura y la acerco—. ¿Ni siquiera me vas a saludar?

Marta se pone de puntillas, acercándose, cierro los ojos esperando el beso, pero nunca llega. Abro los ojos y la veo con una sonrisa burlona en la cara.

—Busca las palomitas y ya veremos —se suelta de mi agarre y se va hacia arriba.

Me giro a verla y me vuelvo para buscar las dichosas palomitas. Por suerte hay. Cuando ya están hechas cojo otro refresco y me dirijo a mi habitación.

Marta está tumbada en la cama, con la bolsa de patatas sobre su estómago. Me tumbo a su lado y dejo el bol de palomitas encima de la bolsa de patatas.

—Aquí tienes tus palomitas, señorita.

Me sonríe y se dispone a comer. Detengo su mano y me acerco a ella.

—Ahora mi beso —estampo mis labios contra los suyos, la beso con amor y ansias. Deslizo una mano por detrás de su cuello, acariciándolo.

Marta acerca su cuerpo, haciendo que algunas palomitas caigan sobre la cama. Nos separamos con la respiración agitada y los labios hinchados y rojos por el beso.

—Así mejor —le digo mientras le acaricio una mejilla.

—¿Qué vamos a hacer? —pregunta recogiendo las palomitas de la cama.

—Lo que quieras —le digo con voz sugerente, me lanza una mirada de reojo y sonrío—. Aunque antes quería decirte algo —cojo un puñado de palomitas —. Como ya estamos de vacaciones y hemos estado bastante estresados por la selectividad y también he visto que has estado bastante distraída y triste, había pensado en ir de viaje —le cuento mientras me voy comiendo las palomitas—. Así nos distraemos y nos olvidamos de todo. Disfrutaremos del tiempo que queda, aprovechándolo al máximo —cojo su mano y lo entrelazo con el mío—. Sé que no paras de pensar en que nos vamos a separar, en que doloroso que va a ser. Créeme que a mí también me entristece y duele separarme de ti, pero estaremos siempre en contacto, ya sea por medio de mensajes o videollamadas. También vendré en las vacaciones y siempre que pueda —le digo con cariño, le quito las palomitas y las patatas y las dejo a un lado. La acerco a mí, abrazándola.

—Lo sé, pero me sigue entristeciendo mucho —susurra.

Dejo un beso en su cabeza y la abrazo más fuerte.

Pasamos la tarde abrazados, charlando y riéndonos. Nos olvidamos de todos y solo somos nosotros dos. 





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