Capítulo 4.
Porque los chicos no lloran — The Cure.
Al día siguiente me encontraba en casa preparando el desayuno cuando recibí un mensaje de texto de Maggie que me pedía que le llevara un café el día de hoy porque anoche se había desvelado de nuevo. Le respondí que sí y que me debería el viaje de regreso a casa como siempre, por el favor.
Así que después de desayunar me dispuse a dirigirme a la cafetería más cercana. En mi ciudad se llama Al's, es una cafetería familiar, atendida por el dueño, Alberto, su esposa María Inés y sus tres hijos adolescentes Roberto, Alberto y Antonio. A los tres los conozco bien y me llevo bien con ellos. Así que para prever la cola que seguramente está instalada en la puerta del local, le mando un mensaje de WhatsApp a María para adelantar mi orden y pagar cuando llegué.
Me toma cinco minutos más desviarme del camino normal hacia la cafetería y cuando llegó, María me está esperando con dos cafés medianos americanos y dos bollos recién hechos que huelen celestialmente desde la puerta.
Entro al local y la mujer me hace señas para atenderme por otro mostrador, el cual solo usan para colocar ofertas de delicias que la misma María hace todos los días.
—Buenos días María —le digo extendiéndole el dinero, ella me devuelve el cambio y agrega algo más.
—Toma, esto es nuevo, lo cree esta mañana mientras pensaba en la suerte que tengo de tener una vida tan maravillosa. —Lo cual es cierto. La mujer tiene una vida totalmente soñada. Tiene un esposo que la ama, respeta e idolatra, hijos que la alaban y respetan, un negocio prospero donde puede ser creativa sin que la detenga nadie.
No me malinterpreten, no es que le tenga envidia, no soy esa clase de chica, me alegro por ella.
Bueno si, le tengo un poco de envidia.
Pero solo un poco.
—Muchas gracias, mujer, Dios te bendiga. —Le digo medio en broma, medio en serio.
—Escuché que Rocío ya se fue. —Me dijo.
—Sí, cambio de trabajo, por uno mucho mejor.
—¿Y qué tal tu nuevo jefe mi niña?
—Es un Idiota integral, pero ni modo.
—Todo sea por pagar las deudas. —La mujer se echó a reír.
—Así es María, todo sea por ellas. —Digo riendo con ella.
—Anda, vete a trabajar, se te hará tarde y yo tengo muchas cosas que hacer aquí, si Dios me viera sin hacer nada seguro me castiga.
—Sí, María. —Dije dándome la vuelta para alejarme de la mujer.
Estaba a punto de salir cuando ella gritó algo que no me esperaba.
—Él no puede ser tan idiota solo porque si, niña...
<<>>
Más tarde en la oficina, no tuve tiempo de subir a darle su café a Maggie por lo que ella tuvo que bajar y fue lo peor que me pudo haber pasado, ya que la mujer nunca le quito la mirada a mi nuevo jefe por los diez minutos enteros que ella estuvo ahí.
—¿Estás mal de los ojos o qué? ¡Sí ese es un bombón de chocolate, amiga! —Dijo la mujer acomodándose en la parte de arriba de mi escritorio para echarle un buen vistazo, sin que él la viera.
—Tienes que irte... —Le dije levantándome un poco de la silla para estar a su altura— ¡y rápido! Porque el bombón tiene su genio y su mala reputación y a esos tipos tú sí que eres adicta.
Y tenía razón al decir eso, tan solo el mes pasado se agregaron a su lista de conquistas dos modelitos nuevos. Uno era abogado de veintitrés años y el otro era un don nadie que no tenía trabajo ni grandes aspiraciones en la vida de veintisiete años.
Ningún candidato era mejor que el otro.
Así era siempre con ella.
—Está bien, me iré, pero te veo en la junta más tarde.
Me tomó un minuto asimilar lo que la chica dijo. Me gire para interrogarla, pero ella ya había desaparecido por el pasillo.
Así que no solo iría nuestro departamento a la junta, sino toda la oficina.
¡Perfecto!
Miré el reloj, todavía faltaban veinte minutos para irnos a la junta que mi jefe había previsto para hoy.
No sé para qué demonios, pero supongo que sería para presentarse ante todos y presumir de sus muchos logros.
Comencé a bostezar. La noche anterior no había dormido mucho, no había podido sacarme de la cabeza mi nueva realidad, sobre todo mi nuevo jefe que por una parte parecía un pobre niño rico que no rompía un plato, solo obedeciendo órdenes de su hermano y por otro lado parecía el conquistador empedernido más despreciable del universo, capaz de usar sus encantos con cualquiera que le sonriera, incluso conmigo.
La música que tengo puesta, cambia a una canción lenta y mientras bostezo un poco, o un mucho, me voy deslizando en un sueño profundo.
<<>>
—¡IRIS!! —Escuchó que alguien grita a mi lado, pero no le hago caso, estoy muy cansada para si quiera averiguarlo, solo me acomodo más y me quedo dormida de nuevo.
Unos segundos pasan y entonces escucho una melodía familiar.
Y de nuevo escucho que alguien me llama por mi nombre, tanto es su insistencia por despertarme que siento que me toca levemente la mejilla y luego más fuerte.
Me despierto sobresaltada y enojada.
Porque los chicos no lloran, escuchó que dice la canción desde mi computadora...
—¿Me has dado una cachetada? —Digo acomodándome en la silla y llevándome una mano hacia la mejilla dolorida.
—Lo siento. —Dice mi nuevo jefe Leonardo mientras se aleja un poco de mí.
—¿Qué te ocurre? —Le digo levantándome, tomé mi botella de agua y le di un trago, la boca me sabia amarga aun después del primero, pero aun así seguí dándole tragos, uno tras otro.
Después de una docena de ellos, me sentí mejor.
—Lo siento, pero es que no despertabas y te necesito en la junta.
Dejé la botella en el escritorio, tomé mi libreta junto con una pluma, vi la hora en el ordenador y los ojos casi se me salieron de sus órbitas.
—Lo siento, nunca me pasa esto y nunca volver a pasar —dije girándome para encontrarme demasiado cerca de él. Tan cerca, que sentí su olor, su colonia cara y pretenciosa. Me alejé unos centímetros y seguí hablando— sé que no es una excusa, pero no dormí mucho ayer.
—¿Tienes algún problema? ¿Te preocupa algo? —Dijo él. Y casi le creí, que pudiera interesarse por la aburrida vida de su asistente. Pero no, después recordé su juego y me mantuve.
—Llegué tarde a mi casa.
—¿Saliste con tu novio? —Dijo él hombre sonriendo burlonamente de oreja a oreja. No pude resistirlo, a este tipo había que darle una buena lección para que no volviera a jugársela a nadie.
—Sí. —Le dije sonriéndole de vuelta. Aunque eso no fuera cierto. El hombre no se lo esperaba porque su sonrisa se esfumo parcialmente al oír esas palabras.
La música se transformó de nuevo y escuché de fondo a Twin Forks decir:
Sigo las señales de regreso a ti, de regreso a ti...
La apagué solo dando un clic. No dije nada más, solo tomé las cosas que ya sabía y caminé hacia el salón de capacitación.
Pero mientras caminaba aún tarareaba esa conocida canción.
Sigo las señales de regreso a ti, de regreso a ti...
<<>>
Toda la plática el nuevo jefe se la pasó, obviamente dando sus ideas sobre cómo mejorar una de las mejores editoriales del país. Incluso elogio el arduo trabajo que la jefa anterior había hecho con el lugar y con las personas que trabajaban en su departamento.
Describió cifras de los números, que la mayoría de nosotros ya sabían y pronuncio a los autores que más ejemplares habían vendido y por último recalcó, mediante elogios exagerados, el gran trabajo del departamento de publicidad y vinculación por la buena recepción de los ejemplares que ahora circulaban en el mercado.
