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Capítulo 34.


Agárrate fuerte, nos estamos paseando en una montaña rusa

Así que di adiós porque, no quiero volver otra vez

Arriba y abajo, estas por todas partes,

Di buenas noches y adiós — The Jonas Brothers.


Toda mi vida he sido afortunado, nada malo me ha pasado. Tengo una gran familia feliz que se adora, un papá genial que me ayuda en todo y apoya mis más locas ideas, un hermano mayor que me da siempre los mejores ejemplos (incluso de las cosas locas que se supone no debería de hacer) y una mamá que es un amor andante.

Mi madre es maestra desde que tengo memoria y por ser una de las mejores ha dado clases en todas las escuelas y grados en las que mi hermano y yo hemos estado. Quiero pensar que esto es más porque vivimos en una ciudad pequeña y no hay muchas escuelas donde pueda trabajar, pero quizás y solo quizás sea para mantenernos a raya, después de todo es la única mujer de la casa y nosotros somos solo unos muchachos revoltosos.

Mi padre es policía, detective en realidad, siempre está ocupado en algún caso y no es porque sea mi padre que diga esto, pero es lo mejor de lo mejor en la ciudad. Pero también siempre tiene tiempo para nosotros. Es el mejor papá del mundo, en realidad los dos lo son, son los mejores padres del mundo y eso no solo lo digo porque son excelente padres sino porque también son geniales con la gente que nos rodea.

Mi padre hace siempre servicio, en diferentes épocas del año, pero la que sin duda más le gusta, es cuando puede ayudar en orfanatos y comedores para la gente que más lo necesita, aunque también lo hace todo el año.

—Hijo, no hagas eso. —Había tomado una manzana de la encimera de la cocina y como siempre mi madre me regaño, porque no es propio tomarlas cosas sin haberte lavado las manos primero dijo. Yo sonreí porque, aunque a otros les sonaba a regaño, yo estaba más que feliz de tenerla regañándome.

Éramos una gran familia feliz. Todo era más que perfecto.

Excepto que ignoré la advertencia de mi madre y le di un gran mordisco a la manzana roja que tenía en mi mano.

—¡¡¡Kieran!!! —Dijo mi madre al mismo tiempo que me soltaba un gran zape en la nuca— Te dije que no lo hicieras. —Ella me quitó la manzana y luego me obligó a lavarme las manos en el lavabo de la cocina.

Pero de nuevo yo seguir agradeciendo a Dios por tenerla como mi madre, regañona y todo.

—Mamá, hoy me llamaron a la oficina del director de nuevo.

—¿Y esta vez qué fue Kieran?

—Una bola de brutos de mi salón se querían pasar de listo con un chico de otro grado.

—¿Y tú lo defendiste sin dudarlo?

—Sí, mamá. —Asentí sonriendo.

Mi madre no pudo más y me dio un abrazo.

—Sabes que siempre he fomentado que tú hermano y tú sean niños buenos, que ayuden a la comunidad como nosotros y que defiendan al que lo necesita, pero no me gusta que recurras a los golpes para lograrlo.

—Lo sé y lo siento, pero es que no me dejaron otra opción. —Entonces caí en cuenta de que yo no le había dicho a mi madre que me había peleado, solo le dije que me habían llamado a la oficina del director— Mamá, ¿te llamó el director antes de que llegará yo?

—No se dé qué hablas. —Dijo dándosela la vuelta y tomando una manzana para luego desaparecer hacia la sala, la seguí.

—Sabes muy bien de lo que hablo, jamás dije que me hubiera peleado.

Mamá se sentó en el sofá y subió los pies a la mesita de la sala. Ella nunca hace eso, a menos de que este nerviosa, es una pésima mentirosa, siempre que lo hace comienza a actuar raro, como si ocultara algo. Lo cual la delata siempre.

La observe hasta que se quebró y comenzó a cantar como un canario.

—Está bien, bien, me dijo tú maestra por teléfono.

—¡Lo sabía! Ya no puedo confiar en nadie.

—Ese es un gran defecto tuyo, debes confiar en las personas, aun si no las conoces.

—¿Cómo puedes confiar en alguien que no conoces?

—A veces, solo debes darles el beneficio de la duda.

—No puedo darles el beneficio si ni siquiera se con quién estoy tratando.

—Y esa mi niño, es la razón por la que sé que serás un muy buen policía como tú padre.

—Corrección, el mejor, mamá. —Dije riendo y sentándome en el sofá con ella.

La puerta se abrió y de ella llego papá.

—No yo soy el mejor. —Dijo él llegando hasta la sala para darle un gran beso a mi mamá. Tengo que admitir que eran muy empalagosos entre ellos, a veces demasiado para mi gusto, pero siempre lo preferiré así antes que apenas y se hablen.

—¿Y mi hermano? —Dije yo tratando de salir de ahí.

—En su cuarto. —Dijo mi madre separándose por fin de mi papá.

—Me voy, ustedes sigan haciendo lo que sea que quieran hacer.

Me fui lo más rápido que pude mientras aun oía risitas provenientes de la sala. Traté de no sonreír, pero no pude.

Llegué en dos segundos a la puerta y primero toque. Al segundo toque, mi hermano Gabriel respondió del otro lado positivamente.

—Escuché que tuviste otra pelea hoy, ¿cuántas van esta semana?

—Dos, pero aún estamos a miércoles —pasé y me senté en su cama. Mi hermano como siempre estaba ya poniéndose con los deberes de mañana— ¿Porque eres tan matado hermano?

—Porque algunos necesitamos esforzarnos para entrar a la universidad que queremos, más que otros.

—¿Lo dices porque a mí ya me aceptaron en la academia de policía y a ti aun no te responden?

—No te olvides, que la Academia de Policía no es una carrera real.

—¿Cómo no va a ser una carrera real atrapar a los malos siempre? —Dije riendo al mismo tiempo que me acomodaba en su cama.

—Será porque casi no haces nada en la academia, en cambio yo me mataré para ser abogado en tan solo unos meses...

—Dices como si fuera algo de vida o muerte ser abogado, es más riesgoso ser policía, hermano.

—No tienes ni que decirlo, lo sé. —Siempre que pensaba en lo peligroso que era ser un policía, dudaba de mi decisión de convertirme en ello, porque siempre estaba el riesgo de morir de la manera más inesperada en el momento más inesperado.

Pero, sobre todo, porque también pensaba en mi padre. Él es policía desde que tenía veintiún años, siempre quiso serlo y no dejo que nada ni nadie le dijera que no podía o debía, pero cuando en las noticias salía un mal encabezado o se escuchaba de algo realmente malo en la radio, solo podía pensar ojalá que papá esté bien.

No lo podía evitar.

Y cuando entraba por la noche, por la puerta y lo veía, agradecía a Dios que estuviera bien.

Sé que es egoísta, sobre todo porque la situación en México siempre pone mal a los policías, pero quería creer que, si me portaba bien siempre, podía equilibrar un poco la balanza.

Solo que no siempre me salía, como hoy.

—¿Mamá ya te castigo? —Dijo mi hermano rompiendo mis pensamientos.

—No, pero si lo dices tú es porque no tarda en hacerlo, aunque siendo sinceros no me lo merezco.

—No, mereces un premio por lo que hiciste por el pobre de Fernando en el patio de la escuela.

Hubo un toqué en la puerta, casi como si estuviera cronometrado, mi padre entró.

—Dijo mamá que estás castigado toda la semana.

—Genial, ¿que será esta vez?

—Sacar la basura cada mañana antes de irte a la escuela y antes de dormir y lavar los platos de la cena.

—¿De nuevo? Vaya, mamá está perdiendo su toqué, esperaba algo más creativo viviendo de ella.

—Ah y tienes que ayudarla durante las vacaciones a comprar los regalos de todos.

—¡Genial! —Y grité internamente para que nadie me pudiera quitar el placer de escoger el regalo de mi hermano mayor. Cada año, siempre nos jugábamos broma con nuestros regalos, desde el clásico pastel de crema de afeitar hasta los más arriesgados.

Mamá siempre se enojaba, pero al final terminaba riéndose con todos los demás y ayudando en la venganza.

—¡Ah, ah! —Dijo mi padre antes de que me fuera de ahí—. No creas que será tan fácil, ayudarás con los regalos para sus estudiantes.

Mi hermano al oír eso estalló en carcajadas.

Ya encontraría la manera de que me la pagará por esto.


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Días después de eso, mamá me traía por toda la ciudad buscando todo tipo de regalos para su clase. Mamá era maestra de la clase de cuarto grado, su especialidad era la historia, y realmente le apasionaba mucho.

Por lo cual íbamos por todas las casas de antigüedades buscando regalos que los niños de su clase pudieran aprovechar con fines educativos, claro.

—Mamá, ¿en serio crees que un niño de ocho años va a entender lo que significan esos regalos?

—Sí, lo creo, porque los he educado para que quieran saber más.

—Sí te lo creo. —Dije tomando una figurilla de lo que parecía ser Miguel Hidalgo y dejándola inmediatamente donde estaba después. No entendía muy bien cuál era la pasión de mi madre por la historia del mundo, pero bueno, la amaba tal y como era.

—No se te olvide que hoy no puedes salir, tu padre y yo aprovecharemos para hacer algunas cosas hoy en la noche.

—Querrás decir aprovecharán para comprar nuestros regalos.

—No, solo vamos a pasear un rato, los regalos ya los tenemos desde hace semanas.

—¿Me estás diciendo en serio que mi regalo ya está en la casa? ¿Escondido en alguna parte?

—Estoy diciendo que no soy tonta, te conozco y los tengo en el lugar que menos piensas.

—Olvida lo de que papá es el mejor detective del mundo, tú le ganas por mucho, mamá.

—Lo sé. —Dijo ella antes de comenzar a pagar por los regalos que ya llevábamos.

Esas fueran las últimas palabras que le dije a mi madre, porque esa noche ella y papá fueron asaltados por un viejo enemigo de papá, uno de los tantos criminales que él había arrestado durante su larga carrera como policía.

Murieron en el acto, por lo menos no sufrieron dijeron todos.

¿Pero qué hay de lo que sus hijos sufrieron cuando ellos se fueron?

No volví a hacer el mismo, después de eso.


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Nunca había vivido algo como lo que viví el día que mis padres se fueron y nunca regresaron. Y toda mi vida después de eso la viví precisamente tratando de que nada de eso se repitiera.

Me alejé de las personas, para que nada malo les pasará, incluso hasta de mi hermano y de lo que quedaba de mi familia.

Mis amigos fueron los que sufrieron más, sobre todo cuando pedí el traslado a otra ciudad después de la muerte de mis padres.

Y luego algo casi mágico ocurrió, como salido de un deseo a una estrella fugaz me llego una oportunidad, podía quedarme en un mundo tan genial como en el que estaba o hacer lo que he querido desde el día que mis padres murieron.

Podía irme, tenía la opción, mi jefe me llamó tan solo unas semanas después de que me asignarán a la nueva estación, me dijo que había un pequeño pueblo en la frontera que necesitaba policías y detectives nuevos.

Era un muy pequeño pueblo, casi no se veía en el mapa, pero no por eso era menos importante.

Y así fue como llegué a Iris.

Pero hoy, desearía no haberlo hecho, todo para que ella estuviera a salvo.

No puedo evitar pensar que todo esto es mi culpa.

—¿Has tenido noticias de ella? —Me dijo por décima vez Rocío mientras tenía el teléfono pegado en una oreja. Había llamado a la familia de Iris desde que ella desapareció para preguntar si la habían visto por ahí, pero no había hasta ahora ninguna pista de su paradero.

—No, aun nada, he probado ya llamando al aeropuerto, al hotel y la misma editorial, pero nadie nos sabe decir si la vieron por ahí, estoy esperando los vídeos de las cámaras del lugar donde se llevó a cabo la gala. —Le dije mientras yo mismo sostenía en una mano mi teléfono celular, esperando algo, una pista de ella o de alguien que la hubiera visto.

Pero de algo estaba seguro hasta el momento, es de que no me perdonaría si algo le pasará por mi imprudencia, debí de haberla alertado, debí de haber llamado a las autoridades, debí de haber dejado que más agentes me acompañaran para poder cuidarla mejor, pero no, mi propia soberbia me jugó una mala pasada.

Rocío me vio un poco frustrado, no dejaba de ver la pantalla del teléfono es espera que algo apareciera y vino a mi lado.

—Nada de esto es tú culpa, chico.

—Sí, lo es, yo debí de haberla protegido y no lo hice.

—No, ella sabía el riesgo de venir aquí y aun así lo aceptó, además esto pudo pasar estando en casa o en cualquier parte.

Algo me llamó la atención de lo que dijo Rocío.

Esto pudo pasar en todas partes, aquí o en casa.

—Rocío debo hacer una llamada. —Le dije antes de salir de la habitación del hotel en donde nos hospedábamos.

Sí esto pudo pasar en casa, ¿porque paso precisamente aquí?

Porque es tan importante este lugar para Leonardo, o será que aquí hay alguien que lo ayuda y si es así.

¿Cómo llego Leonardo aquí y quién lo ayudo?


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Dicen los psicólogos que cada persona reacciona al caos y la pena de manera diferente, está de más decir que estoy de acuerdo.

Mi hermano mayor por su parte hizo lo que toda persona cuerda y razonable hace, fue a terapia para sobrellevar el duelo de la muerte de nuestros padres, se unió a la comunidad y busco apoyo en amigos del trabajo de papá y mamá, además de acercarse aún más a su novia y amigos.

Es lo normal, ¿no?

Pero yo, me alejé de todos por completo. No sentía ya ganas de hablar con nadie más, no es que me quisiera morir, pero de pronto nada me interesaba, ni si quiera la escuela. Lo cual tampoco me afectaba mucho, ya que me encontraba en el último año de la preparatoria y estaba a meses de entrar en la academia de policía.

Me alejé de los pocos amigos que tenía y bueno gracias a Dios en ese momento no tenía ninguna novia, no me daba la real gana de estar teniendo que soportar a cualquiera chica que quisiera estar siempre encima mío, hablando de sentimientos tontos y de esa basura romántica.

Me convertí en una persona digna de odia, nadie me quería cerca y yo no quería cerca a nadie.

No me convertí en un adolescente rebelde y problemático, aunque está de más decir que ya lo era, pero si adopté mi vida en base a un solo objetivo, convertirme en él mejor detective de todos los tiempos, él más joven, él más fuerte, él más inteligente, con las mejores notas en todas las clases, el primero en mi clase, él más obediente dijeron mis superiores cuando me gradué de la academia.

Luego como todo buen policía de banqueta empezó lo mejor de lo mejor en mi carrera, subir, subir y subir.

Después de eso, jamás, jamás me detuve.

Entonces vi a una chica de pelo muy oscuro, casi negro, ojos marrones tan oscuros que bien podías perderte en ellos si no te detienes en algún punto, ella estaba ahí, encogida y aunque parecía fuerte por fuera, estaba claro que la chica estaba más que muerta de miedo al verse en desventaja contra su oponente.

Tomé el caso en cuánto el archivo llego a mis manos y cuando fui a la entrevista de reconocimiento lo primero que me encontré es a una chica que no le tenía miedo a nada, decía lo que quería decir cuando lo quería decir, tenía el control absoluto de sus emociones y de su fuerza bruta.

Era una auténtica joya a los ojos de cualquier hombre, solo que ella no lo notaba y ahí estaba yo tratando con todas mis fuerzas de no caerme a sus pies como seguramente todos lo hacían.

Quería ser su fan, no, yo era su fan número uno y aunque no pudiera estar cerca de ella como quiero, tenía que estarlo de una manera u otra.

Porque la verdad es que ella tuvo mi corazón desde que la vi, desde que esos ojos marrones, casi negros me vieron.

Nunca pensé que diría esto, pero aquí y ahora estoy siguiendo las señales hacia ella, no puedo evitarlo.

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