1. La tormenta
―Sé que es raro que pregunte esto después de tener sexo pero... ―Verónica suspiró y apoyó la cabeza en su mano para mirar mejor a Eric, quien estaba acostado a su lado―. Me he aguantado meses el preguntarte esto y creo que ya no puedo más.
―A ver, dispara ―Eric la miró con cara de que ya sabía lo que ella le iba a preguntar.
―¿Estuviste con alguien mientras no estuviste conmigo? ―Verónica lo miró directo a los ojos, como si así pudiera leerle los pensamientos. Necesitaba saberlo, y si él lo había hecho, estaría tranquila de no haber sido la única.
Se había guardado esa información durante meses, porque nunca había estado segura de si debía sacar o no el tema, puesto que le daba miedo la reacción que Eric pudiera tener. Pero la consumía cada vez que tenían sexo. Recordaba lo que había hecho y se sentía sucia. Así que necesitaba sacarlo de su sistema. Y la mejor manera era decírselo, pero no sin antes saber qué había hecho él durante su año fuera.
Eric hizo todo lo contrario a lo que ella pensó: sonrió.
El muy estúpido estaba sonriendo.
Ella alzó una ceja, esperando su respuesta.
―¿Te refieres a... sexualmente?
Verónica sacudió la cabeza en un vago gesto de asentimiento.
―Sexual o románticamente. ¿Estuviste con alguien?
Eric apretó los labios y se lo pensó un momento.
―No ―negó con la cabeza, estaba relajado. No se le veía para nada afectado con la pregunta―. Sé que habíamos terminado porque ninguno de los dos sabía si yo iba a volver, pero una vez que tienes una conexión con alguien como yo la tengo contigo... es difícil fijarse en alguien más. Aunque... una chica del trabajo me invitó a salir.
―¿Y aceptaste?
Eric asintió.
―Salimos. Porque tú me habías dejado claro que podíamos salir con otras personas y siendo sincero, lo intenté más por curiosidad que por verdadero interés. Y luego me sentí mal. Por ella, y porque se sentía incorrecto estar con alguien más que no fueras tú.
Ella no quería, pero una sonrisa se abrió camino en sus labios. Eso la hizo sentirse mal.
―¿Y tú? ―la pregunta de Eric la tomó por sorpresa a pesar de que era obvio que él iba a preguntar lo mismo.
―Sí ―dijo, mordiéndose el interior del cachete, sintiéndose libre al fin―. Lo hice cuando pensé que realmente no volverías, cuando me dijiste que te habían renovado el contrato. Fue despecho y no debí hacerlo porque me sentí asqueada de mí misma luego de hacerlo.
―¿Estuvo bien? ―Aventuró Eric, con una chispa de curiosidad en los ojos.
Verónica rodó los ojos.
―Si lo que me estás preguntando es que si estuvo mejor que tú, la respuesta es no. Nadie es mejor que tú, Eric.
―Estoy preguntando si lo disfrutaste. Sé que nadie es mejor que yo.
―No ―Verónica se acercó y le dio un pico su novio―. Definitivamente no. Debí hacerle caso a Miranda. Me dijo que no lo hiciera, pero ahí fui yo de terca.
Eric se carcajeó, le rodeó la cintura con la mano que ella no le estaba aplastando y le dio otro beso.
―Pues que bueno, porque me sentiría triste si hubiera sido fácil para ti estar a gusto con alguien más.
Verónica lo abrazó y le pasó una pierna por encima de las suyas.
―Estoy enamorada de ti, Eric ―Inclinó la cabeza hacia atrás para verlo directamente a los ojos. Hablaba en serio―. Y aunque no cuenta como infidelidad porque no estábamos juntos, se sintió mucho como una. Me sentí como la persona más horrible y en lugar de sentirme mejor, en lugar de olvidarte, no dejaba de pensar en ti y en que te había engañado. Pero es que...
―Presiento que viene una disculpa ―Eric la interrumpió, mientras que acariciaba el brazo con el que ella lo abrazaba―, y no quiero que lo hagas. No me engañaste. Yo salí con otra chica. Supongo que ambos fuimos un poco estúpidos en creer que podíamos olvidarnos. Compartimos muchos traumas, el lazo que nos une está hecho en metal y forjado con fuego.
Verónica sonrío nerviosa porque aún había algo que la inquietaba.
―Hablas como todo un poeta ―soltó el aire que había estado conteniendo―. Entonces... ¿no estás molesto? Aún hay algo que debo decir, y realmente siento que eso sí puede molestarte. Y si es así, créeme que lo entenderé.
―No estoy molesto, Ve y no hay nada que puedas decir que me haga cambiar de opinión. Estamos juntos ahora y estamos bien, y eso es lo que importa. Lo que tengas que decir no cambiará eso. ―Le besó la frente y ella se sintió un poco más tranquila, pero no del todo. No lo estaría hasta ser completamente sincera.
―Bueno... fue el día que volviste ―suspiró―, ese fue el día en el que pasó. Temprano. No sabía que llegarías... ni siquiera sé por qué lo hice. Lo siento.
La boca de Eric formó una o.
―O sea, que compartí fluidos con tu mal polvo ―se puso una mano en la boca.
―Eric, por favor, me duché como quince veces ese día. Y gracias al universo volviste, porque así borré esa sensación horrible de mi cuerpo.
Eric empezó a reírse.
―Qué bolas que no me lo hayas dicho antes. Te lo tenías bien guardado.
Verónica parpadeó.
―No sé si estás molesto o en shock. No entiendo.
―Verónica, regresé como dos o tres días después de haberte dicho lo del contrato. Me dijiste que lo hiciste cuando te lo dije, obviamente hice la conexión de que pasó en ese periodo de tiempo. Y sigo sin estar molesto, solo te jodo.
Verónica entrecerró los ojos. Que estúpida. Por supuesto que Eric ya se había dado cuenta de las fechas.
―Estamos bien ―volvió a asegurar Eric―. Como tú misma dijiste, no estábamos juntos, y lo que no fue durante mi turno no me afecta. Es una pena que haya sido una mala experiencia para ti. Para mí es un éxito porque eso significa que nadie te lo hace como yo ―esbozó una sonrisita estúpida que derritió el interior de Verónica y subió la mano hasta el cuello de ella, acercándose para besarla.
Verónica se fundió en el beso, apretándose contra él, acto que fue interrumpido en el momento en que se escucharon unos golpes en la puerta.
―¡Pasa! ―gritó Verónica, separándose de Eric muy a su pesar y volviéndose hacia la puerta.
Karla entró al cuarto con una mano sobre los ojos.
―¿Están vestidos?
―No ―dijo ella, a la vez que Eric decía que sí.
La castaña bajó la mano y rodó los ojos.
―¿Por qué dices que no?
―¿Por qué preguntas si estamos vestidos? ―Verónica alzó una ceja y compartió una mirada con Eric. No los había oído, ¿o sí?
Karla forzó una sonrisa.
―Desgraciadamente llegué temprano de la universidad y escuché cosas que no necesitaba escuchar. Tus amigas, y Lucas, llegaron. Así que decidí venir a ver si habían terminado lo suyo.
Verónica se incorporó, se alisó la ropa con las manos y se pasó los dedos por el cabello para acomodárselo, debía de estar espelucada.
―Ya salimos, Karla, gracias por avisarnos ―dijo, intentando no reírse de la situación.
Karla asintió y extendió las manos hacia ellos, moviéndolas en círculos.
―No es nada. Igual no interrumpí, ¿verdad?
―No ―dijeron ambos al unísono.
Sí había interrumpido, pero ninguno le diría que sí porque se iba a sentir mal e iba a estar todo el rato disculpándose por una tontería. Tres meses de convivencia con la chica habían bastado para saberlo.
Karla se había mudado con ella desde que Miranda se había ido a vivir con Parker, pues Verónica necesitaba una nueva compañera de cuarto para que no se le fuera todo el dinero en el alquiler y ella necesitaba vivir más cerca de la universidad. Así que ahora ocupaba la antigua habitación de su amiga. Lo que sorprendió a Verónica en primer lugar fue que Miranda sugiriera ese arreglo. Pero le alegraba, Karla era una buena chica.
La susodicha sonrió como si le hubieran quitado un peso de encima y salió de la habitación, dejándolos solos de nuevo.
Habían quedado en reunirse a tomar algo y charlar. Cuando salieron, ya todos estaban instalados en el apartamento como si estuvieran en su casa; no es que a ella le molestara, pero sí le sorprendía la rapidez con la que lo habían hecho. Saludó a sus amigas y observó que Lucas y Eric ya estaban ordenando la mesa para sentarse a jugar cartas.
En la cocina, Daniela había empezado a hacer ruido.
Verónica señaló la cocina.
—¿Nadie va a ayudar a Dani?
Natalia comenzó a repartir las cartas y alzó la mirada en dirección a Verónica.
—Sabes que nos va a echar, aquí todos sabemos que molestar a Daniela cuando cocina es sacar a la bestia.
—¡TE ESCUCHÉ! —Gritó Daniela desde la cocina.
Lucas se volteó.
—Yo me ofrecí, pero me dijo que hacía más al hacer nada —se encogió de hombros, giró la cabeza barriendo la sala con la mirada como buscando a alguien y luego la miró—. ¿Y Karla?
Verónica alzó las cejas y se puso una mano en la cintura.
—¿Te gusta, verdad?
—No —Lucas se apuró a decir y sonrió—, solo quería invitarla a jugar.
—Invitarla —se burló Eric.
—A jugar —Natalia sonrió detrás de sus cartas, alzando las cejas.
—Entra a las siete al trabajo, así que probablemente se haya ido a arreglar —respondió Verónica con una sonrisa bailando en la comisura de la boca.
A veces, a Verónica se le olvidaba que la chica trabajaba. Era increíble como estudiaba una carrera tan pesada como medicina y aun así tenía tiempo y ganas de trabajar. Y por eso la admiraba.
Por suerte para Verónica, trabajaba cuando quería y a la hora que quería. Esa era la ventaja de ser tatuadora.
—¿Y Alejandro? —preguntó de repente, a nadie en particular. Ahí faltaba el hermano de su mejor amiga. No podían hacer lo que tenían planeado sin él.
Lucas lanzó una carta a la mesa y se la llevó junto con tres más, dejando la mesa limpia y sonriendo ante eso.
―Dejaste la mesa demasiado fácil ―le dijo en tono de burla a Natalia, quien lo ignoró por ver a Verónica.
—Está en camino, apenas salió hace media hora del trabajo —le respondió la pelinegra.
—Pues que se apure si va a venir —dijo Daniela, saliendo de la cocina con unas copas y una botella de vino en la mano, las puso sobre la mesa, en medio del montón de cartas, interrumpiendo el juego de una forma muy brusca.
Lucas alzó una ceja.
―Qué elegancia. ¿Cuál es la ocasión?
Daniela sonrió y miró a Verónica con complicidad sin responder. Volvió a entrar en la cocina para luego salir con más copas para que fueran siete en total.
―Ya sé que no están aquí y ni siquiera sé si ya sucedió, pero quiero que brindemos por Miranda y Parker.
―¡Es cieertooo! ―Natalia se incorporó de golpe y Lucas la miró con gesto interrogante―¡La propuesta! ―Se llevó una mano a la boca, recordando lo que obviamente Verónica le había contado hacia unas semanas.
Su cuñado (después de un tiempo le tomó gusto a llamarlo así), le había contado que le iba a pedir matrimonio a Miranda durante su estancia en Alemania. Parker no le había pedido que lo mantuviera en secreto, así que se lo había contado a Daniela y a Natalia y probablemente ya todos sus amigos supieran, pero es que la emoción le había ganado y necesitaba contárselo a alguien.
―¿Creen que ya se lo haya pedido? ―miró a sus amigas de forma alterna.
La pelirroja sonrió.
―No lo sé, pero espero Miranda le diga que sí. Necesito planear una boda. Ya les había comentado que es uno de mis sueños.
―No creo ―dijo Natalia―. Miranda ya nos hubiera dicho algo.
―Espérense un momento ―Lucas hizo la señal de tiempo fuera―. ¿Parker le va a pedir matrimonio a Miranda? ―Intercaló la mirada entre las chicas, confundido.
―¿No te lo dije? ―Natalia lo miró.
Lucas se llevó una mano al corazón como si estuviera herido.
―No...
―A mí tampoco me dijeron ―comentó Eric, aclarándose la garganta y dejando claro que era una indirecta hacia ella. Verónica le dio un golpecito juguetón en el brazo.
―Le va a decir que sí. Digo, ya hasta viven juntos. Ni siquiera con Diego, en cuatro años de relación, llegó a considerar mudarse con él. Y no es que los esté comparando ―Verónica se encogió de hombros―, el tiempo realmente no tiene nada que ver. Solo digo que, ella se siente cómoda con Parker, lo suficiente como para tomar ese paso. Y Parker no es loco, no tomaría la decisión de pedírselo a menos que esté cien por ciento seguro de que ella dirá que sí.
―Sí, sí, pero un momento ―Lucas se echó a reír ―. Y si no se lo ha pedido, ¿por qué vamos a celebrar?
―Porque queremos brindar por ellos, es una excusa para beber, sino quieres beber puedo no darte alcohol ―Daniela le quito la copa que le había puesto delante.
―¿No sería como echarle sal al momento? Quizás les traiga mala suerte que lo celebremos antes de que suceda ―replicó el moreno.
―Que mala suerte nada, chico. Me haces el favor y dejas tus malas vibras ―Daniela le dio un lepe.
―Vale pero, ¿no sería raro brindar sin ellos aquí? ―Intervino Eric―. La idea es que escuchen lo que van a decir.
—Que bueno que lo preguntes ―Daniela sonrió, feliz porque alguien había tocado el punto al que ella quería llegar―, porque se me ocurrió una idea. Les voy a planear una fiesta por su compromiso, aunque no tengo idea de cuándo será y se me ocurrió hacerles un vídeo donde brindemos y cada uno les diga unas palabras. ¿Qué les parece? Porque sé que ninguno va a querer hacerlo en la fiesta por penosos; además, me parece lindo ponerles el video como sorpresa.
Todos parecieron considerarlo.
—De hecho, es una buena idea —respondió Eric―. Si quieren usamos mi cámara.
En ese momento el timbre de la casa sonó. Justo a tiempo, Alejandro había llegado.
Verónica abrió la puerta y lo dejó pasar, el chico venía mojado y con una bolsa de cervezas en una mano.
―Me detuve a comprar cervezas y me agarró la lluvia ―se pasó la mano por el cabello que ya tenía medio largo y le extendió la bolsa a Verónica.
Todos voltearon a la ventana al mismo tiempo. Estaban tan concentrados hablando, que ninguno se había fijado en que el cielo estaba blanco por la neblina y las ventanas vibraban con los golpeteos de la brisa.
―Puedes buscar una toalla en el baño ―Vero cerró la puerta tras él y fue a hacer lo mismo con las ventanas―, ponte guapo que tenemos algo importante que hacer.
Alejandro la miró extrañado y luego saludó a los demás con un movimiento de cabeza.
Caminó en dirección al pasillo por donde iba saliendo Karla con cara de pocos amigos.
―¿Qué hay? ―La saludó Alejandro, antes de meterse en el baño.
―Qué clima de mierda ―Karla suspiró, tirándose en el mueble. Llevaba una falda de cuero ceñida al cuerpo, una camisa blanca de vestir y unos tacones con los que ella de seguro no podría estar de pie por más de tres horas, y se imaginaba que por eso la chica insultaba el clima.
―Si quieres te llevo ―le ofreció Lucas, sonriendo coqueto.
―No, gracias. No me pienso montar en tu moto con esa lluvia. Es demasiado peligroso. Si no escampa, no iré.
―¿Puedes perder así un día de trabajo?
Ella se encogió de hombros.
―No, pero tengo cero ganas de calarme el tráfico por la lluvia y no usaré metro con esta ropa puesta. Frank lo entenderá. Él es el de la idea que vaya vestida así, lo entenderá.
―Pues en ese caso ―dijo Daniela, acercándole una copa de vino a Karla―. Estarás en el vídeo.
―¿Qué video? ―Alejandro se sentó en el sofá con una toalla rodeándole el cuello y empezó a quitarse los zapatos.
Daniela le dijo su idea y cuando terminó, Alejandro miró a Verónica con las cejas alzadas.
―¿Les dijiste a todos lo de la propuesta?
―¿Acaso no podía?
―¿Acaso se podía? ―Replicó Alejandro―. Porque yo llevo tiempo aguantándome el secreto pensando que Parker no se lo había dicho a nadie más que a mí y ahora resulta que también te lo dijo y ya todos lo saben.
―Hasta yo lo sabía ―Karla apretó los labios para no reírse de él.
―Ni modo ―Verónica se carcajeó, negando con la cabeza―. Ya no hay vuelta atrás. ¿Te gusta la idea?
―Pues ya que todos lo sabemos, sí. Hagámoslo.
―Genial ―Vero aplaudió y se giró hacia su novio―. Trae tu cámara.
🌈🌈🌈
Verónica se sentía feliz.
Hasta ese instante, no se había sentido tan plena como lo era justo en ese momento.
Eric del lado del copiloto, daba palmadas en la ventanilla del auto al ritmo de la canción que sonaba en el reproductor.
Su hermana cantando a toda voz en el asiento trasero, irradiaba felicidad.
Después del mejor concierto de sus vidas, no les quedaba más que disfrutar el resto de la noche.
La cual iba de maravilla.
Hasta que de pronto ya no lo fue.
Recordó a Diana sentándose al borde de la ventanilla trasera, echando el cuerpo hacia atrás, sosteniéndose del techo del auto.
Recibiendo la brisa nocturna como si no estuvieran en la maldita autopista.
Eric lanzó un grito de advertencia.
Verónica intentó hacerlo, pero las palabras no salieron de su boca. Se sentía como si unas manos apretaran su garganta con fuerza.
No pudo advertirle.
No pudo frenar el auto, porque ya era demasiado tarde.
Estaban demasiado cerca.
El sonido del cráneo contra el metal fue una tortura. Ver el cuerpo de Diana cayendo fuera del auto como si fuera una muñeca de trapo la dejó helada. La desgarró por dentro. Como si una parte de ella le hubiera sido arrancada.
Diana ya no estaba.
Eric se había esfumado de su lado.
Estaba sola.
Miró hacia adelante, con el rostro cubierto de lágrimas, hacia la realidad distorsionada que la envolvía. Donde una figura negra se materializaba justo frente a ella para arrancarle el aliento de una estocada.
Verónica se incorporó de forma brusca, respirando agitadamente y tocándose el cuello para corroborar que estuviera cerrado. Las lágrimas le bañaban el rostro, el corazón le latía como si se le fuera a salir en cualquier momento. Apoyó la cabeza sobre sus rodillas y no pudo evitar echarse a llorar.
Sintió la cama moverse debajo de ella y luego la mano de Eric acariciándole suavemente la espalda, la dejó sobre su hombro e intento atraerla hacia él, ella lo dejó. Se tumbó en la cama de nuevo, apoyando la cabeza sobre su pecho. De alguna forma, los latidos del corazón de Eric la calmaban. Él acarició su cabello mojado por las lágrimas, y dejó un beso cálido sobre su frente.
—¿Pesadillas otra vez? —susurró.
Verónica movió la cabeza en un vago gesto de asentimiento, aferrándose al torso de Eric con las manos apretadas, como si de esa forma pudiera mantenerlo con ella. Como si fuera a desvanecerse como en la pesadilla que la había despertado.
—No las había tenido en mucho tiempo. Es como si algo malo fuera a pasar.
—¿Por qué dices eso? —La mano de Eric se movió hacia el brazo de Verónica, acariciando los tatuajes que encontraba a su paso.
—Porque tengo la sensación de que algo malo va a pasar.
—Todo va a estar bien, Ve. Las pesadillas son solo eso, pesadillas. Estás bien, estás aquí. Estamos juntos ―habló suave y pausado―. Todo va a estar bien.
Sabía que él solo estaba intentando ayudar, así que se quedó callada, no valía la pena discutir por eso. Quizás Eric tenía razón, quizás esa sombra negra que le abría la garganta en su sueños solo era producto de su mente, no iba a salir de ahí. Pero tenía una sensación rara en el cuerpo. Aún así, cerró los ojos y se abrazó más a él. Estaba segura de que si dormía cerca de su pecho, nada malo iba a pasar en su cabeza. Eric tenía el don de darle paz.
No supo en qué momento volvió a dormirse, pero cuando el sonido de una llamada la despertó, supo que no había pasado mucho tiempo, pues aún era de noche. Sentía los párpados pesados, así que no podía abrirlos bien ni mucho menos ver con claridad, pero notó que Eric se removió debajo de ella.
—¿Vas a contestar? —dijo, con voz ronca. Él también se había vuelto a dormir.
—No —soltó ella, acomodando de nuevo la cabeza sobre el pecho desnudo de Eric—. No contestes. Quien sea, puede esperar a mañana.
Eric suspiró y estiró la mano para agarrar el celular de Verónica. Su rostro se iluminó con la luz de la pantalla, sus ojos se entrecerraron para acostumbrarse al brillo y su ceño se frunció al leer el nombre de quien había llamado.
—Era tu papá —Eric se aclaró la garganta.
—Con más razón, que bueno que no atendí.
El celular volvió a sonar.
—¿No crees que es raro que te esté llamando a esta hora?
Verónica suspiró y se incorporó, sintiendo el frío instalarse en su cuerpo. ¿O era más un escalofrío? Eric tenía razón. Era raro que Manuel la llamara después de lo que había pasado entre ellos, y más aún durante la madrugada. Eso no podía significar nada bueno.
La sensación de que algo malo estaba pasando volvió a instalarse en sus huesos.
Le quitó a Eric el celular de la mano y contestó, intentando ocultar el miedo que sentía. Las manos empezaron a temblarle y se aclaró la garganta antes de hablar.
—Aló —Tragó saliva.
—Verónica —la voz de su papá sonaba extraña, no era su típico tono de voz molesto, ni siquiera parecía su voz. Algo había pasado, algo malo, porque el hombre de actitud dura que se encontraba detrás de la línea, estaba sollozando—Necesito que vengas ya a la casa. Por favor. Es tu madre.
HE VUELTOOOOOOOOOOO.
Y MIS NIÑOS TAMBIÉN.
Espero disfruten de la historia de Eric y Ve, que la estoy escribiendo con el corazón chiquitito y me pone triste a veces, pero les prometo que será grandiosa. Veremos otra vez a Parker y a Miranda, y tendremos más de los otros personajes que tanto queremos.
¿Qué creen que pase en este nuevo libro?
Estoy muy emocionada e ilusionada porque sigan leyendo lo que se viene.
Creo, si todo sale bien, que actualizaré todos los viernes o sábados, espero poder mantener el ritmo.
Lxs quiero, besosss. Nos leemos en una semana.
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