Bienvenido a la jungla...
Mira como hace que te arrodilles,
Quiero verte sangrar — Guns N Roses.
La vida es justa y sabia, eso es lo primero que he aprendido de Iris.
También aprendí que sí quieres vivir plenamente no debes mentir, especialmente a ti mismo, poniéndote siempre a ti en primer lugar.
¿Pero qué hay de cuando le mientes a tu pareja?
¿O a la persona con la que estás seguro que quieres compartir tu vida?
La verdad es que aún no sé porque es que termino todo entre nosotros, creía que éramos perfectos el uno para el otro. Creía que podríamos confiar el uno el otro siempre.
Y entonces todo se rompió entre los dos.
También aprendí de ella, que una vez que la confianza se rompe, no es fácil que esta se pueda restaurar. Ella dice que es como romper un vaso de vidrio, puedes tirarlo al suelo, este se estrellará o romperá en miles de pedazos diminutos, y aunque lo intentes y quieras pegarlo, nunca volverá a ser el mismo.
Lo mismo ocurre con la confianza.
Por eso ruego a Dios que ella pueda perdonarme algún día por todo lo que estoy haciéndole.
Sé que esto no le sentará bien, sé que está mal haberla hecho menos con mis actos, con mis investigaciones en las que la dejé una y varias veces fuera de su propio caso, cuando fue ella misma la que en primer lugar confió en mí para ayudarle.
Sí, porque ella me había confiado su vida, secretos, mentiras, anécdotas graciosas con sus hermanas, momentos tristes con sus padres, como la molestaban por cada cosa extraña que hacía en la primaria, como siempre quiso callarles la boca a todos ellos.
Pero nunca se sintió plena, completa, para hacerlo.
Con la confianza suficiente como para hacerlo.
Creo que lo único que me queda, por hacer, es esperar a que la vida no me mate antes de que pueda disculparme con ella.
Solo por ella me quedo aquí, para poder salvarla, ayudarla.
Aunque sé que ella no quiere ser salvada.
Pero mejor yo que ella, ¿no?
Mejor que me golpeen una y mil veces el alma, la piel, que me quiten cada rastro de dignidad una y otra vez, que ella.
Ella no lo merece.
Ahora hablamos de merecer.
Yo nunca quise merecer tanto amor como cuando la conocí.
Suena cursi, lo sé.
Espero que ella pueda entender algo de esto algún día.
<<>>
—Bien, así que sabemos dónde está, ¿entonces qué demonios hacemos aún aquí? —dijo Gabriel llenándose de impaciencia con cada paso que daba dentro de la pequeña cocina de la casa de Ariana.
—No es lo que hacemos aquí, es lo que no hacemos aquí. —Dijo ella.
—Ariana tienes que decirnos cuál es el juego, sino no podremos hacer algo por mi hermano.
—No hay ningún juego, quiero ayudarles, créanme tengo un plan pero primero tengo que esperar.
—¿Pero esperar qué? ¿A qué maten a mi hermano? —se me hizo un nudo en la garganta y casi estuve a punto de irme corriendo al lavabo para regresar el poco alimento que hasta ahora había comido en el día.
Por suerte tomé todo lo que me quedaba de auto control y no lo hice.
—Ariana ¿qué es lo que estás esperando? —le dije.
—A Kieran.
—¿Estás dándole tiempo?
—Algo así, solo quiero que sufra un poco, que piense que puede lograrlo solo, no te preocupes yo sé dónde está, solo espera y verás...
—Mujer tú solo quieres ver el mundo arder —dice Gabriel llevándose ambas manos a la cabeza, está exasperado y no entiende nada. Pero yo sí, había visto a Ariana hacerle esto mismo a David y a otros en los últimos años.
Para mí no era raro ni desesperante.
Y aunque no me gustará era una buena idea su plan.
Aunque fuera irracional.
—Sí.
—Estás loca. —Dijo Gabriel. Levantó ambas manos en el aire, pero no llegó ni a tocarla, sabía que si era la mitad de correcto que su hermano, jamás le pondría una mano encima a una mujer.
No importaba cuanto está mujer pudiera exasperarle.
—Sí. —Dijo ella muy segura frente a él con esa sonrisa que solo ella podía ofrecer a un débil contrincante.
Honestamente nunca en los años que llevó de conocerla le he visto una sola persona, hombre o mujer, que pueda hacerle competencia.
Gabriel quería matarla, se le notaba, pero no lo hizo solo se tiró en el sillón exasperado.
—Iris, tú sabes que yo no hago nunca nada sin una razón.
—Lo sé.
