Capítulo 11.
Tú no tendrás estos besos gratis — Little Mix.
Más tarde me llegó un mensaje de Whatsapp de Diego preguntándome sí podría pasar al gimnasio aquella misma tarde. No dijo para qué, pero yo supuse que debería de ser para ayudar al chico que iba a apoyar ese año para que compitiera en artes marciales mixtas.
Hace un año me retiré, pese a todas las suplicas de Diego de que no lo hiciera, al final lo hice porque debía de seguir mi camino, y ahí no lo encontraría, no es como si quisiera vivir de eso, aunque sé que se puede, yo tenía que preocuparme por otras prioridades por el momento.
Así que entré a la oficina de mi vieja jefa buscando mi escondite secreto, era un cajón donde había guardado un segundo cambio de ropa para el gimnasio, en el caso de que lo fuera a necesitar.
Estuve a punto de encontrarlo, pero fui sorprendida por mi nuevo jefe, que en ese momento iba entrando a su oficina.
—¿Necesitas ayuda con algo?
—Prometo que no me estoy robando nada.
—Por alguna razón no te creo. —El hombre se echó a reír, fue entonces cuando me di cuenta de que estaba diciendo esto en el sentido de juego.
—Lo juro. —Dije mostrando lo que acababa de encontrar—. Ves, es solo ropa del gimnasio, Rocío me dejaba guardarla aquí porque mi escritorio no es lo suficientemente amplio para eso.
—¿Para que necesitas un cambio de ropa aquí?
—Para ir al gimnasio, no ves que es ropa de gimnasio.
—Lo puedo ver ahora, pero porque guardarla aquí, ¿en mi oficina?
—Ya se lo expliqué. —Lo cierto es que no esperaba que mi jefa se fuera algún día de aquí, por eso es que la ropa se había quedado guardada precisamente ahí.
—No, me dijiste porque la guardaste aquí, pero porque necesitas tenerla aquí.
—Porque si se me ensucia uno, siempre puedo recurrir a este.
—¿Porque vas si quiera al gimnasio? No creo que lo necesites.
—No es que lo necesité, es que me gusta hacerlo. Punto.
—Está bien.
—Bien. —Dije alejándome de ahí y llevándome mi ropa entre mis manos. Esperaba que lo dejara ahí, que ya no quisiera seguir sabiendo algo más de mí, pero el hombre agregó algo más, aun cuando yo ya no quería hablar más con él.
—Lo puedes guardar aquí, siempre que quieras. —Escuché detrás de mí.
—No es necesario —le dije gritándole de regreso— solo pediré que me laven este cambio en el gimnasio.
—No creo eso funcione de esa manera.
—En mi gimnasio, sí.
—¿Cuál es tu gimnasio?
—Buen truco Darth, no te lo diré.
—¿Porque no?
—Porque eso es demasiado privado.
—Para mí, eso no es problema.
—Para mí sí. —Dije y mientras tomaba mis cosas, apagué mi computadora y me fui.
Él no tenía por qué saber nada más mío, ya tenía suficiente con saber dónde vivía, pero saber dónde está mi gimnasio era otra cosa, ese era mi escape, nadie tenía porque saberlo.
Nunca.
<<>>
Estuve una hora y media dándole golpes furiosos al saco, mientras escuchaba música apasionada e intensa, en esta ocasión puse en repetición Survivor en cover de 2WEI.
Sentía las letras como mías, con cada golpe que daba, sentía como mi cuerpo irradiaba adrenalina. Sentía como me repetía una y otra vez que yo era una sobreviviente.
La música se repetía, la melodía estallaba y hacia vibrar todo mi cuerpo, hasta los vellos de mis brazos se erizaban por la fuerza del bajo, los tambores y la guitarra, las voces de las chicas que cantaban y los instrumentos de viento, los violines y demás.
Sentí un leve toque en mi hombro e instintivamente solté un golpe.
No lo pude evitar, era la costumbre, además estaba al tope de adrenalina con esta clase de ejercicio, no era como si pudiera evitar lo que ocurrió después.
Ahí frente a mí, tenía a mi jefe. Me quité mis audífonos y lo encaré.
—¿Qué demonios haces tú aquí?
—¿Disculpa? Tú fuiste la que me golpeó en la cara. —Dijo él tocándose la mejilla derecha. Me dio risa de solo verlo, este chico frente a mí no duraría ni un segundo en el cuadrilátero.
—Primero ¿qué haces aquí?
—Estaba buscando un gimnasio donde entrenar y este parece muy bueno.
—Aja y no viniste aquí a espiarme. ¿De casualidad?
—Para nada. —Dijo tocándose la mejilla.
—Bien, pues la recepción está en la puerta, esta es una sala privada y reservada, así que haz el favor de salir.
—¿No me vas a dar nada para el moretón que me causaste? ¿Ni siquiera una disculpa? —El hombre estalló en risillas nerviosas.
—Cariño, no me hagas ponerte la otra mejilla igual. —Le dije mientras me reía.
—No creo que puedas. —Dijo dándose la vuelta para irse. Pero fue detenido por Diego, quien convenientemente había llegado a mi rescate.
Gracias a Dios, no sé qué tiene este hombre que a veces hace que se me pongan los nervios de punta.
—Oh créeme ella podría patearle el trasero a quien quisiera, sin duda alguna —dijo Diego que justo iba llegando— En realidad ella podría hacer pedazos a cualquiera, lo que me recuerda... ¿estás lista entrenadora?
—¿Entrenadora? —Dijo Leonardo realmente en shock.
—Sí, solo déjame llevar mis cosas.
—Yo las llevo por ti, campeona. —Dijo él tomando mi bolsa y colgándosela al hombro yo mi termo.
Habiendo salido de ahí, decidí aclarar las cosas con Diego.
—Ni se te ocurra darle la membrecía a ese.
—¿Porque?
—Porque es mi jefe y no lo quiero metiéndose en mi vida privada.
—Considéralo hecho —Diego siempre me ha apoyado en lo que yo decida y si yo digo que no quiero a nadie aquí, él lo hace, sin duda, sin preguntar mucho—. Está interesado en ti, ¿verdad?
—Sí, pero no de una buena manera.
—Entonces nunca entrará de nuevo aquí, lo prometo. —Dijo abriéndome la puerta de la sala que daba a los cuadriláteros para comenzar.
—Gracias. —Dije antes de entrar. Era una suerte poder estar en un lugar así, porque para esta sala necesitabas de un código especial para acceder.
—Vamos niño, que es hora de entrenar en serio, esta vez... —le dije al chico en cuánto entramos.
Me puse los guantes de boxeo y empezamos.
<<>>
En la noche me disponía a irme a dormir cuando recibí una llamada de un número desconocido. Dude dos segundos si debía o no responder y entonces me entro la curiosidad por saber si sería algo importante y conteste.
—¿Hola?
—¿Iris?
—Sí, ¿quién habla?
—Leonardo, tú jefe... —Se me detuvó el corazón al oír solo su nombre. Traté de reaccionar lo más rápido posible, pero no pude, me tomó al menos una docena de segundos responder algo coherente, pero él me ganó, como siempre— ¿Aún estás ahí?
—Sí, ¿qué necesita?
—Solo quería disculparme por lo de hace rato, no debí de haberte seguido a tu gimnasio.
—Así que, si me seguiste, interesante, continúa.
—Lo siento, en serio.
—Mire sí cree que yo me voy a disculpar por el puñetazo que le di, no lo haré porque en realidad, creo que se lo tiene bien merecido por meterse donde no lo llaman.
—Lo sé, lo sé, fue estúpido de mi parte y sé que no debí de hacerlo y de meterme, pero...
—Pero ¿qué?
—Pero solo quería conocerte mejor, saber más de ti, saber...
—Escuché esto... porque solo lo diré una sola vez, soy su empleada, no su amiga, ni mucho menos su conquista, soy buena persona, pero ya escucho al dueño del gimnasio, sí me provoca va a tener algo más que un ojo morado, así que buenas noches jefe, lo veré el lunes en el trabajo.
Solo colgué.
Bien que se lo tenía merecido, era más que un idiota integral si creía que me iba a convencer con sus atenciones.
Las personas creen que, porque no soy muy expresiva algunas veces, es porque me estoy haciendo la interesante, no es así, solo no quiero a nadie metido en mi vida privada, nunca, de ser posible.
Me puse los audífonos y dejé que la música de Little Mix con Freak, me llenara el alma.
Tú no tendrás estos besos gratis.
<<>>
Al día siguiente salí a correr, necesitaba despejar mi mente, tenía demasiado en que pensar, tenía que sacarme estás marañas de mi vida y mi corazón, las cuales últimamente solo hacían que perdiera el tiempo pensando en cosas absurdas.
Y aún tenía esa canción y la situación en mi cabeza, girando una y otra vez.
Y no quería, eso era todo, en mi vida nunca me ha gustado que figuren demasiado las emociones o por lo menos no las que no puedo controlar.
Pero ese hombre, cada que preguntaba algo de mí, cada que quería saber algo de mí, me ponía los pelos de punta, sentía que él estaba empeñado en verme como una damisela en apuros.
Y yo no lo era, jamás lo sería, no necesitaba a nadie más que a mí misma para ser feliz, era fuerte, inteligente, hermosa e independiente, no necesitaba de ningún hombre que intentara salvarme cuando podía hacerlo yo sola.
Y ahora escuchando Thunderstruck de AC/DC me lo recordé a mí misma.
Y después de eso, simplemente no volví a ser la misma. Volví a casa como una mujer mejor, fuerte, decidida y determinada, que es lo que siempre había sido.
<<>>
No volví a ver a mi querido jefe hasta el lunes por la mañana cuando al pasar por delante de mí, apenas y me dirigió la palabra
—Buenos días, Iris.
—Buenos días, jefe.
Eso fue todo, no me miró, no me preguntó nada más. Aunque pareciera que tuviera ganas, solo dijo eso y paso de largó a su oficina sin verme mucho.
Y por mí estaba muy bien, pero para los demás era lo peor que había pasado desde que nuestro jefe de jefes decidió quitar las máquinas expendedoras de todos los pisos porque dijo que nos estábamos "pasando de peso", eso duró apenas dos semanas antes de que los "pasados de peso" se pusieran en huelga y dejaran de trabajar hasta que no se les devolvieran sus máquinas.
¿Y es qué en donde más compraría mis frituras diarias?
Sobra decir que la revuelta la encabecé yo, ¿verdad?
Así que, aunque me gustaba mucho como era yo y mi nueva situación con mi jefe, a los demás no les gustaba tanto, y es que después de ver como el "jefe" de mi departamento había sido grosero como una persona solo porque había sacado mal un juego de copias, decidí que quizás mi "puesta en su lugar" del otro día había afectado también a los otros miembros de la oficina, por lo que tomé las cosas en mis manos.
No deliberé esta vez, solo toqué la puerta y entré, el hombre joven estaba sentado cómodamente en su silla y capturaba algo con mucha atención en la pantalla.
—Jefe...
—¿Sí? —Dijo el joven levantando el rostro para apreciarme mejor.
—Sigue en pie lo del "convivio". —Hice énfasis en la palabra convivio porque quería darle aún más importancia de la que realmente tenia.
—No lo sé, creo que es meterse demasiado en las vidas de mis empleados.
El hombre regresó sin más a su computador. Y yo me enoje aún más, ¿cómo era posible que ahora mismo el me hiciera eso? ¿Y a los demás qué ya contaban con el plan para este fin de semana? No, claro que no, sí el hombre siempre puede comportarse como un idiota cuando le hieren el ego, pero la mujer nunca.
—Oh no, no y no... —Le dije tratando de captar su atención con mis primeras palabras, si era todo lo que él iba decir, ahora tendría que escucharme a mí— No le va a hacer esto a todos, no y no.
—Iris, ¿pero de qué estás hablando ahora?
—¡No los va a tratar como mierda! Estás personas no son solo su personal, son familias, amigos, compañeros de trabajo, son gente que trabaja diariamente para que su "negocio familiar" salga a floté, ¿qué cree que no sé qué la editorial está en crisis desde algunos meses? Pues bien, estas personas se desvelan y trabajan incansablemente por ello, por lo que se merecen ser premiadas por lo menos una vez al año en una cómoda reunión informal, ¡y no se las va anegar solo porque yo no quise ser su conquista! ¿Me escuchó?
No había regañado así a alguien en algún tiempo, pero lo extrañaba tanto. No me espere su reacción, solo salí hecha una furia, tomé mi bolsa y me fui directo al elevador para tomarme una comida anticipada.
Llegué al primer piso y lo primero que hice fue quejarme con mi mejor amiga.
—¡Es un idiota!
—¿Quién? —Me dijo Maggie mientras acercaba una silla para que yo me sentará.
—¡El hermano de tú jefe!
—Claro que no, ¿sabes qué está muy emocionado con lo de la reunión del sábado en su casa?
—¿Pero de que hablas tú? Sí a mí hace un momento me ha dicho que la va a cancelar.
—Pues eso sí que es raro, porque hace dos segundos he recibido un correo de él mismo pidiendo que se confirmara a los asistentes de la reunión para hacer un estimado de la comida.
—¿Qué?
—Eso no es cierto, no puede ser cierto. —No puede.
—Sí, mira. —Dijo girando el monitor para mostrarme el correo enviado hace tan solo unos minutos.
—¡Bastardo cabrón! —Dije gritando.
—¡Basta Iris! Te van a escuchar y me regañaran de nuevo por tú culpa.
—Es que no puede ser, sencillamente no puede ser, ¡sabes estoy harta de los hombres que tienes que regañar como si fueran niños para que entiendan!
—¿De qué hablas ahora?
—Lo regañe. —Confesé resignada.
—¿Regañaste a tú jefe? —Dijo ella ahora gritando.
—Sí —dije sintiéndome torpe y avergonzada.
—Eso estuvo mal, ¿lo sabes?
—Sí, pero es que estoy harta de su comportamiento errático.
—¿A qué te refieres?
—Ayer me siguió a un lugar y me lo he estado encontrando por todos lados, además fue a mi casa y...
—¿Qué fue a dónde?
—A mi casa.
—¿Porque no me habías dicho eso?
—Porque no le di importancia hasta ayer que me siguió al gimnasio.
—No habías ido al gimnasio en un año, ¿qué paso?
—No es lugar para hablar de eso, ¿sí? —Dije levantándome de mi asiento y tomando mis cosas, decidida a irme— vas a salir a comer ¿o no?
—Vamos. —Dijo la chica apagando su computadora y tomando su bolsa.
En mi mente otro recuerdo se reprodujo en cuanto salimos de ahí y hasta casi llegar al restaurante.
<<>>
—¡No puedes hacerme esto!
—Claro que puedo.
—Prometiste que estaríamos juntos, siempre, que nos casaríamos algún día, tenemos planes —dijo él tomando mis manos con las suyas.
—Cambie de opinión, es más que obvio que no vamos por el mismo camino, tú quieres todo ahora y yo lo quiero después.
—Ves, ambos lo seguimos queriendo, solo que, a destiempo, prometo que te esperaré por ti, esperaré a que estés lista, lo prometo.
Pero yo sabía que eso no era cierto, sabía que no sería así.
Jamás volvería a estar lista para eso.
Al menos no con él, por eso sabía que esta separación seria todo para nosotros.
—No, puedo, lo que paso ya fue demasiado, ni siquiera puedo mirarte a veces sin querer echarme a llorar y no creo que nunca quiera pasar por eso de nuevo, además los médicos dijeron que podría volver a pasar si quedaba de nuevo embarazada —dije mientras me soltaba de él— no puedo, no volveré a pasar por eso, no tendré hijos nunca más.
—Yo puedo hacer eso, está bien, seremos tú y yo siempre.
—No, no puedo hacerte eso, tú quieres una familia, quieres una casa, una camioneta, el paquete completo y yo no puedo dártelo.
Esto pasó la siguiente vez que Raúl y yo decidimos intentarlo, fue solo un año después de que terminamos, pensamos que podríamos ser felices, que podríamos tenerlo todo, como él quería en un principio, tener la casa ahora, el trabajo, la vida juntos, hijos. Hasta que quedé embarazada, pensé que era perfecto, porque ambos lo queríamos, pero el destino es cruel con los que presumen demasiado de su felicidad.
Nos lo quitó, solo una semana después de enterarnos de su existencia.
Y para mí, eso fue todo, no pude más, no pude hacerle más esto a Raúl, lo dejé en libertad para que obtuviera lo que tanto quería con otra que síes que pudiera dárselo.
Se lo debía, por todo el tiempo que le hice perder. A él y a mí.
Y por mi parte aprendí a vivir con ello, fui a terapia, lo superé, pero la herida de vez en cuando resurge.
<<>>
—¿Porque no te das una oportunidad con él? Es obvio que le interesas.
—Porque a mí, él no.
—Pero... —Dijo Maggie, la interrumpí porque lo que sugería era imposible
—Pero nada, ese hombre es como todos, te conquista con simples y banales detalles, flores y chocolates y quiere estar todo el día sobre ti, quiere involucrarse en cada detalle de tu vida presente, pasada y futura, quiere que siempre estés con él, quiero protegerte de todo, hasta de ti misma y yo no quiero eso.
—¿Qué hay de malo en eso? Todas queremos eso. —Dijo ella acomodando su comida en la pequeña mesa, de aquel restaurante a donde siempre íbamos a comer, solo las dos.
—Yo no.
—¿Porque no?
—Porque no soy así, porque es tan difícil para los demás ver a una mujer fuerte e impediente, ¿sola y bien por su cuenta?
—Le preguntas a la persona equivocada amiga —tenía razón Maggie había pasado los últimos cinco años enamorada del mismo hombre, del mismo que nunca le hacía caso, del mismo al que todos los días le tenía que contestar las llamadas, hacer favores personales e incluso un par para sus novias, sí, Maggie estaba enamorada de Lorenzo, su jefe.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro