Capítulo 3: El mensaje
Me apuro a ponerme los pantalones como si Tamara no hubiese visto lo desfiguradas que tengo las piernas.
Ella está parada frente a mí abrochándose los jeans. Su pelo luce como si le hubiera pasado un tornado por encima. De seguro el mío no está mucho mejor.
—¿Qué hora es? —pregunta sin mirarme, está muy ocupada buscando sus zapatillas en el suelo.
—Cuatro y media... casi —contesto revisando mi celular—. Si esperás un ratito, salgo a comprar unos bizcochos para el mate...
No tengo nada para merendar. Usualmente estoy solo, así que no pienso mucho en guardar cosas para ofrecer a visitas.
Las personas que vienen a verme a casa son mi familia o colegas y ya están acostumbrados a mi modo de vida.
—No, no... —Tamara sale de mi habitación y la escucho dirigirse hacia el saloncito.
La sigo sin molestarme en calzarme.
—Ya me tengo que ir —explica al verme llegar tras ella. Se está poniendo la polera sobre la remera rosa que ya tiene puesta—, me ausenté bastante de casa, se van a preocupar.
Habla rápido, está agitada.
Tomo mi ropa del piso para terminar de vestirme.
—Está bien.
—Pero si querés te puedo dejar mi teléfono —Me sonríe con timidez mientras coloca sus lentes sobre el puente de su nariz.
Le entrego mi celular desbloqueado para que se agende sin pensármelo dos veces.
Me dejo caer sobre el sofá y lanzo un suspiro al techo.
Qué día tan raro estoy teniendo. Aunque no puedo negar que fue interesante.
Tomo mi celular entre las manos y me encorvo sobre el mismo prestándole toda mi atención. Busco en la agenda a Tamara con la intención de enviarle un mensaje para que ella también pueda agendar mi número. No me tardo en encontrarla, se registró con su nombre.
Junto mis cejas con extrañeza.
¿No tiene WhatsApp? Procedo a buscarla en Telegram... Tampoco.
No soy muy amigable con las redes sociales y plataformas de comunicación, aunque debido a mi trabajo me veo obligado a usarlas; sin embargo, sé que es raro que gente de mi edad no las posea.
Voy a tener que enviarle un texto.
Y eso me recuerda...
Ese mensaje del carajo que recibí hoy...
Tras darle vuelta unos segundos, tamborileando los pulgares sobre la pantalla de mi teléfono, decido buscar a un contacto con el que hace años que no hablo.
De hecho, ni siquiera sé si sigue teniendo el mismo número. Espero que sí.
«Yanina»
Vuelvo a suspirar leyendo su nombre en un chat vacío. Tomo aire junto con una buena cantidad de coraje y le escribo.
«¿Por qué Patricia quiere contactarme? ¿Qué le pasa ahora que me falsea amor como si fuéramos los más unidos?»
Tras enviarlo, aguanto la respiración.
—¿Por dónde? —pregunto doblando en una esquina, estirando el cuello para encontrar la dirección en la oscuridad de la noche, a través del parabrisas.
—¡Allá Pollito!
Tomás señala al frente, una casa vieja a medio hacer. Hay materiales de construcción y herramientas esparcidas por la vereda y el patio delantero. Estaciono el coche justo en la entrada.
Mi amigo tiene sus ojos azules fijos en la edificación en construcción; se pasa una mano tatuada por la cabeza rapada y despeina sus pelitos rubios tan cortos que apenas se perciben. El buzo gris que tiene puesto dice «Comegordas». No creo que sea apropiado en ningún contexto.
—¿Por acá no vivía El Oso? —pregunto reconociendo la zona.
Todo el barrio es bastante marginal; solía vivir en calles así cuando era chico. Las casas están a medio construir o deterioradas por completo, algunas son de madera, la mayoría tienen techo de chapa. Muchas carecen de ventanas y tienen solo los huecos tapados con bolsas de consorcio. Los patios, calles y veredas rebosan de basura.
—Sí, cerca...
—¿Qué estás tramando, Tomás?
—No te preocupes, Pollo... El Oso sigue en la cárcel.
