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4. Mamá

12 años antes

―¡Eh, Eric, piensa rápido!

Una pelota de béisbol se acercaba a toda velocidad en su dirección y Eric, viéndola venir por el rabillo del ojo, se movió a un lado para que esta no le diera directo en la cara. La pelota rebasó el banco donde él se encontraba formando una parábola y estrellándose finalmente contra el suelo.

Eric no se fijó más en ella, volvió su vista al libro que tenía entre las manos y continuó con su lectura.

―¿Por qué eres tan aburrido? ―Escuchó unos pasos acercarse a él y levantó la vista para ver al chico que ahora le hacía sombra. Santiago lo miró con reproche mientras recogía la pelota del suelo.

―Estoy estudiando, Santiago. Además, te he dicho que no me gustan los deportes ―dijo él tranquilamente. No le gustaba que se lo dijeran en ese tono estúpido y de burla que usaban algunos chicos de su edad, pero en el fondo Eric sabía que era el niño nerd, y estaba bien con eso. Prefería las matemáticas por encima del futbol y prefería ver caricaturas en lugar de estar corriendo por ahí como si sudar fuera divertido.

Santiago se sentó a su lado, suspirando, su cabello castaño se le pegaba a las sienes debido al sudor y sus mejillas estaban coloreadas de rojo. Era uno de sus compañeros de cuarto, el primer amigo que había hecho en el orfanato. Y era todo lo contrario a él.

Santiago sonrió.

―¿Para qué estás estudiando? ¿Tenemos examen y no me enteré?

―Quiero estar preparado para cuando salga de aquí ―Eric cerró el libro y miró a su amigo―. Tú deberías hacer lo mismo. Ya no somos unos niños.

―Exactamente ―Santiago lanzó la pelota al aire y la atajó, repitiendo el movimiento varias veces―. No somos unos niños. Nadie adopta adolescentes, Eric. Tenemos doce, creo que debemos hacernos la idea de que saldremos de aquí cuando cumplamos la mayoría de edad.

Eric asintió.

―Bueno, de cualquier manera vamos a salir. Y no vamos a enfrentar el mundo si somos unos analfabetas ―cerró el libro y le dio un golpe con este a su amigo en el costado―. Estudia.

―Naaah ―Santiago se levantó―. Te dejaré solo para que sigas en lo tuyo. Probablemente Gloria te regale una estrellita brillante si terminas todo a tiempo ―se burló.

―Jódete ―Eric soltó una risa y Santiago se alejó riéndose.

El chico dejó el libro en el piso y se acostó sobre la banca. Le gustaba estar en el patio del orfanato, podía ver el cielo e imaginarse fuera de allí. Con una familia, cosas propias, y la dicha de conocer el mundo. No es que la pasara mal, tenía gente a la que le importaba, pero a veces deseaba mucho más que esa vida que le había tocado. Y eso, en parte, lo hacía sentir un poco malagradecido y egoísta. Pero cada vez que ese pensamiento se colaba en su mente, la voz de Gloria resonaba en su cabeza, haciéndolo regañarse a sí mismo.

‹‹Tu única prioridad eres tú. No eres egoísta por eso. Y no está mal querer buscar lo mejor para ti. Así que debes prometerme que vas a luchar por lo que quieres.››

Le había dicho esas palabras ya hacía mucho tiempo, pero Eric siempre las recordaba cuando sentía que no valía la pena nada de lo que estaba haciendo. Que se pudriría en ese orfanato hasta que le tocara salir y buscarse la vida.

Pues él iba a hacerlo. Iba a buscar la manera de encontrar lo mejor para él. No importaba si tenía que esperar a los dieciocho. No importaba si nadie lo adoptaba. Estaba bien con eso.

🌈🌈🌈

La mayoría de personas en el orfanato podían notar que Gloria tenía un trato especial con Eric, que lo prefería más que a cualquier otro niño que hubiera recibido. Pero es que ningún otro niño había sido como él, la historia de Eric le había estrujado el corazón por completo, y ella, desde el principio, quiso ayudarlo a recomponer todas esas piezas rotas que tenía en su interior. Aquel niño que había llegado ahí por causa de maltrato infantil, con tantos golpes que era imposible ver bien sus rasgos, le había dejado el alma hecha trizas; pero lo peor fue ver que el daño no solo había sido físico, Eric estaba descompuesto psicológica y emocionalmente.

Pero al ser un niño, Gloria había conseguido la manera de que todas esas heridas emocionales fueran sanando poco a poco, puesto a que era más fácil con un niño que con una persona adulta. Pero que fuera más sencillo no lo hacía menos doloroso. Eric no hablaba con nadie más que con ella los maltratos que había sufrido de parte de su madre, habían tenido que atravesar muchas sesiones y mucho tiempo para que él se diera cuenta de que eso no había sido su culpa. De que él no era un mal niño. Y ella lo había visto dar cada paso necesario para que recuperara la confianza en sí mismo, y estaba feliz del joven en el que aquel niño maltratado se estaba convirtiendo.

Eric era inteligente, bondadoso, brillante y muy maduro para la edad que tenía, y esto último, a Gloria no le agradaba del todo, a los trece años, se tiene el derecho de ser todo lo inmaduro que se quiera, pero entendía que dada las situaciones por las que había pasado, a Eric le era difícil divertirse como los demás chicos de su edad. Pero ella estaba segura que eso cambiaría con el tiempo. Esperaba que él desarrollara la capacidad de divertirse.

Desde el momento de su llegada, Gloria lo había cuidado como si fuera suyo y en consecuencia, se había encariñado a tal punto de querer adoptarlo. A sus cincuenta años, no tenía hijos propios, nunca había podido concebir y debido a eso, ella y su esposo terminaron separándose hacía ya muchos años. Los problemas por no poder tener hijos fueron mayores que su relación y esta había terminado. Así que era una mujer sola, pero contaba con los recursos suficientes para poder adoptarlo. Solo tenía que hablarlo con él, y esperaba que él la quisiera como su mamá así como ella lo quería como a un hijo. Luego de eso, venía lo más difícil: poder obtener su custodia.

Estaba nerviosa, no sabía cómo planteárselo al muchacho, a pesar de que los últimos tres años ella siempre había estado para él, Eric podría pensar que ese era su trabajo. Y en definitiva lo era. Más de veinte años siendo psicóloga infantil habían hecho que Gloria conociera infinidad de historias y niños, y algunos con casos como Eric, pero se había conectado con él y quería ser su madre. Gloria no había elegido quererlo como hijo, más bien Eric la había elegido a ella.

La mujer iba caminando por los pasillos del orfanato, se quitaba una y otra vez los anillos que traía en sus dedos, volviéndoselos a colocar, en momentos como esos, sentía que apretaban demasiado, aunque era más un gesto de nerviosismo. Estaba ansiosa y nerviosa. Sabía que lidiar con un adolescente no sería fácil, con todo y que ese adolescente fuese Eric, temía que él no la quisiera, temía que le diera vergüenza tenerla como madre adoptiva.

Reconoció a Santiago a lo lejos, venía lleno de sudor y con las mejillas enrojecidas por el sol.

―¡Santi, hola! ―lo llamó Gloria y el chico la miró a la distancia, acercándose a ella en trote.

―¿Qué hay, Gloria? ―Santi se secó la frente con el dorso de la mano.

―¿Has visto a Eric? No lo he visto en todo el día.

El chico asintió.

―Está en el jardín, en uno de los bancos estudiando. Ya sabes cómo es.

―Gracias, Santi ―ella le sonrió.

Santiago asintió y se fue trotando justo cómo había llegado. Ese chico amaba los deportes, Gloria esperaba que algún día pudiera vivir de eso que tanto le apasionaba.

Encontró a Eric recostado en un banco mirando el cielo, tenía las manos entrelazadas encima de su estómago y los ojos entornados. Antes de que ella pudiera decir algo, Eric volteó a verla.

―Hola, Gloria ―saludó.

Ella le sonrió, sentándose en el banco de al lado.

―¿Cómo estás, Eric?

―Pensando ―el muchacho se incorporó y el cabello castaño le cayó en la cara, Eric no se cortaba el cabello a menudo, así que la mayoría del tiempo solía llevarlo largo, no la miró directamente, miraba más allá de ella. Subió las rodillas y las abrazó contra su pecho.

―¿En qué piensas?

―Pues... ―la miró por fin―. En que a veces me siento egoísta por querer salir de aquí. Comparado con muchos de aquí, solo llevo tres años, algunos llevan toda su vida, y yo casi nada y aun así... me gustaría salir, Gloria. Y tratar de llevar una vida normal.

Era curioso que Eric estuviera llevando la conversación hacia un tema que ella precisamente quería plantearle.

―¿Piensas que no llevas una vida normal?

―Nunca la he llevado, de hecho. Digo, no es muy normal que tu mamá te pegue hasta sangrar. Lo cual es gracioso porque, hace tres años, pensé que lo era. Gracias a ti ahora sé que no lo es.

―Eric... ―Gloria abrió los ojos con sorpresa, sin embargo, él sonrió restándole importancia a lo que había dicho.

―Lo que digo es, no queriendo sonar malagradecido, esta tampoco es una vida normal.

―Está bien ―ella asintió―, siempre te digo que sueñes tan grande como puedas y que no te quedes estancado. Está bien querer más, no eres malagradecido por eso. Tienes razón, tu vida no es normal, pero ¿qué es una vida normal? Lo normal es ordinario. Y depende de la percepción de quien la vive, lo que es habitual para ti no lo es para algunas personas. Y viceversa. Como dijiste, hace tres años pensabas que tu vida hasta ese momento era normal, lo cual por supuesto dista mucho de la realidad. Pero, mi niño, desear una vida normal es aburrido. Debes querer vivir una vida extraordinaria. No menos que eso.

Eric sonrió.

―Cuando pienso que estoy siendo demasiado ambicioso por querer una vida fuera de aquí, recuerdo tus lecciones. Creo que los psicólogos ven el mundo de una manera distinta. Pero no sé, Gloria, no quiero soñar demasiado alto y luego estrellarme. No siempre los sueños se cumplen.

―Bueno, eso es verdad. Pero no todo es soñar Eric, si quieres que algo suceda, tienes que trabajar por ello. Y yo sé que tú lo haces. Eres brillante, y por eso sé que todo eso que sueñas se hará realidad. Saldrás de aquí e irás por todo eso. ¿Me lo prometes?

Eric la miró, cambiando su semblante pensativo a uno de interrogación.

―¿Por qué parece que te despides?

Gloria se secó las manos en su pantalón de forma sutil, pasando las manos por encima de la tela como si la estuviera sacudiendo del polvo.

―Vine a buscarte porque hay algo que quiero decirte.

―¿Pasa algo malo?

―No, nada. Yo... ―la mujer inspiró aire y lo dejó salir lentamente―, he estado considerándolo mucho tiempo y, me gustaría adoptarte. Quiero saber si tú quieres ser mi hijo, porque yo quiero ser tu madre. Quiero genuinamente brindarte ese apoyo que necesitas para salir adelante. Solo si tú quieres.

Eric la miró fijamente durante un momento que ella sintió como una eternidad.

Él fue a hablar, pero su voz se quedó perdida en algún lado. El corazón de Eric latía demasiado rápido. De todas las cosas que Eric esperaba que ella dijera, esa no había sido una de ellas.

Gloria había sido su apoyo durante esos años en los que había estado en el orfanato, lo había ayudado a superar muchos traumas que no sabía que tenía, que era demasiado niño para considerar siquiera. Eric tenía más que cicatrices físicas, tenía cicatrices emocionales que le había costado superar y ella lo había ayudado en el camino. Sí, pero pensaba que lo había hecho porque era su trabajo. No porque lo quisiera como a un hijo. A veces, Eric no se sentía merecedor de amor, sabía que era por su madre biológica, e intentaba ahuyentar esos pensamientos a penas surgían. Sin embargo, realmente no esperaba eso.

―¿Lo dices en serio? ―habló por fin, tragando saliva. ― ¿No lo dices solo porque me tienes lástima? Porque a fin de cuentas es tu trabajo, es lo que haces y...

―Es en serio. No te escucho solo porque es mi trabajo, Eric. Desde que llegaste aquí, fue diferente. Necesitas un hogar y yo tengo las posibilidades de proporcionártelo, sé que lo ideal no es que tu madre tenga cincuenta años pero, prometo darte todo lo que esté a mi alcance para que logres vivir una vida extraordinaria.

Los ojos de Eric se cristalizaron y en consecuencia, los de Gloria también.

―Estaría muy bien ser adoptado. Pensé que no adoptaban adolescentes.

Gloria negó con la cabeza, riendo.

―Tienes trece a penas, se pondrá peor cuando tengas dieciséis. No tengo hijos pero he lidiado con muchos de esa edad y puedo hablar con base. Aun así, sigo queriendo adoptarte.

Eric asintió y se levantó para abrazarla.

―Me encantaría ser tu hijo, Gloria. Gracias.

La mujer respiró profundo cuando Eric la rodeó con los brazos y cerró los ojos, sintiendo una lágrima mojar su mejilla.

―Gracias a ti, por fin seré mamá.

Yo no quería ser cruel pero, este capítulo lo escribí el día de la madre, y me pareció curioso que lo coloqué (sin planear) justo después del anterior. 

¿Qué tal les va pareciendo la historia?

¿No aman a Gloria? Es un asombroso ser humano.

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