—Nunca quise dejar que te hicieran daño la primera vez, y cuando él vino a mí y tuve la oportunidad de ayudarte no lo dude.
—Lo sé, pequeña, lo sé. ¿Qué necesitas?
—Tiempo.
—Está bien, confiaré en ti, como tú alguna vez confiaste en mí Williams.
—Lo sé, y lo siento no sabes cuánto.
—Siento haber mencionado tu apellido.
—Espera, Williams... —dijo Raúl a mi lado, estaba ahí parado sin hacer nada.
—No. —Le dije antes de que él pudiera decir nada— No lo digas, sea lo que sea que pienses, no lo digas.
—No, no es eso —dice el aún más seguro, sus ojos se han iluminado, tiene una idea, lo sé, lo conozco bien— ¿Dónde he escuchado ese apellido antes? ¿Cuál es el apellido de tu padre?
—Herrera.
—No, el de tu padre biológico.
—¿Porque? No lo recuerdo.
—No será de casualidad, ¿Williams? —dijo él sonando muy poco convencido de la pregunta.
—No lo sé, te repito que no lo recuerdo.
—Es que estoy casi seguro de que he visto ese nombre en alguna parte.
—Te dije que no debes decir lo que piensas.
—¿Porque? —dijo Gabriel despertando de su propia frustración.
—Porque a nadie aquí le interesa saberlo, por eso. —Grité.
—No, no es eso, es que estoy seguro de haber visto ese nombre en algunas de las investigaciones de Nicholas.
Mi teléfono vibro en mi bolsillo derecho del pantalón.
Olvidaba que lo había traído aquí.
No debía de ser importante sino ya estarían buscándome de nuevo hasta en la puerta de la casa de Ariana, mi auto estaba afuera, como la vez anterior que había estado aquí, así que sí alguien quería hablar conmigo podía simplemente tocar su puerta y ahí me encontraría.
Pero aun así el pequeño aparato no dejaba de sonar.
Una y otra vez.
—¡Demonios! —dije tomando el pequeño aparato entre mis manos.
—¿Qué pasa? —dice Ariana viniendo a mi lado.
—No lo sé, pero no me deja pensar ni siquiera en paz con ese ruido.
Cuando lo saqué, pensé que sería un mensaje de texto, una llamada de mi casa, de Ricardo, de Emma.
No lo que era.
<<Bienvenido a la jungla, mira como hace que te arrodilles, quiero verte sangrar corderito, ven por él sí quieres, sí es que puedes...>>
Decía el mensaje. Lo dije en voz alta, porque a esta altura ya no tenía ni quería guardar más secretos, porque, de todas maneras, todos lo sabrían.
—¿De quién es?
—Adivina de quién es.
<<Presione uno si quiere que ver una sorpresa cautivante>>
Dude.
Pero debía de hacerlo.
Presione uno.
La fotografía se revelo ante nosotros.
En ella Kieran estaba como nunca en su vida, triste, cansado y finalmente abatido a golpes.
<<Presione dos sí quieres ayudarlo>>.
—No creo que debas presionar nada más hasta que sepamos qué hacer.
—No creo que tenga esa opción.
—Presiónalo, entonces. —Dijo Ariana.
Presione dos, el mensaje se envió a un número remitente que nunca en mi vida había visto.
Una segunda fotografía de un mapa se revelo para todos.
—Creo que ya no podemos darle más tiempo a Kieran, es hora de actuar.
Dije para todos.
<<>>
Nunca en mi vida me han gustado las tormentas, lo sé, es estúpido temerle a la naturaleza misma.
Porque después de todo eso es.
Las tormentas, ciclones, tsunamis, huracanes es el medio de defensa de la tierra.
Algunas de ellas con causadas por inestabilidad atmosféricas, choques de calor y frió.
Sin embargo, yo siempre las he considerado parte del karma, un balance, algo que nos ayuda a que todo caiga en su lugar cuando tiene que. Como esto, yo sabía desde el minuto de comenzar esta búsqueda que terminarían en algo como esto.
En una búsqueda del tesoro nuevamente en la que las dos partes perderían algo.
Esperaba que no llegar a tanto, de todas maneras.
Rezaba en secreto por ello.
Creía, debía de aferrarme a ello, porque ahora mismo es lo único que tenemos para poder ganar.
Aunque al final, siempre se pierde algo o a alguien.
De nuevo.
<<>>
Estaba lloviendo.
No, eso no era lluvia.
La lluvia atrae la calma cuando pasa por un lugar, limpia, purifica, reestablece el orden natural de las cosas.
No, esto era algo más.
Era como un recordatorio de que nada estaría bien, aun cuando recuperáramos a Kieran con vida, aunque al final ganáramos, aun cuando la oscuridad no nos tomará para llevarnos al oscuro camino del que nunca debimos haber salido.
—Iris está diluviando afuera, ¿segura qué quieres hacer esto ahora?
—No, pero por mucho que lo odie, también lo amo. —Gabriel me paso un impermeable por los hombros mientras los demás escuchaban mi decisión determinante.
Iba a ayudarlo porque lo amaba.
Iba a ayudarlo porque esto era mi culpa.
Esto es mi culpa.
Los cuatro subimos al auto lo más rápido que pudimos, cubiertos con unos cuantos impermeables, como sí estos fueran capaces de soportar el diluvio que se suscitaba afuera.
El cielo se estaba cayendo.
A nuestros pies, y con él se iban todos mis pecados.
Tenía que comenzar de nuevo después de todo, no habría vuelta atrás, tenía que llevárselo todo.
Nos lo llevaríamos todo.
<<>>
Las personas dicen que no puedes sacrificarte por amor. Aun cuando las películas, los libros y las historias románticas que viven en nuestra mente nos han dado otra idea.
Ellas, ellos, nos dicen que esto es todo lo que tienes que hacer por amor.
Esto es el amor.
Sacrificio.
El uno por el otro.
Moriría por ella
Pero siempre preferiría que esto fuera solo una pesadilla.
Quisiera que el final no lo fuera, cambiaría lo que sea para que sea un inicio.
<<>>
Las personas pierden algo todos los días, sanidad, vida, un ser amado.
Haré todo lo que este en mi poder para no ser una de esas personas, no quiero pensar en la posibilidad ni siquiera.
Pero mientras veo como Ariana monitorea a Kieran en la Tablet que lleva durante todo el trayecto entre sus manos, no puedo evitar plantearme la posibilidad.
La verdad es que he perdido mucho, sola por mí misma.
He tenido momentos en los que solo he querido gritar por el dolor.
Pensando que quizás eso me ayudaría a aliviar la pesada carga que había en mi pecho, tanto era que a veces no podía respirar, sentía que me ahogaba en pleno día, cuando todos caminaban a casa.
Sentía que el cielo se cerraba, que me quitaba su luz para mí, y que el mismo infierno me abría las puertas para entrar.
Pensaba que era solo un alma más condenada al vacío, al dolor, a la soledad.
Aun cuando estaba rodeada de personas, aun cuando pudiera tenerlo todo, para mí, no era nada. Porque no tenía nada.
Miré a mi lado, Raúl conducía lo más rápido que podía.
Gabriel se mantenía en el asiento del copiloto manipulando la radio, estaba nervioso.
Y Ariana seguía monitoreando su tableta.
Bip.
Bip.
Se escuchaba provenir de esa cosa.
Bip.
Bip.
Como los latidos constantes de un corazón vivo.
¿Cómo puede ser tan parecido?
¿Cómo esa cosa puede parecer algo que nos haga seguir vivos?
Considere pedirle que lo apague, o que le bajara el volumen, pero era lo único que me decía que aun estábamos a tiempo de ayudarle.
Sí lo silenciaba, quizás no me diera cuenta y...
Se me hizo un nudo en la garganta y aun en mis pensamientos, sabía que esto era el fin de la vida como la conocíamos.
Para todos.
—Espera... —dijo Ariana atrayéndome a la realidad de nuevo— Deja esa estación.
Gabriel le hizo caso a la chica sin dudar si quiera.
<<En otras noticias la alerta de Tormenta Eléctrica ha sido activada en toda la ciudad, se aproxima el Huracán Martha, tenga precaución al manejar, resguárdese en su casa, no es un anuncio para tomarse a la ligera, esto no es un simulacro, los servicios de emergencia están activados y los refugios serán los de siempre la nueva Biblioteca del centro y el Ayuntamiento, llevé comida y agua suficiente para su consumo y el de su familia, nada de alimentos perecederos y...>>
Esto no era una lluvia cualquiera.
La alerta se activó en todas partes, comenzó a sonar aún más fuerte de lo que la recordaba cuando era niña, tuve que cubrirme los oídos para que esta no me diera directamente en ellos.
Cuando me giré, a ver a los demás, todos estaban haciendo lo mismo.
Así que esta vez no estaba en mi cabeza nada más, como la vez anterior tampoco.
Y en la radio, la música perfecta para la ocasión comenzó a sonar.
Alguien sálveme, cantaba Remy Zero.
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