Capítulo 19
—Y bien, ¿qué te trae por aquí? —Quiso comenzar la conversación Amelia luego de ofrecerle asiento a su visita. Por su cabeza un torbellino de preguntas e ideas no paraba de molestarla, y es que se habría esperado a cualquier persona en la puerta de su casa menos a esa mujer que tan poca estima le tenía.
—Quiero aclarar unas dudas —empezó con tono dubitativo.
—Adelante —la animó. Si bien se mostraba educada y la estaba recibiendo en su hogar, sus verdaderos deseos distaban mucho de quererla ahí.
—¿Tú le entregaste una caja a Nicolás con objetos de su papá? —En el momento en que salió la pregunta de sus labios se arrepintió por cuestionar algo tan obvio y de lo que ya tenía certeza. Por otro lado el haberla tratado de tú le daba algo más de confianza, como si con ese pequeño hecho tuviera un poco más de confianza con la dueña de casa.
—Así es, se la mandé con Rocío hace un tiempo atrás. ¿Por qué?
Entonces llegó el momento que Ximena tanto quería rehuir. Nuevamente pensó en distintas formas de escapar de la situación, pero por más que quisiera no tenía la valentía suficiente para hacer un acto tan cobarde. Había llegado muy lejos ya como para regresar a su casa sin aclarar las dudas que tanto le carcomían los sesos, así tomó aire y soltó sus siguientes palabras:
—Porque vi la foto del joven que había dentro. Quiero que me digas si es el verdadero padre de Niquito o alguien que te conseguiste para modelar.
—¿Enserio crees que yo haría algo así?
El tono indignado de Amelia hizo que Ximena diera un paso atrás en sus planes. Esa mirada seria y con un enojo mal disimulado la hizo sentir intimidada, llevándola a pensar bien en cómo soltaría el resto de lo que tenía que decir.
—No sé si lo harías o no, no te conozco...
—Exacto, no me conoces, no tienes motivos para crear ese tipo de cosas de mí —la interrumpió.
—Pero sí tengo motivos para pensar que tú no sabías el otro lado de Rodrigo.
—¿Cómo sabes su nombre? ¿Nicolás te habló de él? —Las palmas de las manos le sudaron, dándole una sensación tan molesta que no pudo reprimir el impulso de secárselas frotándolas con sus jeans. Miró a su interlocutora expectante, esperando a que se explicara bien, porque así como iban las cosas ella no entendía nada. No podía comprender cómo ella sabía el nombre y hablaba del otro lado de la historia de un hombre que ella tan bien había conocido y querido. Su estómago se retorció y algo pareció romperse dentro de ella cuando Ximena continuó sus palabras:
—No necesito que me hable él o tú de Rodrigo, yo lo conocí de primera mano y ¿cómo no?... Lo amaba tanto que me cegué y no vi al verdadero hombre detrás... me dejó sola con mi hijo, que también era suyo. —Esperó a que la mujer digiriera la nueva información y por un momento la lástima casi la llevó a sentarse a su lado y abrazarla porque en su cara veía que Amelia estaba sufriendo lo mismo que ella cuando encontró el retrato. Se sintió avergonzada, haciendo eso no quedaba como mejor que ella ni la satisfacía verla sentir dolor como ella cuando Nicolás se iba de su lado. En vez de todo eso, se sentía ridícula—. Mira, yo sé que duele...
—¿Sabes que duele? —La interrumpió Amelia con tono sarcástico— ¿Si lo sabes entonces qué haces aquí diciéndomelo?, ¿de qué te sirve?... ¿en qué te basas para afirmar que el padre de Nicolás es el mismo que el de Damián?
—Creo recordar bien a Rodrigo como para no confundirlo con otra persona. Vi el retrato que Niquito tenía, era el mismo hombre del que me enamoré yo.
—Y querías que yo lo supiera como ¿por qué? —Esperó una respuesta, pero seis segundos de silencio colmaron su paciencia, llegando a alzar su voz para continuar—: ¡Responde, maldita sea!
—¡No sé! ¡No sé de qué me sirve!, ya... estaba molesta por todo esto, tanto o más que tú ¿sabes?... No sé qué hago aquí contándotelo, tal vez me diste lástima porque no lo sabías o quería hacerte sentir mal por quitarme a mi hijo...
—Nicolás nunca ha sido tu hijo —volvió a entrometerse entre las palabras de la mujer, disfrutando por un leve segundo el ver su rostro derrotado con la cruda verdad.
—Pero al menos yo sí lo quiero como es y no lo trato de cambiar, además lo he criado y cuidado ¿tú dónde estabas?
