Capítulo 3.
Pondría mi armadura abajo si me dijeras...
Qué prefieres amar que pelear — Taylor Swift.
Las palabras no son nada si no van acompañadas de acciones, eso me lo enseño mi familia.
Raúl y Kieran.
Y de mala suerte lo aprendí a la mala.
Nunca pensé que estaría volviendo a casa tan pronto, nunca pensé encontrarme en esta situación, nunca pensé que él regresaría tan pronto, nunca pensé que estaría atrapada en esta situación.
Estaba de lo más tranquila viajando de la estación de autobuses, con Raúl manejando en el lado del piloto, jugaba con las estaciones tratando de encontrar como siempre una canción que le hiciera justicia al momento.
Porque así era yo, para mí todos los momentos, tristes, divertidos, aventuras, necesitaban de musicalización especial.
Estaba preocupada, no puedo negarlo, pero jamás pensé en que pudiera incitar toda una revolución en mi vida con solo pensarlo.
Sí, de nuevo.
No sé por qué sigo viviendo con la idea de que la vida será callada, cómo si yo lo fuera, cómo si no fuera mucho mejor siendo caótica, te diviertes más, si te soy honesta.
Llegamos a casa, la puerta se abrió de par en par y la abuela salió para recibirnos sin darnos tiempo de respirar o de saludar a los demás en la multitud de personas que comenzaron a salir de todas partes.
Los padres de Raúl no lo soltaban, era como si no lo hubieran visto en cien años y los entendía si mi único hijo se fuera por meses con su ex novia, yo también lo extrañaría.
La palabra ex novia resonó en mis oídos como si estuviera captando otras señales de vida inteligente por ellos.
Sabía que no debía hacerlo, se estremeció mi cuerpo mucho antes de decir su nombre en mi mente, y eso que solo lo estaba pensando.
Lo sentía en cada fibra de mi cuerpo sin ni siquiera girarme, él estaba ahí, no sé dónde, cerca, pero estaba ahí.
Mi abuela susurró.
—No me sueltes hasta que te lo diga.
Era bueno saber, que no estaba sola en esto, hiciera lo que hiciera.
<<>>
Después de aquello no salí de casa por al menos dos días, puse como excusa para todos que necesitaba descanso antes de reincorporarme a mis tareas normales y a mi trabajo.
Pero todos y cada una de las personas de mi vida sabían que el ver a Kieran, el enfrentarme a él iba a ser más difícil de lo que imaginé.
Yo lo sabía.
Y temía a por ello, pero eventualmente tenía que salir de la casa, más que nada porque con el embarazo no resistía el estar encerrada por mucho tiempo, por lo que una vez que mi hermana había llegado de la escuela le pedí que me acompañará a caminar un poco por la ciudad.
Quiero decir antes que nada que una persona me dijo hace poco tiempo que todo lo bueno o malo que haces en tu vida regresa a ti de alguna manera, tarde o temprano.
Y sobre eso, creo que algo muy malo debí de haber hecho en el pasado para que esto me esté pasando ahora a mí.
Me puse un par de tenis color rojo escarlata, mi chaqueta de mezclilla y un corto vestido para ir un poco más cómoda al caminar. Nunca me han gustado los vestidos de ningún tipo, pero ahora que mi masa corporal había aumentado debido a mi embarazo los encontraba de lo más cómodos.
Me daban una libertad para moverme como quisiera y hacer lo que quisiera cuando quisiera, siempre sintiéndome segura de mí misma.
Además llevará lo que llevará de todas maneras todas las personas que pasábamos por el camino a la plaza querían tocar mi barriga que apenas comenzaba a notarse un poco.
Siempre he sido una persona delgada, por lo que no me extraño que aunque tengo cerca de los seis meses de embarazo, apenas y se me notará la barriga.
Al principio me preocupaba mucho, pero el médico dijo que tenía que ver más con la herencia que con mi peso.
Eso me hizo pensar en mi madre y el embarazo de Emma.
Recuerdo como ella tenía cerca de los ocho meses de embarazo y apenas se le notaba su estado.
Después de ello no me preocupe más, mientras el médico dijera que todo estaba bien, yo seguiría bien.
Tomaba mis precauciones aún así, comía bien, dormía lo suficiente y más si me sentía cansada, tomaba mis vitaminas, caminaba un poco solo para hacer ejercicio y evitaba todo lo que el médico me dijera que era malo para la bebé.
Estaba tan metida en mis pensamientos que no me di cuenta de quién iba entrando de la tienda cuando Emma y yo íbamos saliendo.
Primero me miró a mí, una mirada rápida que me llenó del más puro miedo, vio mis ojos, mi alma y mi espíritu, todo en una sola mirada.
Y luego bajó la mirada a mi barriga.
¡Mierda!
—Iris tú estás...
—Yo...
Ninguno de los dos reaccionaba ahora.
Ni Kieran, ni yo.
Por suerte éramos tres en ese escenario.
Emma reacciono por nosotros.
—Vamos, no tenemos nada que hacer aquí ya —dijo ella tomándome de la mano y jalándome lo más rápido que pudo para sacarme de esa situación.
Desearía que se hubiera quedado en eso.
Pedí a Dios que cuando este momento llegará, no fuera de esta manera.
Pero no todo lo que pedimos tiende a pasar como esperamos.
Como, nunca.
—Esperen... —dijo Kieran metiéndose en nuestro camino antes de que pudiéramos correr lejos—, estás embarazada.
—No me digas Sherlock. —Dijo Emma respondiendo por mí.
—Sabes bien lo que quiero decir.
—Lo que quieres decir, no lo harás y menos aquí. —Dijo ella haciendo que Kieran se diera cuenta de que estábamos en plena acera y toda la gente del pueblo estaba empezando a frenar su paso solo para poder escuchar lo que estábamos diciendo.
Kieran miró a ambos lados y luego habló de nuevo.
—Creo que me debes una explicación, ¿no crees?
—Y yo creo que no tengo nada que decirte justo ahora, y si me disculpas tengo que irme. —Dije. No sé cómo, la verdad no sé cómo me las arregle para decir todas esas palabras sin tirarme al piso a llorar.
—No puedes irte, me debes una explicación. —Él me tomó del brazo, fuerte, apretando cada vez más su agarre contra mí.
Quise zafarme, pero él no me dejaba.
Como siempre, él era el más fuerte de los dos.
Y no perdía oportunidad para hacérmelo saber.
—Suéltame. —Ordené.
Kieran me vio directo a los ojos.
Quizás buscaba una respuesta a sus preguntas, quizás buscaba otra cosa.
Como sea, yo no tenía nada ahí para él ya.
Me soltó por fin.
—Creo que no tengo nada que decirte, nunca más.
—Y yo creo que sí.
Nos miramos fijamente.
Esta era una lucha de poderes por ver quién cedía más pronto o quién daba el golpe más fuerte.
—Mi bebé, es solo mío y de nadie más. —Y ahí estaba la decisión por fin, tomada, había dicho las mismas palabras que tanto había pensado y que nunca había querido decir en voz alta por miedo a lo que fuera a pasar.
Emma a mí lado asintió y acto seguido las dos salimos de ahí corriendo a toda prisa.
<<>>
Cuando llegamos a la casa, corriendo sin aliento, Emma hizo lo que siempre hace para relajar el ambiente.
—¿Así qué de cuando acá los bebés los hace solo la mujer, hermana?
Miré a mi hermana, aún estaba sin aliento.
No quería hacerlo, pero era lo que debía de suceder.
Estallé en carcajadas que se escuchaban de seguro en toda la cuadra de la casa.
Oh Dios, yo aún pondría mi armadura abajo si me dijeras que prefieres amar que pelear.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro