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Capítulo 47.


Ayer todos mis problemas parecían tan lejanos — The Beatles.


—Y como siempre, tomamos la comida en pequeños Itacates y nos montamos hacia la aventura. Te lo digo Iris, es el mejor lugar del mundo, y lo mejor es que esta aquí, en nuestro México lindo y querido.

—Estoy segura de que así es.

—Bueno como te estaba diciendo, mi madre me había llamado más temprano dándome las buenas noticias sobre tu compromiso con Kieran. Yo me quede feliz, por lo dos. Yo sabía que ustedes eran el uno para el otro.

No pude evitarlo, miré a Kieran en busca de algo que lo hiciera dudar. No lo había, me giré hacia Raúl entonces.

Me miró, asentí y continúo con su relato.

—Estaba en este bello lugar, lleno de todo tipo de aves, preciosas, majestuosas, ¿sabes qué a Nicholas le gustaban mucho las aves? Las amaba, eran su segundo amor, el primero era su hija Lia.

Se me hizo un gran nudo en el estómago y sentí como mi pecho se estrujo un poco cuando mencionó a su hija, tuve que respirar pausadamente por unos segundos para poderme recomponer.

—Bien, pues ahí, existe una reserva, que tiene uno de los santuarios más grandes en el mundo, se reúnen miles de aves al año, solo para descansar de sus viajes, además hay muchas de ellas que están en peligro de extinción, por lo que son aún más cuidadas que otras, llegan de todas partes del mundo a que se les trate como lo que son los vigilantes de los cielos.

Raúl hizo una pausa solo para tomar aire, luego siguió con lo que estaba diciendo.

—Es absolutamente precioso, sobre todo ahí, verlas volar, lejos, alto y lejos. Ser libres. Protegidas siempre, sus crías seguras y majestuosas. Es precioso el lugar.

—¿Dónde dijiste que está ese lugar? —dijo Kieran a mi lado.

—En Xcaret, es una antigua Ciudad Maya, en la Riviera Maya.

—Suena encantador.

—Lo era, lo es.

—Sigo sin saber que tiene todo esto con Nicholas y como se conocieron ustedes dos.

—Ya te lo dije, el hombre amaba las aves, las estudiaba por pasatiempo y conocía todo tipo de lugares alrededor del mundo como ese santuario, yo no lo sabía, pero al parecer Nicholas no era de por aquí, ni siquiera era nacido mexicano, él es español de nacimiento, sus padres se trasladaron a México cuando tenía doce años, él se quedó cinco años más en su patria, criado por sus abuelos.

—Debió de haber sido difícil crecer lejos de sus padres.

—Él me dijo que algunas veces, le resultaba hasta imposible estar lejos de sus padres, pero no podía hacer mucho, ellos estaban en una investigación activa de células madres en la que creían fielmente, también era médicos, y eran muy leales a su profesión, iban a donde la ciencia los llevaba, por eso lo dejaron con sus abuelos, querían que él tuviera una vida más normal y estable.

—¿Te contó todo eso de él? —dije sorprendida. Tenía que admitir que estaba impresionada con lo que estaba escuchando. Yo creía que, como Raúl, Nicholas era un simple médico, ya veía que me había equivocado.

—Sí, y más, también me dijo que él era todo un prodigio, ¿a qué no adivinas a que edad se graduó de la facultad de medicina?

Raúl se nos quedó viendo.

Estaba claro que no nos revelaría un dato tan relevante sin dar un poco de pelea antes.

—¿Dieciocho? —miré a Kieran, esperando a que esto terminará pronto.

—No. —Contestó Raúl.

—¿Entonces Diecisiete?

—No. —Volvió a decir Raúl. Miré a Kieran por ayuda, no quería seguir jugando por más tiempo, solo quería respuestas.

Aparentemente él también.

—¿Tendremos qué adivinar por mucho más tiempo? —preguntó Kieran.

—Está bien, está bien, tenía dieciséis cuanto terminó la facultad, estudio dos especialidades al mismo tiempo, Cardiología y Psiquiatría. Bastante impresionante, ¿verdad?

Miré a Kieran.

—Lo sé.

—Ya están armando el rompecabezas, ¿no? —nosotros no dijimos nada, pero todos en esa habitación lo sabíamos, él no era el fraude que todos ahí, el que habíamos creído. ¿Pero entonces porque quería hacernos creer que sí? —Él era mucho más de lo que se podía ver, sabían que crió a su hija él solo, su madre falleció en el parto.

Casi quise devolver el estómago, una vez más en el día.

Con esta ya sería la tercera vez en el día.

Lo peor no era que lo hiciera, sino que este bebé no me la estaba poniendo nada fácil para ocultar mi condición.

Ayuda a mami, ¿sí bebé?

—Iris, ¿estás bien? —dijo Raúl frente a mí— te has puesto verde, como si quisieras vomitar...

—Estoy bien, solo necesito un poco de agua... —¿ven? Bebé no ayuda en nada a mami.

Kieran dio dos pasos hacia la cocina, cerré los ojos, y de la nada ya estaba ahí, frente a mí, dándome un vaso con agua.

—Gracias. —Lo tomé de sus manos, sin decir nada más— Podemos continuar con la historia.

—Solo sí te sientes mejor...

—Claro que me siento mejor —dije poco tiempo después que el líquido azul se deslizaba por mi garganta.

—Está bien, está bien.

—Continua.

—Bien, en fin, estaba ahí parado, observando a la creación más magnifica de Dios en el mundo, cuando alguien me hablo.

Oh Dios aquí vamos de nuevo...

Ayer todos mis problemas parecían tan lejanos, ¿porque hoy no?


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Majestuosas, ¿no crees?

Sí, no sabía que tanto hasta que vine hasta aquí.

Creo que son las criaturas más majestuosas de la creación.

Estoy totalmente de acuerdo. —Le dije.

Nicholas.

Raúl, ¿nos conocemos de alguna parte?

Quizás sí, quizás no, no creo que eso es lo que importe ahora.

Tienes razón —y antes de que digan algo, no se atrevan a arruinar el momento.

Cómo es que ellas pueden volar lejos y tan alto sin ayuda de nada ni nadie, son libres para volar por los cielos.

Son las custodias del cielo.

Exacto.

Los dos estábamos observando todo lo que nos rodea en el cielo, el lugar era más que majestuoso, cientos de aves congregadas, volando de arriba abajo, sobre pasándonos, siendo tan libres como el lugar les permitía.

Tengo que decirlo, la situación era bastante extraña por sí sola, porque no era nada común que un par de hombres maduros como nosotros observáramos por tanto tiempo aves volando por el lugar.

Pero es que no era por las aves que estaba aquí, sí, ellas eran majestuosas sobre todo en su máxima expresión de libertad; era por lo liberador que era el solo verlas, me recordaba una paz que juraba había perdido para siempre y aquí junto a este hombre que aún no sabía si conocía o no de alguna parte del mundo que apenas me había decidido a ver por mí mismo, había encontrado por fin.

A este punto, ya había pasado varios meses lejos de mi casa, de mi hogar, amigos y familia.

Y aunque al principio no extrañaba nada de eso.

Ni mi profesión, ni mis pacientes, nada.

Ahora, que estaba seguro de sentirme mucho mejor, después de todo este tiempo, estaba seguro de querer volver a mi casa.

Tengo que ser sincero contigo, si nos conocemos de alguna parte.

¡Lo sabía! Siempre he sido bueno con las caras, con los nombres no tanto, pero si algún día veo a alguien en la calle su rostro se quedará guardado en mi cabeza por siempre.

Que bien, porque estaba contando con ello para pedirte tu ayuda.

¿Mi ayuda? ¿En qué te puedo ayudar yo? —el hombre me miró impaciente. No me moví de mi lugar, estaba intrigado, seguía sin recordar de donde podía conocerlo.

En mucho, aunque no lo creas.

No me quedo más remedio, que ceder ante lo que el hombre frente a mí me estaba diciendo.

No, no te lo creo. —Di unos cuantos pasos para alejarme de él, estaba seguro de poder irme de ahí sin ningún problema, pero el hombre no me dejó, me cortó el paso, sin dejarme avanzar más.

Créeme tú debes ayudarme a mí, eres mi última esperanza amigo.

No sé de qué demonios estás hablando, amigo.

De nuevo quise irme, esta vez no me lo impidió.

Hasta que dijo las palabras claves.

¿Ni por ayudar a Iris?

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