Anna x Male Reader (Capítulo 3)
— Otro día a comenzado — me digo a mi mismo al despertar en mi cómoda cama.
Al igual que ayer, los primeros rayos de sol aparecen en el horizonte.
Gracias al sueño reparador que tuve, me levanto con mucha energía para afrontar este nuevo día.
Después de vestirme y de ordenar la habitación, quise revisar mi equipaje que traje conmigo a este reino.
Por el estallido de la revolución, solo pude tomar algunas cosas como: ropa, algunos libros y una pequeña daga. Me había olvidado completamente de ella, el arma a estado conmigo desde que mi padre me la regaló en Constantinopla cuando decidió enseñarme a ser un caza - recompensas. La oculto debajo de mi atuendo, podría ser de utilidad.
Salgo de la habitación con algo de tiempo.
Para no ser descortés esta vez, acepté el desayuno que me ofreció la señora y el señor Olsen.
— Zafer — el señor Olsen inicia la conversación — no era necesario que nos pagaras la renta por adelantado, te lo agradecemos pero queremos respetar los plazos establecidos(...)
— Solo hago lo correcto, no saben cuanto aprecio su hospitalidad, hace tiempo que no sentía el cariño de las personas hacía mí y creí que era una buena forma de devolverles el favor que pagarles anticipadamente.
La expresión de la pareja es de notoria incomodidad, anhelan preguntar algo, puedo verlo, pero tienen el temor de que la pregunta me moleste.
— Perdí a mi padre años atrás — hablo para romper el hielo — falleció de cólera en un viaje que realizó a las afueras de Constantinopla, eso fue lo que me dijieron, a partir de ese día tuve que valerme por mi mismo, no tenía con quien recurrir, continúe en el negocio de ventas de joyería para poder subsistir.
— Lo siento mucho cariño — dice la señora Olsen de forma apenada.
— No tiene por que disculparse, no fue su culpa, además llegué aquí para iniciar una nueva vida, tengo toda la fé de que seré alguien exitoso en Arendelle — muestro una sonrisa genuina.
El rostro de la dueña de casa cambia drásticamente al percibir mi alegría.
— Me encantaría poder seguir hablando, pero iré al mercado, tengo el presentimiento de que este día será mejor que ayer.
Salgo de la casa.
Todavía es temprano, quiero dar un pequeño paseo a las afueras del castillo, tal vez tenga suerte.
Había olvidado la maravillosa fachada del castillo, no ha cambiado en nada. Estoy de pie en el puente que conecta la ciudad con las puertas del castillo, admirando las dos increíbles torres a sus costados.
Desearía poder golpear la puerta y gritar a los cuatro vientos el nombre de Anna, pero eso sería muy tonto de mi parte y posiblemente me traten de loco.
Doy media vuelta y me marcho, si permanezco demasiado tiempo aquí los soldados sospecharán falsamente de mí.
Ya ubicado en el lugar de siempre, veo el horizonte, recuerdo todo lo que tuve que pasar para regresar a Arendelle.
A lo lejos, distingo a un hombre gordo y alto escoltado de algunos soldados visitando todos los puestos del mercado, sé perfectamente quién es. Reconozco perfectamente su prominente nariz y su calvicie, luce su elegante traje verde oscuro acompañado de una corbata de lazo gris.
Antes de que pudiera caminar hacia mi puesto, sorpresivamente un hombre joven de cabello negro corre a su lado a toda velocidad.
— ¡Que alguien detenga a ese hombre! — exclama una mujer sencilla a lo lejos.
A cuestión de segundos, me abalanzo a ese hombre. Sin saber en que me estoy involucrando y con una probabilidad muy alta de ser arrestado, decidí hacer lo correcto.
El hombre intenta zafarse, pero mi experiencia me ha permitido inmovilizarlo sin que pueda hacer algo al respecto.
— ¡Alto ustedes dos, en nombre de la reina! — grita uno de los soldados apuntando con su fusil.
De inmediato me levanto y me alejo unos cuantos pasos a la espera de que los otros guardias reales aparezcan en la escena.
El hombre al que ataqué, trata de levantarse pero cae resignado, aceptando su derrota.
La mujer afectada aparece con cierto temor, tratando de ver mejor la situación.
— Ese hombre entró a mi casa y robó los ahorros de mi familia — siento su voz algo temblorosa.
— No se preocupe señora, este ladrón deberá devolver su dinero y será juzgado por la mismísima reina Elsa — calma Kai a la mujer.
Muestro una ligera sonrisa, ha pasado mucho tiempo desde que vi a Kai por última vez, su actitud no ha cambiado en nada, sigue siendo el mismo sirviente fiel del reino, tan servicial y tan cercano a las personas.
— Y a usted — los ojos de Kai apuntan directamente a mi rostro — es un joven con mucho valor, ha hecho algo que para algunos puede ser considerado peligroso, ha arriesgado su integridad física con tal de detener a este ladrón sin interés alguno y merece su recompensa, acompañeme.
Una extraña sensación recorre por mi cuerpo. Después de recoger mis cosas acompañé a Kai sin saber por qué.
Crucé el puente que me llevará directo al castillo. Los guardias reales abren las compuertas para permitir nuestro acceso.
Mis ojos se ensanchan al entrar, muchos recuerdos vienen a mí.
Recorrimos los pasillos del castillo, los empleados del reino miran mi atuendo tan peculiar e incluso en algunos casos hacían una pequeña reverencia a mi persona.
— Aquí es — se detiene Kai en frente de una puerta.
El mayordomo golpea la puerta. Espera algunos segundos hasta que recibe la respuesta del otro lado.
— Adelante — oímos la voz de una mujer.
La puerta se abre.
Al acercarnos, noto que esto es una oficina, hay un escritorio en el que trabaja una bella mujer de cabello platinado y de vestido azul hecho completamente de hielo, por las historias que se narraban en las calles Otomanas era bastante obvio inferir que es la reina Elsa.
— ¿Que te trae por aquí Kai?, ¿Que hace este hombre en mi oficina? — pregunta la reina exaltada al verme.
— Su majestad, este hombre arriesgó su integridad física por detener a un ladrón que le había robado a una mujer por las calles de la ciudad y si no mal recuerdo, usted me pidió que se reconociera a los héroes anónimos de Arendelle.
— Me alegro que lo hayas recordado Kai, y usted señor…
— Zafer, su majestad — me inclino para una hacer reverencia.
— Por tus atuendos veo que no eres de esta tierra.
— Así es, vengo de Constantinopla, llegué a su reino hace un par de días.
— Bienvenido señor Zafer a Arendelle, espero que pueda ser muy feliz aquí.
— Gracias, no sabe cuánto aprecio sus palabras.
— Kai, ¿serías tan amable de entregar la medalla de reconocimiento a nuestro invitado?.
— Lo que usted ordene — Kai se pone frente a mí y coloca por sobre mi cuello una medalla con una cinta azul.
Elsa también se acerca y comienza a hablar:
— Te felicito, por tus logros heroicos has sido condecorado con la medalla de ciudadano ejemplar, en nombre de Arendelle, espero sinceramente que tus buenas acciones inspiren a más personas por el camino del bien.
Es difícil contener la alegría al escuchar sus palabras.
Después de esta pequeña ceremonia, Kai me lleva a las afueras del castillo, pero no antes de decirme estás palabras:
— Te felicito mi buen amigo, no sabes lo feliz que alguien como tú esté en Arendelle, tengo el presentimiento de que nos volveremos a ver.
Se retira con toda la confianza del mundo, dejándome sólo en el puente que divide el hogar de la realeza con sus ciudadanos.
— Esto fue bastante extraño — hablo conmigo mismo. Mi vida en Arendelle está sucediendo tan rápido que no sé como reaccionar, hace unas semanas decidí con todo el dolor del mundo dejar Constantinopla para embarcarme a Arendelle, como decían en el Imperio: Allah es el Conocedor de todas las cosas y el Creador de todas las cosas; nada existe fuera de su deseo y decreto.
Parece que todo tiene sentido.
No quise perder más tiempo en mis pensamientos.
Es hora de volver al trabajo.
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