Capítulo 27.
¿A dónde vamos? — Morat.
Cuando la situación se pone difícil siempre ha sido de mi conocimiento que lo único que puedes hacer para mejorarla, es enfrentarla.
Aún así, me he visto en la penosa necesidad de salir corriendo en al menos una docena de veces.
No estoy orgullosa de esto ni lo digo para que lo tomen como ejemplo, en realidad es lo peor que puedes hacer.
Y como dije mi consejo es que debes enfrentar las cosas.
Entonces porque cada que esa chica iba por la ciudad como un ciudadano normal, me daban ganas de salir corriendo.
Aunque por otra parte quería sacar un mazo gigante y darle la lección que sé que ella merece.
Sobre todo porque aunque Kieran no lo dijera, ella seguía al pie del cañón, detrás de él como un perrito faldero. Viendo a ver cuando él le iba a hacer caso.
Y lejos de solo sentir celos, sentía otra cosa.
No sé qué es, pero no me gusta.
Lo único que se me ocurre para explicarlo, es como cuando te roban tu almuerzo en el descanso de la escuela, enojo, irritación. Es lo único que tengo para explicarlo por ahora.
Había decidido por mi parte no ser tan infantil como ella lo estaba siendo, paseándose descaradamente por toda la ciudad, principalmente por todos los lugares en los que Kieran me había llevado alguna vez.
Era como si la chica quisiera contaminar el recuerdo, feliz o no. De mí. O quitarlo de alguna manera de esos lugares.
Y trataba además de no tomarme personal el que Kieran la llevará a todos esos lugares.
Lo estaba intentando realmente.
Mucho.
¡Lo juro!
—Oye... ¿a dónde es que te has ido? —Maggie estaba frente a mi sacudiendo su mano desesperadamente frente a mi rostro. Todo para tener mi completa atención en lo que sea que me estaba tratando de decir.
—Aquí, ¿qué decías?
—No lo sé, ¿qué es lo que decía? —No tengo la menor idea de que es lo que decía.
Pero como siempre, nunca jamás le haría creer a mi mejor amiga una mentira.
A menos de que fuera la última carta que pudiera usar, como ahora, por lo que recurro a una jugada que pocos saben de mí.
Cuando era niña descubrí gracias a mi padre que no me era difícil recordar lo que una persona decía, era como si mi memoria se activará cuando dejan de hablar y automáticamente registrará todo lo que la otra persona decía.
No sé si es mi memoria quién lo hace.
Quizás es un principio de autodefensa o de recuperación como en las computadoras. Cada que una se apaga de manera inesperada o forzada, esta entra en un modo de recuperación del sistema, ya sea para documentos o para recuperar lo que sea que estuvieses haciendo.
Y aunque he visto que no todos los sistemas operativos lo tienen, en su mayoría está ahí, solo espera a que se active o quizás a que lo necesites.
Como yo.
Por ello, repito de manera casi automáticamente lo que Maggie estaba diciendo antes de que parara. Sin darme cuenta la información está ahí siempre, de alguna manera almacenada en mi cerebro.
O en la parte correspondiente al almacenamiento de la información en nuestro cerebro.
—Estabas diciendo que tienes dudas sobre tu relación con Lorenzo.
—¿Cómo es que siempre haces eso? —Dice ella tratando de entender que es lo que hago para recordar todo. Ni yo lo sé.
—Cuando lo sepa te lo haré saber, lo juro.
—Como sea, si, no sé qué pasa últimamente pero Lorenzo esta de lo más raro.
—Lorenzo es raro amiga.
—Si eso ya lo sé, pero no, no me refiero a eso.
—Tienes que ser más específica si esperas que te ayude.
—Entonces tú sabes algo. —Dijo ella medio a manera de pregunta, medio a manera de reclamo.
—Cómo voy a saber si se algo sino me das ninguna pista.
—Buen punto —la chica no deja de mirar al horizonte como si esperara que la respuesta apareciera de manera mágica frente ella. Cuando no lo hace se gira hacia mí y sigue hablando—. Es que algo está pasando, yo lo sé, lo siento en mis entrañas.
—¿Algo como qué?
—No lo sé. Pero tú sabes mejor que nadie lo bien que lo conozco, sé cuando algo no está bien. Por años lo he visto ir del cielo al infierno y luego estar en un punto medio.
—Suena como que lo conoces mejor que nadie en este mundo.
—Sabes mejor que nadie la respuesta a ello.
—Lo sé.
Lo sabía.
La historia de ellos dos había comenzado antes de que incluso lo supieran. Sin saberlo se habían encontrado miles de veces en el camino sin que ninguno de los dos se diera cuenta.
Como es debido en las grandes historias del momento estos dos habían vivido todo tipo de cosas.
Maggie siempre era la chica a la que él recurría cuando algo estaba roto y no sabía cómo arreglarlo, tanto que al final, quiero pensar él se dio cuenta de que ella podía también repara algo tan importante como su corazón.
—¿Qué crees tú en tu corazón?
—Creo que él... —toma un largo suspiro— va a dejarme, creo que esta engañándome.
Conocía a Lorenzo desde que había entrado en este lugar.
Pero es muy distinto decir que lo conocía como el jefe de aquí, a conocerlo como un amigo, eso no había sucedido hasta que él y Maggie comenzaron a salir.
En serio, que no fue hasta meses después de que ella me lo dijo.
¿Por qué digo esto?
Porque nunca le he confiado nada a él, siempre he tenido mis reservas de que pudiera lastimar de alguna manera a Maggie o engañarla.
Todos en la editorial sabíamos que Lorenzo no era de los que se comprometían a largo plazo, por lo que teníamos nuestras dudas y reservas en cuanto a esta relación.
Algunos hasta tenían apuestas secretas sobre cuanto debía de durar la misma.
Yo no era una de ellas, pero el hecho de que no hubiera puesto dinero en ello no significaba que creyera fielmente en ella. Tenía mis dudad como todos los demás, solo que no las demostraba todo el tiempo como todos los demás.
Que alguna veces, demasiados descaradas para mi opinión propia, decían por los pasillos <<Ha pasado un mes más, págame>> como si el amor fuera algo que se puede apostar sobre una mesa de juego.
Como si realmente pudieras apostar a que no te romperían el corazón.
—Maggie no sé lo que pasa, lo juro, él no me ha dicho nada a mí —y era verdad, no me había dicho nada a mí, pero no significaba que no pudiera averiguarlo por el bien de mi mejor amiga.
<<>>
Me fui a casa caminando ese día, con un montón de preguntas para mí misma. Después de la plática que había tenido con Maggie un millón de preguntas de todo tipo sobre la relación de la misma con Lorenzo comenzaron a llegar a mí.
¿Por qué es que se la había declarado tan rápido y tan de pronto?
¿Por qué es que todo este tiempo todo había estado bien, más que bien entre ellos?
¿Por qué nada había salido mal?
Quizás esta mal de mi parte el buscar indicios de algo malo en él, lo adecuado y correcto sería suponer que él jamás la lastimaría.
Que el jamás haría nada para hacerle daño, pero como siempre y gracias a mi amplia experiencia en la vida y en el amor, sabía que aunque eventualmente es algo que se puede lograr en una pareja, aun así había probabilidades de que algo saliera mal.
O quizás es que lo que estaba hablando ahora era precisamente mi corazón herido y mi orgullo.
¿O sería mi dignidad?
Mi madre solía decir que es aún peor para una mujer el ceder ante su dignidad, también decía que es lo peor que puedes hacer, sobre todo ante un hombre.
Pero recuerden que esto aplica para todos, puedes ceder ante el orgullo siempre que quieras pero no tu dignidad.
Eso es caer bajo.
Con todos estos pensamientos en mi cabeza el camino a casa se me hizo aún más largo que de costumbre, tanto que cuando por fin llegue a casa estaba más que exhausta.
Metí la llave en la cerradura soltando un montón de aire en señal de mi obvio cansancio.
—Detén la puerta —dijo Kieran detrás de mi antes de que esta se cerrara de manera automática para mí.
Lo había llamado nada más salir del trabajo para que me ayudara con la situación de Maggie.
Además, muy en el fondo quería pensar que si estaba conmigo no podía estar con ella.
En ninguna parte.
—Lo siento, pasa. —Dije abriendo de nuevo la puerta para él.
—No, es mi culpa por no querer molestarte mientras venías de camino aquí.
—¿A qué te refieres con eso?
—Te vi mientras caminabas por el centro de la plaza, pero no quise molestarte. Te veías tan absorta por tus pensamientos, que pensé que merecías estar concentrada en ellos todo lo que pudieras.
—Gracias. Es que lo estaba.
—¿Puedo saber qué pensabas?
—En Maggie.
—¿Por ella me llamaste?
—Así es.
Dejé mis cosas en el perchero cerca de la puerta de mi casa, cuidadosamente me quité mi saco de hoy y la bolsa que llevaba al hombro.
Kieran me observo hacer todo eso esperando a que le dijera que hacer después.
—Siéntate por favor.
—¿En el sillón? —Pregunto preocupado. Parece que no era el único preocupado por tocar o hacer algo incorrecto, yo también lo estaba.
Señalé la mesa de la cocina.
—¿Recuerdas que te dije lo difícil que es para mí ahora sentarme ahí? —Dije tratando de no reírme.
—Lo siento. Sí. —Toma el asiento del lado derecho y lo jala para que yo me siente. Cuando lo hago corre del otro lado de la mesa— Entonces, ¿en qué necesitas ayuda?
—Necesito que vigiles a Lorenzo Portobello.
—¿Tu jefe? ¿Por qué? ¿Te hizo algo? —Parece que todas las alarmas de él se encendieron de la nada, se notaba aún más ansioso y un poco molesto.
—Por supuesto que no. —Grité indignada.
—¿Entonces? No le veo el caso.
—No es por mí, es por Maggie.
—Oh ya veo, ¿qué necesitas que haga?
—Solo síguelo, no sé nada sobre nada.
—Necesito saber algo más, por ejemplo que es lo que estoy buscando exactamente. Dame una pista al menos.
—No tengo mucho para decirte, sé que apesta pero antes de que digas que no es por una buena causa.
—¿Qué es...?
—Ella cree que lo engaña, cree que le ha estado ocultando algo y yo no sé cómo decirle que no.
—No puedes culparte por algo así.
—Quizás no pero no me sacó de la cabeza que fue por mí en primer lugar que ellos estén ahora juntos.
—De nuevo no puedes hacerte responsable de eso.
—No puedo evitarlo. —Dije bajando la cabeza.
Sé que no es mi culpa, lo sé dentro de mi ser pero aún así...
Siento que es mi culpa de una manera u otra por lo que haré todo lo que este en mis manos para arreglarlo, antes de que siquiera algo se haya roto.
No puedo dejar que le hagan a mi amiga lo mismo por lo que yo he pasado una y mil veces, no puedo dejar que después de tantas desilusiones ella quedé rota y destrozada de nuevo.
Dios mío, a dónde vamos en esta vida y en el amor.
Y sé que no soy la mejor persona para darle consejos de amor o para tratar de arreglar su vida cuando la mía esta de lo más revuelta ahora, pero es mi amiga. He de intentarlo por lo menos.
¿A dónde vamos?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro