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Capítulo 41.


Estoy en la cima del mundo — The Carpenters.


Me reí, pero no porque la situación fuera graciosa, sino porque estaba nerviosa.

¡Lo juro!

La situación me sacaba por si sola de sus cabales, pero con esas palabras el hombre me había matado, me dejo fuera de combate, casi pude escuchar la campanilla que anunciaba que la pelea había terminado.

Conmigo más que nada, más que con alguien.

—¿Qué dijiste?

—Sé que es raro, pero de no haberme ido de aquí ese día jamás habría conocido a la chica de mis sueños.

Ahora soy casamentera sin quererlo.

Genial, nótese el sarcasmo por favor.

Quise llorar, quise reírme, quise salir corriendo, quise hacer muchas cosas. Pero no era el momento, por primera vez en todo este tiempo, no era mi momento.

Así que no debía de ser egoísta al tratar de opacarlo con reclamos estúpidos y sin sentido, después de todo aunque yo le había tomado un gran aprecio a Ricardo no lo amaba como él quería.

Así que tenía todo el derecho de salir al mundo real y encontrarlo con quien sea que quisiera.

Y por mi parte yo debía de sentirme feliz por él, porque todos merecemos encontrar la luz y el amor en nuestras vidas.

—¿No vas a decirme nada?

—Estoy pensando en que debería de decir, pero debo decirte que esto me ha tomado totalmente por sorpresa.

—Claro tú esperabas que viniera aquí, una vez más a pedirte otra oportunidad, que te rogará y cayera a tus pies.

—No, claro que no.

Honestamente, una parte de mí sí que lo quería.

Y odiaba a esa pequeña parte de mí por quererlo.

—Sé sincera, contigo y conmigo por una vez en la vida. Es lo que querías desde un principio, una salida, que yo fuera otra opción para ti, para nosotros.

Eso me había tomado totalmente por sorpresa.

Abrí los ojos como platos, como sea que eso sea.

Me quedé helada y lo siguiente que supe es que los dos vasos de limonada estaban llegando al suelo, a mis pies.

Sentí como el líquido me mojaba y todo caminaba en cámara lenta. Kieran y Raúl entrando a toda prisa por la puerta, quitando todo de su camino solo para encontrarme totalmente en shock por las palabras de Ricardo.

Cuando estos me ven, sus miradas reflejan preocupación. Pero la mía debe de ser de miedo puro.

¿Por qué?

No sé, quizás porque por primera vez una persona me ha desenmascarado, ha visto lo que toda mi vida he tratado de ocultarle a las personas y a mí misma, el motivo por el cual todos y cada uno de los seres humanos nunca seremos puros y el motivo por el cual siempre obtengo lo que quiero.

La manipulación.

Soy una manipuladora.

Hay una canción de Billie Eilish que dice "I'm the bad guy..." la puedo escuchar dentro de mi cabeza sonando ahora mismo, recordándome mi propia humanidad y los errores que he cometido en nombre de la misma.

Pensando que por ello estoy disculpada.

—Tienes razón, todo esto es mi culpa.

Sé siente tan bien dejarlo ir.

—Todo esto es mi culpa, y eso es para los tres y no saben cuánto lo siento. No debí de hacer nada como lo hice y lamento tanto que todo esto les haya pasado por mi culpa.

—Iris...

—No, Raúl déjame terminar. Por favor. —Él asiente y Kieran también, tome eso como una señal para seguir hablando—. Hace algún tiempo me hice a la idea de que yo no era el mejor ejemplo de una buena persona, lo acepté y asimile y lo dejé ir. Sé que quizás no es la disculpa que esperaban, pero es todo lo que tengo por ahora. Quizás es mi momento de Epifanía en esta historia, quizás es el momento en que todo cambia para mejor, y espero que si ese es el caso. Todos ustedes ahora, en este preciso momento puedan perdonarme debido a estas palabras. Y como dije nunca creí ser una buena persona, pero lo intenté, lo intenté mucho y un día lo intenté tanto que me encontré más sola de lo que ya me sentía, debido a eso comencé a hacer lo que yo quería de mi vida. Por eso es que estamos hoy aquí y por eso es que debo pedir su perdón, yo no voy a cambiar mí manera de pensar de aquí en adelante y entiendo que debido a eso algunos de ustedes no están felices.

—Iris nadie aquí cree eso.

Miré a los tres y luego seguí hablando.

—Yo sé que sí, Raúl, yo sé que sí.

Ahora ellos tres se miraron, el primero en asentir y sonreír fue Ricardo.

Fue el primero en entender lo que yo quería decir, aún antes de que terminara. Por eso supe que él nunca habría sido para mí, no importa cuanto lo quisiera antes.

Y estaba bien, por primera vez en paz y bien con ello.

Y estaba bien, aceptar que las personas no son para nosotros también es bueno, es crecer, es madurar y dejarlos ir porque los amas.

Precisamente porque los amas de la manera incorrecta, de la manera que no es la que ellos quieren ser amados y está bien.

A veces está bien dejar ir a las personas porque los amas, no es de cobardes, no es de egoístas, es amor.

—Sé que no soy la típica mujer que cede ante todo, nunca me quedó callada cuando veo la injusticia, jamás me doblego, aún cuando esto pueda afectar mi salud física y no me dejó aún cuando debo ser ayudada, pero me amo de todas maneras, con todos mis errores y defectos, con todas las virtudes y mi inteligencia que honestamente sigo creyendo que es superior a la de muchos, yo no voy a cambiar eso.

Raúl asintió.

Y es cuando le dejé ir por fin.

Y estaba bien, eso no significaba que no lo amará nunca más, eso no significaba que lo amaba y le deseaba lo mismo, que él encontrará algún día ese amor que le amará por completo, como él lo necesitaba, como él lo deseaba y como él lo quería.

Y estaba bien.

Pero la vida tiene sus maneras de jugar sucio, y de acomodar o desacomodar todo lo que se debe en su lugar.

El celular de Kieran sonó y después de despedirse y prometer volver pronto vi como la oportunidad de volver a ser nosotros, se iba por la puerta con él.

De nuevo.


<<>>


Cuando Kieran se fue, solo unos pocos segundos después se fue Ricardo también, en paz, por si solo y eso me dio una paz que no sabía que necesitaba hasta que él me la obsequio.

Raúl y yo nos quedamos viéndonos por un largo rato, y como si las cosas no fueran ya de por si incomodas en la habitación llegó a tocar mi puerta Samuel.

Parecía que tenía más cuentas pendientes por saldar en estos días de las que pensaba. Porque no me había sentido tan asediada desde que salde mi deuda con mi última tarjeta de crédito.

Quien te diga que es una buena idea el sacar todos tus muebles a crédito es una tontería y estás loca, tiene toda la absoluta verdad en su boca. Pero que se va a hacer, cuando eres una asalariada de la clase media (o sea que no eres rica o recoger dinero de los árboles de tu jardín) debes hacerte de tus propios bienes de alguna manera.

—¿Y ahora qué? —Dijo Raúl riendo a mi lado.

—Lo mismo me estaba preguntando yo. —Dije encogiéndome de hombros ante su comentario.

Mientras Raúl y yo estábamos afuera metiendo unas cuantas cosas dentro de la casa.

No, corrección él está metiendo todo lo que le cabe colgado en sus brazos, yo no hago nada porque tengo cerca de siete meses y medio de embarazo y no debo hacerlo. Nunca en mi vida me había sentido tan débil como desde que quedé encinta.

Bueno sí, pero ustedes entienden lo que quiero decir.

Lo único que me consuela de esta situación es que me la puedo pasar todo el tiempo ordenándole a la gente todo lo que quiera que haga por mí (y lo harán sin dudarlo siquiera), además me la paso en zapatos cómodos, como pantuflas, zapatillas y a veces tenis (cuando logró que estos me entren en mis pies hinchados, tan grandes como globos de Cantoya) y que puedo comer todo lo que quiera cuando quiera.

Especialmente cuando no quiero hablar.

Como ahora, cuando Samuel se acerca lentamente hacia mí llevando un gran ramo de tulipanes rosas y morados mientras yo me metó un puñado de panecillos de mantequilla que María me dio más temprano cuando me pase por la cafetería.

Para mí y solo para mí.

—Iris... —Dice nada más.

—Samuel... —Digo entre bocados, aunque mejor dicho realmente sé escucho como Sa... m... el al salir de mi boca.

—Lo siento si vengo a importunarte, pero necesitaba hablar contigo —mira a su alrededor, a todas las cajas de ropa de bebe, latas de pintura y a Raúl metiendo cosas de la manera más lenta y descarada posible para así tratar de escuchar mi conversación con Samuel— ¿Podemos hablar?

—Hablar... —Me lo pienso un poco, observo como su rostro se tensa al usar esa palabra, ahí caigo en cuenta mientras la vena de su rostro me habla al saltarse en su frente más de lo normal, un claro signo de que el hombre viene a pelear algo, no sé si a mí o contra mí, pero la pelea es inminente aquí—. Pues hablemos, aunque el día de hoy mucha gente ha venido a cualquier cosa, menos a hablar conmigo.

—¿Quiénes son todos?

—Olvídalo, continua. —Digo tratando de no sonar molesta.

—Seguro. —Se aclara la garganta— Solo quiero disculparme por mi comportamiento tan errático los últimos días.

—¿Disculparte? —La última vez que alguien se había disculpado conmigo casi me mata de un ataque de nervios.

Y eso fue esta misma tarde.

Nada más.

Dios, no cabe duda de que estoy en la cima del mundo.

—Sí, sé que estuvo más que fuera de lugar el besarte, fue descortés, grosero y... —lo corté.

—Lo entiendo estuvo mal, lo sé.

—Pero tú también lo hiciste.

Y ahí vamos de nuevo.

—Lo sé.

—Y creo que lo que quiero decir, es... yo... solo quiero saber si ese beso significo para mí lo que fue para ti.

Y aquí estaba de nuevo la decisión.

No sé porque demonios no dejó de meterme, yo sola, en aprietos como estos. De verdad debo empezar a pensarme dos veces las cosas antes de hablar o actuar.

Y como con Ricardo era más que obvio que las cosas nunca debieron de haber avanzado tanto, es mas no debieron de ser, punto y final. Y es mi culpa que él se hubiese sentido tan mal, todo esto era mi culpa.

Y no podía hacerlo de nuevo, a nadie, ni a él ni a misma.

Se lo debía a él y a mí misma.

—No, no lo hizo, lo siento.

Prefería arrancar ahora la bandita, cuando aún la herida no se había abierto demasiado, cuando aún no estaba fijado el pegamento a la piel y no dolía tanto si la arrancabas de una vez.

Aunque doliera un poco, después, estaba segura se le iba a pasar.

Y como Raúl, como Ricardo y espero que algún día Kieran también, encontraría su camino y su paz, después de mí.

—Está bien, lo acepto. Soy un hombre maduro que sabe reconocer cuando le han ganado la pelea y debe de retirarse con el gramo de honor que aún le queda.

Mira a Raúl detrás de mí, le sonríe y después de darme las flores se despide y se va.

Espero que un día tenga lo que tanto quiere.

Y está vez espero que sea para él.


<<>>


Más tarde ese día, estaba llegando la noche a la ciudad y aunque Raúl y yo ya habíamos parado de guardar cosas y pintar por el día de hoy yo aún no me sentía tan bien conmigo misma como pensé que me sentiría a este punto del día.

Y eso era porque aún había un cabo suelto aquí que urgía amarrar de una vez y por todas.

Así que a las siete de la tarde con una charola de algunos panecillos que con todas mis fuerzas evite comerme, me arme de valor, me puse mis pantaloncillos de niña grande y me dirigí a la estación de policía para ir a buscar al "cabo suelto".

Y aunque la intención era darle los panecillos exclusivamente a una persona no llegaron ni siquiera a la puerta de su oficina o a su boca sin que algunas otras personas intervinieran, y es que repitan conmigo: "No puedes entrar a una oficina llena de policías con panecillos sin que lleves para todos o querrán lincharte".

Gracias a Dios por esta barriga, porque de no tenerla sí que lo hubieran hecho.

Estaba más que de buenas ahora por toda energía, y es que todos ahí siempre habían sido amables y buenos conmigo.

Todos me preguntaban por la bebe, por la fecha de parto, su desarrollo y por mí al final.

Porque una vez que la bebé llegara ya no iba a ser sobre mí.

Y estaba bien, ya quería que el mundo girara en torno a alguien más.

Ya.

Por favor.

Ya.

Incluso me encontré con mi viejo rival de amores, Génesis.

—Hola chica, ¿cómo has estado? —Me da una leve mirada de arriba abajo y luego sonríe.

—¿Yo? Yo estoy en la cima del mundo, chica —respondo con una gran sonrisa en la boca.

—Me lo puedo imaginar —responde sonriéndome de nuevo— sobre todo con la gran noticia de Kieran, no puedo imaginar lo feliz que debes de sentirte por el ofrecimiento de ser Capitán de Policía en California.

¿El qué...?

¿Pero qué mierda...?

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