10
El atardecer había sido apacible. La calidez del sol los había envuelto a ambos suavemente. Pasaron las horas allí uno junto al otro sintiendo que el amor los unía una vez más. La quietud del lugar, el aroma de los pinos, la vista de las montañas lejanas con sus picos con un poco de nieve y el hermoso color azul del lago, eran el marco perfecto del momento que estaban disfrutando juntos.
Cuando el sol les dio su último adiós con sus rayos de color naranja en el horizonte, Eduardo decidió que ya era hora de volver a la cabaña. Si bien Xavier estaba cubierto por una ligera manta era mejor que no tomara frío.
Una vez dentro de la cabaña y ya habiendo colocado a Xavier en el sillón con varios almohadones para que estuviese lo más cómodo posible, fue hacia la cocina. Allí Roxy le había dejado lista en la heladera la comida preferida de Xavier. Sabía que eso le gustaría a él. Pero primero tenía otra sorpresa para su amado.
Eduardo se dirigió nuevamente a la sala para encender la chimenea. Si bien estaban en otoño y no hacía demasiado frío era mejor que el ambiente estuviese cálido, sobre todo por la salud de Xavier. Las luces tenues de las lámparas de la sala le daban un toque sutil de calidez e intimidad a la habitación y las pequeñas llamas de los leños que ardían en la chimenea jugaban a dibujar sombras que bailaban al ritmo de su crepitar.
-Ahora antes de la cena pues nos vamos a bañar. - dijo Eduardo mientras lo tomaba entre sus brazos para llevarlo al baño. Al entrar allí exclamó - ¡pero que bueno! Mira como han preparado el baño para nosotros. Aquí hay unos hermosos globos de colores atados a una pequeña canasta. ¡Está genial! Te parece si usamos este shampoo de manzana. Huele bien rico - comentó al mismo tiempo que le quitaba la tapa para sentir el perfume.
Eduardo pacientemente lo ubicó sobre la silla colocada debajo de la ducha y le quitó la ropa. Luego de quitó la suya y abrió el agua caliente tomó el shampoo colocándolo sobre el cabello de Xavier. Luego de lavar su cabello tomó la esponja para terminar su baño. El perfume del jabón liquido de baño era muy relajante ya que Xavier parecía estar muy a gusto bajo la ducha porque podía notar que se lo veía más distendido.
Finalizado el baño lo envolvió en una suave bata de baño para llevarlo a la habitación para secar su cuerpo y vestirlo.
Mientras se ocupaba de colocar la última prenda a Xavier le vino a la mente la primera vez que lo había visto en el aula de clases de la facultad de medicina.
Xavier era un par de años mayor que él. Había comenzado la facultad un poco más tarde de lo normal debido a problemas económicos que no le permitían pagar sus estudios. Sin embargo gracias a qué había conseguido un buen trabajo pudo permitirse un par de años después comenzar lo que más añoraba en su vida: seguir la carrera de medicina.
La primera vez que Eduardo lo vio en el patio de la facultad quedó fascinado por Xavier. Se veía tan atractivo con muchas chicas que le rondaban alrededor.
Eduardo a medida que transcurría el tiempo se sentía más atraído por él; no obstante nunca habían intercambiado ni siquiera dos palabras. Pero todo cambió algunos meses después cuando tuvieron que hacer una práctica en el laboratorio de química.
Ese día cuando todos tenían pareja para realizar el experimento solicitado en el laboratorio Eduardo estaba solo pero la suerte lo ayudó ya que ese día Xavier llegó tarde a clases y en consecuencia tuvo que formar pareja con Eduardo para realizarlo, y que por otra parte salió mal, ya que mezclaron en el orden invertido los ácidos y explotó el recipiente del experimento. Por suerte sólo fue una explosión pequeña, nadie salió herido. Ese día Xavier no paraba de reírse por el resultado de su mezcla, mientras que Eduardo al ver su forma de ser tan simple y natural se dio cuenta que se estaba enamorando de él sin conocerlo totalmente.
Ya era hora de la cena por lo que Eduardo había tomado la comida que estaba en la heladera para calentar en el microondas.
Trató de quitar de su mente toda la angustia que le producía ésta situación pero no pudo. Afirmó sus manos sobre la mesada de mármol de la cocina y apretó fuerte, no quería llorar pero era imposible. Poner buena cara, sonreír frente a Xavier para que no se diera cuenta de lo mucho que lo afectaba su condición era un esfuerzo que hacía día a día.
Habían estado juntos por veinte años. -Nunca pensé que nuestra historia de amor terminaría de ésta forma. Todavía tengo pesadillas por lo ocurrido esa tarde en la clínica. - continuó hablando para si mismo
- Todo parecía normal esa tarde, un día como cualquier otro en la clínica hasta que llegó ese paciente a la guardia y pidió ser atendido por él. Yo no me di cuenta de nada hasta que escuché los gritos de auxilio de Xavier. Cuando llegue a su consultorio lo que vi fue aterrador. Ese hombre estaba sobre Xavier golpeándolo ferozmente de forma tal que su sangre estaba salpicada por las paredes. Yo me abalancé sobre él para detenerlo y de entre sus ropas sacó un cuchillo con el que me apuñaló el pecho. Este hombre huyó inmediatamente pero murió al tratar de escapar por los techos de la clínica cayendo de la terraza del quinto piso hacia la calle.
Xavier estuvo en coma mucho tiempo por los golpes recibidos, los que lo afectaron severamente. Nunca más tuvo una vida normal a pesar de que consultamos a los mejores médicos del pais. Su condición era irreversible. Yo sobreviví de milagro porque si el cuchillo hubiese entrado más abajo cuando me apuñaló me hubiese dado directo en el corazón.
Eduardo trató de recomponerse, abrió el grifo de agua fría y se lavó la cara varias veces. No quería que de ninguna forma Xavier pudiese notar la hinchazón de sus ojos por haber llorado.
El sonido del microondas lo hizo volver a su realidad. La cena estaba lista. La colocó en una bonita bandeja junto con
el postre y los chocolates en una pequeña mesa cerca de la chimenea. Había decidido que pasarían un buen momento cenando sobre la gruesa alfombra con los almohadones colocados para hacer sentir cómodo a Xavier.
Tenía que hablar con él. Necesitaba decirle lo que sentía en ese momento. Hacía tiempo que no estaban juntos de esta forma tan íntima. Generalmente Eduardo se quedaba con él casi todos los fines de semana para cuidarlo y mimarlo, pero no de esta forma completamente solos en el lugar preferido de ambos: la cabaña del lago.
-Esto es estupendo - exclamó Eduardo al mismo tiempo que tomaba el plato preparado a base de trucha ahumada a las finas hierbas. - Es tu favorito - creo que Roxy lo ha hecho especialmente para ti. - sonrió.
Eduardo tomó una pequeña porción de comida para llevarla a la boca de Xavier. Continuaron así hasta que poco había quedado del plato que ambos compartían.
Una vez finalizada la cena se ubicaron un poco más cerca de la chimenea. La única luz de la habitación era la que ésta emanaba. Reinaba el silencio total que era interrumpido un poco por el crepitar de la leña y otro poco por las palabras que Eduardo le dirigía a Xavier.
Eduardo estaba recostado con su espalda sobre el sofá que miraba hacia la chimenea y sostenía a Xavier en su regazo entre sus brazos. Anhelaba tanto volver a escuchar su voz pero sabía que eso ya no volvería a ser posible.
Lo abrazó lo más estrecho que pudo contra su cuerpo como si con ese abrazo pudiesen quedar fundidos en un solo ser.
Eduardo se aclaró la voz, necesitaba hablar con él, transmitirle todo lo que sentía desde lo profundo de su corazón.
- ¿Recuerdas la primera vez que estuvimos en esta cabaña juntos? Tomé la llave que estaba en el tablero de las habitaciones del hotel sin pedirle permiso a mi padre. -Creo que esa vez fue una especie de primera cita para nosotros dos - continuó - Con la excusa de hacer un poco de camping los invité a ti y a Joaquín - sonrió levemente - pero finalmente Joaquín no vino. Nos dejó solos a propósito porque sabía que tu me gustabas demasiado. Después de la cena nos sentamos aquí como lo estamos ahora. No sabía por dónde empezar ni que decir ese día pero decidí jugarme tratando de besarte . Tenía tanto miedo de que me rechazaras pero sucedió todo lo contario, me dijiste que yo también te gustaba. Esa noche que pasamos juntos en este lugar fue la primera vez que hicimos el amor justo sobre la misma alfombra en la que estamos recostados ahora. La conservé todo este tiempo. Esa noche fue la primera vez que estuve con un hombre, no me importaba nada más que tu. Sólo deseaba que nunca te alejaras de mí, que me amaras por siempre como yo a ti - dijo Eduardo mientras acariciaba los suaves cabellos de Xavier y le daba un dulce beso sobre los labios.
Eduardo sabía que debía decirle toda la verdad, lo que sucedía ahora en su corazón. Tenía miedo pero era necesario, nunca hubo secretos entre ellos y no quería que ésta fuese la primera vez.
- Yo... balbuceó con voz entrecortada - lamento no haber hecho coming out con todos los que me conocían. Tenía miedo que dejarán de quererme, que me hicieran a un lado como algo defectuoso, algo que no entra en la normalidad de todos los demás. No lo sé, cada vez que pensaba en hacer coming out ese temor se hacía cada vez más y más grande. Si hubiese tenido el valor de hacerlo tal vez hubieses sido más feliz conmigo. -
Quizás te hubiese gustado que no te presentara siempre como un amigo a las personas que no eran de nuestro círculo íntimo, ojalá me hubiese permitido a mí mismo demostrarte cuanto te amo todavía frente a todos sin importar lo que dijesen... eso me duele, se que fui egoísta y te pido perdón - sobre la mejilla de Eduardo comenzó a correr una lágrima. -Te amo con todo mi corazón pero me ha sucedido algo que no sé como explicar - hizo una pausa porque la emoción lo invadía, no lo dejaba hablar - Conocí a un muchacho hace algunos días, la noche de la fiesta del hotel. Fue algo casual, simplemente sucedió. Me sentí atraído a él desde el primer momento en que lo ví en la barra tomando un trago con esa apariencia de muchacho triste que necesita ser amado. De la misma forma que sucedió contigo la primera vez que te vi.
Hacía mucho tiempo que no me ocurría. Quiero darme una nueva oportunidad. Con él volví a sentirme vivo después de tanto tiempo, a sentir el desear a alguien sin miedo ni frenos- Siento que mi corazón les pertenece a ustedes dos. Es inexplicable pero es lo que siento.
Eduardo tenía su mano entrelazada a la de Xavier. Mientras él hablaba desde le profundo de su corazón le pareció sentir que su amado le apretaba la mano como queriendo demostrarle que aún podía escuchar su voz. El movimiento que Eduardo percibió se hizo más intenso, en ese instante se miraron a los ojos mientras Xavier esbozaba a una tímida sonrisa. El corazón de Eduardo se colmó de alegría porque tal vez su amado había podido comprender lo que le había dicho minutos antes y estaba contento que finalmente Eduardo tuviese la posibilidad de un nuevo amor.
Así mirándose profundamente a los ojos permanecieron sin mediar palabras porque ya no era necesario. Xavier había comprendido que estaría siempre en el corazón de Eduardo.
A pesar de que la alfombra era cómoda gracias a todos los almohadones y la pequeña manta colocada para que Xavier estuviese confortable, Eduardo decidió llevarlo a la cama. Lo desvistió con cuidado colocándole un hermoso pijama. Luego se quitó la ropa y se dispuso a dormir abrazado junto a él toda la noche. Le resultó mas fácil dormirse que otras veces pues en ese momento se sentía más tranquilo ya que había podido expresarle a Xavier la verdad de sus sentimientos y tenía la esperanza que Xavier lo hubiese comprendido.
La noche los cubrió con su manto de ensueño hasta que los primeros rayos del sol les dijeron que ya estaba amaneciendo. El día se presentaba en su plenitud despertando a las aves salvajes que habitaban la zona las que con sus cantos y aleteos para posarse de rama en rama, comenzaban a disturbar el sueño de los enamorados que se encontraban en la cabaña.
Eduardo entreabrió los ojos, se estremeció al darse cuenta que Xavier miraba fijamente hacia la ventana. Su primer instinto fue extender su mano para acariciar su rostro pero al tocarlo se dio cuenta que lo inevitable ya había sucedido.
Su corazón sufrió un sobresalto comenzó a latir más fuerte y lo invadió la desesperación. Con la yema de los dedos buscó el pulso de Xavier pero era inútil porque él ya había partido. Cerró sus ojos y lo abrazó por un tiempo que deseaba fuese infinito porque sabía que ese abrazo sería el último.
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