capítulo 5
Punto de vista de Samantha.
Dos semanas después.
Dicen que todo lo cura el tiempo, nunca había querido creer en ello porque realmente a mí el tiempo nunca me había curado de nada, ni de la muerte de mis padres, de mis abuelos y tampoco de la marcha de Alex a Los Ángeles, pero si creo que el tiempo pone cada cosa en su sitio, por eso trajo a Alex de vuelta a Miami.
Estas dos semanas, había Estado frecuentando mi casa para ver a nuestro hijo, estuvieron jugando y viendo películas, además de cuidando de él mientras yo no estaba. Observé a la distancia toda la complicidad que tenían, y no podía evitar sentirme feliz por ello.
Llevaba una blusa blanca y unos jeans negros rasgados, ya estaba trabajando en P&S, y hoy era el día que me iría con mis dos Alex al cine y a cenar. Hoy pasaría lo que llevo esperando seis años, compartir momentos con los dos amores de mi vida. No era una cita, o al menos eso estaba tratando de hacerme creer, cuando la única realidad de esta noche es que estoy nerviosa.
No lo niego aún le amo. Nunca dejé de hacerlo, y creo que por más tiempo que pase jamás lo dejaré de hacer.
Estaba recogiendo las cosas de mi despacho en P&S era muy acogedor, tenía las paredes blancas y grises y en un lado el escritorio de color haya. La puerta de mi oficina sonó al sentir unos nudillos chocar contra ella.
— Bien. Buen trabajo me gusta, reina. — me dice Ester, mi jefa, pasándome la imagen de la portada de mi libro, era una gran cadena con el fondo negro y ponía en grande El que se enamora pierde y Samantha Sánchez.
Esta mujer me resultaba muy familiar como si la conociera de algo. Tal vez, sea que su nombre y su manera de tratarme me recuerden mucho a mi madre y trabajar con Ester sea una forma de sentir a esa mujer que se me fue hace tanto tiempo.
— Tu libro va a ser un exitazo.
— ¿tú crees? — le digo, sonriendo emocionada al ver la portada. — Esto es un sueño cumplido.
— Mi hija también soñaba con ser escritora. — su boca se torna en señal de tristeza, algo grave le debió suceder.
— ¿Qué le ocurrió?
— Murió con seis años en un accidente de tráfico, junto con mi marido. — pude ver como una lágrima caía por su mejilla.
Me siento identificada con ella, solo que yo perdí a mis padres. Entiendo el dolor inmenso y tremendo vacío que te deja la ausencia de una persona que amas tanto, y que esperas que esté contigo el resto de tu vida y de repente se marche.
— lo siento. — ella trata de sonreírme para restarle importancia.
— Bueno, felicidades. — dice para luego marcharse de mi oficina.
Yo sigo recogiendo mis cosas ya que había terminado mi jornada laboral. El teléfono suena, ojitos, eso dice en la pantalla.
Como si volviera a estar en la Universidad y me volviera a llamar porque extrañaba verme, mi corazón se acelera de solo pensar en escuchar su voz a través de una línea telefónica.
Y todavía me cuestiono si sigo enamorada... Sin duda soy el premio Nobel a la más retrasada.
— ¿si?
— ¿señora Sánchez? — sonrío al escuchar su voz detrás de la pantalla. — El rey y el príncipe Alex y Alex jr, le esperan en la puerta de la editorial P&S.
— Oh, dígale al príncipe que voy. — me echo a reír.
Quise restar importancia a su presencia, pero lo cierto que la que me ponía la piel de gallina era la suya y la de nadie más.
— ¡MAMÁ, VEN YA! — escucho decir a mi hijo. — papá y yo te esperamos.
¿Papá? Si me emocioné yo al oirle no sé cómo esté Alex. Se lo había ganado, le había demostrado a ese niño cuanto le quería y cuanto deseaba ser su padre, y la realidad es que, no había mejor padre para él, que Alex.
Rápidamente fui a su encuentro, ahí estaban los dos esperándome. Me monté de copiloto con Alex y por un momento me imaginé así de verdad, como si él nunca se hubiera ido, como si hubiéramos seguido adelante con todo y juntos, él, yo y nuestro hijo. No me falta nadie más.
Llegamos al cine en el centro de la ciudad, Estábamos debatiendo sobre qué película ver, la verdad que me agotaba que fueran dos hombres y una sola mujer.
--Joker. —dicen al unísono.
— No, Joker no. Una de romance. — les digo y ellos se miran y niegan con la cabeza.
— Joker. — vuelven a decir.
— dos contra uno — dice Alex y yo al final me doy por vencida.
