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Capítulo 13.


Ella es solo otra chica — The Killers.


Raúl no sé fue de casa ese día hasta que la tormenta no pasó, que fue aproximadamente a las tres de la mañana.

Me dolió lo que le dije hasta la médula espinal, pero me dolió aún más saber que tenía razón.

Y que sé fue a esa hora, solo, a oscuras, huyendo de su propia verdad también.

Sabía que no la había pasado bien en las últimas semanas y que no había excusa para hacerle perder el tiempo conmigo cuando podía pasar mejor su tiempo buscando a una chica que lo quisiera como yo no podía, que pasar toda su vida cuidándome.

Y sabía que no podía irse así nada más, por lo que salí a las casi cuatro de la mañana armada con lo que pude a encontrarlo para pedirle una disculpa por lo estúpida, cabezota y terca que era.

Pero es que él no comprendía lo mal que yo la estaba pasando, por un lado no había dejado de amar a Kieran, nunca, no pasaba un solo día sin que pensará en que podría haber sido, sus besos, caricias y palabras estaban aún cual tatuajes en mi piel.

Por siempre.

Y por otro lado estaba la culpa, el dolor de lo que no era y que cada vez que lo veía me lo recordaba.

Sobre todo cada vez que lo veía con esa chica.

Sabía que ella podía darle todo lo que yo no, sabía que ella era más joven, quizás más bonita, menos tóxica para él, pero eso estaba lejos de hacerme sentir mejor.

Si solo pensarlo me hacía querer devolver el estómago.

Demonios, ¿qué me pasa? Pensé solo para mí misma.

Yo siempre lo tengo todo bajo control, toda mi vida ha estado planeada para que saliera como debía, porque siento entonces que he perdido el control de ella ya.

Siento como si alguien a distancia estuviera arrojando dados al azar, pensando que así me ayudaría de alguna manera, pues te tengo noticias hermano, no funciona.

Las náuseas no sé iban, con cada paso que daba seguían, aumentaban.

Traté de caminar un poco más, sentía el aire frío de la mañana inundar todo mi ser, cada parte de mi cuerpo estaba despertando, incluida mi hija.

Comenzaba a acomodarse como lo hacía cada mañana, la podría sentir estirándose dentro de mi vientre.

Pero las náuseas no sé iban.

Y no se irían hasta que las dejára salir.

Vomite en medio de la acera que ahora estaba comenzando a tener movimiento de personas que a menudo madrugaban para llegar a sus trabajos, visualice a lo lejos a Al y a su esposa abrir la cafetería, siempre llegaban temprano para abrir la tienda.

Ella decía que esas delicias no sé hacían de la noche a la mañana, que requerían tiempo, como la vida.

Ella tenía razón.

Eso es en lo único que pensaba mientras seguía vomitando el pan y el chocolate de la noche anterior.

La boca me dolía, la garganta me ardía, mis rodillas comenzaban a doblarse, sentí la mano de alguien posarse en mi espalda y recorrerla de a poco, de arriba abajo pero el movimiento lejos de ayudarme a tranquilizarme me produjo un dolor agudo en el pecho.

Seguido de la necesidad de seguir vomitando una y otra vez.

Cada vez más débil, trataba de recomponerme para seguir avanzando pero alguien no me dejaba.

Justo cuando dolía más, todo dolía más, caí en el vacío.


<<>>


Cuando desperté extrañamente está de nuevo en casa, mi cama finamente tendida encima de mí cubierta hasta un poco más abajo del pecho con la manta de siempre.

Me acomodé como siempre en ella, puse una almohada debajo de mi cabeza para darme una altura apropiada y así poder ver todo el panorama.

Pero no me sentí cómoda de esa manera, por lo que intente subirme aún más ayudándome con el respaldo de la cama, de poco a poco fui subiendo hasta que me incorpore completamente sentada en la cama.

Y ahí, a los pies de ella, un Kieran dormido en el sillón que tantas otras veces me había servido solo para leer, ahora guardaba al amor de mi vida, cuidándome, protegiéndome, como siempre.

Ahora estaba claro que quién me sujeto cuando me desvanecí fue él, esa era la única explicación.

¿Por qué siempre que estaba en un peligro inminente él estaba ahí para ayudarme?

Para salvarme del vacío, de la oscuridad...

No quise despertarlo, pero como cada mañana necesitaba ir al baño, por lo que hice a un lado poco a poco las sábanas de mi cama y me bajé de ella lo más silenciosamente que pude.

Un paso a la vez.

Solo un pasó a la vez, pensé.

Solo eso se necesita para no despertar de este sueño, es como si nunca me hubiese ido, como si nunca se hubiese ido él, como si nada hubiera salido mal entre nosotros.

¿Que había salido mal?

Ya no estaba segura ni de ello...

¿Fue él?

¿Fui yo?

No lo sé, ya no sé las respuestas a esas preguntas ni siquiera.

Entré al baño, tenía que continuar con mi vida, por lo que seguí con todo como si nada hubiera pasado. Como si me hubiera levantado y él no estuviera ahí, me lave la cara, los dientes, me puse crema para el rostro, en el cuerpo, para que las pesadas bolsas debajo de mis ojos no se vieran. (Tanto).

Está de más decir que he llegado a un punto donde esa clase de cosas ya no se desvanecen, son como la odiada piel de naranja o la celulitis.

Cuando uno es joven, quiero decir antes de los veintiún años no sé preocupa por nada de eso, las calorías, las grasas, uno come frituras de mañana, tarde y noche sin preocuparse ni un poco en que algún día todos esos alimentos solo harán más que convertirnos en imperfectos.

Así como el tomar toneladas de café, pan y no consumir suficiente agua diariamente.

Nunca he sido de las que descuidan su salud, pero después de quedar embarazada y empezar a tomarme más en serio los hábitos alimenticios correctos para un buen desarrollo del embarazo he aprendido que todo lo que no nos gusta de nuestro cuerpo a veces es solo consecuencia de cómo lo tratamos.

Como las ojeras que son producto de la deshidratación y el no descansar adecuadamente durante las horas que le corresponden a un adulto promedio.

Una vez que termino de arreglarme, salgo del baño. Kieran sigue profundamente dormido en el pequeño sillón y por mucho que me gustaría quedarme en casa todo el día soy una adulta responsable e independiente que tiene que pagar sola sus propias cuentas por lo que sigo con la ropa.

Me pongo un vestido de rayas blancas con negras en vertical, que lejos de hacerme sentir cómoda me hace sentir como una gran vaca gorda.

Ya sé, ya sé, no estoy gorda, en realidad la mayoría del peso que he ganado es por la bebé.

Pero no me siento cómoda aún así, siempre fui una persona bastante delgada, en realidad no obtuve mis curvas hasta después de los veintiún años que fue cuando mi cuerpo comenzó a cambiar al de adulta y con el aparecieron rollitos, celulitis, entre otras cosas.

Por lo mismo al principio me costó un poco el aceptar el cambio de mi cuerpo.

Y ni siquiera tengo que decir lo mucho que sufrí con los primeros vestigios del embarazo en mi cuerpo, sobre todo en mi piel. Nadie te dice lo que será en verdad esto. Que tu cuerpo se va a expandir hasta tal grado que la piel te dará una tremenda comezón, día, tarde y noche.

Una picazón de la que nadie te puede salvar, además aparecerán primero pequeñas y luego grandes líneas blancas que si las rascas aunque sea un poco se transformaran en líneas insoportables y amoratadas que nunca sé irán de ti.

O al menos no en los próximos meses.

Todo eso solo hacía más que hacerme sentir menos que bella o perfecta.

Al principio Raúl intentaba ayudarme cuando estábamos lejos de casa, me decía palabras bonitas cada mañana, no sé de dónde las sacaba pero estoy más que segura que sé las sacaba de algún libro de poesía.

Era bonito, no puedo negarlo, cuando estábamos juntos llegué a pensar más de una vez que esta podría ser una nueva realidad para nosotros.

Quedarnos juntos, estar juntos de nuevo, como una pareja quiero decir.

Pero luego recordaba los muchos motivos que nos llevaron a separarnos y que muchos de ellos aún seguían pesando en la balanza cuando me pensaba esta posibilidad.

No sé si él alguna vez llegó a pensárselo y si lo hizo jamás me lo ha dicho.

Espero que siga de esa manera porque no necesito más drama en mi vida ya.

Estaba en la cocina cuando escuché ruidos provenientes de mi habitación, caminé suavemente para no despertarlo o asustarlo en caso de que Kieran ya estuviera despierto. Me acerqué lo más lento que pude a la puerta, lo suficiente para abrirla lentamente si quería o para quedarme escuchando lo que sea que él estuviera haciendo.

Opte por la segunda opción.

¿Por qué?

Porque el hombre estaba hablando en el teléfono y yo quería saber con quién y que le estaba diciendo.

—No, no y no te he dicho un montón de veces que las cosas nunca son cómo parecen —grita un exasperado Kieran de un lado del teléfono— No sé porque ahora me dices esto, yo solo vine porque ella me necesitaba... —La otra persona del lado contrario del teléfono dijo algo, Kieran guardo silencio asimilando cada palabra, cuando la otra persona se calló él dijo algo que me mato más que cualquier otra cosa que nunca me haya dicho hasta ahora.

Ella es solo otra chica, solo eso.

No me derrumbe ahí, aunque debía, solo tomé mis cosas de la mesa de la cocina y cerré la puerta yéndome una vez más al trabajo.

Y con eso, me llevé la última pizca de dignidad que me quedaba tomándome de la pierna rogándome que no me fuera.

Que me quedará otra vez con él.

Así como mi esperanza muriendo desangrada de un disparo fulminante al corazón.

Y ahí está el drama. De nuevo.

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