
Capítulo 14
Frente a la puerta la joven volvió a dudar en si tocar o no, generándose un debate en su interior casi tan grande como el que había tenido con su jefa. Amelia en su desesperación por retomar el contacto con su hijo luego de un error del que no quería hablar, le pidió a ella que le llevara a Nicolás una caja con cosas que creía debía tener él. Rocío la aceptó dudosa y con ganas de abrirla y hurgar en su interior, pero reprimió sus deseos y escuchó atentamente lo que la mujer le pedía.
—Esta es su dirección, por favor llévaselo y déjaselo —casi le suplicó—. Ya no sé qué hacer para que me acepte de nuevo.
—Pero, señora Amelia...
—Por favor.
Y sin poder resistirse más a los pedidos de Amelia, Rocío se encaminó a la casa del joven, esperando poder resolver todo ese enredo lo más rápido posible y volver pronto a sus tareas habituales. Tomó aire para luego tocar el timbre y esperar un par de segundos a que alguien le abriera, llevándose una gran sorpresa al ver a una chica de más o menos su edad a quien desconocía. Pensando que se había equivocado de casa, preguntó avergonzada por Nicolás, prediciendo lo que sucedería y equivocándose en el intento.
—Sí, él vive aquí ¿Quién lo busca?
—Me llamo Rocío, vengo a dejarle unas cosas que mandó mi jefa —le explicó con tono de duda. No conocía a la chica y tampoco se fiaba de ella, por lo que prefería no dar tanta información sobre Amelia.
—Dámelo y yo se lo paso —dijo finalmente Romina extendiendo sus manos para recibir la caja de la chica— ¿Qué es, de todos modos?
—Lo siento, pero tengo órdenes estrictas de dejar esto en manos de Nicolás, si no es mucha la molestia.
—¿Por qué tan interesada en ver a Nico? Si esta caja no es de parte tuya, no debería importarte tanto quién se la entregue a él o no.
Los ojos de Romina se tornaron fríos y parecían poder atravesar a Rocío, quien pese a sentirse un poco intimidada se mantuvo firme en su petición, sin correr su mirada. No conocía a esa chica, pero hacía falta hacerlo, por su actitud recelosa con respecto al joven debía ser su novia y una no muy permisiva, por lo que podía ver. Nicolás en el interior de su casa, al escuchar el tono medio molesto de Romina decidió pararse del sofá y atender él a quien fuera que estuviera afuera, llevándose una sorpresa cuando reconoció a la joven.
—Tú trabajas para la señora Amelia —señaló él.
—Sí, lo soy —respondió viendo cómo los ojos de Romina se abrían y mostraban aún más molestia que antes. Seguramente ella sabía lo que había pasado entre madre e hijo y no quería que él supiera más de Amelia—. Solo venía a dejarte esta caja, la señora la ha enviado para ti y me ha pedido que no regrese a casa con ella.
—La verdad es que preferiría no tener cosas que le pertenezcan, no sé si estás al tanto de todo... —trató de explicar cortamente el joven, rechazando aquel regalo de la forma más educada que le fue posible. Lo cierto era que seguía dolido con la mujer y su actitud tan cerrada.
—Por si no lo sabes, la mujer esa ha estado rechazando a Nico, mi novio —se entrometió Romina, molestando a Rocío ya que el tema no le concernía y añadía información que para ella resultaba ser innecesaria. Además, una parte de ella se entristeció cuando confirmó sus sospechas, aquella chica de pocos modales y celosa era la pareja de aquel joven. Fueron aquellos sentimientos los que la hicieron no prestar atención a la primera parte de su discurso—. Ella no merece a Nico como hijo, es más, llévale esa caja de vuelta y dile que la guarde donde mejor le acomode...
—Romi —la detuvo el chico con tono duro—. Ya basta.
—Pero mi amor...
—No montemos un show en público... Rocío, déjame la caja para que no tengas problemas con la señora Amelia, gracias.
—De nada.
Sin querer presenciar una discusión de pareja, Rocío tendió el mandado al joven y se marchó luego de murmurar un "hasta luego", dándose media vuelta para caminar hacia el auto en el que había llegado. No volvió a mirar a la pareja, de algún modo le dolía que Nicolás anduviera con una chica como Romina, tan posesiva y celosa sin motivo alguno. El pensamiento de que ella no sería así con él la asaltó y trajo con el cierta sorpresa. Sacudió su cabeza y despejó su mente, se convenció a sí misma que no se refería a Nicolás, sino que a su futura pareja a la que aún no conocía.
Por su parte Romina entró nuevamente a la casa y se dirigió directo a la cocina donde se encontraría con Ximena, quien siempre estaba de su parte cuando discutía con su novio. Por otro lado, el chico la dejó ser y se dirigió con aquel regalo a su habitación donde estaría solo, porque no quería que nadie lo molestase en ese momento. Lo único que deseaba era un par de minutos a solas para decidir qué hacer con el envío de Amelia y tomar una decisión sin que intervinieran en ella las dos mujeres que tanto querían alejarlo de su madre biológica. No era tonto y se daba cuenta de que desde un principio ellas dos estuvieron en contra de llevar a cabo sus investigaciones, llegando incluso a odiar a la mujer una vez que la conocieron, sentimiento que parecía ser mutuo, pues Amelia no demostraba demasiado cariño por Ximena y Romina.
Suspiró pesadamente, llevaba varios días sin tener contacto con la mujer y le pesaba en la conciencia el no contestar sus llamadas y haber sido tan frío con ella la última vez que estuvieron cara a cara. A menudo se llamaba a sí mismo exagerado e histérico, pero entonces recordaba el cómo ella lo había negado en sus propias narices y sus ideas de volver a hablarle se desvanecían poco a poco con el recuerdo. Lo cierto era que tenía sentimientos encontrados y contradictorios, llegando a pensar incluso que se había vuelto loco con todos los cambios que su vida había tenido. De la noche a la mañana había pasado a ser el hijo de una mujer de buena posición social, fina y educada, todo lo que él no era. Cada vez que lo pensaba de ese modo encontraba algo de razón en el actuar de Amelia.
De un momento a otro, y sin darse cuenta, sus manos ya estaban sobre la caja sacando su tapa y encontrándose con un par de álbumes de fotos, retratos y un par de cartas que parecían tener varios años de ser escritas. Solo un sobre mantenía el color blanco de la hoja intacto, por lo que extrajo ese y leyó su contenido. Cuando tuvo el papel entre sus dedos notó que estos temblaban y su corazón parecía escapársele del pecho al leer el corto mensaje que contenía:
"Aquí está todo lo que tengo de tu padre que te podría servir para hacerte una idea de él. Sé que querías conocerlo y, como no te puedo llevar a él porque desconozco su paradero, llevo esto a ti para que sepas cómo era él cuando estábamos juntos.
Te quiero
Amelia"
Y solo eso bastó para que cayeran las lágrimas que tanto había reprimido.
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