Junto mis cejas entornando los ojos.
Con El Oso tengo sentimientos encontrados. Fue el tipo que me enseñó a tatuar y me ayudó en muchas cosas cuando yo estaba en la total miseria, pero esa gratitud no termina de sobreponerse al hecho de que es un hombre agresivo y con claros problemas para controlar su ira.
Lo último que Tomás y yo nos enteramos fue que había golpeado a su madre y hermana en una discusión familiar y lo habían detenido. Lo soltaron a los dos días porque así funciona la justicia en este país; más tarde un vecino hizo una denuncia en su contra porque ingresó a su casa sin permiso y le robó algo de plata.
Al final fue a la cárcel, aunque no sabemos bajo qué cargos.
—¿A qué viniste? ¿A quién vas a ver?
—Tranqui, Pollo —Me palmea un hombro sin dejar de sonreír—. Me veo con unos amigos nada más.
—¿Con qué amigos te estás juntando, boludo?
Tomás se ríe abiertamente.
—No te comportes como mi hermano mayor, Pollito —Extiende su mano para pellizcarme el cachete como si yo fuera un nene—. Cuando me conociste yo era la mala influencia y aun así te quedaste ¿Ahora querés alejarme de otras malas influencias?
Lo aparto de un empujón para que me suelte la cara. De seguro me quedó rojo.
—¡Dale, salame! Una cosa es un adolescente fumando y otra cosa es gente peligrosa.
Se encoge de hombros.
—No sería la primera vez que me junto con gente «peligrosa» —Hace comillas— y vos tampoco.
Abre la puerta del coche.
Miro a mi alrededor. Si no tengo cuidado de este barrio no salgo sano.
—¿Necesitás que te venga a buscar después? —Levanto la voz para que me escuche mientras baja y cierra la puerta.
Desde afuera, me hace un gesto negativo con el índice y lo veo avanzar hasta la casa.
Suspiro.
A este pelotudo un día lo van a matar.
—¡Ah! ¡Hablale a Angi! —grita desde la puerta mientras golpea la misma con el puño.
No llega a decirme por qué, una morena se le lanza encima y lo obliga a entrar a la casucha antes de que él termine de hablarme.
Acelero el coche y doy vuelta en la esquina.
No pienso sacar mi celular del bolsillo hasta haber llegado a una zona más céntrica.
Al cabo de un rato, llego sano y salvo al garaje de casa y, antes de entrar al salón, saco mi celular del bolsillo para hablarle a Angi.
«Chiruza, me dijo Tomi que te hable»
Me contesta al instante.
«En un toque te contesto, estoy ocupada»
Le envío un pulgar arriba, aunque sé que se va a olvidar de responderme. Noto que tengo un segundo mensaje que no había visto al principio, es la respuesta de Yanina. Se tardó más de cuatro horas en contestarme.
«No seas cruel con ella y hablale» Es lo único que dice. No le respondo.
Atravieso la puerta que conecta el garaje con mi comedor y me encuentro con que las luces están encendidas.
Oigo sonidos provenientes de la cocina. Me acerco al desayunador para ver por encima de la barra y noto la silueta de un hombre joven agachado, con la cabeza dentro de la heladera.
—¿Me estás robando? —pregunto.
Él da un respingo. No me escuchó llegar.
Se da la vuelta riéndose, tiene un pedazo de pollo en la boca.
—Bro... —Termina de tragar antes de hablar—Me mandó mamá.
—¿Qué onda? —pregunto devolviéndole la sonrisa.
Martín heredó la piel morena de mamá y su cabello crespo y negro, aunque tiene la contextura de Fernando, mucho más musculosa. Es más bajo que yo, aunque es mayor por unos meses.
—Bien, acabo de volver de la facu... En esta época hay parciales.
A diferencia de mí, a Tincho no se le da mal estudiar. Ahora está por recibirse de contador. Yo apenas sé dividir por dos cifras.
—Comé tranquilo —Le invito a seguir revisando mi heladera con un gesto de la mano. Aunque dudo que haya algo decente para comer.
Esa pechuga que está degustando ya tiene como tres días.
—Nah, no te preocupes. Mamá quería saber cómo estás porque hace rato que no la llamás. Se preocupa.
Se acerca del otro lado del desayunador y se apoya sobre éste para verme de frente. Sus ojos marrones son acusatorios.
—Ya sé, no me mires así. A veces tengo mucho trabajo... —Me excuso.
Tanto Tincho como yo sabemos que no es del todo cierto.
Si bien mi trabajo me da de comer, el negocio está en pañales. Tomi y yo nos metimos en una gran deuda para tener el local que tenemos ahora y la mayoría de nuestros ingresos se van directo a pagar eso. Sin contar el dinero destinado a la reposición de insumos y al sueldo de Angi. No siempre tenemos muchos clientes.
El mes pasado hubo días que volví muy temprano del trabajo y me quedé viendo la tele durante horas sin hablar con nadie. Así que no es verdad que no tengo tiempo para hablarle a mamá. Simplemente a veces no tengo ganas.
Y no me gusta no tener ganas.
—Bueno, tratá de que ese «mucho trabajo» te deje diez minutos para hablarle por teléfono.
—Tenés razón, no quiero que se ponga mal —Me apoyo en la barra en una postura que intenta ser despreocupada—. La voy a llamar en la semana.
—Bueno... Y fijate de comprar algo de bebida que no tenga alcohol —Señala mi heladera—, todo lo que tenés es vino, fernet y cerveza.
Hace un gesto que me deja claro que le parezco un inmaduro.
—Siempre almuerzo en el trabajo y tomo agua; dejame cenar con cervecita —rezongo.
—Dale —Da toda la vuelta para salir por el arco de la cocina y se pone a mi lado—, mamá dijo que en la semana va a preparar los ravioles que te gustan, así que seguro que se pasa para traerte un poco.
—Buenísimo —Sonrío. Se me agua la boca de solo pensarlo.
Miriam intentó enseñarme a cocinar varias veces pero es otra cosa que no se me da nada bien.
—Tratá de ir a visitarla el fin de semana que viene. Yo seguro que paso también.
—Está bien —asiento y nos estrechamos la mano como si cerráramos un trato—. Nos vemos el finde entonces.
Me señala con su índice sin dejar esa mirada de acusación.
—¡Pero vas sí o sí! —ordena.
Sonrío de lado.
—Sí, ahí voy a estar.
Camina hasta la puerta de entrada y escucho que saca sus llaves. Las llaves que les di a él y a mamá para emergencias y que nunca usaron para una emergencia.
—Chau, bro —saluda mientras se va.
—Chau —digo al aire cuando él ya cerró la puerta.
Veo que en la barra falta mi porrito y sé que Tincho lo tiró. Siempre que vienen él o Miriam se deshacen de los cigarros que encuentran.
Bufo.
Camino hasta el mueble de la tele, abro el cajón en el que tengo puras chucherías y saco de un frasco de mermelada que tiene monedas, otro porro. Busco en mis bolsillos el encendedor y lo prendo.
En ese momento me entra otro mensaje al celular.
Es el número sin guardar que pertenece a Patricia.
«Te voy a llamar en cinco minutos, por favor atendeme»
Pff.
Que siga soñando.
N/A: Muchas gracias a todos por los votos y comentarios que estuvieron recibiendo los capítulos. Me motivan mucho a seguir publicándolos. La siguiente actualización va a ser el lunes y con ese capítulo (el cuarto) ya terminamos la introducción de la historia; después de eso cada actualización va a realizarse los jueves.
Como les dije en los capítulos pasados, les reitero que si hay modismos o jerga que no entienden, son libres de preguntarme para poder darles respuesta. Yo supongo que por el contexto todo se comprende, pero es mejor prevenir... jaja
¡En serio muchas gracias por los comentarios! Me pone muy contenta saber lo que van opinando a medida que leen. Es súper motivador, así que cualquier impresión que tengan, no duden en dejarla en comentarios:
¡En estos capítulos vamos a conocer más del entorno de Damián, de sus amigos, colegas y familia! Espero que les guste igual que a mí adentrarse en su mundo :3
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