Capítulo 32.
Agárrate, agárrate, agárrate fuerte a mí,
Porque soy un poco inestable — X Ambassadors.
—¿Alguien ha visto a Iris? —Le dije a Valentina y a Raúl que parecían cada vez más cómodos y felices el uno con el otro.
Sin embargo, no podía quitarme la sensación de que algo estaba mal, de que algo le estaba ocurriendo a Iris, estaba muy preocupada por ella, no la había visto desde que entramos al evento y es que me había distraído saludando gente que había conocido cuando estuve un tiempo en México, haciendo mi estadía de la carrera.
—Rocío, seguro está bien, estaba muy cómoda con un par de invitados hace un rato, ¿verdad Raúl? —Dijo Valentina aferrándose aún más al hombro de Raúl.
Tenía que reconocerlo, la chica era aún más hábil en el juego de la conquista de lo que habíamos pensado Iris y yo, porque desde el momento en que llegamos le había echado el ojo a Raúl y hasta el momento, no se le había separado ni un segundo y no es como que él quisiera tampoco estar lejos de ella.
Pero ahora mismo me importaba más Iris, que analizar cualquier otra situación, que ella estuviera bien y cómoda en este mundo, que de ahora en adelante iba a ser también el de ella.
—No la he visto desde que llegamos, y eso me preocupa, ¿Raúl no la has visto tú?
—No, pero no debemos preocuparnos, no es como si Kieran no la tuviera bien vigilada siempre.
—¿De cuándo acá tú y él se llevan tan bien?
—Sucedió por culpa de Iris, para que nos ponía de compañeros de cuarto, era matarnos o hacernos amigos.
—¿Y decidiste hacerte su amigo?
—Aunque no lo creas, tenemos mucho en común.
—¿Cómo por ejemplo? —Le dije cruzándome de brazos mientras seguía buscando con la mirada a Iris por todo el salón.
—A los dos nos gusta mucho entrenar, correr y el fútbol.
—Y los dos están enamorados de Iris, ¿no? —Le dije al chico. Valentina puso la cara más escalofriante que he visto en mi vida. Las dos nos quedamos esperando la respuesta de Raúl como halcones. Yo por mi parte necesitaba saber si Kieran le había dicho algo a Raúl de sus sentimientos por Iris
—Yo ya no quiero a Iris, sé que a veces parece que sí, pero es porque hemos vivido muchas cosas juntos, no puedes dejar de querer a alguien que te marcó de por vida de la noche a la mañana.
—Y Kieran, ¿la quiere?
—No me lo ha dicho, pero estoy más que seguro que sí, solo habla de ella cuando no esta presente, y debieron de ver como peleo con su superior para quedarse cerca de ella en este viaje.
—Espera, ¿de qué hablas? —Dije tratando de no ahorcar al chico para obtener la información que necesitaba.
—Escuché por el teléfono, esta mañana que ese loco de su ex fue visto cerca de aquí, su jefe quería mandar más oficiales a ayudarle, pero él se negó alegando que él solo podía protegerla y que estaba más que seguro que él tipo ese, jamás se acercaría a ella, estando él presente. Y cuando le pregunté me dijo que no había nada de qué preocuparse. Así que lo deje pasar.
—¿Lo dejaste pasar? ¿Tienes idea de lo que le hizo en el hospital ese loco?
—No, ¿qué fue lo que paso Rocío?
—Yo no sé de qué están hablando —dijo Valentina levantando ambas manos al aire.
—Es algo demasiado largo de explicar, pero debemos encontrarla y asegurarnos de que está bien.
Busqué a mi lado una última vez al detective Kieran, pero no lo encontré, me giré y me abrí paso entre la gente para salir a buscarla.
El lugar era pequeño, no había muchos lugares donde ella pudiera estar.
Así que sí estaba ahí, tenía que aparecer pronto.
—Tenemos que separarnos, Valentina ve a los baños y pasillos de la derecha, tú Raúl ve a la izquierda y yo saldré a buscarla en el recibidor y sus alrededores.
Dicho esto, cada quien corrió a sus lugares asignados.
Me encontré con Kieran en cuanto salí, venía corriendo de la calle principal que daba al lugar donde estábamos, traía algo en la mano y tenía un aspecto preocupado y cansado.
—Kieran, no encontramos a Iris por ninguna parte ¿tú la viste?
Me detuve justo frente a él, pero él no se detuvo, sacó inmediatamente su teléfono y marcó a alguien.
—¿A quién llamas? —Le dije, pero no me hacía mucho caso, así que tuve que hacerlo de nuevo. Cuando algo vibro en mi bolsa, supe que él estaba llamándola. Yo llevaba el celular de Iris desde que salimos del hotel, todo porque su vestido no tenía bolsillos y el mío sí.
—¿Dónde está? ¿Dónde está? —Dijo el hombre aún más nervioso e impaciente que yo.
—No sé, ¿no lo sabes tú?
—No, no lo sé, no lo sé. —Dijo resignado y entonces vi su cara, el hombre parecía a punto de llorar o de golpear a alguien. Quise dar dos pasos atrás para poner distancia y que no me tomará por sorpresa, en caso de que lo hiciera. Pero él no me dejó.
—Lo siento, todo esto es mi culpa, no le debí haber dicho eso, yo solo quería mantenerla a salvo, solo eso.
—¿De qué hablas?
—Mi jefe me dijo que no podía acercarme demasiado a ella, que era solo trabajo y que, si me involucraba, perdería mi trabajo aquí, por eso le dije eso, pero si la quiero, ¡carajo! —Dijo cuándo se dio cuenta de lo que todos ya sabíamos— ¡Yo la amo!
—Lo sé, lo sé chico, pero ahora lo importante es encontrarla, después podrás decirle lo que sientes en verdad.
—No puedo, aun así, tengo que mantenerla a salvo.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Mis padres murieron cuando yo era muy chico, mi madre fue asesinada frente a mi padre por un enemigo de él, por ser policía, mi madre murió por su trabajo y nos dejó solos por eso, no puedo hacerle lo mismo a Iris, ni a nadie, por eso no dejó que nadie se me acerqué, que nadie entré en mi vida, no les puedo hacer lo mismo que mi padre le hizo a mi madre.
—Cariño, no puedes seguir pagando por los errores de los demás, tienes que hacerte hombre y tomar tu vida en tus manos o la vas a perder para siempre.
Siempre me ha gustado regañar a la gente, es algo en lo que soy muy buena, por eso siempre que Iris me necesita le digo las cosas como son, aunque suene cruel a veces, o, aunque pueda llegar a odiarme. Aunque debo aclarar que nunca me ha pasado.
Gracias al cielo.
Pero aquí frente al chico del que Iris estaba enamorada, no quería decir nada, pero debía de hacerlo.
Alguien tenía que decirle que se estaba comportando como un verdadero idiota y que, si no reaccionaba, perdería a la chica que lo amaba más que nada en este mundo.
Y créanme si hay algo de lo que temer en este mundo, es de nunca encontrar el amor.
—Mira, no tengo tiempo de decirte tus verdades, hay que encontrar a Iris y si no te compones ya, buscaré a alguien más que me ayudé. —Ahora que sabía todos los hechos estaba más que determinada a buscar a Iris a como dé lugar.
Espere dos segundos, y sucedió.
El hombre se compuso, se ajustó el saco del traje y luego sacó su teléfono para alertar a las autoridades.
Mientras, yo corrí adentro a buscar a los demás para informarles de la situación.
Pero de algo estaba más que segura que nunca.
No iba a volver a perder a otra persona en mi vida, nunca más.
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Toda mi vida, todo ha estado bien, mis amigos, mi familia, mi novio, mi carrera.
Yo Rocío Vázquez Martínez, siempre he sabido lo que quiero y he ido por ello cuando lo quiero.
Excepto hoy. Mi novio de toda la vida me ha pedido que me case con él y aunque la idea me emocionó cuando me lo pidió y ya le he dicho que sí, no dejo de sentir como sí un vacío inmenso me estuviera comiendo desde adentro desde que lo dije.
No entiendo porque, toda mi vida he sabido lo que quiero, toda mi vida.
Como puedo ahora tener alguna duda de ello, ¿entonces?
Iba caminando por la calle principal de la ciudad, había salido como todos los días a las cuatro en punto de mi trabajo como asistente en la mejor editorial de la ciudad.
Desde que me gradué de la universidad siempre quise hacer esto, toda mi vida estuvo planificada, siempre.
Sacar buenas notas desde siempre, hacer mucho trabajo comunitario y servicio social para acumular créditos extras para entrar a la mejor universidad del país y sin mencionar que trabajo haciendo todo tipo de cosas para ayudarles a mis padres y poder pagar la universidad. Aunque nunca lo he necesitado, porque mi familia es lo que se dice "adinerada".
Nunca nos ha faltado el dinero, sin embargo, vivimos cómodamente porque queremos pero no nos gusta exagerar en lujos.
Un viaje al año, un carro modesto, una casa de proporciones cómodas y ya. Mi padre solía decir que, aunque toda su vida fue un "niño rico" nunca quiso que la gente lo viera de esa manera. Por lo que siempre oculto, esa parte de él.
A mí no me gustaba tampoco la idea, de que la gente me viera como un símbolo del dinero o el estatus que podrían tener si se juntaban conmigo, así que rara vez le decía a la gente que mi familia tenía dinero, hasta para aventar por la ventana.
Crucé la calle sin mirar a los lados, segura de que los autos no me iban a hacer nada, después de todo vivía en la "ciudad que nunca pasa nada escandaloso".
Pero entonces alguien llegó de la nada y me empujó, cayendo a un lado conmigo. Cuando la vi supe lo que había pasado. La chica a mi lado me había salvado de que un conductor imprudente me arrollará.
Cuando me pude recuperar de la conmoción, le pregunté sí estaba bien.
La chica se sacudió las palmas de las manos que se le había llenado de tierra y se sobo una rodilla, pero después de eso parecía estar bien, completa.
¡Qué bueno! Dije para mí.
No podría soportar que después que se había arriesgado por mí, le pasará algo malo.
—¿Segura qué estás bien? Podría llevarte a un hospital a que te revisen, ¡lo juro! —Le dije ayudándole a levantarse, la tomé del hombro y ella se agarró firmemente de mí.
Luego la chica recogió su mochila, la cual había aterrizado a un lado de nosotros y se había abierto, revelando algunas cosas que se habían esparcido por todas partes.
—Gracias. —Me dijo. Luego se giró para recoger sus cosas y meterlas de nuevo en la mochila.
—Déjame te ayudo —tomé lo que parecía ser una bolsa de plástico que llevaba una prenda rosa dentro, luego dos varitas con listones de colores y por último un par de zapatillas de ballet— ¿Eres bailarina?
—Gimnasta. —Dijo la chica tomando las cosas que le di para meterlas de nuevo en la mochila.
—¡Que increíble! A mí nunca se me ha dado ningún deporte —la chica frente a mi sonríe, arruga la nariz un poco y luego se encoge como si hubiese dicho algo malo— ¿La gimnasia se considera un deporte?
—Que yo sepa sí. —Dije emocionada. La chica solo se río de mi entusiasmo.
La gente se había juntado a nuestro alrededor para ver lo que había pasado. Me sentí en la obligación de decirles que estábamos bien.
—Estamos bien, ¿no?
La chica asintió y yo volví a asegurar lo mismo a los demás espectadores del suceso.
—Soy Rocío ¿y tú? —Y le ofrecí de nuevo mi mano para estrechar la suya.
—Olivia. —La chica respondió a mi gesto y estrecho mi mano de una manera suave y cálida.
—¿Vives muy lejos?
—Cruzando la plaza, detrás.
—Vaya eso no es nada, comparado con lo lejos que yo vivo.
—Yo vivo casi para terminar el centro de la ciudad.
—¿Qué haces tan lejos de tu casa? Querías suicidarte, ¿verdad? A mí no me engañas. —Dijo la chica riendo y tomando una actitud juguetona.
Las dos aun seguíamos en la calle, paradas sin hacer nada más y aunque no pasaban carros en ese momento, temía que lo que paso volviera a pasar si no nos movíamos pronto de aquí.
—¿Te importa si nos movemos?
—No, en absoluto. —Dijo la chica caminando a una banca cercana del parque y sentándose ahí, luego me hizo un espacio y seguí su ejemplo.
—¿Porque estabas tan distraída? Ni si quiera escuchaste al auto frenar.
—Estaba pensando en algo que me pasó ayer.
—Si quieres puedes contármelo, es bueno desahogarse, aunque sea con una completa extraña.
—Ayer mi novio me pidió que me case con él.
—¿Y eso es malo?
—No es malo, solo que desde que lo hizo me siento extraña, siento como un vacío se instaló, aquí. —Dije señalando mi estómago, más específicamente, la boca, donde normalmente se manifiesta la gastritis.
—¿Estás nerviosa?
—Es más que eso, no pude dormir en toda la noche por estar pensando en eso.
—Tal vez tienes miedo.
—No lo sé, quizás.
—No lo amas, ¿acaso?
—Sí, claro que sí, lo he amado desde la primera vez que lo vi, ¿Pero y sí estoy equivocándome? ¿Y sí no es nuestro tiempo? ¿Qué tal sí somos demasiado jóvenes para casarnos? Solo tenemos veintidós años.
—Bueno es difícil saberlo, pero antes se casaban más jóvenes y duraban toda una vida solo haciendo eso.
—Sí, pero antes las mujeres no tenían ni voz ni voto en la sociedad. —Dije algo exasperada. Me llevé las manos a la cabeza. No sabía que estaba pasando y porque de pronto me sentía tan insegura de todo.
—Ok, ya lo veo. —Dijo la chica muy segura, viendo al frente como si estuviera buscando a alguien.
A lo lejos, unos chicos iban saliendo de la cafetería de la ciudad, la única que había por aquí. La chica los siguió con la mirada, como cuando un halcón vigila a su presa.
—¿Ver qué?
—Tienes miedo de encasillarte porque te vas a casar, tienes miedo de no poder hacer nada como mujer o como profesionista.
—Es difícil tomar decisiones como esa, sobre todo cuando alguien te quiere comprometer, Dime ¿él no te respeta? ¿No te toma en cuenta en las decisiones de pareja?
—No, él siempre me pide me opinión y la respeta, somos una pareja sólida.
—Entonces no tienes nada de qué preocuparte, creo que lo que tienes que hacer es decirle esto a él y luego tomar una decisión en base a eso.
—Quizás, ¿tú qué harías en mi lugar?
—Puedo decírtelo, pero no quiero que eso afecte tú juicio, después de todo es tú vida y solo tú la puedes vivir.
La chica tenía razón, solo yo era dueña de mi destino, solo yo podía decidir qué era lo que quería.
Y si mi futuro esposo me amaba realmente respetaría lo que sea que yo decidiera.
—Gracias. —dije al fin.
—Por nada. —dijo ella aun siguiendo a la multitud de chicos que estaba riendo y jugando afuera de la cafetería aún.
—Deberías hablarle, sabes.
—No, no soy su tipo.
—Eso no lo sabrás hasta que te pongas en su línea de vista.
—No puedo darle lo que quiere.
—¿Y cómo sabes que es lo que quiere él?
—¿No es eso lo que todos los hombres quieren en algún punto de su vida?
—¿Y qué es eso?
—Casarse, tener hijos, yo no puedo dárselo, estoy enferma.
—Siento escuchar eso, ¿pero de que estás enferma?
—Es mi corazón, nací así, así que ya me acostumbré pero no me deja hacer grandes esfuerzos, por eso no puedo darle hijos a nadie, el médico dice que eso es algo que no es para mí, podría morir en el parto.
Y entonces el chico volteó a verla a ella, en cuanto la vio, ella desvió la mirada.
—Parece que alguien ya te ha visto.
—Eso no importa, no puedo darle a nadie lo que quiere.
—¿Y qué hay de lo que tú quieres?
—Yo quiero solo la gimnasia.
—¿Y eso no afecta tu corazón?
—Eso es lo que me mantiene viva, el médico dijo que debía ser una cosa por otra.
—Así que renuncias a tener hijos alguna vez por tener una carrera?
—Exacto.
—¿Y cuándo eso acabe?
—Acabaré yo también.
No hablamos por mucho más tiempo, la chica se tenía que ir. Me dio un último saludo y se fue.
Pero no me concentré en ella mientras se iba, sino en el chico que todo el tiempo la siguió con la mirada. Casi como si la estuviera cuidando de lejos.
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No la volví a ver después de eso, aunque traté de buscarla, quería decirle que tenía razón después de todo y que cuando hable con mi novio el acepto mis palabras y pospusimos la boda hasta que yo me sintiera un poco más segura, había encontrado al hombre de vida y quería que ella también lo encontrará.
La busqué por todas partes, hasta que un anuncio en el periódico de un obituario me dijo que le había pasado.
Leí el encabezado.
Amada hija, esposa, madre y miembro de nuestra comunidad fallece de un infarto fulminante al corazón, a los treinta y seis años. Sus familiares invitan a la comunidad a unírseles para velar su cuerpo en la capilla...
No seguí leyendo.
Me bastaba con saber que la chica había hecho lo que tanto miedo le daba, tuvo hijos y se casó con el amor de su vida. O por lo menos eso pensaba hasta que unos años después su hija entró a mi oficina para ser mi asistente.
Ella no hablaba mucho de su padre, pero cuando lo hizo, supe que Olivia no se había casado con el joven que quería en ese momento, lo que nunca supe es porque se había casado con ese otro hombre.
Así que comencé a investigar hasta saber todo, me topé con la madre de Olivia en la investigación, quien me contó la historia punto por punto.
Indagué un poco más y es cuando descubrí que fue porque él chico se había ido con otra. Espero por tanto tiempo que la oportunidad se la había llevado otra.
El problema fue que ella acababa de abandonar la gimnasia porque descubrió que estaba embarazada.
Y en lugar de quedarse con el padre de su hija se quedó con lo que la vida le puso enfrente para cubrir la mentira. Ella nunca quiso al hombre con el que se casó, pero aun así se esforzó cada segundo para hacer parecer que sí.
Años después volvió a encontrarse con el mismo hombre del pasado, y los eventos se repitieron quedando embarazada del mismo otra vez, después de todo él era el amor de su vida y ella el de él. Pero él ya tenía una vida hecha con familia y esposa, no iba a dejar todo eso por ella.
Ahí fue cuando descubrió que no podía seguir siguiendo a su corazón.
Como es la vida de injusta para algunas personas. Dejé de investigar cuando supe que su marido se había desesperado al no recibir el mismo amor de ella, así que lo había buscado en otra parte.
Terminando yéndose al final con la mujer que verdaderamente amo. Creí que esa era la verdadera razón por la que Olivia tuvo el infarto, creí que fue tanto el dolor de perder todo en la vida, todo por lo que había trabajado, una familia, una casa y el renunciar a su carrera que eso la había llevado al borde del acantilado.
Pero no, ella tuvo el ataque el mismo día que otro obituario fue publicado en el periódico local.
El del hombre que había amado toda su vida. Ahora no podía dejar que este secreto, que llevaba años guardando para proteger a Iris y a sus hermanas se muriera con ella.
Ella debía de saber.
Tenía que saber.
La verdadera razón por la que los de sus padres no había funcionado, la verdadera razón por la que su padre se fue.
Solo esperaba que no fuera demasiado tarde, para decírselo.
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