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¿Por qué fue así?

Fecha de publicación: 26/01/2021 17:50

...

4 meses después...

No sabía por qué estaba allí, solo quería reunirme con unos amigos para pasar el rato y perdernos entre quejas sobre nuestras vidas. Pero el destino tenía otros planes, y no me esperaba cuales iban a ser.

Estaba sentada en la sala de espera del hospital, hundida en mis pensamientos y en un libro, como ya era costumbre. Pese a la redundancia, esperaba un llamado para entrar, y no por tener cita médica o alguna alergia. Solo esperaba a que una enfermera me llamase para ir a ayudar en lo que fuese necesario, además de llevar un molde sellado con algo de lasaña que traje como pedido de mi madre, quien trabajaba allí desde hace varios años.

Por lo general sus jornadas suelen ser bastante largas, por lo que no pasa mucho tiempo en casa, sin embargo, a veces olvidaba el almuerzo que prepara la noche anterior, y si yo tengo la tarde libre, voy a llevárselo, además de que hacía las veces de asistente en cada sala, ayudando a las enfermeras en algunas de sus labores: desde llevar las comidas a los internos hasta cambiar los sueros, limpiar los implementos médicos o simplemente hacer compañía a los pacientes.

Esta última era una tarea complicada, pues ver desde niños con heridas por caídas hasta hombres con enfermedades mortales pasar sus últimos días postrados en cama no es un trabajo para todo mundo. Me gustaba leerles cuentos, conversar de forma desinteresada o simplemente hacer compañía, algo que les hacía falta a varios de ellos en una situación más compleja. En los casos más complicados trataba de no encariñarme, debido a que muchas de las enfermeras me ponían al tanto de los casos, sabiendo que lo único que haría sería verlos lentamente morir con rostros de agonía que solo deseaban acabar con su suplicio pronto.

Hablaba con ellos, con la intención de hacer su destino algo más llevadero, pero sin darles falsas esperanzas, tratando de no sufrir de más con su pérdida. Ver a varios de ellos irse casi semanalmente me hizo ser más fría, aterrándome al principio, llegando a sentirme un monstruo por ser así. Al final solo lo acepté, lo vi como una parte más de mi personalidad, algo que no iba a compartir con nadie. (posible idea)

- Hija, ahí estas. Qué bueno que viniste.

Alcé la mirada y pude ver a mi madre ajetreada, llamándome de manera apurada, siendo esta la señal clara de que debía ir a las salas del hospital. Cerré el libro que estaba leyendo y lo guardé en mi mochila, de la cual fui sacando el molde con la comida de mi madre, y me dirigí hacia ella.

El saludo con ella fue matutino, nos dimos un abrazo, preguntó un poco sobre mi día, yo hice lo mismo, le di su comida y ella me guío sobre lo que tendría que hacer hoy... ya era rutina, monótona, pero no me quejaba.

- Bueno Maggie, esta vez hay un nuevo paciente...

- ¿Qué te preocupa madre?

Ella solo suspiraba, sabía que era muy sensible con su trabajo, en especial cuando eran casos muy delicados.

- ... es una niña, su madre cuando la trajo estaba desolada, podía ver en su mirada el deseo de que no fuera lo que ella creía, aunque en el fondo lo sabía.

- ¿Cómo que ella lo sabía?

- Su marido murió hace unos meses por una enfermedad terminal, y al parecer es hereditaria. Pobre, no se repuso de perder a su esposo, y solo le queda su hija.

-...

Enmudecí. Casos como estos eran más comunes de lo que querría admitir, y sabía que a mi madre le afectaban más que a otros internos del hospital, ya que cuando empezó tuvo que ver a una niña de 5 años morir de leucemia durante meses, haciendo esfuerzos que al final del día fueron inútiles, dejando a unos padres ahogados en llanto, y al equipo médico mudo tras dar la noticia. Han pasado 20 años, pero ella no conseguía olvidarlo, lo que la ha hecho mejor profesional, pero también muy sensible en casos que involucran niños con enfermedades terminales, tanto que cuando uno de ellos perdía la batalla, como decía ella, mi padre y yo tratábamos de consolarla, dejándola llorar en su cuarto, para luego animarla.

