Martes 7 de agosto de 2018
Ángeles no llega. Tomás ya tuvo que perforar las narices de cinco adolescentes que tenían turno con ella y yo estoy haciendo malabares para atender a la gente que ingresa y a los clientes que tengo hoy.
Por suerte, es un día en el que no logramos meter muchos turnos, sino, no podríamos con todo.
Tomás sorbe ruidosamente un mate y lo deja sobre el mostrador.
—Hay que cambiar la yerba.
—Creo que no hay más.
Mi celular vibra y me apuro a agarrarlo para leer el mensaje. Es Tamara. Suspiro y vuelvo a dejar el teléfono sobre el mostrador.
—No es ella —anuncio.
Aunque en otro contexto me alegraría por continuar la conversación con la Pioja, en este momento, necesito con urgencia que Ángeles se reporte de una vez.
¿Y si le pasó algo?
Ella es muy responsable con el trabajo. Lo necesita para su cría.
Trabaja acá, haciendo piercings, ocupándose de la caja y del inventario. Y los fines de semanas hace manicura en su casa, o algo así. Cris también trabaja bastante para mantener a la peque.
—Capaz que se enfermó la enana o algo —piensa en voz alta, Tomás.
Acaba de terminar un tatuaje en las manos de un tipo gordísimo. No es un cliente habitual.
—Lo que me parece raro es que no haya dicho nada —digo—. Ni un mensaje, ni una llamada... Si a Juli le hubiera pasado algo nos habría dicho.
La última vez que se ausentó fue porque Juli volaba de fiebre y la madre de ella no estaba para poder cuidarla. Cristian no podía faltar al trabajo, así que le tocó a Angi tomarse el día. Me avisó dos horas antes de abrir el local para que tuviera tiempo de acomodarme. También faltó en junio por las marchas a favor del aborto legal, me avisó con días de anticipación.
—Capaz que le pasó algo a la javie —especula Tomás.
—Si le hubiera pasado algo a la madre sería la misma situación, salame —digo.
—Me voy a comprar yerba —Tomás se despereza, se estira y sale caminando por la puerta.
Una vez solo, me hago crujir los nudillos. Jugueteo con la yerbera vacía sobre el mostrador y muevo la bombilla del mate para tener ocupadas las manos.
Jugueteo con mi septum, miro alrededor.
¿Dónde se metió esta chiruza?
Doy vueltas en la silla con ruedas que uso cuando tatúo.
Desde hace un rato que no hay clientes y, Tomi y yo, nos dedicamos a atender a personas que eventualmente entraban al local a hacer preguntas de todo un poco.
Agarro mi teléfono recordando que me llegó un mensaje de la Pioja. Después de su última huida de casa, me mandó un mensaje para recordarme que no le di un presupuesto para el tatuaje. Le terminé diciendo que no le voy a cobrar nada. Es un regalo.
Ella no quiso, y al final quedamos en que le intercambiaba el tatuaje por un cuadro. No sé qué me está pintando, pero desde que se puso a trabajar con eso, se muestra más entusiasmada en los mensajes.
«Le falta un poco de rojo, pero está casi listo. Pero no te lo voy a mostrar, jiji»
Le escribo rápido que espero verlo pronto. Aunque me chupa un huevo. La verdad es que lo único que espero ver pronto es a la roñosa de Ángeles y con una buena excusa.
Se abre la puerta del local y, esperanzado, doy vuelta la cabeza para ver a quien entra.
Es Tomás.
—¿Conseguiste la yerba?
—No... Me encontré un gatito—Extiende la mano, tiene agarrado de la forma más torpe posible un gatito cachorro, muy chiquitito.
Es feísimo. Flaquito, anaranjado, despeinado al punto de parecer despeluchado, tiene parte del pelaje mojado, los ojitos viscos y llenos de lagañas. Debe tener un millón de pulgas.
—¡¿Qué hacés con eso?!
Esto es un lugar que debe estar impoluto. Tenemos agujas esterilizadas, no se pueden llenar de pelo de animal.
—Boludo, es re peque... Está todo demacrado —Tomás le hace un mimo en la cabeza con el índice y el bicho feo abre la boquita para lanzar un intento de maullido enfurecido.
—Es horrible...
—Está un poco hecho pija no más —Le sonríe al gatito—. Me lo quedo.
—Llevalo directo a la cocina y que no esté en contacto con nada, está todo mugriento.
—Es un bebé —Lo apaña y se lo pone contra la cara.
Que asco.