Con ese golpe bajo Amelia ya no sabía cómo defenderse. Tenía un torbellino de dudas en su cabeza que nublaban su juicio, impidiéndole pensar con claridad. A unos pocos metros en la entrada del salón vislumbró a Matilde con una bandeja en las manos dudando entre entrar o cambiar de dirección y volver por donde había venido. A Amelia le dio algo de pena que ella la tuviera que ver en una situación así, sus mejillas se tornaron rosadas con la vergüenza, por lo que con la poca paciencia y modales que le quedaban le pidió a Ximena que se marchara, quien sin negarse tomó sus cosas y se fue sin decir más palabra.
En el silencio del salón Amelia sintió la soledad que la había envuelto por tantos años y las dudas derrumbarla ahí mismo. No fue hasta que volvió Matilde y la sentó en un sofá mientras la abrazaba que se dio cuenta de que estaba llorando.
***
Desde su puesto en la feria Nicolás veía a las personas pasar con aire distraído. Ya no gritaba para atraer clientes como hacía antes, no se sentía con ánimos de trabajar como cuando recién comenzó y todo se debía al torbellino de dudas que hacía estragos en su mente. Damián lo había notado más deprimido y no lo atribuía solamente a Amelia, sino que al distanciamiento que el joven estaba teniendo con Ximena y Romina, dos de sus pilares fundamentales. A veces quería entrometerse entre ellos y arreglar las cosas, pero el tema no dependía de él, no tenía cómo meterse y la terquedad de su madre le hacía desistir. A lo único que optaba era darle apoyo a Nicolás, aquel que sabía que necesitaba más que nada.
—Nico, concéntrate, estamos trabajando —lo reprendió porque aunque le habría gustado darle la oportunidad de pensar claramente todo y marcharse, necesitaba su ayuda, sobre todo con la ausencia de Ximena.
—Sí, lo siento.
—¿Qué te pasa?
Habría respondido "muchas cosas", pero siempre buscaba causar la menor preocupación posible en quienes lo rodeaban. Se encogió de hombros esperando que su amigo dejara de interrogar, pero los pensamientos no los podía borrar. Veía pasar a jóvenes con una mochila al hombro, seguramente habiendo salido poco antes de sus clases de preuniversitario, recordaba las palabras de Amelia y todo se entremezclaba para guiarlo a una sola decisión.
—Creo que voy a entrar a estudiar —declaró repentinamente, haciendo que Damián dejara caer sin querer un par de limones que estaba vendiendo.
—¿Qué dijiste?
—Que voy a entrar a estudiar. Me voy a preparar para dar la prueba y entrar el próximo año.
Con eso Damián ya no supo qué hacer. Solo pudo pensar en su madre y en lo contrariada que se sentiría cuando Nicolás manifestara sus deseos.
***
—No sé qué hacer, Mati. Sabía que él era algo frío al haberse ido sin mirar nunca atrás, sin preguntarse qué habrá pasado con su hijo y todo ¿Pero hacer algo así? —Contaba Amelia para desahogarse con su queridísima amiga, quien la abrazaba por los hombros y escuchaba atentamente sus palabras.
—Uno nunca termina de conocer a la gente, señora.
—No, pero ¿cómo pudo hacerme algo así? ¿Con ella?
—¿A usted le duele más lo que él hizo o el con quién lo hizo? —preguntó con cautela la empleada al oír las palabras de su jefa.
—¿Eso importa ahora? —se desesperó la mujer—. Si Nicolás se entera... ¿Y si piensa que yo tampoco valgo la pena?
—No sacará esas conclusiones.
—Pero a lo mejor sí pensará que preferiría que Ximena fuera su madre, después de todo ella tiene razón. Ella lo acepta como es, yo he pedido que se comporte mejor, que estudie... en definitiva, lo estoy cambiando.
—Eso no lo puedo negar señora.
—¿Y qué puedo hacer?
—Aceptarlo sería un gran paso.
—Pero es que él no es como...
Se detuvo en sus palabras al darse cuenta lo que estaba haciendo. Cuando era niña odiaba que su madre la comparara a ella y sus errores con los de las hijas de sus amigas, y ahora ella estaba por hacer lo mismo. La mujer por la que sentía tanta repulsión desde que se llevara a su hijo no distaba mucho de lo que ella era en la realidad y eso le dolió.
—No es como los hijos de sus amigas ¿cierto? Usted se esperaba un joven diferente.
—Más parecido a mí.
—A lo mejor él es muy parecido a usted, solo que aún no lo ha notado.
—Imposible.
—Yo no lo creo tan así.
Pero por más que Matilde lo intentara, Amelia no lograba ver en Nicolás algún parecido con ella. Situación que seguía disgustándola, hasta el punto de llegar a sentir vergüenza, aunque le costara admitirlo. Quería un hijo parecido a ella, un joven como los que hinchaban los pechos de orgullo de sus amigas, pero en vez de eso le había llegado Nicolás y la desilusión seguía atormentándola.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro