Capítulo 48.
Estoy tan harta de correr tan rápido como pueda,
Preguntándome si llegaría más rápido si fuera un hombre — Taylor Swift.
—Y el resto es historia, me comento el plan en cuanto dijo eso, luego volvimos aquí, poco después contactamos contigo y él siguió con su investigación como lo había hecho hasta ahora.
Raúl bajó la cabeza, quizás recordando que Nicholas ahora ya no estaba.
A mí parecer, y a aún a pesar de mis preocupaciones ellos se habían hecho amigos.
—¿Dices que fue hasta otro estado de la república sin que nadie de la policía se diera cuenta? —dije sin poder creérmelo.
—Así es.
—Eso es lamentable, amigo mío, no puedo entender cómo es que paso todos los filtros sin que nadie se diera cuenta. —Kieran se había decidido justo ahora el sumarse a la conversación.
—Yo tampoco, había cosas que él no me decía y yo no preguntaba porque no necesitaba saberlo, la única razón por la que acepte ayudarlo en primer lugar fue para poder ayudar a Iris, cuando me dijo por lo que estabas pasando —en ese momento, por décima, vigésima vez me miro como antes, como si nada hubiese pasado entre nosotros— regresé aquí lo más rápido que pude, lo siento si te incomoda escucharlo pero es lo que es, es lo que siento, jamás dejaría que te pasara nada malo, sin importar como estén las cosas entre nosotros.
—No sé a qué te refieres con eso, nosotros estamos bien, seguimos y seguiremos siendo amigos siempre, nunca lo dudes. —Dije para tranquilizarlo y como acto de buena fe, tomé su mano y la estreche levemente.
—Eso me alivia tanto, no quería que te molestarás por aliarme con tu enemigo.
—Nicholas nunca fue mi enemigo, Valentina sí.
—Me alegra que menciones eso, porque la última pista que tuve nos lleva de regreso a ella.
Kieran se levantó exasperado de su asiento en mi sillón.
—¡Tienes que estar de broma hombre! Iris no se va a acercar a esa familia de locos, nunca, ¿qué no recuerdas lo que paso cuando ella estuvo en el hospital?
—Jamás podría olvidar cuando la abuela entró en el hospital para llamarla por cada grosería que se le pude ocurrir a un camionero, por lo que le pasó a Valentina.
—¡O cuando amenazó con matarme con un cuchillo de cazador! —dije con miedo al recordar lo sucedido.
—¡O eso! —dijo Kieran en respuesta.
Los dos, tanto Kieran como yo estábamos de acuerdo en que nadie podía acercarse a esa familia sin salir lastimada, además no creo que la abuela de Valentina nos ayudará en nada, esa mujer me odia y juró matarme por lo que le hice a su nieta.
Y la comprendía, si las cosas hubiesen sido al revés estaba segura de que mi abuela hubiera hecho lo mismo por mí.
En el mejor de los casos, quizás, no amenazaría, solo mataría a quien me hubiera hecho daño.
—Ya sé, ya sé que es una mala idea ir con esas personas, pero esa es la última pista que tengo sobre la investigación que Nicholas estaba haciendo, así que puedo hacer esto solo o pueden ayudarme.
—No harás lo que yo creo. —Dije.
—Sí, lo haré, con o sin su ayuda, porque no hay un mundo en el que dejé que el asesino de Nicholas quede libre, no sé ustedes pero yo no le daré el tiempo para atentar de nuevo en contra de alguien a quien quiero.
Y ahí estaba de nuevo, la duda, no sabía si lo decía por mí o por Nicholas.
Y lo peor, como siempre, es que no estaba segura de querer averiguarlo.
—Entonces iremos contigo. —Dije.
—¿Qué haremos qué...? ¡Estás dementes mujer! Tú misma me dijiste que no querías acercarte nunca más a esa familia. —Dijo Kieran entre gritos de asombro por mi decisión.
—Primero no te atrevas a llamarme así, segundo no me grites y tercero tú mismo sabes que las personas siempre pueden cambiar de opinión, así que tengo derecho a hacer lo que se me plazca porque a mí nadie, nadie... escúchenlo los dos, nadie me dice que hacer.
No seré gobernada por nadie.
Ambos se quedaron en silencio.
—Ahora, ¿a dónde hay que ir Raúl?
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Si pensaba que era una buena idea, explorar lugares como la casa de la familia de Valentina de noche, me retracto.
Cada vez que me siento toda poderosa, que nadie puede romperme, mi propia nueva fragilidad y realidad me sientan de una vez y por todas en el suelo.
Que es lo que me ha ocurrido ahora.
Sí, claro, nadie puede gobernarme.
Patrañas, en cuanto dije lo de ir con la familia de Valentina Raúl y Kieran me hicieron a un lado.
Claro, es que ellos son los hombres todos poderosos, los héroes de Olimpo. Sí, claro.
Quería ser la heroína de mi propia historia, y no lo he estado logrando, cada que quiero hacerlo, me recuerdan que soy una mujer y que por eso debo ser débil.
Se les olvida que la historia está hecha de mujeres grandes, valientes, mujeres fuertes que conquistaron ciudades, imperios y naciones completas solo con su ingenio.
Algunas de ellas tuvieron poder por nacimiento, otras por matrimonio, pero sea como sea el caso que las llevo a ello, tenían el poder y contrario a los hombres, no dejaron que las cegara o que las consumiera, al contrario, lo usaron para ayudar a sus pueblos, a sus familias, a cualquiera que lo necesitara.
Eso quería ser yo.
Pero no me dejaban.
Y eso que no sabían aun sobre el bebé.
No podía evitar preguntarme sí todo sería más fácil si fuera hombre, correría más rápido, conquistaría sin dudarlo, rompería estereotipos, tendría más votos si quisiera avanzar en mi carrera, me admirarían y aplaudirían si quisiera ir a investigar en medio de la noche una pista que me llevé a la persona que me quiso matar.
Estoy tan harta de correr tan rápido como pueda, preguntándome si llegaría más rápido si fuera un hombre.
Me dejarían hacer todo lo que yo quisiera, solo por ser hombre.
Esta situación me estaba matando, estaba acabando con cada pizca de sentido común de mi vida, de mi sanidad y de mi fuerza como mujer.
No podía seguirlo permitiendo.
Tomé mi chaqueta y salí a la calle para tomar por fin el control de mi vida, en mis propias manos y a quien no le gustara, podía irse al demonio.
Solito.
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Las personas pueden o no ser.
Puedes ser una mariposa hermosa o una oruga muy fea, estaba en tus manos elegir, podías quedarte en el pasado, llorando tirada en cama, rogando que nada malo nunca hubiese ocurrido o podías convertirte en lo que siempre habías querido ser.
Por eso es que estaba aquí yo, hoy.
En la oscuridad de la noche, esperando escondida detrás de un par de arbustos escuchar algo.
Kieran y Raúl se habían ido hace una hora, pero yo me había quedado, necesitaba respuestas. Y las expresiones de sus rostros decían que no habían logrado averiguar mucho. Y repito, yo necesitaba respuestas.
Así que me quedé, escondida todo el tiempo que pude.
Sí algo he aprendido de las películas es que una persona que tiene algo que esconder, siempre, siempre, siempre que se van los policías llaman al asesino.
Y esperaba que esta vez, fuera ese el caso.
Así que espere...
Espere...
Y espere...
Y justo cuando estaba empezando a dudar de mí misma, la puerta de la parte de atrás de la casa se abrió de par en par, la abuela de Valentina salió hecha una furia.
—No, ya te dije que no vamos a desistir, el plan sigue su curso, esa mocosa tiene que pagar por todo lo que le hizo a nuestra familia...
No podía escuchar lo que la otra parte estaba diciendo, pero por la cara de enojo y angustia de la señora bien me lo podía imaginar.
Ni tampoco sabía si era hombre o mujer, demonios porque tienen que complicarla tanto, porque no pueden decir el asesino es, y vive en tal lugar, da vuelta a la derecha en la puerta roja y lo encontrarás.
Me está matando esto.
—No, ya te dije que hay que apegarnos al plan, si matas a uno de ellos vas a levantar sospechas, como crees que se vería la muerte de un aclamado policía de la ciudad en los encabezados de mañana.
¡Demonios!
Tengo que ir a decirle a Kieran.
Tengo que advertirle.
—No, no, tú escúchame, ¡no hagas nada estúpido! Si lo haces nunca obtendremos la justicia que merecemos... —y entonces la otra persona al otro lado de la línea, colgó.
Algo me dice que es hora de correr.
Pero cuando lo hago, alguien me golpea en la cabeza y caigo inconsciente.
Y de nuevo soy la damisela en apuros.
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