Historia corta #1. Parte 4
Al terminar las clases, espero a Marta en la entrada de su clase. Sé que intentará esquivarme, es lo que siempre hace cuando no quiere hablar de un tema.
La veo recogiendo sus cosas con prisa. Esta vez no se detiene a hablar con nadie y se Asunta al ver que la estoy esperando en la puerta.
La miro inquisitivamente, cojo si mochila y me echo a andar.
Llegamos al metro sin pronunciar palabra. Yo pensando en todo y ella sumergida en sus propios pensamientos, supongo que debatiendo en qué decirme.
No es hasta que llegamos a nuestra parada y salimos del metro que uno de los dos decide a hablar.
—¿Por qué tan callada? —hago un intento de romper el silencio.
—Tú también estás callado —me mira, suelta un suspiro y se para—. Venga, di lo que tengas que decir.
Pienso un rato mientras la miro. No quiero sonar celoso, no quiero ser egoísta pero no puedo evitarlo.
—No sabía que te gustaba alguien, ¿quién es? —decido preguntar.
—No-No me gusta nadie —dice—. Solo... lo dije por decir, para que Luis dejara de insistir —toca un mechón de su pelo y presiona sus pulgares.
Siempre que hace eso está mintiendo.
—Mientes. ¿Por qué no me lo quieres decir? —cuestiono un poco dolido.
Marta mira el suelo, se abraza a sí misma y con una voz baja, dice:
—Porque no debería de gustarme.
Frunzo el ceño, ¿qué quiere decir con eso? Miro su cara, buscando alguna pista de lo que está diciendo, pero no hay nada.
—¿Qué quieres decir? ¿Acaso es mayor que tú? —pregunto—. Sabes que la edad no importa, ¿verdad?
—No es eso, Gabriel. Yo... —se toca el pelo nerviosa y deja la frase sin concluir.
Cojo su barbilla suavemente, levantando su cabeza y haciendo que me mire.
—¿Qué pasa? ¿Por qué está así? Si no quieres decirme no pasa nada, solo... —pienso bien lo que quiero decirle para que no se noten mis celos—solo quería saber para ver si es bueno o no. No quiero que esa persona que te gusta pueda ser un idiota y que te haga daño, ¿entiendes?
—No creo que me haga daño —susurra mirándome fijamente a los ojos—. Lo conozco muy bien, siempre ha estado para mí en cualquier momento. No es un idiota, pero es tonto y no se da cuenta de nada —eso último lo dice con amargura.
¿Quién es? ¿Le conozco? Pasamos casi todos los días juntos, entonces ¿cuándo se ven?
Tengo tantas preguntas, pero no quiero agobiarla ni expresarlo. Creo que si los hago me enfadaría y me pondría muy celoso. Yo también he estado para ella en cualquier momento, la he visto llorar, reír, enfadarse por tonterías, emociona por sus experimentos, agobiada por sus notas, frustrada por las cosas que no le salen.
La he acompañado siempre, he estado para ella como ella ha estado para mí, ¿por qué no se ha enamorado de mí?
Asiento y la suelto. Doy un paso para atrás al ver la cercanía que hemos tomado.
Me siento fatal y tengo ganas de golpear algo. Sigo caminando sin esperarla, perdido en mis pensamientos.
Cuando llegamos a su entrada le devuelvo su mochila y me doy la vuelta.
—Espera, Gabriel —Marta me coge de la mano y me detiene. Espero a que hable, pero no lo hace, miro por sobre mis hombros y ella tiene la mirada clavada en mí, llena de inquietud—. ¿No-no te vas a despedir? —pregunta con voz queda.
Miro su cara, sus ojos, su nariz, sus labios, sus cejas, sus mejillas; todas sus facciones que me han enamorado y siento un dolor agudo en mi pecho al pensar en ella enamorada de otro chico.
—Nos vemos mañana —me despido distantemente.
Me suelto de su agarre y me marcho.
"Gabriel contéstame los mensajes, por favor"
"GABRIEL!!!!!"
"¿Por qué estas enfadado?"
"Voy a tu casa y espero que me abras la puerta porque sino seré yo la enfadada"
"Te lo digo en serio"
Bufo cubriéndome los ojos con el brazo. ¿Por qué reacciono así? ¿Por qué me siento tan dolido?
Bajo las escaleras de mi casa y abro la puerta justo cuando Marta está a punto de tocar el timbre.
—¿Se puede saber por qué estás así? —es lo que dice al verme.
Me hago a un lado, dejándole espacio para entrar. Sube directamente las escaleras, dirigiéndose a mi habitación.
Marta se sienta en mi cama y yo me quedo apoyado en la estantería, manteniendo las distancias.
—¿Vas a contestarme o seguirás ignorándome? —cuestiona cruzándose de brazos.
—No me pasa nada —me siento delante del escritorio, dándole la espalda—. Estaba estudiando, así si no tienes nada mas que decir, me gustaría seguir.
Finjo estar concentrado en lo que estoy haciendo, pero en realidad solo estoy esperando a que se marche y no siga insistiendo.
—¿Me estás echando? —noto la incredulidad y el dolor en su voz. Pero no me permito ablandarme, quiero estar solo.
—Indirectamente, sí —respondo secamente. Sigo haciendo lo que sea que estaba habiendo, esperando a que se marche enfadada por mi respuesta.
Oigo como se levanta y sus pasos, estoy por suspirar aliviado cuando siento unas manos en mis hombros, haciendo girar la silla estrepitosamente.
—¿SE PUEDE SABER POR QUÉ ESTÁS ASÍ? —grita—. ¿Por qué estás enfadado? ¿Acaso he hecho algo para que me hables así de repente? ¿Por qué? —grita con enojo.
Sus gritos son justo lo que no necesitaba y activa mi molestia. Sin yo quererlo e impulsado por sus gritos y por todas las ganas que he tenido de decirle muchas veces lo que siento, suelto todo lo que he estado reprimiendo durante años.
—¡Por ti! —le grito de vuelta, me levanto de la silla y quedamos cara a cara—. Porque no soporto la idea de ti estando con otro chico, que pienses de él de una manera romántica cuando yo he hecho todo por ti —respiro hondamente mirándola a los ojos—. No puedo más con este sentimiento de querer decirte todo y tener miedo a la vez por si las cosas salen mal y te pierdo, pero ya no puedo más, algún día iba a explotar y ha sucedido hoy —con cada palabra que le digo me voy acercando más—. Estoy enamorado de ti y ya no lo quiero guardar solo para. Marta González, estoy loco y perdidamente enamorado de ti —termino con un suspiro lleno de alivio y miedo.
Marta ha levantado la cabeza para mirarme a los ojos. No logro descifrar nada en su mirada y su expresión no me dice nada tampoco. Está en blanco.
Los minutos pasan y me doy cuenta de la gravedad del asunto.
Me he declaro, le he contado lo que siento en un estúpido impulso. Marta sigue sin decir nada y yo cada vez me pongo más nervioso y el miedo va creciendo.
Cuando estoy por decir algo para arreglarlo, Marta en un impulso, me coge de la sudadera y estampa sus labios contra los míos.
Me quedo tieso y en shock, sin saber qué hacer porque no sé qué está pasando ahora mismo.
Es algo que me imaginé muchísimas veces y justo ahora, que está ocurriendo no sé qué hacer, no puedo reaccionar.
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