Sabía que una palabra equivocada podía causarme problemas, pero más que nada, podía ponerla mal. Así que solo asentí, la miré haciéndole saber que estaba lista, así que solo asintió como respuesta.

Me dirigí a la sala donde estaban los pacientes, dejándola sola, esperando que yo hiciera mi trabajo, el de hacerles compañía.

...

Todo iba como cada semana. Cada paciente solo necesitaba que escuchara sus quejas sobre el personal médico, de lo cual nos reíamos juntos, también sobre cómo había sido su día, lo que vieron en la televisión, si su familia les vino a visitar y que hicieron con ellos. A veces hasta jugábamos algún juego de mesa o contábamos anécdotas de nuestras vidas, lo que fuera para poder distraer su mente de aquel destino apresurado que tendría que llegar tarde o temprano.

Estaba tan ocupada atendiendo a cada uno (hasta se habían hecho amigos entre ellos, compartiendo su dolor juntos) que había olvidado las palabras de mi madre sobre una nueva paciente, la cual en ningún momento escuché, y sin prestar mucha atención a ello, ignoré si había alguien allí, y si lo había, seguro estaba dormida y era mejor no molestarla.

Pasaron unas 3 horas y estando segura de haber cumplido mi trabajo, me despedí de los pacientes, esperando, de forma ya inocente pero efímera, que pudieran sentirse mejor. Sin embargo, ví que de una cama no salía una despedida. Recordé vagamente lo que mi madre me había hablado, así que solo fui a asegurarme que había alguien allí, revisar si necesitaba algo y terminar mi turno. Quién diría que algo así me cambiaría la vida

Solo corrí la cortina y lo que vi fue un impacto que me devolvió cada sentimiento perdido hace tanto, me dejó helada y con la mente en blanco. No daba crédito a lo que veía, y deseaba en el fondo que fuera solo una pesadilla, que solo despertara sudada y con mi corazón latiendo a mil, pero en mi cama y en mi cuarto, sabiendo que nada era real, dejando que los segundos me devolvieran el sueño y entre pensamientos más alegres olvidar lo pensado. No sucedió, por más que parpadeaba, la imagen seguía siendo la misma, y solo recordaba las palabras de mi madre, a las cuales cada segundo que la veía tenía más sentido para mí.

Esperaba verla de nuevo, pero no de esa manera.

Jeane Perkins, la niña que me ofreció su abrigo y su amistad en un día de lluvia, aquella chica de cabellos rubios, el suéter blanco y la falda roja, la chica que parecía solo irradiar felicidad, a pesar de perder a su padre. Ella... ella estaba allí, cubierta por una sábana blanca, con su diadema roja en su cabello, con su brazo con el suero inyectado, un monitor de signos vitales en funcionamiento, mientras solo dormía, como si estuviera en su casa, ignorante de la situación. Solo podía observarla, aquella inocencia que transmitía contrastaba con la realidad, no sabría decir como era capaz, pero lo hacía.

Solo el bostezo y su despertar me hizo reaccionar, mas no me movía de donde estaba parada, no sabía cómo actuar. Solo abrió sus ojos de manera calmada, estirando su cuerpo como si no hubiera dormido en una cama de hospital. Apenas despertó, posó su mirada sobre mí, poniendo en su rostro un gesto de sorpresa e incredulidad, se talló la vista pensando que seguía soñando, para poco después sonreír amplia y cálidamente, mostrando alegría.

Yo solo seguía inmóvil, esperando a ver que iba a ocurrir. A veces los reencuentros no son como los deseas.

...

- Sabes, por mucho tiempo pensé que no te volvería a ver, incluso le preguntaba a mi madre si te había visto por casualidad. Sé que suena extraño, pero...

- No -interrumpí su explicación- no creas que te había olvidado, también quería, aunque fuera en la calle unos minutos para saludarnos y contarnos cosas sobre nuestras vidas, pero nunca se dio.

- ¡Pero ya estamos las 2 juntas! por fin podremos hablar y pasarla muy bien, como ese día en el árbol -mantenía su mirada fija en mí, mostrando una linda sonrisa-

Seguía sorprendida por la manera en que ella hacía sentir que todo estaba bien, una manera de verle lo bueno a las situaciones más adversas, llevando una calidez a los que estábamos a su alrededor, haciendo que también olvidáramos nuestras penas. Pero aquí era distinto, no era solo la negación de verla y saber lo que iba a pasarle, también lo ilógico que era para mí tener en frente a alguien que, seguramente, conocía su destino, pero actuaba indiferente a él ¿lo peor? Con una naturalidad e inocencia que solo me hacían sentir más desganada. ¿Por qué le pasaba esto a una persona tan pura? o ¿qué hizo ella para merecerlo? Eran las preguntas que me atravesaban la conciencia, creando en mí un sentimiento de impotencia, la cual no podía esconder por más que tratara.

No era igual a ese día lluvioso bajo aquel árbol, ahí tenía la certeza de que todo estaría bien.

- ¿Hola? Tierra llamando a Maggie ¿estás ahí? -decía Jeane tocando mi hombro y mi nariz insistentemente-

Rápidamente me repuse de lo que pensaba, haciendo contacto visual con ella y esos ojos que me miraban atenta, esperando de mi una respuesta. Diablos, en serio, su sola presencia hacía que me sintiera mejor, como si la conociera de toda la vida, aunque solo nos hubiéramos hablado 2 veces y la primera hace varios meses. Decidí dejar mis miedos de lado, ignorar el contexto y verlo, o al menos intentarlo, como ella lo veía; el reencuentro con una persona que queríamos ver una segunda vez, sonriendo y dejando que esa idea aflorara en mi mente.

- Así es, como la primera vez, pero ahora tenemos más tiempo para conocernos ¿no te alegra eso? -dije con cierto ánimo, replicando la alegría de ella-

- Tienes razón, ahora podremos hacer más cosas juntas, como hablar de nosotras, de la familia, de la escuela, de nuestros gustos y de lo que queramos, podremos cantar, bailar, jugar...

- Ella es especial, lo supe desde que la vi en ese frio lugar que es el cementerio, y las personas especiales merecen ser felices -pensaba mientras la veía enumerar lo que quería hacer-

Solo me fijaba en ella, para su edad era una niña muy linda, una cara muy dulce e inocente, muy acorde a su personalidad y forma de ser. Me perdí unos segundos en ella, mientras solo seguía hablando.

-... dibujar, correr, recoger flores, hablar con los animales... oye ¿me estás escuchando?

Salgo rápidamente de mi trance, sonrojándome de la pena y tratando de disimularlo. No quería avergonzarla diciendo que me perdí observando lo linda que era, así que solo mentí.

- S-si Jeane, claro que te escuché, lo vamos a pasar muy bien -reí nerviosa, esperando haber dicho algo adecuado-

- ¡Genial! -dijo levantado los brazos y tomándome de la mano- así que no perdamos el tiempo y pasemos el mejor día de todos

- Espera, ¿qué ha...?

Un jalón bastante fuerte interrumpió mi pregunta, siendo ella quien me llevó con fuerza hacia su mochila, la cual estaba encima de su cama. Solo sabía una cosa; no iba a ser un día aburrido, y con Jeane, mucho menos.

...

Aclaración: Jeane Perkins no es un OC mio, es el nombre y la personalidad que le puse a Sweater QT. Espero haber resuelto sus dudas, y perdón por sembrarlas.

Sin más que decir, se aprecian las reviews con apoyo, dudas y quejas, todas son bien recibidas. Tengan una buena noche y cuídense.

Atentamente: Cris

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