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Capítulo 36.


¿Quién te dijo esa mentira?

¿Qué eras fácil de olvidar? — Morat.


No puedo más de la desesperación, nadie me dice nada y aunque hay todo un equipo más yo trabajando para localizar a Iris, aun así, no puedo evitar morirme cada que las manecillas del reloj nos anuncian que ha llegado un nuevo minuto.

Han pasado ya dos días y medio desde su desaparición y nadie, ni la policía local de la ciudad de México ni la de casa pueden saber cómo es que Leonardo llegó hasta aquí y como es que se llevó a Iris delante de mis narices y las de la policía.

En México y en el mundo, hoy en día la desaparición de una persona no es tan importante hasta que se decreta oficialmente que la persona no está, para esto deben de pasar aproximadamente setenta y dos horas para poder denunciar el acto, excepto en el caso de un potencial secuestro, en donde las mismas horas pueden ser cruciales para encontrar a la persona sana y salva.

Eso lo sé por ser policía, pero también lo sé porque es la realidad de la sociedad en la que vivo, pero tratándose de Iris, escuchar las palabras, viva, sana y salva me devolvían el alma de poco.

Aunque a estas alturas no sé si esa sea posible. Se perdió mucho tiempo valioso que se pudo usar para localización, búsqueda y rescate de Iris preguntándose si era posible que ella se hubiera ido voluntariamente con Leonardo.

Sí, claro, como si eso hubiese sido posible.

El infierno se congela primero antes de que ella se hubiese ido por voluntad propia con ese idiota.

Pero no, primero se tenía que aclarar la "situación" de la mujer en el supuesto secuestro. Por favor no crean todo lo que ven en la televisión o en la radio, no pasa como en los programas que denuncias y en seguida se le va a buscar por media ciudad, puerta por puerta hasta que casualmente se le encuentra sana y salva a la chica.

No, aquí se cuestionan todos los motivos, se agotan primero todas las posibles opciones y escenarios y luego se quedan con lo que queda. Que es secuestro, ahora mismo no me he movido de la delegación esperando algo, lo que sea, una pista.

Pero hasta ahora hay muy poco, sabemos solo que Leonardo llego aquí con una identidad falsa y solo, nadie parece haberlo ayudado hasta el momento. Pero no se registró en ningún hotel, así que al salir de aeropuerto debió de tener alguien que lo llevará a donde ya sabía que debía ir.

Pero lo que no sabemos es como se las arregló para seguirnos todo el tiempo, como se acercó tanto que pudo secuestrar a Iris así nada más, sin que nadie lo hubiera visto.

—Sigues reprochándotelo ¿verdad, chico? —Dijo Rocío viniendo a mi lado.

Desde el día que se llevaron a Iris, habían pasado pocas cosas, pero uno de las que más destaco es que Rocío se había cambiado, pero yo no, aún permanecía en el traje del día de la gala.

Además de que en la editorial todos ya lo sabían, lo sabía su familia y amigos y todos y cada uno de ellos quería hacer todo lo que podían para ayudar.

—Sigo pensando en que algo no cuadra aquí.

—¿A qué te refieres exactamente?

—A que yo no me trago que el hombre haya hecho todo esto solo, sé que estaba algo chiflado, pero llegar a estos extremos es descabellado, hasta para él.

—¿Crees qué lo ayudaron?

—Sí, pero quien estaría tan mal de la cabeza como para ayudarlo, sabiendo que se podía condenar al hacerlo.

—Quizás alguien que ya no tenga nada que perder.

Algo hizo clic en mi cabeza, fue como si hubieras encendido una mecha contra tiempo, por fin algo de iluminación.

—¿Iris tiene algún enemigo?

—No que yo sepa, siempre ha sido una chica excepcional

—Tiene que haber algo, alguien que ella haya hecho daño en el pasado

—Iris no es capaz de hacerle daño a nadie, cariño. —Lo sabía, sabía que el si quiera pensar que Iris le hiciera algo malo a alguien era una idea descabellada, pero tenía que ser por ahí, la cosa.

—Al menos no que ella se diera cuenta.

—¿De qué hablas Roció?

—Te contaré algo, pero debes prometerme que no le dirás a nadie.

—Lo prometo.

—No, promételo por algo más, por lo que más amas en la vida.

—Lo prometo por la vida de Iris, entonces. —Era arriesgado el hacerlo, pero si eso se necesitaba para salvarla, aunque no estuviera conmigo, lo haría.

Mil veces lo haría, cambiaría mi vida, iría hasta el fin del mundo y el tiempo por ella.

—Pero primero debes hacer algo.

—Rocío si no me dices lo que quiero saber, juro que... —Pero ella me callo con un dedo.

—No, tu escúchame a mí, no voy a dejarte que lastimes más a Iris, ella es mucho más importante de lo que crees para muchas personas, si se quiebra una vez más puede perderlo todo y si haces esto por ella, lo harás también por los dos, si la amas, lucharás contra lo que sea que no te deja amarla y lo resolverás, por los dos.

Rocío tenía razón, lo sabía.

Tenía un gran punto, lo sabía.

Y también me recordaba un poco a mi madre con su manera de regañarme, siempre hacia que entrará en razón, ya veo porque Iris la quería tanto y la respetaba.

Así que, sí ella lo decía, sería por algo.

Y era porque era hora de que me comportara como el adulto maduro y razonable que siempre dije ser.

—Trato hecho.

—¿Lo harás? —Asentí rápidamente esperando a que ella comenzara a decirme lo que necesitaba decir—. Sabes no pensé que eso fuera a funcionar.

—Rocío... —Comencé a decir.

—Sí, sí, lo siento. —Dijo tratando de recomponerse— Ella sí que hizo algo, a alguien, fue hace mucho, pero sé que aún la atormenta de vez en cuando.

—¿A quién?

—A una chica, no recuerdo bien su nombre, pero sí que murió.

—¿Cómo murió?

—La chica se suicidó, fue después de una pelea, ella perdió, Iris gano y la chica no lo soporto.

¿Quién pensaría que una persona se podría suicidar por perder una pelea, solo por dinero?

—Ella estaba mal antes de eso, pero ese evento la saco de sus casillas, se puso como loca el día de pelea, después de perder, quiso atacar a Iris solo por haberle ganado.

—¿Pero porque se suicidó?

—Ella necesitaba el dinero, su familia, como la de Iris estaba endeudada hasta el cuello y era la única manera de cubrirlas, las peleas le ayudaban.

—¿Quieres decir qué ella peleaba para pagar las deudas de su familia?

—Sí, pero por lo que se la chica siempre perdía, y aun así ganaba dinero, solo por participar, aunque en lo personal pienso que esas peleas son algo peligrosas, para Iris eran importantes y el que algo así le haya pasado a la chica, también saco de balance a Iris.

—Gracias Rocío, esa es una pista que puedo seguir. —Le di un gran beso en la mejilla y luego me apresuré a dejarla atrás, en la habitación de hotel.

—Espera... —Me dijo corriendo detrás de mí, me detuve para escucharla, después de todo la mujer me había ayudado mucho.

—Creo que hay más de esa historia, pero Iris no me dijo nada más.

—No te preocupes yo lo descubriré.

—Hay algo más... —Dijo deteniéndome del brazo— Hay algo que tienes que saber, algo que ni Iris sabe.

—¿Es algo que tenga que ver con la investigación?

—Quizás no, pero si con su padre.

—¿Crees que él le haría daño de alguna manera?

—Quizás, sí, porque él no es su padre.


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La primera vez que la vi, la chica parecía la cosa más frágil del mundo. Aunque tengo que reconocer que se esforzaba para no parecerlo.

Estaba sentada en un sofá largo, grande y café, también era el sofá más antiguo que jamás he visto. Miré a la abuela, y luego al resto de la decoración de la casa. No quise parecer raro así que dejé de hacerlo, pero lo entendí.

Sabía que la chica había pasado casi toda su adolescencia al cuidado de su abuela así que lo comprendía, la decoración, la soledad en sus ojos, el miedo que fingía no demostrar.

Me sentí tan mal por ella que en cuanto la vi, supe que tenía que encontrar una manera de confortarla, de alguna manera, así que en cuánto ella comenzó a batallar al hablar aproveché y deslicé mi mano hacía la de ella.

Esa simple acción, despertó algo que creí había sepultado debajo de todos los recuerdos malos, algo que no creía que podía volver a sentir por nadie.

Especialmente por una chica, siempre he sido un Don Juan, pero aun con los momentos increíbles que he pasado junto a muchas chicas, no había sentido eso más que una vez en mi vida.

Su nombre era Julieta, era una gran chica, fue mi primer y único amor y aunque terminamos mal, tratamos de quedar en buenos términos.

No fue nada traumático, pero después de la muerte de mis padres no me quedaron muchas ganas de tener nada más profundo, de sentir algo más profundo con nadie.

Pero ese simple toque, Dios mío, envió toda una descarga de sensaciones a mi cuerpo, recorrió cada célula, cada terminación nerviosa despertó, se reinició. Todo gracias a una chica.

Lo único que quise saber después de eso suceso, fue saber si ella había sentido lo mismo que yo.

Cuando la tuve frente a frente era lo primero que quería saber de ella, pero no me contuve, fue toda una lucha interna, pero al final lo logré.

Por días seguí aún sintiendo la sensación de su mano en la mía, y cuando la bese, cuando me beso porque yo no tenía el valor de hacerlo yo mismo.

Demonios, todo el mundo se iluminó, vi fuegos artificiales, tal y como todas las películas viejas decían que debía ser y escuché la música más gloriosa a mi alrededor cuando ocurrió.

Me llevé las manos a mis labios, saboreando cada segundo, recordándolo una y otra vez. Escuchando aún esa música todavía dentro de mi cabeza.

Pero luego ella se fue, huyó llevándose mi corazón con ella, sin saberlo, sin temerlo y yo me cerré después de eso.

Fui un idiota.

En cuando ella se fue del gimnasio ese día, supe que la amaba, aunque nunca se lo dije y ahora la perderé por idiota.

No puedo perderla.

No quiero perderla.


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—¿Qué es lo que has dicho Roció?

—Tienes que jurar que lo que te diga no se lo dirás a nadie.

—Habla.

—Él no es su padre biológico, adopto a Iris y a su hermana mayor, pero nadie lo sabe además de mí, su abuela, su padre y su madre.

—¿Y tú cómo lo sabes?

—Es una larga historia, pero quizás él sepa algo de ella.

—¿Tú crees que él le hizo daño?

—No lo sé, pero si algo puedes esperar de una persona que abandono a su familia por otra, no es precisamente algo bonito.

—¿Sabes dónde encontrarlo?

—Claro.

—Llévame con él.

—¿Estás consciente de que si nos vamos no la encontraremos más rápido?

—Si no comienzo a moverme ahora puede que nunca la encontremos.

Dicho esto, los dos tomamos nuestras cosas y corrimos al aeropuerto para ir casa.

Si no hacía algo, estaba más que seguro que Iris no sería encontrada nunca.

No sé porque, pero algo me lo decía.


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Llegamos después de dos horas de esperar por un vuelo y tres horas de vuelo.

Recogimos el auto de mi casa y nos fuimos directamente a la casa del padre de Iris.

Yo nunca lo había visto, pero sabía de la mala relación que tenía con su primera familia, era de esperarse, si él hombre había abandonado a su familia por otra, era más que seguro que él le habría hecho daño, pero lo que nos encontramos ahí, fue algo totalmente distinto.

—Buenas tardes, señor mi nombre es el Detective Kieran Macht, de la policía local. —Saqué mi placa del pantalón y se la mostré para identificarme, él hombre me miró con aspecto dudoso, pero aun así me respondió.

En cuánto abrió la puerta me precipite hacía él. Tenía que saber si él sabía algo, si la tenía ahí, si ella estaba en contra de su voluntad o si estaba ahí porque quería.

—Buenas tardes, oficial, dígame que puedo hacer por usted.

—Es acerca de su hija Iris, ¿sabe algo de ella?

—No, no la he visto desde el día que decidió gritarme afuera de la casa de su abuela y quitarme todo mi dinero.

—Señor ella esta desparecida desde hace ya tres días, si sabe algo por favor dígamelo. —Dije casi suplicando.

—Roberto, será mejor que nos digas si la tienes aquí escondida. —Dijo Rocío, quien todo ese tiempo había estado callada aguardando, esperando a que yo actuara, pero parece que se había desesperado.

La entendía, yo también lo estaba.

Pero me sorprendió aún más la familiaridad con la que trató al padre de Iris, algo me dice que ella sabe más de lo que dice.

—No sé nada Rocío. —Dijo él recalcando el nombre de ella, como si quisiera dar a entender que obviamente la conocía.

—Señores, por favor... —Dije poniéndome entre los dos, para evitar más peleas—. No estamos aquí para pelear, solo queremos encontrar a Iris.

—Les juro que no la he visto, no he hablado bien con mi hija en más de diez años, porque si quiera ella me buscaría para esconderse aquí, cuando los tres aquí sabemos mejor que nada que ella me odia a morir.

—Y tiene razón para hacerlo. —Dijo Rocío aún más molesta que antes.

—Mira ya sé que me comporté como un cabrón al irme así nada más, pero ambos sabemos que hay más en esa historia de lo que parece y que el malo no soy yo, así que deja de tratarme como si lo fuera.

—Yo lo que sé es que las dejaste solas cuando más te necesitaban.

—Yo lo intenté, intenté volver, intenté decirles, pero Olivia no me dejó y luego ella murió y respeté su único deseo, que era que sus hijas jamás se enterarán de la verdad.

—Debiste luchar más, debiste decirles.

—Y porque no lo hiciste tú, si tantas ganas tenías de decirlo.

—Porque no me correspondía a mi decirlo.

—Claro, no querías que se cayera tu mentira también.

—No sé de qué estás hablando. —Dijo Rocío dándosela la vuelta para ignorarlo.

—Por favor, no juegues, sé muy bien que fue tu culpa que ella se decidiera por él y no por mí en un primer lugar.

—Yo no hice nada solo le dije lo que temía escuchar, lo que nadie le decía.

—Fue tu culpa que muriera también.

Esas palabras dejaron helada a Roció, quien nunca se había quedado sin palabras, por fin lo hizo.

Yo solo estaba parado entre los dos, esperando a que se calmaran, pero como no lo hacían me metí justo a tiempo cuando Rocío iba hacía él para darle un buen golpe.

Y por mucho que el cabrón se lo merecía, debía impedirlo.

—¡Basta! —Me metí entre los dos para evitar que iniciaran una guerra que nadie iba a ganar—. Esto no nos ayuda en nada, no me interesa quien hizo que a quien, nada de esto nos ayuda para encontrar a Iris.

Los dos me miraron con coraje, pero ambos bajaron sus armas ante mis palabras, el primero en aportar algo bueno fue su padre, para mi sorpresa.

—No he visto a mi hija, pero sé que ella no se iría así nada más, por más impulsiva que sea, nunca le daría ese dolor a su abuela, sabe lo duro que fue para ella perder a su hija.

—Por primera vez en mi vida, estoy de acuerdo con él. —Dijo Rocío fingiendo quitarse una pelusa de su ropa.

—Bien, entonces debemos de agotar todas las pistas posibles, Rocío dijiste que Iris no se había perdonado hacerle daño a alguien, cuál es su nombre, ¿lo recuerdas?

—No, pero sé quién puede ayudarnos a saberlo.

—¿Quién?

—Ariana.

—¿Quién? —Expresamos el padre de Iris y yo al mismo tiempo. Rocío nos dedicó una mirada, ahora, como si ella acabase de descubrir la Atlántida.

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