Cometí un error dejando que se conocieran, ambos tienen un poder sobre mi descomunal.
Bueno viendo la película no se estuvo tan mal, estuvo bien. Al salir de la sala comiendo popcorns porque durante la película no se acabaron, ellos iban comentando la parte que más le había gustado, y yo solo observaba lo felices que se veían y la preciosidad de esa imagen.
—¡mamá, quiero dormír con papá! — me dice Alex de repente y yo miro a su padre. — por favor.
— No sé mi amor...
— Estará bien... — me dice. — por favor.
— Okay está bien. — ruedo los ojos y continuo mi camino hacia el auto.
Por el camino hacia la casa de mi mejor amiga, observé la sonrisa de mi hijo y todo era debido a que iba a pasar la noche con su padre, no sé cómo lo hace, pero Alex es capaz de ganarse la confianza de la gente en tiempo récord. Te mira, te sonríe y ya sabes que es una persona que siempre va a estar ahí. Hasta yo siempre lo supe, y mira que me di por vencida y dejé de llamarle, pero lo cierto era que su presencia en mi vida siempre me iba a hacer sentir más segura, más completa, más yo, me atrevería a decir que incluso más feliz.
Llegamos a casa de Gia porque decidí dejarles allí para asegurarme que estaba todo en orden y poder irme tranquila sabiendo que mi hijo está en buenas manos.
— Gracias. — me dice Alex cuando estoy apunto de marcharme.
— De nada, algún día me lo pediría. — abrí la puerta para salir al porche y Alex salió conmigo.
— no sabes lo que significa para mí que me dejes formar parte de su vida. — me continúa diciendo el ojos verdes que me quita el sentido.
— Te adora. — le digo. — Eres su padre y creo que está feliz de que lo seas.
— ¿y tú? — me dice acercándose a mi. — ¿Estás feliz de que yo sea su padre?
— claro que sí. Pasara lo que pasara para mí no existe nadie mejor que tú. — le sonrío y nuestras miradas conectan, veo el brillo en sus ojos, su brillo. Se acerca hacia mí lentamente para poner sus manos sobre mis mejillas.
Quiero que pase, él quiere que pase, los dos queremos que pase, han pasado seis años desde el último en el aeropuerto el día que se marchó y pensé que jamás iba a volver a verlo en mi vida.
— Yo te amé, te amé más que a nada. — me dice muy cerca mía. — ni la fama, ni Los Ángeles ni ninguna otra mujer han conseguido que me olvide de ti. — mientras él habla yo solo sé mirarle a los labios y sonreírle. Y entonces le sentí, sentía sus labios chocar contra los míos y nuestras lenguas moviéndose al compás. Después de seis años otra vez se apoderaba de mí. El chasquido del beso al separarnos me hizo abrir los ojos. — Te llevo a casa.
— No, Alex... — le sonrío. — sé caminar y además está aquí al lado.
— Está bien. — depositó un beso en mis labios. — te quiero.
Pensé que nunca más iba a oírle pronunciar esas palabras que fueran destinadas hacia mí
Me giré sobre mis talones y comencé a caminar como una niña tonta, llevaba seis años esperando ese beso, seis años esperando su llamada. Y han llegado por fin.
Son casi las tres de la mañana y las calles de Miami se ven vacías, no hay ni un alma pasando por aquí, eso me inquieta un poco, pero sigo andando a paso ligero, pero tranquila. Hay un callejón para llegar a casa, no muy segura de ello lo tomo como atajo.
— Hola, preciosa. — me dice un chico rubio con ojos marrones. — ¿estás solita?
— Eh...si, me iba ya... — comienzo a andar más ligero.
— Hey por qué Tanta prisa linda, ¿conoces a mi amigo? — apareció otro chico, pero este era moreno de ojos color caramelo. La cercanía de los individuos me comenzaba a molestar y lo que es peor a asustar. — ¿Quieres pasar un buen rato?
— no, quiero irme a casa — mi voz quebrada era la que indicaba el miedo que sentía.
— No cariño. — acerca su boca a mi cuello. momento justo que aprovecho para propinarle un rodillazo y que me suelte, intento salir corriendo pero el otro chico me arrincona a la pared.
— Tú de aquí no te vas. — comienza a quitarme la ropa mientras me manosea, mis súplicas de que por favor no lo hicieran y me dejaran irme valieron de poco, intenté mantenerme viva hasta el último momento pero no pude, me resistí lo más que pude pero eran más fuerte que yo. Terminaron su labor y me dejaron allí tirada en un callejón, empapada de lágrimas y semidesnuda. No sabía que hacer, me daba asco y no tenía fuerzas para andar ni siquiera para seguir adelante.
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