Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 9

—Mati, ¿está todo limpio?

—Sí, señora. Con Rocío limpiamos todos los lugares que usted pidió.

—¿Y el almuerzo?

—Le falta todavía, pero va a estar listo a la hora que acostumbra usted a comer.

—Perfecto... ¿qué más? ¿Qué se me olvida?

—Señora Amelia, debería usted calmarse un poco. El niño no la va a querer más o menos por cómo luce la casa.

—Pero sí me va a juzgar mejor o peor.

—No creo que sea así.

—Dios te oiga, Mati.

Se dejó caer en el sillón cansada a pesar de que no fue ella quien limpió la casa en su totalidad, simplemente se limitó a dar órdenes, poner sus pertenencias de su dormitorio donde correspondía e imaginar qué diría Nicolás en cuanto llegara a su hogar. Lamentaba haber sido dura ese día con su querida empleada y su hija, pero ya pensaría en cómo compensarlas, ya suficiente espacio ocupaba en su mente las imaginaciones que formaba del momento en que su hijo cruzara el umbral consciente de que es su casa también.

A pesar de todo no podía evitar pensar que tal vez no le agradaría la casa o el dormitorio que había estado preparando para cuando él quisiera pasar unos días con ella. No lo presionaría o al menos eso intentaría, pero eso no quería decir que no se ilusionaría con el día en que puedan vivir juntos los dos como la familia que siempre debieron ser. El tema de sus estudios también pasó por su cabeza durante la noche que se quedó en vela esperando la hora del encuentro, pero poco a poco se lo propondría. No quería asustarlo con todas sus sugerencias.

Miraba atentamente el reloj, esperando que llegara la hora del encuentro acordado la tarde anterior por teléfono. Las ansias las sentía en su estómago en forma de mariposas que revoloteaban en su interior, causándole aquel malestar que no sentía desde que era una adolescente. Cuando por fin tocaron a su puerta se levantó rápidamente, acomodó su ropa y cabello mientras caminaba a la entrada y soltando un suspiro mostró su mejor sonrisa al joven que esperaba del otro lado, aunque esta se debilitó un poco al notar que venía acompañado de la mujer que era como su madre, Ximena.

—Soa Amelia, ¿cómo ha estado? —Preguntó alegre Nicolás dándole un abrazo a modo de saludo.

—Muy bien ¿y tú? —Respondió ella recibiendo el gesto con algo de sorpresa, estado que le impidió disfrutar su primer abrazo con su hijo.

—Buenas tardes, señora —saludó Ximena de modo frío.

—Buenas tardes... pero pasen, adelante.

Tímidamente Nicolás se adentró en el hogar de su madre biológica y miró cada detalle de este. Le parecía una casa tan grande, que sólo debería albergar a personas de buena clase, que se avergonzó de haberse puesto unos jeans gastados, una playera sencilla y sus zapatillas favoritas. Sin embargo aquellos pensamientos se esfumaron cuando apareció por una puerta la joven que lo había recibido la vez anterior. ¿Cómo era que se llamaba? No lo recordaba, pero no era solo eso lo que se preguntaba, su aparición alimentó en su interior la inquietud de si era su hermana.

—Buenas tardes —saludó amablemente la joven— ¿Desean algo para beber?

—No gracias —respondieron ambos invitados.

Sin decir nada Rocío se marchó dejando a los tres solos para que hablaran cómodamente. Amelia sin saber bien cómo llevar la situación los invitó a sentarse en la sala, donde se estableció un silencio incómodo acompañado de una tensión que podría haber sido cortada con un cuchillo. Ximena y la dueña de casa no habían tenido oportunidad de conversar, pero tal parecía que ya se habían declarado la guerra con una única mirada, una de desafío para defender el cariño que tenían o podría tener, respectivamente, de Nicolás.

—Y bien... Soa Amelia, ¿me podría usté' hablar de mi familia? —Rompió el hielo el muchacho.

—Oh, claro, por supuesto. ¿Qué quieres saber? —Respondió Amelia relajando sus músculos.

—Mmm... ¿Algo sobre mi padre?, no la he visto con él —continuó con precaución Nicolás, era cierto que nunca lo había visto y por lo mismo temía entrar en un tema doloroso o incómodo para ella.

Se lo pensó dos veces antes de empezar, pues el problema era ese ¿por dónde comenzar? Buscó las palabras dentro de su cabeza sintiendo un pequeño dolor en su interior al revivir los recuerdos de aquel tiempo.

—La verdad... no he tenido contacto con tu padre en varios años —contestó finalmente en un intento por zafarse de tan incómoda pregunta.

—¿Y el señor de ahí quién es? —La interrogó Ximena señalando una fotografía que reposaba sobre un mueble.

—Él es... era mi esposo, Paul.

—Perdón que me meta, pero... ¿qué le pasó? —Siguió el tema Nicolás con cautela. Quería conocer a la mujer que lo trajo al mundo completamente, aunque ciertos datos podrían dolerle, como el que su padre haya estado ausente incluso de la vida de ella.

—Murió hace un año.

—Lo lamento.

Ximena por su parte no lo sentía, habría sido mentira decirlo. Escuchaba cada palabra de aquella mujer que quería quitarle a su Niquito y cada momento le desagradaba más. El hecho de que el padre biológico de su hijo no tenga contacto con Amelia era para ella casi una prueba irrefutable de lo poco que ha de haber querido al niño. Cada dato que ella recibía alimentaba su idea de que esa mujer había aceptado a Nicolás por cargo de consciencia y no por un verdadero cariño.

—¿Y tengo abuelos? —Siguió el joven curioso por saber más sobre su verdadera familia.

—Mis padres, ya organizaré un almuerzo para que los conozcas.

Cierto nerviosismo albergó a Amelia ¿sus padres aceptarían a su nieto después de que ellos fueron quienes quisieron alejarlo de sus raíces?

—¿Y hermanos?

—Tú eres mi único hijo, Nicolás.

—¿Entonces por qué lo regaló? —intervino Ximena.

—Tía Xime...

—No, mi'jito, estas cosas hay que saberlas al tiro no más y al pan pan, vino vino. ¿Por qué dio a su hijo, señora?

La tensión que había sido distendida gracias a la conversación con Nicolás unos minutos antes había vuelto a ser tan fuerte e incluso más, generando un ambiente más que incómodo para la interrogada que buscaba con desespero alguna forma de responder a tan directa pregunta. Sus manos sudaron y las secó en sus pantalones, su mirada viajaba por la sala evitando hacer contacto visual con sus invitados. Claro estaba que no le simpatizaba a la mujer y que, por mucho que se justificara, ella encontraría algún argumento para utilizarlo en su contra.

—Disculpen —interrumpió en la sala Matilde—, el almuerzo está servido para que vayan al comedor.

—Gracias, Mati —dijo Amelia entre balbuceos.

Se puso de pie y guio a sus visitantes. Sus manos temblaban por el nerviosismo y sentía su rostro arder de la vergüenza que sentía.

—Si no quiere hablar de eso, no lo haga —le susurró Nicolás en el oído comprensivo.

—Pero...

—No importa, cuando sea el momento, será —le sonrió.

—Gracias.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro