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Capítulo 30: Un buen mensaje

Viernes 28 de septiembre de 2018.

Enciendo el cigarrillo, apoyado contra la pared del pequeñísimo patio que hay en el estudio. La bolsa de basura está en una esquina frente a mí. La reja a mi izquierda da directamente a la calle, y la puerta abierta a mi derecha ingresa a la cocina del lugar. Angi está preparando unos fideos en una cacerola chiquita. No me presta atención.

Exhalo humo y miro hacia arriba, al cielo. Está nublado. Como siempre, la primavera va a llegar con lluvias.

Miro hacia la derecha y noto que Angi se transformó en Tomás.

―¿Y la Chiruza? ―Le pregunto sin entrar.

―Se fue a comprar queso ―contesta― ¿Comemos nosotros y después ella o cómo nos turnamos?

Alguien se tiene que quedar atento a la entrada de clientes.

―Como prefieran ustedes.

Tomás termina de sacar del fuego los fideos. Los deja sobre la mesada antes de caminar hacia mí. Se apoya en el marco de la puerta abierta, mete las manos en los bolsillos.

―Ya viene tu cumple, Pollo...

―¿Vas a ir, no? ―Ni idea de a quién invitó Miriam, pero sé que a ellos seguro.

―Obvio. Escabio gratis.

―Que tarado ―Me río.

Termina de salir y se apoya en la pared frente a mí.

―¿Me convidás un pucho?

Le tiro un cigarrillo y el encendedor y él lo prende en su boca.

―¿Tu chica va a ir? ―pregunta.

Este último tiempo, volvió a comportarse con normalidad. Me mandó muchos mensajes, se preocupó por mis días, me contó de sus actividades. Yo intenté cortarme un poco después de volver a verla con ese pibe, pero no puedo. Ella me puede siempre.

―Sí ―asiento.

Ninguno de los dos nos miramos directamente.

―¿Pasa algo? ―pregunta.

Me llevo el cigarro a la boca, inhalo y exhalo.

―La vi abrazando a otro chabón ―digo y me da vergüenza―. Fachero, rubiecito, alto, sin cicatrices... ―Levanto los hombros como si no me importara, pero me importa―. Ella no me dijo nada; actuó normal, y está bien porque nosotros no somos nada. No le puedo pedir que no ande con otra gente, no puedo...

―Decile lo que te pasa ―Me interrumpe Tomás.

Me atrevo a mirarlo a la cara pero él me esquiva la mirada y lo prefiero así. Me aprieto los dedos de las manos, tamborileo el pie sobre el suelo.

―Si se lo decís y te dice que le pasa lo mismo vas a sentirte un campeón ―comenta―; si se lo decís y te dice que flashaste cuento, te va a doler pero te vas a preparar para olvidarla... Pero si no se lo decís nunca, en algún momento la vas a ver en una situación similar con ése o con otro tipo, y va a empezar a ser más frecuente, hasta que un día te va a decir que no pueden verse más, que está empezando a conocer a alguien y que no le quiere faltar el respeto, que apreció tu compañía pero que ya fue... Y te va a hacer mierda...

Me mira a la cara. Sus ojos azules son más intensos que nunca y está serio; algo poco habitual en él.

―Te vas a arrepentir toda la vida de no haberle contado que la querés ―larga, y sé que habla desde la experiencia.

―No es fácil ―digo.

―Nunca es fácil ―Se lleva su cigarrillo a la boca.

―No sé si estoy listo para algo formal. Me gustan las cosas como están ―intento explicar―, pero al mismo tiempo, mi cabeza no para de funcionar como una locomotora, dándome manija. Nunca hablé de eso con ninguna mina ―explico―, ni siquiera con Ángeles. Nunca le dije que la quería, nunca me nació hacerlo.

―Y por ahí ―deduce él―, es por eso que te fue tan para el culo en esa relación.

Hago una mueca.

―Las cosas con la Pioja son distintas, porque se dieron de esta manera espontánea... Nunca hablamos de qué somos.

―Tenés que empezar a plantearte vos qué querés que sean.

Ya me empieza a pudrir que todos me digan lo mismo. Aunque sé que tienen razón.

―La relación que tenemos es genial ―No sé qué palabras usar para que me entienda―. Cuando estoy con ella las cosas son muy fáciles... Y después se aleja y estoy todo el día haciéndome la cabeza con pavadas. No quiero una relación si voy a tener esta clase de estrés.

―Bueno, Pollo―dice él exhalando humo―: hay veces que el corazón tiene razones que la propia razón nunca entenderá.

Me río.

―Tarado... Eso es una canción de La Renga.

Él se ríe también.

Tiro la colilla al suelo, la piso y entro a la cocina.

Viene a mi cabeza la imagen de Tamara, toda flaquita y chiquita, siendo abrazada por ese pibe y siento náuseas. Tomás tiene razón; si no actúo pronto, todo va a ser peor.

―¡Acá está el queso! ―Angi entra a la cocina con un sobre de queso rallado en la mano― ¿Comemos?

―Sí, dale.

El celular me vibra en el bolsillo. Lo reviso. Es Tamara.

Una foto frente al espejo de su baño, vestida preciosa con un pantalón ajustado y una blusa negra, la foto va acompañada de un corto mensaje.

«Así voy a ir a tu cumple ¿Te gusta?» La sonrisa se me escapa.

«Me encanta» contesto «Te paso a buscar mañana a las nueve»

Me siento a comer.

Compensando la mañana tranquila que tuvimos, la tarde se vuelve caótica debido a la cantidad de trabajo. Con la primavera, mucha gente se acuerda de que va a querer lucir tatuajes nuevos, durante los días de calor. Esta es la época en la que empezamos a llenarnos de turnos.

Cuando vuelvo a casa, camino directamente hasta mi cama, sin siquiera cenar; me tiro de lado en la cama sin sacarme las zapatillas y busco en mis pantalones el teléfono.

La respuesta de Tamara está allí, esperando ser leída desde hace siete horas.

Este año me voy a tener que tomar vacaciones o voy a morir.

«Te espero ansiosa, Principito de pelo azul» 

N/A: ¡Primero que nada, feliz navidad! Espero que la hayan pasado hermoso, que hayan disfrutado, recibido regalos o festejado como les guste festejar (Si es que lo hacen)

Sé que este capítulo es muy corto, pero prometo que se vienen capítulos de resolución, de información y de muchas cosas. 

¡Ya nos quedan solo DIEZ capítulos para el final! ¡Estoy muy ansiosa!


¡Muchas gracias por haberme acompañado en esta aventura, y por haber compartido tanto tiempo con Damián! 

Como siempre... Espero sus comentarios y sus opiniones. 

¡LOS QUIERO MUSHOOO! Nos leemos el año que viene (Es decir el siguiente jueves jaja)


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