La jornada a terminado, ya es de noche y he vendido toda mi mercancía.

No deseo regresar tan pronto a mi nuevo hogar, quiero beber un poco, tengo curiosidad por probar una cerveza de Arendelle.

No me fue tan difícil encontrar un bar a estas horas, está relativamente lleno.

Al acercarme a la barra, un hombre fuerte, vestido con una camisa blanca, chaleco negro y una corbata roja decide atenderme. Su vestimenta denota una gran elegancia.

— ¿Qué se va a servir forastero?.

— Se ha dicho más allá del Mediterráneo que la cerveza de Arendelle es una de las mejores cervezas que existen, ¿Estoy en lo correcto?.

— Pruébelo usted mismo mi estimado — acerca una jarra y un vaso de vidrio.

Después de servirme, sin dudarlo bebí el delicioso néctar del cual mi padre me habló por muchos años, y ciertamente tenía razón: Su frescura y la espuma esfumándose en cada sorbo hacen que aprecie con más detalle el sabor amargo de la combinación entre la cebada y el lúpulo.

El sabor irresistible de la cerveza está impregnada en mi lengua, como una adicción, bebí otro sorbo nuevamente.

Podría beber otra ronda, pero no sería lo correcto. Debo mantenerme puro y no maltratar a mi cuerpo.

Antes de que pudiera pagar y retirarme, una mujer abraza por mi espalda como si me conociera de toda la vida, masajeando mi pecho con sus suaves manos.

Paralizado, no tuve oportunidad de resistirme.

La mujer acerca sensualmente su boca a mi oído con clara intención de susurrarme:

— ¿Que hace alguien tan apuesto y tan bien vestido en un bar como este? — aleja su boca de mi oreja. Admito que sentí escalofríos, su voz seductora hizo estremecer mi cuerpo por completo.

Un pequeño silencio se forma entre nosotros.

— Vamos, necesitas divertirte un poco — acerca mi cuerpo hacía el suyo para que pueda mirarla a los ojos.

Es una mujer muy atractiva, de pechos grandes, cabello oscuro y de labios gruesos. Ningún hombre podría resistirse a sus encantos.

—¿Qué dices?, ¿Tú y yo solos en mi habitación? — recorre sus manos por mi rostro ha medida que sus labios besan mi cuello provocativamente.

— No gracias — detengo bruscamente su actuar — debo marcharme.

La mujer, sorprendida y despechada me grita en frente de todo el bar las siguientes palabras:

— ¡NO SABES LO QUE TE PIERDES!, ¡NUNCA ENCONTRARÁS A UNA MUJER COMO YO!.

Ignorandola, salgo tranquilamente del bar.

— No volveré a ese bar — me digo a mi mismo — es hora de volver a casa.

Camino unos cuantos metros por el puerto de Arendelle, hay muchos barcos mercantes atracados aquí, pero eso no fue lo que más llamó mi atención.

A lo lejos, tres hombres vestidos con tonos oscuros intentan robar y posiblemente abusar de una chica pelirroja con trenzas que lleva una capucha de color magenta en su cabeza, pero no es una chica cualquiera.

Su vestimenta es lo más llamativo: además  de su capucha, luce un corpiño de satén de color negro con mangas  verde oliva, falda de color verde claro con motivos.

Intuitivamente saco mi daga de mi ropa, dispuesto a atacar.

Corro a gran velocidad a los maleantes. Apuñaló sin misericordia alguna al primero, su cuerpo cae fuertemente al suelo. Los otros dos hombres, retienen a la chica.

— Sueltenla, si no quieren acabar como él — arrojo la daga al pecho del hombre, confirmando su muerte inmediata.

Los hombres con gran valentía dejan de lado a la muchacha, dispuestos a luchar.

Levanto la daga y me pongo en posición de ataque.

Los dos hombres atacan al mismo tiempo a mi derecha e izquierda de mi cuerpo.

Sin complicaciones, doy un paso hacía atrás y empujo al hombre que está a mi izquierda, de inmediato apuñalo en el pecho al que está a mi derecha.

Sólo queda uno por matar.

Sin tiempo que perder, me abalanzo al último que queda de pie, incrustando mi arma dolorosamente  en su estómago.

— Espero que te diviertas en Yahannam — le digo orgulloso.

Al caer su cuerpo, observo a la muchacha y me acerco lentamente, procurando de que se encuentre bien.

—¿Esos sujetos no te hicieron daño? — le pregunto a la chica de capucha magenta.

— Estoy bien, muchas gracias por rescatarme, si no hubieras estado aquí algo peor me habría ocurrido.

— Ya es muy tarde, ¿Que hace alguien como tú caminando por las calles a altas horas de la noche?.

Soltando una pequeña risa, descubre su capucha para mostrar su rostro.

— Bueno, digamos que no puedo vivir sin mi chocolate — saca de su ropa una pequeña bolsa con dulces en su interior.

Mis ojos no pueden creer lo que están viendo, parece un espejismo, su belleza me cautiva, es la mujer que al pronunciar su nombre acelera mi corazón y detiene mi respiración, haciendo olvidar todo lo negativo del mundo.

… es Anna.