Abro los ojos lentamente, tratando de recordar donde estoy, antes de volver a mi lucidez.

Miro a mi alrededor. La casa está hecha completamente de madera, es una casa bastante humilde, en mi habitación sólo hay: una cama, un mueble y un ropero.

Miro a través de la ventana por mi cama, pudiendo ver los primeros rayos de sol asomándose en el horizonte, es un espectáculo increíble, hace tiempo que no contemplaba esto, la última vez que lo hice fue con… Anna.

Un fuerte dolor en mi pecho aparece al recordarla. La culpa me invade por completo, es una herida que no ha sanado con el tiempo.

Mi padre era un soldado de alto rango de las milicias de Arendelle, él siempre me brindó amor, siempre estuvo allí para mí después de que mi madre falleciera. Nunca la conocí, ella murió después de darme a luz.

Llegué al castillo cuando era tan solo un niño, por petición exclusiva del rey y la reina, ellos pidieron mi presencia para acompañar a su hija menor: la princesa Anna.

Los reyes me pidieron jugar con Anna, ya que su hermana mayor, Elsa, tenía la habilidad de controlar los poderes del hielo y eso causó un grave accidente a Anna, como consecuencia ella no recuerda nada sobre ese día y Elsa fue encerrada en su habitación sin contacto alguno con el mundo exterior.

Nos hicimos buenos amigos, yo era su único amigo, siempre estuve para ella en los momentos alegres y especialmente cuando sus padres fallecieron, mi mente siempre quedará marcada al ver llorar así a Anna, pasan los años y este hecho todavía me conmueve.

Al ver por la ventana y admirar el sol asomándose, decidí levantarme para establecerme en el mercado de Arendelle.

Me vestí con uno de mis mejores trajes de seda, el traje es de color café con pequeños dibujos confeccionados a mano por uno de los mejores sastres de Constantinopla.

— Buenos días Zafer, ¿Dormiste bien? — pregunta el señor Olsen sentado desde el sofá.

— Dormí muy bien, gracias por preguntar.

Camino hacía la puerta con mis cosas, pero la señora Olsen me interrumpe desde el fondo de la habitación.

— ¿No desayunarás con nosotros?

— Gracias por su invitación, pero prefiero comer en el mercado, no hay tiempo que perder — cierro la puerta.

Hay mucha gente en las calles de Arendelle: niños, ancianos, mujeres y comerciantes. Es un día muy hermoso.

Después de caminar por el puerto, elegí un buen lugar para establecerme, puedo ver el mar y sentir la brisa marina, saqué mi manta y la coloqué en el suelo de piedra para ofrecer todas mis joyas.

Al igual que ayer, las personas se sienten atraídas por mi vestimenta y por la manta, aquí no es común ver a personas vendiendo sus productos en el suelo.

——————————————————————————————————————————————————

He tenido una buena mañana con mis ventas, nunca pensé que el poder adquisitivo de Arendelle fuera tan alto, tendré que importar nuevas joyas.

Tomo un pequeño descanso de mis ventas, creí que sería una buena forma de descansar de los negocios leyendo algo de poesía, eso hace bien al alma.

Inesperadamente me interrumpe un hombre de cabellera rubia acompañado por un reno, por su vestimenta deduzco que es un recolector o algo así.

— Hola… disculpa que interrumpa tu lectura — me dice algo nervioso — necesito comprar un anillo de compromiso para mi novia antes de partir a mis labores a las afueras de la ciudad, ¿Tendrás algunos que podrías ofrecerme?

— Por supuesto amigo — digo amablemente, mientras saco de mi bolsillo pequeñas bolsas con anillos en su interior — creo que estos podrían gustarte.

El tipo revisa cada una de las bolsas que le entregué en busca del anillo perfecto.

Antes de que pudiera sumergirme nuevamente en mi lectura, inicia un tema de conversación:

— Nunca te habia visto por aquí.

— Llegué ayer desde Constantinopla, fue un viaje muy largo, pero valió la pena.

— ¿Qué te trajo a Arendelle? — pregunta con curiosidad.

— Vine por que quiero recuperar el amor de la mujer de mis sueños — digo esto con esperanza.

— Me parece bien amigo, me encantaría charlar mucho más contigo, pero tendré que partir y ya me decidí, llevaré este anillo — señala el anillo de color rubí.

Después de pagarme, se despide gentilmente de mí:

— Espero que puedas recuperar a esa chica, te deseo lo mejor.

— A tí también, estoy seguro de que a tu novia le encantará ese anillo.

— Gracias — se despide amablemente — te veré cuando regrese, presiento que tenemos mucho de que hablar.

El recolector de cabello rubio sube a su reno, galopan a gran velocidad en dirección al norte.

La jornada transcurrió sin problema alguno. Hoy fue un gran día para mis ventas.

Después de arreglar mis cosas, me preparo para volver a la casa de la señora Olsen. Con el dinero que gané, les pagaré por adelantado el arriendo de este mes, son personas buenas y hospitalarias. Es lo mínimo que debo hacer.

Una pequeña ventisca azota mi rostro, el atardecer ilumina a cada rincón de Arendelle, las nubes adoptam el hermoso tinte naranja de los rayos, las fuertes olas golpeando el roquerío del muelle acompañan este espectáculo de la naturaleza.

Doy un respiro profundo, quiero disfrutar este momento de paz y tranquilidad; muy diferente a lo que viví en Constantinopla.

Los hombres caminan por las calles con intención de regresar a sus hogares, el día se está terminando. Acelero el paso para no llegar a oscuras a mi nuevo hogar.