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La entrevista había sido mejor de lo esperado, por ese motivo Mateo  estaba muy contento, no veía la hora de volver a su casa para contarle a su madre la buena noticia: había obtenido el puesto de trabajo en la residencia. No quiso decírselo por teléfono a ella, quería compartir su alegría con su madre  en persona y ver su cara de felicidad. Con ese sentimiento su viaje de regreso a casa en el bus le pareció demasiado corto, tal vez impulsado por la ansiedad de llegar a su hogar.

-Tal vez debería compartir mi alegría con el señor E. - pensó mientras se acariciaba la barbilla. - A pesar de la situación incómoda en la que en este momento estoy con él, siento el deseo de compartir este logro con él. - Me siento atraído como una luciérnaga a la llama y estoy seguro que ha de quemarme pero no puedo evitarlo.

Al llegar a su casa abrió la puerta rápidamente, oyó que su madre estaba en la cocina y fue hacia allí.

-¡Mamá, tengo una buena noticia! exclamó emocionado. - Obtuve el empleo, al fin podré demostrar todo lo que he estudiado.

Su madre de la emoción dejó caer un vaso que tenía entre las manos.

-Te felicito, hijo, Sabía que lo lograrías. Estoy muy orgullosa de ti y seguro que tu padre también lo estará - le respondió mientras lo abrazaba dulcemente.

-Comienzo mañana en la noche. Por el momento me dieron ese horario. Así que voy a aproverchar a descansar durante el día.

Mateo no quería llegar tarde a su primer día de trabajo. Ya eran pasadas las nueve de la noche, tomó  su mochila, saludó a su madre y se encaminó a la parada del bus. Después de media hora de viaje finalmente llegó a su destino.

La residencia se erguía en la mitad de la cuadra, se notaba que antiguamente había sido una casa señorial que albergaba a una familia de la aristocracia. El patio exterior estaba prolijamente cuidado con arbustos que limitaban los grupos de rosales.

LLegó a la puerta de entrada principal, tocó el portero eléctrico para que le abriesen la puerta para luego dirigirse directamente  a través del corredor lateral hacia el pabellón cinco del segundo piso. El corredor se encontraba levemente iluminado por las luces colocadas en la parte exterior de las puertas de ingreso de las habitaciones.

El silencio era total, solamente podía oir sus propios pasos mientras se digiría a la sala principal de enfermería del piso. Allí lo esperaba quien sería su compañero de trabajo.

-Hola. - dijo Mateo tímidamente a su compañero  que se encontraba de espaldas sobre la mesada de trabajo preparando los medicamentos que deberían ser suministrados a las horas indicadas en la cartilla de cada residente.

-Buenas noches -contestó él dándose vuelta hacia Mateo. -Mi nombre es Daniel, seremos compañeros por esta semana. 

-Mateo, mucho gusto en conocerte- contestó él saludo extendiendo su mano.

-Puedes dejar tu mochila y tus cosas allí - dijo indicando un pequeño placard ubicado en un rincón del office. -El turno noche dentro de todo es el más tranquilo.

-Ya he trabajo con adultos mayores, así que sé como manejarme con ellos.

-Que bueno. Aquí generalmente es tranquilo, salvo algunas excepciones, donde  un par que a veces suelen despertarse de noche, confundiéndose que es de día, y comienzan a recorrer el pablellón. Solo hay que estar atentos para regresarlos a sus habitaciones.

-Perfecto. Me darías las cartillas de cada uno para familiarizarme.

-Sí. Aquí tienes. Pero creo que sería mejor si hacemos un recorrido y vemos a cada uno de ellos.

-De acuerdo. Hagamos el recorrido como tú dices.

Ambos tomaron las cartillas para recorrer todas las habitaciones. Daniel fue muy amable al explicarle algunas particularidades de los residentes que no se encontraban detalladas en las mismas.

Luego de recorrer casi todo el sector de ese pabellón, llegaron a unas habitaciones en las que Mateo intentó ingresar.

-¡Ahí no se puede entrar! - dijo su compañero mientras lo tomaba del brazo para que se detuviera en el lugar en donde se encontraba.

-¿Se puede saber cuál es el motivo? -preguntó inocentemente.

-Pues porque hay orden de no molestar  esos residentes. Tienen atención especial de parte de otro personal.

-¿Tienen alguna enfermedad?

-No. Ninguna enfermedad importante. Según me han comentado entre ellos hay una  señora parece ser sonámbula, se levanta de noche y dice incoherencias, lo que puede llegar a molestar a los demás residentes. Por esa razón esos residentes tienen cuidadores una especiales que se ocupan  personalmente de todos ello.

-De acuerdo. ¿Son muchos los residentes que están allí?.

- Unos cuantos , creo que uno diez más o menos.Es mejor que  volvamos con los  nuestros  para chequear que todo esté en orden.

La primera noche de su trabajo en la residencia fue más tranquila de lo esperado. Su compañero había resultado ser un un muchacho simpático y con mucha experiencia en el oficio.

Terminó de llenar la última planilla con los informes, los ordenó dentro de una carpeta y los ubicó en el costado del escritorio.

Cuando ya eran las seis de la mañana  llegaron las enfermeras del turno siguiente, por lo que Mateo y Daniel le pasaron el parte a ambas y se retiraron del pabellón.

Ambos fueron hasta el pequeño placard del office de enfermería para tomar sus respectivas mochilas y sus abrigos. Luego bajaron las escaleras que llevaban hacia la puerta principal.

-¿Vives lejos de aquí? - preguntó Daniel

-Un poco. Vivo casi en la otra punta de la ciudad, en la zona Sur, pero tomo el bus en la parada que está aquí a tres cuadras.

-Ok. Nos vemos mañana.

Teo se encontraba recostado sobre el sofá con Olivia a su lado que aún estaba durmiendo. La noche anterior luego de llegar a su departamento para descansar un poco y refrescarse, había recibido de parte de Paco la dirección de la casa donde vivía Olivia, por lo que había decidido ir directamente a su casa para ver cómo se encontraba.
Ella era una mujer muy especial y a él le gustaba. Habían salido juntos, la mayor parte de las veces a las reuniones en casa de su amigo Franco, pero  como amigos.
El hecho se sentirse aún enamorado de su amigo Mateo y de no llegar a aceptar totalmente sus sentimientos lo desestabilizaban. Siempre le habían gustado las mujeres y consideraba que con Mateo había sido solo una excepción. Pero estaba muy lejos de eso.
Al llegar a la casa de Olivia llamó con insistencia a la puerta, hasta que ella le abrió la puerta.

-Buen noches - dijo Teo sonriente.

-Buenas noches - contestó Olivia con un hilo de voz. Su corazón comenzó a latir y sus mejillas se sonrojaron al verlo allí tan atractivo como el primer día que lo vio entrar al bar un par de años atrás. A partir de ese día ella sólo había tenido ojos para él. Con el pasar de los días lo fue conociendo a través de sus breves conversaciones cada vez que el pasaba a buscar su café por las mañanas. Lo que ella sentía por él se fue transformando en un sentimiento más profundo tal vez estaba enamorada como nunca lo había estado en su vida. Se sentía gratamente sorprendida por el hecho de que no esperaba que él se interesase tanto por saber cómo estaba ella, al punto de llegarse hasta su casa.

-Estuve preocupado estos días que no te ví. No contestaste ni mis llamadas, ni mis mensajes. ¿Estás bien?

-Gracias por venir a verme. Estoy bien -dijo ella con una sonrisa forzada. -  Tuve problemas con  mi celular - continuó hablando mientras mentalmente deseaba que él no se diera cuenta que estaba mintiendo.

-¿Quieres pasar? -dijo ella cediéndole el paso  hacia el interior de la casa.

Teo aceptó con gusto, a la vez que una sensayde alivio se despertaba en su corazón: ella se encontraba bien y al menos sabía cuál era la razón por la cual ella no le había respondido sus mensajes ni sus llamadas telefónicas.

El salón estaba apenas iluminado por el televisor que estaba encendido.

- Estaba mirando una película. ¿Quieres quedarte a verla conmigo? Comenzó hace apenas unos minutos - preguntó Olivia deseando que la respuesta de Teo fuese un sí rotundo.

-Ok. Me quedo para hacerte compañía si no te molesta. ¿Has estado enferma estos días?¿Que tienes?

Olivia trató de desviar el tema, no quería contarle lo que en realidad le sucedía. No quería hablar  de su enfermedad con él, al menos no por el momento. Ya llegaría la oportunidad de hablarlo. Tenía miedo que él se alejara cuando supiese la verdad sobre la enfermedad que padecía.

- Fue solo un resfriado, ya estoy mucho mejor - contestó continuando con su mentira. - Siéntate por favor, voy a buscar helado ¿Tú también quieres?

- Sí, me gustaría.

Ella se dirigió a la cocina para tomar de la heladera el pote de helado de chocolate, su preferido, y dos cucharas.
Ambos se sentían algo incómodos por lo que comenzaron a comer el helado mientras veían la película.

-Solamente hay sabor chocolate, te va bien igual.

-Sí. Está bien - respondió sonriendo - ¿Cómo se llama la película? Preguntó Teo con curiosidad.

- Gattaca. Es de hace algunos años, es mi preferida. Ya la he visto varias veces respondió ella.

-¿Y cuál es el motivo por el cuál te gusta de tal forma que la has visto tantas veces?

-Mmmm...Porque el protagonista lo arriesga todo para cumplir su sueño.

-¿Tú crees que vale la pena arriesgar todo para cumplir nuestros sueños, aunque a veces no los lleguemos a cumplir?

- Sí. Creo totalmente que vale la pena arriesgarse aún cuando todo puede salir mal. Mí escena favorita es cuando el protagonista se quita los lentes de contacto para evitar que  descubran  quien es en realidad y se arriesga al cruzar la gran avenida sin ver claramente los autos que pasan a gran velocidad para llegar a un lugar desde donde  su novia quiere ver  un hermoso amanecer.

- Tal vez tienes razón, habría que arriesgarse aunque tengamos  miedo a fracasar.

- ¿ Tú tienes algún sueño que quieras cumplir?

- No sé. Nunca me puse a pensar verdaderamente en lo que quiero...creo que siempre traté de complacer a mi familia  respecto de lo que esperaban de mí. Tal vez debería replantear un poco mi vida.

-¡Hazlo entonces! - exclamó ella. No dudes más de lo contrario algún día te arrepentirás de no haberlo intentado.

Teo sonrió pensando en la posibilidad de poder darle un cambio a su vida. Probablemente había llegado el momento de pensar en sí mismo. En ser a partir de ahora un poco más dueño de sus decisiones.

- ¿Y cuál es tu sueño? - preguntó Teo con curiosidad.

- Pues el mío es tener mí propia pastelería cuando termine de estudiar. Aunque también tengo otro más importante...Sentir que alguien está enamorado de mí tanto como yo de él - respondió mirándolo a los ojos.

Teo se sintió tocado por estas palabras. Se pasó la mano por el cabello con un gesto de nerviosismo, no sabía si esas palabras estaban dirijidas a él, pero tampoco podía descartarlo.

El amanecer había sorprendido a Teo todavía en casa de Olivia.
Con cuidado trató de tomar su celular de su bolsillo para no despertarla.

- ¡Estoy jodido!  - maldijo mentalmente. - Son casi las ocho, tengo que ir a trabajar.

No tuvo otra opción que despertar a Olivia porque debía irse a trabajar sin antes prometerle que volvería por la noche.

Él cruzó la calle, al entrar a la estación de policía vio a su compañero que ya estaba trabajando, por lo que se dirigó hacia él para saber si había logrado alguna  información con las entrevistas que estaban haciendo.

-Buen día - Dime que tenemos algo más sobre este caso.

-Hasta ahora muy poca información que ya no sepamos.

A mi me falta hacer una entrevista, por lo que en media hora voy a ver si encuentro a esta persona en su domicilio porque ya fui varias veces y no la pude encontrar. 

El viento fresco del otoño le daba de frente, cerró su campera, y continuó caminando por la plaza. A lo lejos se veian los niños pequeños que jugaban alegremente. Llegó a la esquina y esperó que el semáforo se pusiera en rojo para cruzar. Tomó de su bolsillo el papel donde estaba anotada la dirección de la última persona que debía entrevistar.

Caminó un poco más hasta llegar a ver bien la numeración del edificio.

-Parece que es este - pensó. Miró el portero eléctrico para ubicar el piso y proceder a llamar. Esperó algunos minutos antes de volver a insistir.

-¿Quién es? - preguntaron a través del portero eléctrico.

-Teo Mars, oficial detective de la policía. Necesito hablar con el señor Marcos Prat. por su denuncia sobre la desaparición de su vecina.¿ Es usted?

-Ah. Sí. Suba por favor.

El timbre de la puerta le permitió ingresar. Teo se dirigió hacia los ascensores y apretó el botón para llegar la quinto piso. Caminó por el pasillo hasta encontrar la letra correspondiente: D. Tocó  el timbre  y aguardó algunos minutos hasta ser atendido.

La puerta se entreabrió y vio a una persona que lo dejó encandilado: de unos hermosos ojos verdes, cabello castaño, vestía una blusa blanca casi transparente, una pollera tubo de color rosa y unos estiletos que hacían lucir sus hermosas piernas.

-Buenas tardes - comenzó Teo - Estoy buscando a.....

-Hola, Sí. Marcos Prat soy yo.

En ese instante vino a su mente la imagen  de "La Divina", ese personaje misterioso que había conocido varios años en un club llamado Copacabana cuando estaba trabajando como agente encubierto para una misión de espionaje sobre una banda delictiva.

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