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Capítulo 36: UNA VIDA SIN ÉL

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Narrador omnisciente.


Ya habían pasado dos días desde que Paola había desaparecido, más bien desde que aquel Narcotraficante se la habia llevado.

La policía habia buscado por toda la ciudad pero no obtenían un buen resultado.

Erick y su tía estaban sumamente preocupados, pero ¿qué más podían hacer? Solo quedaba orar y confiar en que Dios obraria.

El chico no dejaba de recibir mensajes en los cuales le pedían volver o dejar que su hermana muriera. Por mucho que quisiera volver solo para salvarla a ella había algo que se lo impedía.

Aquella noche que supo que Paola era su hermana recibió un mensaje del jefe en el cual le daba esa oportunidad de volver con él en ese momento y él prometía soltar a la chica. Erick estuvo a punto de enviar su respuesta afirmativa, ya lo había escrito pero en el momento en él que iba a enviarlo su teléfono se apagó.

Podía jurar que tenía la batería llena, pero cuando lo conectó, no era así, ¿qué había pasado? Volvió a encender el teléfono y escribir nuevamente el mensaje, pero él numero que le había escrito había desaparecido.

Cada vez le escribían o llamaban de un número distinto, pero él sabía que se trataba de ellos que no querían dejar ningún rastro o evidencia.

Entonces comprendió que Dios lo estaba deteniendo de cometer una locura como lo era volver de donde él lo había sacado. No sabia que podría pasar pero de alguna forma encontró en paz, podía sentir una tranquilidad en su interior y escuchar una voz que le decia: ¡No temas, Todo estará bien!

Mientras tanto, Paola, estando en una cabaña al fondo del bosque a las afueras de la ciudad, no dejaba de orar y pedir que su hermano no aceptara volver con el jefe.

Agradecía que desde que la había llevado allí, nadie le había puesto una mano encima, incluso la habían alimentado y dado agua, pero claro, aún estaba encerrada en aquella habitación vigilada día y noche por aquellos hombres y atada a la silla.

— Oh señor, no se si podré aguantar un día más aquí — dijo entre sollozos.

La puerta se abrió y por ella entró el jefe.

Paola mantuvo su mirada baja hacia el piso.

— Hola preciosa — le dijo — ¿Estas cansada de estar aquí?

La chica solo asintió sin alzar la vista. Era cierto que estaba cansada, no había podido dormir bien y le dolía todo el cuerpo.

— Pues si tu querido hermano no viene hoy mismo esto acabará.

— ¿Me dejará ir? — preguntó con anhelo.

El jefe rió con ironía.

— ¡No! Pero me deshare de ti — sacó la pistola que traía y apuntó a la cabeza de ella.

— No le tengo miedo — dijo llena de valentía.

— Deberías tenerlo, tengo el poder de quitarte la vida.

— Aunque me quite la vida, mi alma no podrá tocar y se que veré a mi Dios.

El jefe se acercó a ella y tomó su rostro entre sus manos bruscamente mientras hacía que ella alzara la vista y lo mirara fijamente. Colocó la pistola en la frente de ella.

— ¡Piensas que puedes librarte de mi, pero no es así! ¡Nadie puede nunca librarse de mi al menos que muera! ¡Dios no existe y te lo voy a demostrar a ti y a tu hermano porque nadie podrá librarlos de mi!

Paola cerró los ojos y mentalmente comenzó a orar y pedir que Dios tocará y quebrantara el corazón de aquel hombre.

Sintió la necesidad de hacerle una pregunta y así lo hizo.

— ¿Qué fue lo que pasó?

— ¿Qué pasó de que? — preguntó soltando su barbilla y guardando su arma nuevamente.

— ¿por qué lo odia? ¿Por qué dice que no existe?

— Porque es cierto — respondió con frialdad mientras se daba la vuelta y le daba la espalda — Solo piénsalo, si Dios existiera haría algo por este mundo, tanta gente muere por enfermedades, desastres naturales...tantos niños siendo abandonados, maltratados...Tanta violencia en las familias, pobreza, hambre, desnudez, ¿Dónde esta Dios? ¿Por qué no hace nada?

Volteó a verla mientras sonreía con ironía.

— Es por qué no existe. Si existiera haría de este un lugar mejor.

— No podemos controlar lo que pasa — comenzó a decir la chica — Mientras haya voluntad en el mundo, el mal siempre va a tener lugar, siempre va a tratar de destruir la obra perfecta de Dios.

— Y dime, si dices que en verdad existe ¿por qué no hace algo?

— Ya lo hizo. Dios envió a su hijo para morir por toda la humanidad. A través de Jesús podemos ser salvos, Jesús tiene el poder de transformar las vidas de las personas, cambiar su manera de pensar.

— ¿Y eso qué? — rodó los ojos.

— Creo que si todos aceptaran a Cristo en su corazón, definitivamente este sería un mundo mejor.

— ¡No digas tonterías!

— No es ninguna tontería, es la verdad.

— Aún así, si tu dices que Dios existe. Dios no es justo, deja morir a personas inocentes, personas que le aman...

— ¿Usted perdió a alguien?

El jefe suspiro mientras veía a la chica.

.....

La noche había llegado. Las calles de la ciudad poco a poco comenzaban a vaciarse.

Llovía fuertemente, por doquier se habían formado charcos y las pocas personas que aún transitaban corrían a refugiarse o caminaban apresurados con sus paraguas.

Un hombre caminaba tomando la mano de su esposa quien estaba embarazada de 8 meses. En sus manos, él sostenía un paraguas con él cual intentaba taparla y evitar que ella se mojara.

— No debimos haber salido — le dijo ella.

— Esta bien, solo es un poco de lluvia, llegaremos a casa en unos instantes.

Caminaron apresurados pero teniendo sumo cuidado de no resbalarse y caer.

Cuando llegaron a una calle poco transitada les salieron al encuentro varios hombres vestidos de negro totalmente y con pasamontañas.

— Miren a quienes tenemos aquí — dijo uno de ellos — Es tarde para que anden a solas en la calle y más aún con esta lluvia.

— Se nos hizo tarde — respondió el hombre mientras se ponía al frente de su esposa.

— Bien, ambos parecen de buena posición económica — dijo otro.

— No, no es así.

Todos aquellos hombres sacaron un arma de sus bolsillos y apuntaron directo a la pareja. El líder de ellos caminó hasta llegar más cerca y dijo:

— Entreguen todo lo que tengan, y rápido antes de que alguien salga herido.

La mujer comenzó a llorar temiendo que les hicieran daño, temiendo por la vida del bebé que llevaba en su vientre.

El hombre sacó su billetera y la entregó al líder quien lo abrió y todo el efectivo que llevaba y las tarjetas de crédito.

— Buena elección — le dijo, se dio la vuelta mientras el hombre suspiraba aliviado. Pero eso terminó cuando uno de ellos disparó directo a donde estaba su esposa quien inmediatamente cayó al piso.

— ¡NO! ¡NO! — se agachó para verla, mucha sangre brotaba de su vientre y respiraba con gran dificultad.

Los ladrones se dieron a la fuga dejandolos solos ahí en medio de la lluvia.

— ¡Marissa, por favor, resiste! — le decía — ¡buscaré ayuda! — quiso llamar a alguna ambulancia pero se dio cuenta de que también se habían llevado ambos teléfonos celulares.

— No hay tiempo — le dijo ella sosteniendo sus manos — estaré bien...

— ¡por favor no te vayas! ¡no me dejes! — comenzó a llorar.

— Haberte conocido fue lo mejor de mi vida — sonrió debilidad.

— Por favor, No me dejes, alguien vendrá a ayudarnos.

— Te amo — la mujer sonrió y cerró los ojos. El disparo que había recibido había acabado con su vida.

— ¡No, no! ¡DIOS! — gritó fuertemente — ¡Alguien que me ayude!

.....

Paola estaba sorprendida, no podía creer aquella historia tan trágica que había ocurrido. Sin darse cuenta había comenzado a llorar.

Todo eso debía haber sido difícil para aquel hombre que tenía enfrente de ella. Ahora entendía porque odiaba a Dios y porque era como era.

— Todo cambio ese día — continuó diciendo el jefe con su mirada perdida en algún punto del suelo — Ella murió y Dios no estuvo ahí para ayudarla. Nadie estuvo. Ella le servía, iba a la iglesia, hablaba de él, y aún asi, él dejó que se fuera...

— Por eso se volvió así, malo...

— Decidí que me vengaria de aquellos ladrones, uno por uno, y así lo hice. Conocí a un hombre que me enseñó todo lo que ahora se...

— Entiendo que todo lo que pasó fue difícil...

— ¡No! — exclamó fuertemente — ¡Tú no entiendes nada! ¡Nadie entiende! ¡perdí lo que más quería, perdí a mi bebé al que nunca pude conocer!

— Yo perdí a mis padres.

— ¡Eras una bebé, ni siqueira estuviste ahí cuando murieron, yo si, vi morir a la persona que más amaba en este mundo y nadie estuvo para ayudarme! Y ahora ¡Es tu turno de morir!

Sacó la pistola de su bolsillo y le quitó el seguro apuntándole directo a la cabeza.

— ¡Veras que Dios no vendrá a ayudarte!

Paola cerró los ojos mientras lloraba.

Uno de los hombres del jefe entró empujando la puerta y corriendo a la habitación.

— ¡Ellos están aquí! — dijo agitado — ¡La policía encontró la cabaña, vienen para acá!

— ¡Maldición! ¡moviliza a los hombres, hagan caer a cuantos puedan!

— Si jefe — dicho eso salió corriendo nuevamente.

— ¡No me iré sin antes dejarle un regalo a tu querido hermano!

Paola cerró los ojos respirando con dificultad. Sabia lo que venía y suspiro. Comenzó a recordar todos aquellos bellos momentos que pasó junto a sus tíos, amigos y demás personas que apreciaba.

Si iba a irse, se iría feliz, sabiendo que Dios le había permitido vivir una vida llena de momentos agradables y memorables.

No perdía nada si moría, al contrario ganaba la vida eterna que Dios había prometido.

— Gracias señor, por todo — dijo.

La puerta se abrió de golpe, Paola se sobresaltó y abrió los ojos. No podía creer lo que estaba viendo.

Él estaba ahí.

Erick estaba ahí.

Su corazón saltó de alegría al ver a su hermano.

— Paola — pronunció su nombre.

— ¡Erick!

El jefe lo miró con odio por unos instantes, luego volvió su vista a Paola y sin previo aviso jaló el gatillo y disparó.











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