—Se va a llamar Fisu... El Fisura —Tomás lleva al gatito a la cocina y escucho cómo rebusca entre las cosas que tenemos ahí para acomodar a su nueva mascota.
Me siento, nuevamente en mi silla con rueditas; escondo mi cabeza entre las manos.
¿Quién me mandó a juntarme con semejantes locos?
Encima no trajo la yerba y nos quedan como cinco horas por delante.
—Che —Llamo a Tomás que sigue haciendo lío en la cocina—, ¿Te parece si cerramos temprano?... Como Angi no llega y no tenemos tantos clientes... Capaz que...
Antes de que Tomi me conteste, vuelvo a escuchar que la puerta se abre.
Ahí está. La veo entrar hecha un torbellino al local. Pisa fuerte. Sus ojos son dos llamas vivaces y su gesto da miedo. Su pelo fucsia es un nido de pájaros lleno de enredos y nudos.
—Ey, ey —La freno levantándome de la silla de un salto.
La agarro de los hombros y la obligo a mirarme a la cara.
—¿Qué pasó? —pregunto en un susurro para no alertar a Tomi.
Me mira con ira, pero con rapidez esa mueca cambia a una de dolor. Veo que sus ojos se llenan de lágrimas que no suelta.
—Cristian y yo peleamos.
Sin proponérmelo suelto un «Uuh» y ella suelta lágrimas silenciosas. Como no sé qué decir ni qué hacer, estiro un brazo y le palmeo toscamente el hombro.
Ella se acerca y me abraza.
Le correspondo al abrazo con torpeza. Le palmeo la espalda y nos quedamos así un rato.
Siento cómo llora en mi pecho sin hacer ruido para no llamar la atención. Y en pocos segundos se aleja un paso, se limpia las lágrimas, se suena la nariz con una servilleta. Inspira hondo, expira y entra a la cocina.
—¡¿Qué es ese bicho?! —La escucho exclamar.
Desde mi punto de vista, una pelea no debería generar tanto quilombo en su vida; en especial teniendo en cuenta que lleva más de tres años con Cris. No ahondó en el motivo de su pelea, pero le dijo también a Tomás que discutió con su novio y que ese fue el motivo de su tardanza.
Sin embargo, ella está totalmente desmoralizada y, considerando la falta de clientes, se apartó en un rincón a tatuarse en la muñeca un diseño chiquitito.
Angi no tatúa. Nunca aprendió a hacerlo, solamente está jugando.
Jugando fuerte.
Tomás se va a alimentar a su gatito nuevo por segunda vez en lo que va del día; así que me acerco a Angi para ofrecerle un mate.
—¿Querés que te arregle eso? —pregunto señalando la muñeca. Es un tatuaje bastante deforme, en algunas zonas clavó mucho la aguja y en otras muy poco.
—No, me gusta así —dice, con la espalda tensa.
Deja la máquina a un lado para tomar el mate que le ofrezco.
—Se van a arreglar las cosas con Cristian, Chiruza... No pongas esa cara —Le digo en voz baja—. Llevan un buen tiempo juntos y Cristian te re ama. Que hayan discutido no es el fin del mundo.
Ella aprieta los labios y no me mira a los ojos. Los tiene rojos e hinchados de tanto llorar.
—No fue una discusión normal. Hace un tiempito que vengo pensando que va a dejarme... No creo estar haciendo las cosas bien.
—¿Por qué no?
Ella levanta los hombros y sorbe de la bombilla.
—¿Yo fui una buena novia con vos, Pitufito?
Me rio, más por nostalgia que por gracia.
—No puedo contestar a eso. Fuimos una pareja de mierda en conjunto y punto.
Ella sonríe de lado y vuelve a sorber el mate. Al terminarlo, me lo pasa.
—Pero en ese tiempo... ¿Vos la pasaste mal conmigo? —pregunta angustiada.
—Roñosa ¿Qué preguntás? —Sonrío—No estuvimos juntos por gusto. Buscábamos otra cosa... —Levanto los hombros con indiferencia— Yo me había separado hacía poquito de Pilar y a tu mamá le habían diagnosticado cáncer. Estuvimos juntos para no estar solos, nada más. Tuvimos una relación de mierda y re tóxica.
Ella asiente con la cabeza.
—Y me dejaste cuando te enteraste de mi embarazo.
—Bueno, no me cayó muy bien que mi novia de hacía un mes estuviera embarazada de cinco... Pero —Me agacho para quedar a su altura; ella, sentada en su silla, me mira a los ojos— a Cristian no le importó tu peque. Porque te quiere a vos.
Ella solloza nuevamente, arrugando la barbilla al estirar el labio inferior en un puchero.
—Creo que estoy haciendo mal las cosas con Cris.
—¿Por qué?
—Cuando arrancamos todo era lindo, y él se encariñó rápido con Juli... Pero en este último año, la enana se enfermó varias veces, ya está por empezar la primaria y tenemos muchos gastos y deudas... Mi mamá se mete mucho en nuestra vida... Creo que él se está cansando. Que no está preparado para afrontar esa clase de cosas... —Sorbe por la nariz—. Cuando Juli era bebita, todo era más chistoso, era jugar, hacerla dormir y darle de comer... Pero ahora sus problemas son más grandes, sus gastos son más costosos... Educarla es difícil... —Vuelve a sollozar— y creo que Cris va a dejarme porque se dio cuenta de lo complicado que es todo.
En cierta forma lo que Angi dice tiene sentido. Yo no me siento y nunca me sentí listo para ser padre. Siempre pensé en la paternidad como una posibilidad muy, muy, muy lejana. Supongo que ser padre o madre debe ser muy complicado y, yo, o Tomás, no somos la clase de gente que espere algo así para su vida.
Pero por lo que conozco a Cristian, aunque no lo conozco tanto, no me parece que encaje en eso. Siempre se hizo ver como alguien dispuesto a todo por Angi y por la enana.
—No creo —susurro—. Cristian te ama a vos y a la peque. Se desvive por Juli. La adora.
Angi vuelve a sollozar.
—Ella sabe que Cris no es su papá, pero le dice «papá»... Y no sé qué voy a hacer si él desaparece de nuestras vidas —Una lágrima le recorre la mejilla y me doy cuenta de que otra cosa rara en Angi es que no está maquillada—. Juli lo va a extrañar mucho...
—Él no desaparecería... Creo que te estás asustando mucho al pedo ¿Por qué se pelearon? ¿Qué fue tan grave? —pregunto inquieto.
Ella se enjuga las lágrimas con el buzo negro que lleva puesto. Abre la boca para hablar, pero termina por respirar profundo y no decir nada.
—Son muchas cosas —habla entre sollozos, en voz baja—. Hoy no va a dormir en casa...
Le palmeo toscamente el hombro y escucho los pisotones de Tomás que vuelve de la cocina. Angi retoma su tatuaje, dejando de lado la charla que estábamos teniendo y tomo eso como una invitación para retirarme.
Me acerco a Tomi y me dedico a cebar más mate.
Cuando llego a casa me siento tan cansado como si hubiera tenido muchísimos clientes en el trabajo. No fue el caso.
Siento la cabeza pesada y apretada.
Me tiro de espaldas en la cama, agotado.
No pienso cocinar nada.
Me saco las zapatillas empujándolas con la punta, desde el talón, y luego me quito también el buzo y los pantalones. Entro a la cama, con los párpados pesados y me quedo con el celular un rato para distraerme del pesado día que tuve.
Angi no va a ir a trabajar mañana. Tomi y yo insistimos en que se tome un par de días hasta sentirse mejor.
Las últimas horas en el trabajo, nos dedicamos a reorganizar la agenda de los próximos días para poder atender a todos los clientes en una mejor distribución. Tuve que cambiarle el horario a Tamara, aplazándole dos horas la sesión del viernes. Ella no tuvo problema y se mostró igual de entusiasmada que antes.
Sin embargo, otros clientes sí rezongaron de modificaciones.
Veo que Tincho me pasó un par de memes y le comparto otros tantos que voy encontrando en redes.
Eso me recuerda que debería juntarme con mi familia en algún almuerzo un día de estos.
«Piojita seguis despierta?» Me encuentro, de repente, escribiendo «no sabes el dia que tuve...»
N/A: HOLAAA. Vivo con la cabeza en cualquier lado y no me había dado cuenta de que hoy es jueves. Casi que no subo el capítulo jajajaja.
Espero que les guste, que lo disfruten. Quería dejar en este capítulo una ilustración del Fisu (el nuevo gatito de Tomi) pero no llegué con los tiempos, espero poder hacerla para capítulos siguientes.
Me alegra que sigan comentando. Sé que no es mucho pero ya casi llegamos a las 900 lecturas, y eso está a nada de las mil UwU.
Jajajajaj, son pequeños logros que me dan felicidad, así que gracias a ustedes por eso.
Nos leemos el siguiente jueves. Muchas gracias por los votos y comentarios. <3 Me motivan a continuar subiendo la historia.
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