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Capítulo 30.


Aún sigo preguntándome...

¿Podrías enamorarte de una mujer cómo yo? — Little Mix.


Después de dormirnos un rato y de comer algo en el hotel, Rocío y yo nos dispusimos a salir a buscar vestidos que ponernos. Llamamos a la asistente que nos dijeron, su nombre era Valentina Díaz y trabajaba para la misma editorial como agente externa, es decir, hacia todo tipo de trabajos para ellos.

Y para nosotros sería nuestra asistente, chófer y guía de turista, durante nuestra estancia en la ciudad.

Cuando bajamos al vestíbulo, ahí estaba la chica esperándonos a los cuatro, al pie del cañón.

Solo que no era para nada lo que yo había esperado que sería. Esperaba a un mujer hecha y derecha, sobria, profesional y callada, alguien dedicada a su trabajo y quizás una mujer algo entrada en años. Pero la chica que tenía frente a mí, era una chica, una niña, tendría mi edad quizás, era pelirroja, de ojos verdes, un poco más alta que yo y era una auténtica belleza extranjera.

Llevaba casi la misma ropa relajada que yo, vaqueros azules, tenis converse, una chaqueta de tela verde, y una blusa sencilla de velo y suelta desde la cintura que tenía como logo a los Beatles.

—Hola, mi nombre es Valentina, tú debes ser la Señorita Herrera. —De cerca la pude ver aún mejor, la chica llevaba maquillaje, pero muy poco, no es como si lo necesitara tampoco, un poco de rímel, un poco de rubor y un labial rosado y listo.

Era una de esas chicas que entre menos se pusieran, se veían mejor.

Y después de mucho, caí en cuenta que la chica me estaba ofreciendo la mano. Le ofrecí la mía a cambio, tratando de recuperarme rápidamente y de disimular que no me había quedado con la boca abierta en cuanto la vi.

Aunque no fui la única, Raúl también aprecio su belleza.

—Iris, por favor. —Dije al fin. Por fin me pude acordar de que también hablaba— Ellos son mis amigos, Rocío, Raúl y el Detective Kieran.

—Es un gusto conocerlos —dijo la chica que seguía sonriéndonos a todos, con la sonrisa más sincera y brillante que jamás había visto en mi vida— si me siguen, el coche está afuera, esperándonos.

Los cuatro la seguimos de cerca y entramos en una camioneta del tipo que solo una persona absurdamente adinerada, podría pagar.

Raúl se acercó a mi lado y me susurro exactamente eso.

—¿Iris ya notaste que este auto cuesta más que toda nuestra ciudad?

—Que todo el estado, querrás decir. —Dije riendo disimuladamente.

Cuando me giré a la parte de atrás, Kieran nos observaba, justo como un halcón viendo a su presa de cerca.

Regresé mi vista de enfrente, para apreciar los lugares que estábamos recorriendo. Valentina, se había sentado en la parte del frente del auto, con él chófer e iba explicando un poco de la historia de la ciudad en donde ahora estábamos.

La Ciudad de México, era preciosa, eso lo sabía desde siempre.

La familia de mi abuela nació aquí, pero ella no los ha vuelto a ver desde que mi abuelo se trasladó a su ciudad de origen, y ella por supuesto, como toda mujer enamorada, se fue detrás del amor de su vida. Por lo que nunca regresó a sus raíces, así que el que yo estuviera aquí de nuevo, donde todo comenzó para mi familia, me hacía sentir inmensamente feliz y completa.

—Valentina, ¿dónde será el evento? —Dijo Rocío sacándome de mis pensamientos tan profundos.

A mi lado tenía a Rocío y detrás de mi estaban Raúl y Kieran en el auto.

En la radio del vehículo, Queen cantaba Killer Queen, uno de sus más grandes éxitos y mi canción favorita de ellos.

Y mientras ellas comentaban como estaría el evento, yo estaba perdida en la música, cantando todas las voces, haciendo la batería y las guitarras.

Cerré los ojos y dejé que la música me invadiera, cuando hubo terminado abrí los ojos y los rostros de todos me estaban mirando atentamente.

—Lo siento. —Fue todo lo que pude decir.

Ellos respondieron riendo y aplaudiendo. Y ahí recordé lo bien que se siente cuando te dejas llevar.


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Nunca ha sido fácil para mí el comprar ropa, Rocío sabe de eso, ella estuvo ahí durante el breve tiempo que duro esa inseguridad.

Por lo cual, siempre que venía a comprar ropa, lo hacía acompañada de alguien que supiera mi secreto.

Las cicatrices eran parte de, pero no eran toda la historia.

Todavía recuerdo como si hubiera sido ayer, la primera que me hice. Quiero aclarar que nunca fue para llamar la atención, en realidad me daba miedo que alguien las descubriera, por lo cual solía cubrir por completo esas zonas.

Nadie podía verlas y para cuando alguien lo supo ya todo estaba controlado.

Pero ahora, viéndome en el espejo, esa inseguridad estaba abriéndose paso para salir.

Me vi en el espejo y no vi a la mujer hermosa que sabía que era, solo veía las cicatrices, los defectos, lo que estaba mal, un poco de celulitis y de grasa en forma de los indeseables "gorditos" que siempre se forman en una mujer, de mi edad, estaban instalados en mis piernas, laterales de mi vientre y glúteos y por supuesto, sin olvidar que las cicatrices estaban en la cintura baja, en esquinas donde rara vez se veían. Pero estaban ahí, al final de cuentas.

No puedo decir exactamente dónde están, ni siquiera en mi mente porque me avergüenzo hasta la fecha de haberlas hecho.

No solo porque me hacen ver como una persona con demasiado dolor dentro de ella, sino porque muestran todo lo que aún no he superado. Luego en el costado izquierdo de mi cuerpo, en la piel que da hacia las costillas estaba lo que me recordaba todos los días lo fuerte que era por haber salido adelante sola.

Me hice este tatuaje hace dos años, tuve un momento de quiebre en el que nada me hacía recomponerme y aunque para todos parecía que todo estaba bien por fuera, no lo estaba por dentro.

Me había quebrado y no sabía cómo empezar a repararme, ahora comprendo que aún sigo ahí, solo que estaba en pausa, no avanzaba y no retrocedía.

Me estoy haciendo daño al pensar en ello, lo sé, pero tampoco sé cómo salir de esto.

Una voz en el probador me regresó a la realidad.

—¿Todo está bien ahí dentro? —Dijo Valentina del otro lado. La chica me había dado un montón de vestidos como opciones para probarme y yo en lugar de estármelos poniendo, me había traumado de por vida con solo ver mi reflejo semi desnudo en el espejo.

Definitivamente, estaba loca.

Abrí la puerta del probador y la dejé entrar.

—Lo siento, sé que debía de probármelos, pero siento que ninguno me va a quedar bien.

—Mira te entiendo, también me siento tonta frente al espejo algunas veces.

—La verdad lo dudo. —Dije tratando de no sonar enojada con ella. Porque no lo estaba, estaba segura de eso, estaba molesta conmigo misma.

Además, estaba segura de que esa hermosa pelirroja se vería preciosa con lo que sea que se pusiera.

Y aunque no quería hacerlo, yo la odiaba por ello.

—Créeme, todas tenemos nuestras imperfecciones, eso es lo que nos hace perfectas ante los que nos aman.

No pude evitar pensar en Kieran. Estaba haciendo lo correcto al obligarlo a reconocer que él también me amaba. Me sentía muy tonta ahora, porque si él no me amaba ahora, estaría perdiendo mi tiempo por completo.

—Vamos, te ayudaré y verás lo hermosa que estarás con todos y cada uno de ellos.

—No te creo eso, pero haré lo que pueda.

Otro toqué en la puerta me hizo saltar.

—¿Todo está bien ahí adentro chicas? —Dijo la voz de Kieran del otro lado de la puerta.

—Sí, pero necesitamos la opinión de un experto en damas. —Respondió Valentina de mi lado.

—¿Quieres que vaya a buscar uno? —Dijo Kieran riendo un poco. ¡Oh dios! No lo había escuchado reír en tanto tiempo. Y su risa, era como una droga para mí, si él estaba feliz, eso significaba que yo también podía estarlo.

—No, pero quiero que me digas que opinas de esto. —Dijo ella al mismo tiempo que abría la puerta para revelar el vestido número uno a Kieran.

Llevaba puesto un vestido negro, hecho completamente de lentejuela. Pero lo mejor era el escote, en v, que aterrizaba justo donde mis pechos se veían un poco, pero no demasiado y en la parte de abajo llevaba una pequeña abertura que llegaba hasta el muslo, pero no mostraba demasiado.

Era perfecto, sobre todo por la cara que había causado en Kieran. Eso me devolvió la confianza en mí misma.

Dicen que encontrar el vestido perfecto lleva tiempo, ¿pero qué probabilidades hay de que el primero sea el elegido?

—No sé tú, pero creo que este es tu vestido —dijo Valentina a mi lado— ¿tú qué opinas novio?

—Él no es mi novio. —Dije rápidamente aun viendo como el hombre no se movía frente a mí, solo me miraba de arriba abajo y luego directamente a los ojos. Levanté un poco la barbilla en señal de victoria.

—No necesito ser tu novio para decirte lo sexy que te ves con ese vestido. —Dijo él dándose después la media vuelta para irse en dirección a la ropa de hombres.

—¡Oh Dios, chica! Tal vez no sea tu novio, pero ese chico ya hace mucho que cayó en tus redes. —Dijo Valentina ayudándome a meterme en el vestidor para quitarme el vestido.

—Ese es el plan. —Le dije riendo.

—Dime una cosa.

—¿Sí?

—¿Porque no son novios?

—Es más fácil explicarte porque la humanidad es tan estúpida, chica. —Dije riendo.

En ese momento llego Rocío para enseñarnos su vestido y el resto de la tarde nos la pasamos, comprando maquillaje y todo lo que fuéramos a necesitar para la gala.

—¿Así que esa fiesta es muy importante? —Le dije a Valentina más tarde ya en la habitación. Ella se había quedado con nosotros un rato más tarde, para asegurarse de que todo estuviera más que listo para cumplir con el itinerario del viaje.

Los chicos apenas y se habían probado cosas, solo un traje sencillo, camisa blanca, corbata negra, zapatos, pantalón negro y ya. Fue todo lo que se llevaban, pero nosotras llevábamos bolsas y bolsas de cosas que no estaba segura si necesitaríamos, pero como Valentina dijo, todo lo estaban pagando para mí en la editorial así que había que aprovechar.

Así que no debía de rechazar lo que me estaban dando exclusivamente para mí.

—No sé cómo nos vamos a llevar todo esto, no creo que quepa en nuestras maletas.

—No te preocupes por eso, lo que no te puedas llevar lo puedo enviar después por Paqueteria y te aseguro que llega muy rápido.

Valentina y yo nos habíamos hecho aún más cercanas después de que salimos de la tienda.

Ella me había contado mucho de su persona y gracias a eso, las dos habíamos llegado a la conclusión de que teníamos más en común de lo que creíamos.

Las dos teníamos dos hermanas, éramos las medianas, a las dos nos gustaba mucho hacer ejercicio y las dos queríamos ser escritoras.

—¿Iris te puedo hacer una pregunta?

—Sí, dime, lo que sea.

—¿Qué pasa entre tú y Raúl?

—¿Quieres la verdad?

—La apreciaría mucho.

—Nada pasa entre nosotros, nos conocemos de toda una vida, fuimos novios hace años, luego lo volvimos a intentar hace algún tiempo y casi nos casamos por las razones equivocadas, pero al final siempre llegábamos a la conclusión de que no estábamos hecho el uno para el otro.

—¿Puedo saber cuáles fueron las razones?

—Me embaracé muy joven pero no se logró, solo no era el tiempo de los dos.

—Lo siento, debió ser muy difícil para los dos.

—La verdad, nos destruyó por completo, pero te lo repito, sirvió para darnos cuenta de que no estamos hechos el uno para el otro.

—¿De verdad lo crees?

—No —le dije. Luego agregué algo más— estoy segura, mi corazón le pertenece a Kieran, desde que lo vi.

—Gracias. —Dijo la chica respirando aliviada.

—Solo espero que su corazón también me pertenezca algún día.

—Lo hace, pero déjame decirte que no puedes convencer a alguien de querer algo que no está seguro de querer.

—Pero puedo intentarlo, ¿no?

—Solo sí sabes que es tuyo, y por cierto, lo es.

Esa noche me fui a la cama con esa pregunta en mi cabeza, yo soy de él, ¿pero él será mío?


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La reunión comenzaba a las diez de la mañana en punto en las oficinas centrales de la editorial, a ella me acompañaría solo Rocío y Kieran. Raúl se había quedado en el hotel y Valentina me había dicho que haría todo lo posible por mantenerlo ocupado y feliz.

Y estaba más que segura, de que, si alguien podía conquistar a Raúl y su terco corazón, era ella.

Estaba más que nerviosa, estaba casi temblando, sobre todo porque me había salido del hotel sin ninguna chamarra abrigadora y afuera la temperatura había descendido desde ayer.

Ayer todo era sol y calidez y hoy el cielo estaba nublado y el aire afuera que corría era helado.

Me aferré a mi propio calor y me pasé las manos por los brazos para calentarme en cuanto subimos al auto que la compañía nos había mandado.

A mi lado, esta vez se sentó Kieran quien al notar lo que hacía se quitó su chaqueta de cuero negro de siempre y me la pasó. Me quedaba algo grande, pero estaba agradecida del calor que me daba.

—¿Estás nerviosa? —Me dijo acercándose un poco más a mí.

—Me muero de nervios. —Dije metiendo los brazos en la chaqueta para calentarme.

—Señor podría encender la calefacción. —Dijo Kieran al chófer de la camioneta. Era el mismo de ayer.

—Claro, Señor. —Dijo el hombre oprimió un botón y el aire caliente comenzó a salir

—Gracias, no tenías por qué hacerlo.

—Es mi deber, cuidarte.

—Porque soy tu trabajo. —Dije tratando de no sonar enojada. Aunque ese hecho me hacía enojar.

—Porque no eres mi trabajo. —Dijo él mirándome fijamente, de frente.

—¿Entonces que soy? —Dije mirándolo de frente, como el me miraba a mí.

Pero justo en ese momento llegamos a la editorial y ya no hubo tiempo de saber más.

Entramos en el edificio y un chico joven de nombre Rafael ya nos estaba esperando para escoltarnos hasta el lugar de la junta.


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—Señorita Herrera es un gusto conocerla. —Me dijo un hombre acercándose a mí.

Era un hombre normal de traje, sobrio, alto, muy alto, ojos cafés muy oscuros y de apretón firme.

—El gusto es mío, Señor.

—Señor no, me llamo Ernesto Valverde, soy el presidente de la Editorial Valverde.

—Oh... —Fue todo lo que salió de mi boca. Mire a Rocío, en busca de ayuda. Ella me entendió a la perfección.

—Es un gusto conocerlo, señor Valverde, soy Rocío Vázquez Torres, la representante literaria de Iris.

—El gusto es mío, por favor pasen y siéntense.

En la mesa estaba un hombre y una mujer.

—Les presento a nuestra editora en jefe y a nuestro editor de la sección juvenil, ellos serán tus jefes inmediatos, en caso de que hoy se firme el contrato.

—Es un gusto conocerlos, también —giré hacia donde estaba Kieran y recordé que no lo había presentado—. Él es mi amigo Kieran.

Él sonrió al presentarlo y saludo a los presentes con la mano, después se sentó a mi lado y no se movió de ahí.

—Deberemos empezar entonces —dijo él dueño de la empresa. Ernesto— este es nuestro contrato, es el estándar por lo que es el mismo que se le ofrece a cualquier prospecto de autor de esta compañía, pero eso no quiere decir que no pueda ser modificable.

—Iris, con esto queremos decir que tú puedes leer el contrato y leerlo con detenimiento, te daremos tiempo aquí, pero necesitamos una respuesta hoy a más tardar. —Dijo la chica, que se había presentado como Sara, parecía amable, nada de qué preocuparse, o al menos eso esperaba.

—Por supuesto que lo vamos a leer, Sara, es lo correcto.

—Bien, se te ofrece un contrato por al menos cinco libros, puede ser una saga, libros individuales o conectados, tú eliges, no tendrás un límite de tiempo, pero esperamos que se entregue el primero antes de terminar el año.

—¿Antes de terminar el año? —Dije sobresaltada—. Pero si falta menos de un mes y medio para que termine, ¿no es eso muy pronto?

—Bueno sí. —Dijo ahora el otro chico en la habitación— Pero es porque como en tu caso, el libro ya está casi terminado, creemos que no te tomaría nada terminarlo de una vez por todas.

Pensándolo bien, eso no es una idea tan descabellada. Lo cierto es que el libro estaba más que terminado ya, pero aun había dejado algunos detalles que me gustaría revisar con detenimiento, hasta que quedara como debía.

—Pero eso se puede negociar, ¿no? —Dijo Rocío a mi lado.

—Podemos negociar casi todo, incluso el pago si te parece insuficiente, pero el pazo de salida del libro no.

Roció me miró algo preocupada, por lo que estaba en mi comprobar que podía arreglármelas sola. Como siempre.

—El libro está listo ya, solo me queda revisar algunos detalles y se los estaré enviando a fin de mes para que lo revisen ustedes.

—Nos complace mucho saber eso, Iris, sabía que no nos habíamos equivocado al elegirte. —Dijo la chica mirándome justo a los ojos, como si quisiera decirme que era lo correcto. Aun a pesar de que yo sabía, que lo era.

—En cuanto a lo del contrato, necesitaré tiempo para revisarlo, ¿qué tal el resto de día?, se los enviaré con mis especificaciones nuevas para esta misma tarde y por la noche en la gala puedo firmarlo si les parece.

Las tres personas en la habitación se miraron uno al otro y luego el dueño de la compañía dijo las palabras mágicas.

—Trato hecho.

Luego Kieran y Rocío me miraron como si supieran algo que yo no.

—Sabía que podías hacerlo mi niña. —Me susurro Rocío una vez que salimos del edificio.


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Cuando llegamos al hotel Valentina y Raúl nos recibieron riendo, se veían tan cómodos juntos, pero a la misma vez, tan bien.

—¡Felicidades! —Me dijo Valentina yendo hacia mí y envolviéndome en un gran abrazo cálido.

La chica sí que era increíble.

—Gracias, estaba súper nerviosa, pero al final lo hice bien.

—Sabía que lo ibas a hacer bien, ¡lo sabía! —Dijo la chica dando saltitos en el aire. Observé a Raúl y el chico se veía radiante al verla a ella.

Solo lo había visto así una vez, conmigo. Pero no me molestaba, solo quería que él fuera feliz.

—Estaba pensado si a ustedes les parece chicas, podemos arreglarnos juntas aquí para la gala.

Rocío y yo nos miramos y sonreímos al mismo tiempo.

—Por supuesto. —Dije de lo más contenta.

—Que bien, porque de todas maneras ya lo había organizado todo. —Y era muy lista también— Tengo a los maquillistas confirmados, los peinadores y nuestros vestidos están listos en sus habitaciones.

Y eficiente. Vaya si esta chica lo tenía todo.

—Solo va a faltar comer algo, porque la cena será algo tarde —dijo Valentina

—Bueno entonces supongo que eso es nuestro problema, debemos encontrar algo que comer en este tiempo. —Dijo Rocío.

—Pero si aún queda mucho tiempo para prepararnos. —Dijo Raúl aun al lado de Valentina. Estaba sonriendo aun, se le notaba la felicidad que le emanaba por todos sus poros.

—¿Valentina conoces buenos restaurantes?

—Por favor, estás en la ciudad de México, la meca de la cultura gastronómica del mundo, aquí puedes encontrar de todo.

—¿Entonces te importaría llevarnos a probar los mejores tacos de aquí?

—¿Porque Tacos? —Dijo Kieran a mi lado. No había hablado desde que llegamos al hotel por lo que escuchar su voz fue toda una sorpresa, pero aún más lo fue darme cuenta de que estaba muy cerca de mí.

—¿Quieres alguna otra cosa? —Dije yo haciendo mi cabello a un lado, en señal de que estaba jugando. Esperaba que nadie lo tomara como un coqueteo.

—Que tal unas gorditas, tostadas, pozole, hay demasiadas cosas para elegir una sola... —Dijo Raúl.

—Acabas literalmente de hacer que mi estómago se despierte mi amigo. —Dijo Kieran detrás de mí.

Todos, incluida yo, todos nos quedamos en silencio y nuestros ojos saltaron al oír la expresión que Kieran había usado al referirse a Raúl.

Eso no lo vi venir, Raúl y Kieran siendo amigos. ¿Eso podría ser posible?

—¿Hizo el ruido que dice que tienes hambre? ¿O el qué dice que tienes una fiera ahí dentro? —Después de mucho Raúl se decidió a hablar, solo espere a que Kieran le respondiera de una manera cómica y no sarcásticamente.

—Ambos. —Dijo Kieran volviendo a ser el hombre callado y reprimido de siempre, pero como siempre asomando algo de su verdadera personalidad solo para el ojo entrenado.

Yo tomé su brazo y lo entrelacé con el mío. Quería que supiera que podía ser el mismo conmigo, tanto como yo lo iba a ser con él.

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