Alabo a los diseñadores, por su gran trabajo y dijo que el mismo había comprado ejemplares solo para ver cómo estaban plasmados y que había quedado encantado con el resultado.
Hablo de como todos somos un equipo y que un departamento sin el otro, no sería nada.
Pero lo más importante, es que en todo el discurso que dio, el hombre jamás le quito la mirada a cierta chica, sentada en la tercera fila, que anotaba frenéticamente en su libreta, Dios sabe qué.
Una chica que ayer había sido buena con él, una chica que sin importar quién era lo había recibido con amabilidad y que no importaba lo que hiciera el siempre acabaría quedando en ridículo ante ella cuando lo único que él quería era que ella lo mirara.
Una canción se le atravesó en la mente al pensar en ella, pero solo una frase se le repetía constantemente.
Sigo las señales De regreso a ti, De regreso a ti...
<<>>
La junta terminó y todos se dirigieron a seguir con su trabajo, como siempre, regresé a mi oficina casi inmediatamente, quería ponerme al corriente de todo lo que estaba pendiente y así comenzar a levantar a la editorial que su padre había fundado hace casi más de cuarenta años y que les había dado todo a él y a sus hermanos.
Tenía además de Lorenzo, dos hermanas más, gemelas.
Habían sido el milagro de la vida para sus padres, que ya se hacían completos con dos hijos, estaban casi en sus cuarentas cuando la cigüeña les sorprendió tocando a la puerta de nuevo.
Nadie se lo esperaba, pero no por eso, sus dos hermanas, Sara y Raquel eran menos queridas.
Por ellos y por sus padres, él debía de hacer que este negocio funcionara, porque no solo era su patrimonio, también era todo lo que le quedaba de los buenos días con sus padres.
Él tenía que levantar el negocio, tenía que evitar que el barco se hundiera.
Nadie lo sabía, pero el negocio no iba tan bien como debería.
Y nadie lo podía saber.
Diez minutos después que él, la chica, su asistente Iris, se sentó en su escritorio e inmediatamente tomo su libreta y comenzó a escribir algo en su ordenador. Pero antes puso una pausa y una canción resonó por los altavoces de los laterales de su ordenador.
No la reconoció. Así que busco en su teléfono una app y luego levanto el micrófono para buscarla. El teléfono vibro después de dos segundos. La respuesta era Monsters de Ruelle.
Busco la canción en su ordenador y conecto los auriculares para escucharla con letra:
No hay lugar donde esconderse
Y me siento como una villana
Con este hambre en el interior
Una mirada en mis ojos
Y estarás corriendo, debido a que estoy viniendo
Voy a comerte vivo
Tu corazón late como un tambor
La persecución acaba de empezar
Monstruos, atrapados en tu cabeza
Monstruos, debajo de tu cama
Somos monstruos
Somos monstruos.
Se giró para a ver a la chica quien está manteniendo una acalorada discusión ahora con alguien al teléfono, ella está impaciente y muy molesta. Y al mismo tiempo habla como si fuera la reina del lugar, la encargada de todo. Y parece que lo es. No sé por qué mi hermano no ha ascendido de puesto a una chica tan tenaz y buena en su trabajo.
Pero lo más importante es que cuando ella ha terminado la conversación, sigue tecleando mientras bosteza una y otra vez.
<<>>
Mi día no ha sido muy emocionante hasta ahora, esta casi por llegar la hora de la comida del día de hoy y con ella me digo que llega una buena oportunidad para aprovechar y quedarme dormida unos minutos en la sala de capacitación, de la cual solo pocas personas, además de los guardias y las chicas de recepción que tienen llave, incluyéndome a mí.
Mi jefe se ha despedido ya con la mano, y yo aprovecho eso para enviarle un WhatsApp a Maggie para que más tarde me lleve algo de comer porque me dormiré un rato.
Me llevó mi teléfono, tomó mi botella de agua y cuando llegó ahí pongo la alarma y me quedó profundamente dormida al segundo que me recuesto en las sillas acolchadas de la sala.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro