Capítulo 51.
¿Alguna vez bajaré mi espada para proteger nuestro hogar?
(No, de ninguna manera) — MAGIC!
No puedo describir de ninguna manera lo que siento por ahora con respecto a la perdida de mi casa.
No he regresado ahí en cinco días, aun así, tuvieron la bondad y el gesto de informarme que el cuerpo de bomberos mismo y algunas personas pertenecientes a cuerpo de policías de la ciudad se habían ofrecido a limpiar el desastre que era mi casa ahora.
Lo agradecía, y mucho, sobre todo porque yo sí que conocía a estas personas de toda una vida.
Eran amigos, vecinos, compañeros de la escuela, los conocía de siempre.
Sin embargo, eso no iba a traer de vuelta muchas cosas que había perdido ahí.
Eran demasiadas, todo lo de la cocina, incluidas cosas con un valor personal y emocional, las encimeras, la mesa, los manteles que tenía puestos, y al final lo que más me había dolido perder, todos y cada uno de los recuerdos que la esposa de mi padre biológico me había dado.
Todo el contenido de la caja azul, se había ido entre cenizas y mi llanto que salía a borbotones de mí mismo ser.
Eso fue lo que me dolió más de perder.
Por eso es que estaba encerrada en la habitación de Celine, cuando me subí al auto hace dos días, solo llegué aquí, no supe hacia donde iba hasta que estaba entrando a la casa de mi abuela.
Supongo que este siempre ha sido mi hogar y siempre lo será.
También es el lugar en el que había sido más feliz en mi vida, quizás por eso siempre regresaba. Dicen que uno siempre regresa a donde fue feliz.
Esperaba que al menos aquí, eso fuera una realidad.
Tampoco había ido a trabajar, no tenía ganas, no podía quedarme sentada en una silla de oficina pensando en que ya no tendría un lugar al que regresar nunca más, un hogar, mi refugio, mi hogar, uno que me había costado mucho hacer, crear, decorar a mi manera y a mi propio estilo.
Me tomó años darme cuenta de que debía de seguir a mi cabeza y a mi propio corazón, independizarme y tomar la decisión de sobrevivir por mí misma.
Sola.
Y así me había pagado el mundo, el universo, Dios.
Me había quitado todo rastro de humanidad, toda mi fuerza vital, ya no podía respirar sin querer llorar, no comía mucho porque me dolía la garganta. La sentía cerrada por el humo de aquella noche, que si bien no inhale es como si aquel olor a cenizas, a desolación, se hubiera quedado en mí para siempre.
Mi ropa olía a él, cada que lo pensaba, no estaba más ahí, pero cada que cerraba los ojos lo revivía una y otra vez en mi memoria.
Aun así, debía descansar por el bien de mi propio hijo.
Eso me molestaba también, toda mi vida luche con el deber, no lo rechazaba porque no podía, solo lo dejaba estar en cada parte de mi vida, tenía obligaciones y no las hacía menos, las cumplía como un ser humano responsable que era.
Pero eso no significa que estuviera de acuerdo.
Solo lo hacía porque era mi deber, y ya estaba bastante cansada de ello.
De obedecer porque es lo que se supone que haga, quiero mis propias reglas.
Quiero la oportunidad de escribir mi propia historia.
—Iris, tienes una visita. —Dijo mi abuela.
Estaba recargada en el marco de la puerta de la habitación de Celine.
Yo estaba envuelta en una cobija de Bob esponja que tenía desde los siete años.
—¿Quién es?
—Sal, por favor. —Pidió ella de nuevo.
—Está bien.
Salí de la habitación envuelta en la misma manta, pocos sabían la historia detrás de ella.
Era el último regalo que mi padre me había dado antes de irse por la misma puerta que ahora estaba llena de mis amigos.
Todos estaban ahí, Emma a la cabeza, Ariana, Raúl, Rocío, Maggie, Diego, Damián, incluso el esposo de Rocío, Rodolfo, Lorenzo también estaba ahí.
Y Kieran.
Me dio pena que todos ellos me vieran en ese penoso momento de mi vida, estuve a punto de correr hacia la habitación de nuevo, cuando la mano de Kieran me trajó de vuelta a la vida.
—No te vayas, estamos aquí por ti y para ti, te tenemos una sorpresa. —Dijo él haciendo que lo mirará de frente, me llevé las manos a mi vientre y luego hacia donde tenía sus manos con las mías, una sensación me invadió de arriba a abajo— Sí tan solo vienes con nosotros, ahora.
—Está bien —le di la manta a mi abuela y salí al exterior de la mano de él.
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Todo el camino, a no sé dónde, me tuvieron con los ojos vendados para evitar que supiera, obviamente a donde iba.
No entendía nada de los que estaba pasando.
Pero estaba bien, no estaba nerviosa, estaba en paz.
A estás alturas ya había comprendido que no debía ni tenía porque asustarme, ellos eran mis amigos y jamás harían nada para dañarme.
O al menos eso esperaba.
Lo comprobé en cuanto me quitaron la venda de los ojos.
Estaba en casa de nuevo.
Pero no era la de hace dos días, esta era la casa que siempre había sido, estaba limpia, seca y era mi hogar de nuevo.
—¿Ustedes hicieron esto? —me di la vuelta para ver a mis amigos, todos ellos estaban dedicándome sus sonrisas más grandes, nunca jamás en la vida los había visto sonreír de esa manera, para mí— Esto es lo más bonito que cualquier persona en mi vida haya hecho antes por mí.
Me fui hacia ellos, tenía, debía abrazarlos a todos.
Estaba deshaciéndome en lágrimas.
—No es nada —dijo Ariana.
—No, sí lo es, lo es todo —dije a ella, a todos—. Esto lo es todo para mí, gracias.
—Vamos aún hay mucho que tienes que ver dentro de la casa —dijo Rocío.
Me tomó de la mano y me llevó con ella a ver las maravillas de Alicia que ahora rodeaban las paredes de mi casa.
Cuando entre en casa, se sintió mucho más como un hogar.
Las paredes estaban pintadas del color morado que siempre había querido, en combinación con el azul que ya tenían, las encimeras de la cocina integral habían sido restauradas, pintadas de color blanco marfil y colocadas de nuevo, dando aún más luz a la cocina de color gris metálico que ya tenía.
La mesa de la cocina fue una pérdida total, por lo que la que habían puesto ahora era una totalmente nueva, de cristal y con soportes en blanco marfil para que esta se complementará con la cocina.
Los sillones también fueron pérdida total y no es que estos fueran los mejores y más bonitos del mundo, en realidad eran muy viejos, pero los había comprado con mi propio dinero y eso era lo que importaba, aun así, los nuevos me gustaban mucho, eran color gris en gamuza.
—Y sí te gusta esta sección de la casa deberías de ver las habitaciones —dijo Ariana a mis espaldas.
Estaba maravillada por lo que había visto hasta ahora. Mi cara debía de reflejarlo.
No me podía creer todo lo que mis amigos habían hecho por mí, debieron haberse gastado una fortuna, solo por mí.
—Chicos, antes de que vea lo demás y aun sin importar si mi cuarto es un chiquero, quiero que sepan que no me va alcanzar la vida para pagarles lo que están haciendo por mí, aun así, lo voy a intentar con todas mis ganas.
—No lo hicimos por la gloria chica, pero si quieres pagarnos puedes hacernos de comer a todos cuando te sientas mejor. —Dijo Maggie yendo hacia mí en un gran abrazo.
—De verdad que no los merezco chicos. —Dije yéndome hacia ellos, sabía que no podía abrazarlos a todos ellos, pero eso no me importo, ni a ellos. Se dejaron ir en un gran abrazo de oso para mí.
Solo para mí.
—A todos. —Susurré dedicándole una breve mirada a Kieran.
No quiero pensar de más, no quiero sentir de más pero todo esto solo pudo haber sido organizado por él.
Recordé las palabras que una vez me dijo como promesa de una vida juntos "¿Alguna vez bajaré mi espada para proteger nuestro hogar? (no de ninguna manera)", era la letra de una canción que nos gustaba mucho a los dos.
Y la cumplió, a pesar de todo.
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