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https://youtu.be/xaEbQkODYok



CAPÍTULO LARGO.



Esa mañana, Taehyung se arregló. Darse cuenta de que lo estaba haciendo para Jungkook lo hizo sentir avergonzado, pero la radiante aunque tímida sonrisa que le devolvió el espejo disipó sus inseguridades.

La noche anterior había estado demasiado ofuscado por todo lo que Seokjin le había contado que no tuvo la oportunidad de hablar con Jungkook, aunque hubiese querido. El exceso de información fue como una aplanadora para su cuerpo; ni siquiera pudo dormir bien. Se le hizo tan irreal... Su padre realmente era... malvado.

Ahora, quería hablar con Jungkook y sobre todo, quería pedirle que se quedara. No se sentía justo que lo único bueno en su vida hasta el momento tuviera que irse.

Arregló su cabello una última vez; este estaba mucho más largo de lo normal y se rizaba un poco bajo sus orejas, dándole un aspecto algo desaliñado. La camisa que llevaba era tan ancha que parecía un niño con las prendas de su padre. Solo esperaba que Jungkook no pensara en él como un crío.

—Disculpe, joven Kim, el desayuno ya está servido —anunció uno de sus empleados cuando lo vio en el pasillo.

Pero Jungkook no llegó. Cunado Taehyung preguntó por él a Seokjin, su hermano simplemente respondió:

—Está en la embajada de China con Sooyoung.

La Navidad no trajo regalos para Taehyung. Solo trajo incertidumbre mientras miraba sin cansancio por la ventana, esperando a que un maldito taxi se acercara a la entrada y que por la puerta apareciera Jungkook. Cuando se saltó el almuerzo, Seokjin amablemente le recordó que debía dejar de ser un niñito berrinchudo y que si no quería hacerlo enojar, mejor que bajara a comer.

El problema era que Jungkook ese día no regresó.



[♥]



Seokjin cruzó sus manos sobre la mesa, mirando de forma escéptica al abogado que pretendía mantener firme la decisión de su padre. Su expresión de estreñimiento hacía que el primogénito de los Kim perdiera la paciencia.

—¿Acaso he hablado en chino? —preguntó Seokjin con una sonrisa tranquila—. No estaba pidiendo permiso, señor Lee. Si al final del día Kim Taehyung y Lalisa Manoban no se han separado, yo le prometo que no volverá a conseguir empleo nunca.

—¡Usted no puede hacer eso! —rebatió tercamente el hombre—. El matrimonio de su hermano era una de las cláusulas del contrato con Nonzee Manoban; no podemos simplemente anular el matrimonio. Entienda que su padre así lo quería...

—Mi padre está muerto.

Seokjin se levantó mientras hacía tronar su cuello. Le molestaban aquellas personas que no querían cooperar con él, pero de todas formas no tenía tiempo de lidiar con gente de bajo coeficiente intelectual.

—Está despedido, señor Lee. Por favor lárguese ahora. Lo acompaño a la puerta.

—¿Despedido?

—Despedido —repitió Seokjin con lentitud. ¿Acaso estaba hablando con un mono?—. Usted es el abogado de la familia Kim. Usted debe facilitar nuestra vida y solucionar nuestros problemas. Si no está haciendo su trabajo, ¿por qué sigue aquí? Vamos —le animó con un ademán—, lárguese, no tengo mucho tiempo.

Con el orgullo intacto, el hombre inspiró con fuerza y se levantó del escritorio dispuesto a partir con la barbilla arriba. Seokjin volvió a sentarse, cruzando sus piernas con mucha tranquilidad. En su cabeza llevaba la cuenta de los segundos transcurridos desde que Lee salió de la oficina, hasta que regresó.

—¡Veintidós segundos! —le apremió el castaño con una sonrisa—. Usted es el que más ha tardado en regresar. Tomaré eso como un sí. Quiero el matrimonio de mi hermano anulado para esta misma tarde. Si Nonzee no está dispuesto a aceptar una relación plenamente empresarial, yo no estoy dispuesto a firmar ningún contrato. Comuníquele mi voluntad. Adiós.

Seokjin inspiró con satisfacción. ¿Era tan difícil cumplir con una orden?

Salió de la oficina unos cuantos minutos después, casi tropezándose con uno de sus empleados, el cual traía muestras de tela en sus manos.

—Joven Kim, aquí está lo que envió la diseñadora —le informó—. ¿Quiere los manteles crema o los manteles perla?

—¿Cuál crees que le guste más a Taehyung? —preguntó Seokjin. Finalmente, se acercaba el cumpleaños de su hermanito y Seokjin tuvo el ridículo impulso de celebrarlo tal como lo hacía su madre. Una cena enorme, tantos regalos como fuera posible y pastel de vainilla con crema de limón. No podía ni imaginar cómo habían sido sus cumpleaños en compañía de Yeong.

—Crema —respondió el chico dudando un poco.

—¡Oh, Taehyungie! —Seokjin alzó la voz con entusiasmo cuando vio a su hermano doblar el pasillo; llevaba una gruesa chaqueta, una bufanda gris y orejeras con motivo de algún animal, dando a entender que había estado afuera. El mayor le analizó con una ceja arriba, tan espeluznantemente parecido a su padre que Taehyung se estremeció.

—Estaba en el apartamento de Jungkook —soltó sin siquiera haberle preguntado. Y es que pese a todo, su hermano seguía intimidándole un poco—. Pero... ellos no están allá. ¿Dónde están? —preguntó en un hilo de voz, preocupado—. ¿Acaso ellos ya se fueron?

—No se han ido —contestó Seokjin—. Pero no se están quedando en el apartamento aún; escuché algo de una gotera o algo así. La próxima vez que salgas, avísame. Podrías enfermarte con este clima. Ahora dime, ¿qué manteles te gustan más? ¿Crema o perla?

—¿Entonces dónde se están quedando? —insistió Taehyung—. Quiero hablar con Jungkook antes de que se vaya. Por favor.

—No lo sé —Y el mayor no mentía. Sooyoung se había vuelto algo apática con él, por no decir grosera y hostil. No podía culparla, de todas formas—. ¿Entonces el mantel crema?

—No quiero —rezongó el castaño, fastidiado.

—Entonces será perla —decidió Seokjin con un asentimiento.

—¡No quiero una cena! —aclaró su hermano en una exclamación—. Maldición, solo quiero hablar con Jungkook. Quiero decirle que lo siento mucho por ser un idiota.

—No es como si pidiendo disculpas eso pudiera cambiar —musitó Seokjin mirando atentamente el mantel color perla—. ¡Digo...! Puedes llamar a Sooyoung, pero quizá ella no conteste.

La llamada se fue a buzón las mil y una veces que Taehyung lo intentó. Para el final del día se sentía tan desesperado que su única respuesta fue llamar a Jimin. Y lloró de frustración. Ahora más que nunca quería abrirle la puerta al Jungkook que lloró por días frente a su habitación.



[♥]



Su cumpleaños prometía ser el peor día de su vida. Toda su familia estaba allí, alardeando en los pasillos de la mansión y tragando como cerdos de la comida en la mesa. También estaban socios, empleados y gente que Taehyung nunca en su vida había visto. Seokjin había hecho lo mismo que su padre: convertir su fiesta de cumpleaños en una pesadilla.

Él no quería nada de esas cosas extravagantes. Estaría bien con una pequeña cena con su hyung, un detalle o algo muy sencillo. Solo quería un abrazo, unas palabras de ánimo y una mirada cariñosa. Tal vez... ese día, solo deseaba ver a Jungkook. Aunque fuera por última vez.

En cuanto tuvo la oportunidad se escapó a su habitación. La mansión estaba tan llena que casi tuvo que hacerse paso a codazos, y la mitad de los que esquivó seguramente ni sabían que era el cumpleañero.

Cerró la puerta con seguro y se metió entre sus sábanas como cuando era niño. La música elegante que podía escuchar a la lejanía se le hizo ridícula y espantosa; en esos momentos, estaba muy molesto con Seokjin por esa estúpida idea.

Tal vez, en algún momento, se quedó dormido. Sus párpados revolotearon cuando escuchó su nombre siendo llamado por una insistente voz. Tardó un poco en reconocerla, pero cuando lo hizo, sus ojos se abrieron de golpe, asustados.

—Taehyung —volvió a llamar él—. ¿Por qué no estás allá abajo? ¡Todos quieren verte!

—P-Pero yo no a ellos —replicó en voz baja, cubriéndose con las sábanas, como si así pudiera protegerse de su padre.

—Qué caprichoso eres, Taehyung. Deberías estar allá, enseñando a esa gente todo lo que puedes hacer —se quejó Yeong con amargura—. Ah, pero qué digo, si eres tan inútil que con fuerzo puedes caminar sin romper nada.

El castaño cubrió sus oídos y trató de ignorarlo, a él y al nudo en su garganta. Cada apalabra era como una daga que dañaba su corazón. Se dijo a sí mismo que no era cierto, que solo lo decía porque estaba molesto. Su padre le quería, no le diría algo así en serio. Le quería, de verdad le quería.

—Tienes razón —escupió Yeong—. Quédate aquí; nadie querría verte. No tienes ni una pizca de gracia. Ni siquiera deberías llevar el apellido Kim.

Taehyung jadeó con desesperación mientras trataba de deshacerse de las sábanas y todo aquello que lo hacía sentir como si se estuviera asfixiándose. Despertó de su sueño con una rapidez que lo hizo sentir mareado; no sabía qué había sido eso, pero lo odiaba. Odiaba el poder que su padre todavía tenía sobre él y todas las sensaciones angustiantes que Yeong había sembrado en su mente. Incluso muerto podía hacerlo sentir chiquito, diminuto, inútil.

La camisa se pegaba a su espalda por el sudor cuando se incorporó; los latidos de su corazón retumbaban furiosos a sus oídos y su cabeza se sentía a punto de estallar. Con cuidado se levantó de la cama, sintiendo el frío bajo la planta de sus pies mientras se aproximaba al espejo casi por inercia.

Se veía tan patético. Las lágrimas secas adornaban sus mejillas sonrojadas, aunque se viera pálido y demasiado delgado. De repente, aquella camisa enorme se le hizo ridícula y su cabello rizado se le antojó horrible, impresentable. Poco a poco, sentía cómo sus propios demonios trepaban desde el mismísimo infierno hasta él, haciéndolo sentir inseguro, inservible y sin ningún valor. Se sintió decepcionado de sí mismo. Dijo que iba a intentarlo, y ni siquiera podía controlar sus propios pensamientos autodestructivos.

Cerró los ojos, exhausto, dejando que nuevas lágrimas fluyeran por sus mejillas. ¿Cómo Jungkook iba a quererlo? ¿Cómo podía amar a alguien tan débil?

Pregunta tras pregunta, cada una más dolorosa que la anterior, azotaron su cabeza con una velocidad abrumadora. Cuando abrió los ojos, no se vio a sí mismo. En el espejo estaba Kim Yeong.





Jungkook se detuvo abruptamente en el pasillo cuando el sonido de cristales quebrándose inundó el lugar. Su cuerpo reaccionó por sí mismo al escuchar un grito desgarrador y lo primero que hizo fue salir corriendo hacia la habitación de Taehyung, de donde provino el estruendo. Movió la perilla de un lado a otro, pero esta no cedió bajo su desesperación, la cual iba en aumento mientras escuchaba el histérico llanto de Taehyung desde el interior. ¿Qué había pasado? ¿Por qué?

—¿Hyung? —llamó golpeando la madera—. ¡Hyung!

Sintió su corazón encogiéndose de forma dolorosa con cada golpe sin respuesta. ¿Por qué? ¿Por qué Taehyung siempre le apartaba?

—¡Hyung!

Taehyung abrió la puerta de un tirón, queriendo huir de allí lo más pronto posible. Quería irse lejos de sus propios recuerdos, quería ser libre de sus propias cadenas. ¿Por qué no podía, incluso si lo intentaba?

Sus pies se movieron por reflejo cuando vio la cara preocupada del pelinegro. Jungkook a duras penas tuvo fuerza para sostenerlos a ambos cuando él le rodeó en un abrazo ansioso, llorando desconsolado mientras balbuceaba incoherencias que el menor no pudo entender.

La molestia que sentía después de pelear con un cuarteto de idiotas elegantes en la entrada de la mansión se disipó de inmediato. Jungkook solo rodeó su cintura y lo abrazó más fuerte, olvidando también la discusión que había tenido con alguna inepta que lo confundió con un camarero. El cuerpo del castaño desprendía calor; le preocupaba la facilidad con la que Taehyung solía enfermarse.

—Hyung, está bien, está bien —siseó a su oído mientras su mano acariciaba los castaños mechones; estaban húmedos por el sudor—. Estoy aquí, está bien, ¿qué pasa?

—M-Mi padre...

—¿Tu padre?

—Él es-está —sollozó—, él está ahí...

El pelinegro sintió su corazón partiéndose con esas palabras. Su hyung estaba tan herido y lastimado que el recuerdo de Kim Yeong sería algo que lo perseguiría por mucho tiempo. En ese momento, Jungkook se sintió impotente; parecía que no importaba todo lo que hiciera: nunca sería suficiente para sanar a Taehyung.

—Tae, tu padre ya no está. No está aquí. Solo estoy yo —susurró cerrando los ojos, consciente de cómo Taehyung se estremecía aferrado a él. Sintió su hombro húmedo y miró de reojo la mano del castaño; esta se encontraba herida y sangraba en sus nudillos—. Oh, hyung, qué hiciste...

—C-Cómo... Y-Yo... —Su propia mano se sentía ajena, como si no le perteneciera. No sentía el dolor aunque la sangre estaba manchando su muñeca y su antebrazo—. Yo lo vi en el espejo y-y... lo partí, lo siento.

—No, hyung —Jungkook tomó sus mejillas, mirándolo con seriedad—. Él no está. ¿Me escuchas? Ya no está. Ya no puede lastimarte. ¿Bien?

Taehyung se aferró un poco más fuerte a su cuello aunque su mano herida estuviera manchando todo. Sentía que su corazón iba a salirse de su lugar en cualquier momento y solo aquellos brazos que le sostenían con tanta firmeza le daban algo de paz entre tanto miedo y confusión. Allí en sus brazos todo estaba bien. ¿Cómo iba a dejar que se fuera?

—No te vayas —sollozó de repente—. Jungkook, por favor no te vayas. Quédate conmigo, por favor.

El castaño negó varias veces escondiendo su cara en el cuello del menor. La sola idea le aterraba y no quería ni siquiera imaginar qué sería de él en esos momentos sin Jungkook. Necesitaba su ayuda, lo necesitaba a él.

—Taehyung —exhaló Jungkook—. No me iré. Quiero quedarme.

—Pero hace unos días Seokjin dijo que estabas en la embajada y no habías vuelto y no te despediste y... ¡No quiero que te vayas! —Levantó la voz, enfurruñado—. No es justo. No me hagas esto.

El pelinegro tomó su mano y lo condujo al baño para limpiar su mano; podía escuchar los pasos de las personas acercándose algo alarmadas y cuchicheando órdenes a diestra y siniestra.

—No me iré —repitió—. Mamá viajará sola a Hong Kong... Yo me quedaré aquí en Corea, aunque... Tal vez viaje a Busan con mis abuelos. Ugh.

Jungkook tomó su mano con delicadeza y la posó bajo el chorro de la llave, sacándole un jadeo de dolor al mayor. Pese a todo, su corazón latió aliviado con la noticia. Prefería Busan antes que China. Mil veces.

—¿Joven Kim? —Una de sus empleadas interrumpió en la habitación, asomándose cautelosa en la puerta del baño pero sin dejar de mirar los cristales del espejo regados en el suelo—. ¿Qué ha pasado?

—Todo está bien —respondió Jungkook al ver la expresión avergonzada de su hyung—. Solo necesito una venda. ¿Podrían conseguir una, por favor?

—En el cajón del lavabo —señaló la chica.

—Gracias —El pelinegro la despidió con un ademán y cerró la llave. Cuando miró a Taehyung, se dio cuenta de que este sonreía ligeramente—. ¿Qué pasa?

—Pareces más un príncipe que yo —respondió, haciéndole rodar los ojos. Con manos ágiles, tomó la venda y se apuró a hacer el vendaje que tanto había visto en los chicos con los que jugaba baloncesto en aquel parque. Al menos algo le habían enseñado.

—¿No puedes quedarte aquí? —murmuró Taehyung aún inconforme con la distancia. Jungkook hizo una mueca a la vez que aseguraba la venda en su lugar. Su madre odiaba todo aquello que le recordara a Yeong; claramente no iba a dejarle en esa mansión.

—No. De hecho, vine por mis últimas maletas. Ah, hyung, estás hirviendo —exhaló con cansancio—. ¿Quieres que traiga agua?

—Solo quédate aquí —contestó Taehyung con voz rota, tirando de él hasta que ambos estaban sentados en la cama—. Al menos quédate esta noche conmigo. Por favor.

Jungkook no pudo negarse, no cuando el castaño le miraba como un cachorro escondido entre las sábanas. Ya imaginaba la discusión que tendría la mañana siguiente con su madre por no haber regresado al apartamento.

Luego de cerrar la puerta con llave, se deshizo de sus zapatos y se acomodó bajo las sábanas junto a Taehyung. Aunque no era la primera vez, todas las demás se le hicieron efímeras. Tal vez debió apreciar un poco más aquellos momentos ahora que era seguro que iban a separarse.

—Kookie, ¿me odias? —preguntó Taehyung de repente, captando su atención.

—¿Uh? —Él trató de mirarlo en medio de la oscuridad. El mayor seguía llorando como si quisiera acabar con la sequía en el mundo y Jungkook no comprendía el porqué—. Claro que no, hyung. ¿Por qué preguntas eso?

—P-Porque... bueno, yo... lastimé a Yugyeom —Tragó—. Era tu mejor amigo y yo... Es decir, por mi culpa él está... Lo siento tanto. Y-Yo no quería que eso ocurriera... Todo es mi culpa.

—Hyung —Jungkook buscó su mano (la que no estaba lastimada) en la oscuridad, dándole un ligero apretón antes de llevarla a sus labios y dejar un suave beso allí—. No es tu culpa, ¿bien? Tú eres un ángel, no podrías dañar ni a una mosca.

El mayor soltó una risa incrédula, algo así como un suspiro.

—¿Eso crees? —musitó—. Yo... tenía miedo, ¿sabes? Porque yo...

—Basta, deja de llorar —susurró Jungkook con una pequeña sonrisa—. Lo conozco como la palma de mi mano y ahora mismo debe estar burlándose de ti por ser un bebé llorón. Sonríe para mí, hyung. Lo prometiste.

Taehyung se inclinó lo suficiente para poder observarlo a los ojos. Sus labios cosquillearon por la cercanía, ansiosos por besar la cincelada boca del pelinegro; cuando lo veía, su corazón se sentía iluminado y cálido, como si ese fuera su lugar en todo el mundo. ¿Cuál era el truco de ese chico?

Cepilló sus labios antes de besarle. Se sintieron tan suaves y familiares que lo hicieron derretir en un pequeño suspiro, aliviado de por fin tener lo que él mismo se había quitado. Extrañaba eso, extrañaba cuando solo eran ellos dos en la oscuridad de la habitación.

—Lo siento —farfulló el castaño separándose apenas—. Lo siento por ser un idiota y por ignorarte. Lo siento por pensar que me odiabas.

Jungkook volvió a buscar sus labios, esta vez deslizando su lengua entre los de Taehyung mientras sostenía su barbilla. Su corazón estaba a punto de salir disparado a la luna, eufórico por reencontrarse con la única persona que podía hacerlo latir de esa forma. Cuidadoso de no lastimar su mano, tiro de él en un abrazo hasta que solo fueron un lío de piernas y besos, conscientes del ruido de las conversaciones fuera de la habitación y que en cualquier momento sería momento de partir el pastel. No les importaba.

—Por cierto, hyung, feliz cumpleaños —dijo Jungkook con una sonrisa, colocando las manos en los muslos de Taehyung antes de siquiera preguntarse cómo demonios había llegado ese chico a su regazo.

—¿Qué tienes de regalo para mí, sucio plebeyo? —bromeó Taehyung; sus manos, tímidas, se colaron bajo el dobladillo de la camisa del menor mientras se inclinaba a besarlo otra vez. Jungkook gimió en sus labios y se dio cuenta de que poco le iba a importar que partieran el pastel o no si el castaño seguía de manitas creativas.

—H-Hyung —Lo detuvo tomando sus muñecas francamente asustado—, eso es terreno peligroso. Zona VIP —sentenció.

Taehyung parpadeó, y de repente estaba bajo Jungkook, con las muñecas sujetas sobre su cabeza.

—¿Y si quiero? —preguntó mordiéndose el labio. Vamos, no era idiota: conocía la anatomía masculina, las necesidades de un hombre y había extrañado un montón a ese chico. Solo deseaba tenerlo tan cerca como fuera posible.

—No, demonios, tú no puedes solo decirme "¿i si quiiri?" luciendo como un cachorro cuando me estás pidiendo algo tan indecente —espetó Jungkook—. Manipulador. Te demandaré por abuso.

—Quiero hacerlo —insistió con una determinación inusual aunque su cara lucía tan roja como un tomate—. Por favor. Si vas a irte, al menos dame eso. Será un gran regalo. Tú... puedes ser el de arriba. Sí, o sea, no es como yo sepa mucho del tema de todas formas, así que a la mierda la jerarquía... ¿Por favor?

Jungkook se odió incluso por sopesar la idea.

—No tengo preservativos. —Eso es, la excusa perfecta.

—Yoongi hyung me regaló algunos la noche que se embriagaron —se apresuró a decir Taehyung—. No sé qué le pasaba por la cabeza.

—No tienes lubricante —señaló el pelinegro—. Y esto duele. No quiero lastimarte.

—¡Aceite de bebé! Lo mismo pero más barato. Funciona, ¿no?

—Sí, funciona, pero...

—Jungkook —Taehyung exhaló frustrado—. ¿Qué pasa? Lo has hecho, ¿no?

—Sí, una vez... Bueno, dos. Está bien, fueron tres, pero no vamos a contar la primera.

—¿Fue, uh, con Yugyeom? —preguntó con cierto temor.

—No, ew —respondió el pelinegro haciendo una mueca—. Un chico tailandés que se mudó al barrio, pero no quiero entrar en detalles. Además, ¡tu familia está allí afuera! ¿Qué tal si nos escuchan y nos descubren?

El castaño rodó los ojos antes de cerrar los puños en su camisa y tirar de él hacia abajo para besarlo, enrollando las piernas en sus caderas. Jungkook tomó su poco autocontrol y lo tiró a la mierda; ¿quién era él para negarle los deseos a su príncipe?

Su boca su volvió ansiosa, delineando los labios de Taehyung como si pudiera absorber su alma en un beso. El mayor se sentía nublado, algo letárgico por la rapidez con la que corría su sangre, concentrándose en puntos que normalmente estarían dormidos. A duras penas podía conseguir algo de alivio moviendo sus caderas contra las ajenas de una forme torpe, aunque eficaz.

—Jungkookie —largó en un alarido. Se odió por sonar tan necesitado, pero la curiosidad y el deseo juntándose en su interior no resultaron ser amigos de la palabra control. Su pecho rozaba el de Jungkook una y otra vez y pronto la camisa se volvió un estorbo.

Primero quitó la del pelinegro pasándola sobre sus hombros y luego Jungkook se encargó de deshacerse de la suya botón por botón. Besó la piel de su mandíbula, descendiendo por su cuello hasta llegar a su clavícula. Taehyung reprimió pequeñas risitas que le provocaban los labios del menor allí donde tocaban, cubriendo cada pequeña cicatriz que dañaba el color de su piel.

Debería sentirse avergonzado, pero lo cierto era que no las repudiaba. Ya no más. Hacían parte de él y Jungkook tenía que quererle con todo y cicatrices a bordo. Eso esperaba, al menos.

—Hyung, ¿he dicho alguna vez que eres hermoso? —Y con el brillo de admiración iluminando sus ojos, Taehyung estaba seguro de que era así.

Sobraron sus pantalones y también la ropa interior. Cada roce de su piel contra la del pelinegro le hacía estremecer y erizarse; su boca ya no podía ni siquiera contener esos atrevidos jadeos que se le escapaban cada vez que frotaban sus erecciones, las cuales se veían rojas e hinchadas de anticipación. Tan ansiosos, tan desesperados...

—¿Dónde están los...?

—En el primer y último cajón —respondió el castaño. Su voz se escuchaba más ronca de lo normal.

—Muy bien, abre las piernas. Si te duele —advirtió Jungkook—, me detendré.

Una oleada de vergüenza lo golpeó ante la intensa mirada del menor. Sus manos, gentiles, acariciaron la parte interna de sus muslos, casi preparándose para lo que haría. Jungkook lucía más nervioso que Taehyung, realmente.

Miró al castaño en busca de consentimiento una vez que sus dedos estaban llenos de aceite. Taehyung solo asintió para tranquilizarlo, aunque él también era un manojo de nervios por dentro.

—Oh —Los foráneos dedos tanteando contra su entrada lo hicieron respingar; la incomodidad se abrió paso en un sonido amortiguado por su garganta cuando uno de los dígitos se deslizó al interior, obteniendo apenas resistencia. La mirada que Jungkook le daba era atenta, buscando en su expresión el más mínimo gesto de dolor mientras movía su mano de afuera hacia adentro.

La extraña sensación se tornó placentera e insuficiente. Jungkook añadió un segundo dedo con lentitud, sin querer lastimarlo, jugando con ellos en su interior; en esos momento, su prioridad era hacer que Taehyung se sintiera bien, que recordara aquello como algo especial y no como una tortura. Era hipnótico ver sus expresiones distorsionadas por el placer. Taehyung pronto se encontró alzando sus caderas, gimiendo como un descarado por el mar de estímulos que su cuerpo estaba recibiendo y no podía asimilar. A ese paso, si su familia le escuchaba, ni siquiera le importaba.

—¡Ah! —Pero el dolor vino con un tercer dedo. Sus piernas se cerraron en respuesta al abrasador ardor y su primer impulso fue detener a Jungkook, pero se contuvo al ver la duda en la expresión del pelinegro—. S-Sigue, estoy bien.

Más que bien. Se sintió como una puta viciosa cuando se dio cuenta de que tres dedos no eran demasiado eficientes para satisfacerlo. Además, la erección de Jungkook se veía hinchada y casi rozaba su abdomen; seguramente, debía estar un poco desesperado.

—Muy bien, Kook. Ya —exhaló en un gemido. El menor se congeló en su lugar.

—¿Qué quieres decir con ya?

—Tú sabes, solo enciende la fábrica de bebés.

Jungkook acarició con delicadeza la nívea piel frente a él, sintiendo la suavidad de esta con la yema de sus dedos. Aspiró agitadamente al notar cómo su propia sangre comenzaba a correr con rapidez por sus venas y estuvo a punto de echarse hacia atrás. No, Dios, él no podría hacerle daño ni en sueños.

—Está bien, Jungkook-ah... En serio.

Taehyung le observaba con ojos brillantes, su respiración creando un ambiente perfecto para el erótico momento. Buscó sus labios sin prisa, como si tuvieran toda la vida para mostrarse su amor, disfrutando el movimiento de estos sobre los suyos y el roce de su piel contra la de Jungkook.

No le importaba nada. No le importaba su padre, sus reglas, su mentora o su imagen. Taehyung lo único que deseaba era entregarse en cuerpo y alma a Jungkook, el chico que lo había salvado de tocar fondo y que nunca esperó nada de él. Lo deseaba, lo ansiaba...

—Si se enteran... —empezó Jungkook con la voz rota—. T-Taehyung, yo no quiero que tú... Si alguien...

—Calla —le interrumpió en voz baja. Enredó sus manos en el cabello del menor, gimiendo con fuerza al sentirle embistiendo en falso. Jungkook escondió la cara en el hueco de su cuello, demasiado asustado por las desquiciadas ganas que tenía de hacer que Taehyung gritara su nombre una y otra vez, pero también de lo que pasaría si alguien los escuchaba—. Estaremos bien... Solo hazlo.

—¿Lo prometes?

—Sí, Kookie. O-Oh... —Sonrió un poco cuando sintió los caninos de Jungkook clavarse en la sensible piel de su clavícula, abriéndole los brazos otra vez a la lujuria ante esa placentera sensación.

Si aquello se sentía tan bien, si ambos lo querían tan desesperadamente, ¿entonces por qué estaba mal?

Era tan injusto.

Jungkook quería hacer otro mundo, uno donde los plebeyos como él pudieran amar a los príncipes como Taehyung.

¿Pero cómo iba a decírselo?

Antes de siquiera poder ingeniar una respuesta, su boca soltó la bomba.

—Te amo —susurró. Los ojos cálidos del castaño se iluminaron incluso en la oscuridad y su radiante sonrisa cuadrada fue suficiente para que Jungkook quisiera gritarlo a los cuatro vientos—. Te amo, te amo.

—Yo también te amo, Kookie —dijo Taehyung—. Lo digo ahora porque si esto duele, ya no te amaré en absoluto.

El menor le dio un beso en la nariz y sonrió.

—No importa, lidiaré con mis sentimientos yo solo. Dame tu mano, Tae.

Jungkook sonrió cuando sus dedos estuvieron entrelazados y alineó su erección contra la entrada del mayor con su mano libre. Podía escuchar los latidos de su corazón disparados, corriendo a una velocidad peligrosa y lo peor era que no llevaba frenos.

La boca de Taehyung se abrió en un grito mudo y sus ojos se cristalizaron casi de inmediato. Su anillo de músculos se opuso a la intrusión, aunque el pelinegro lo hizo despacio y se aseguró de poner todo el aceite posible. Angustiado, regresó el apretón en su mano del mayor con la misma fuerza, sintiéndose como una basura al ver un par de lágrimas rebeldes escapándose de los oscuros ojos de su hyung.

—Mierda —maldijo Taehyung; él de verdad lo hizo—. D-Duele mucho...

—Lo sé, lo siento —dijo Jungkook con voz queda, sintiendo su ser dividirse en la parte que quería detenerse y no seguir lastimándolo, y en la parte que se estaba volviendo loca de lo apretado que estaba y lo cálido que era el castaño. Sus labios buscaron los ajenos en un intento por llevar al dolor a un segundo plano, acariciando con su lengua todo cuanto pudo tocar. Lo único que se escuchaba en la habitación eran sus jadeos y el sonido acelerado de sus respiraciones, como si estuvieran buscando convertirse en uno solo.

Las caderas del pelinegro se movieron con suavidad en círculos y empujaron un poco más, haciendo gemir a Taehyung. La historia de un plebeyo que fue demasiado estúpido como para enamorarse de un jodido príncipe terminaba allí. O tal vez apenas comenzaba, no estaban seguros. Lo único que querían era disfrutar el momento y dejarse llevar. Entre jadeos, un par de groserías y risitas, la línea entre el dolor y el placer se tornó difusa hasta que solo eran ellos dos, encerrados en aquellas paredes que sabían más de lo que nadie sabría nunca.

—¡Mhng! —Taehyung vio luces de colores frente a sus ojos cuando Jungkook golpeó ese delicado punto en él; lanzó la cabeza hacia tras en un suspiro, arqueando su espalda, sobrepasado por la situación. Sentía su piel sudorosa y ese extraño cosquilleo en su vientre que lo acercaba con cada embestida a su propio clímax. Era un lío de pequeños sonidos y emociones; para él todo era demasiado intenso, ¿siquiera podría tomarlo?

No tuvo palabras para describir el estremecimiento que sacudió su cuerpo sin poder soportarlo más; su garganta se desgarró en un hondo gemido, amortiguado por los labios de Jungkook, quien apenas pudo contener su orgasmo al sentir las estrechas paredes del castaño apresándolo. Su corazón latió en sincronía con el de Taehyung y lo único que sus ojos pudieron enfocar a él: a Tae, ese precioso chico castaño que ni siquiera podía pronunciar la palabra sexo sin sonrojarse. Verse reflejo en sus irises era como un regalo de los dioses.

Cuando el oleaje mermó y la habitación quedó en silencio, salió lentamente del mayor, el cual cerró las piernas con un quejido, demasiado sensible.

—Lo hiciste bien, hyung —le animó dándole un pequeño beso en la nariz. Taehyung le abrazó con fuerza entonces, sollozando en su cuello como un niño pequeño—. Hyung —musitó abrazándole de vuelta, aunque ya sabía la respuesta—. ¿Por qué estás llorando?

—E-Es que me gustó m-mucho, lo siento...

Jungkook le besó con fuerza, probando la salinidad de sus lágrimas. ¿Cómo podía alejarse de ese chico?

—I-Idiota, ¿por qué te ríes?

El pelinegro negó sin dejar de sonreír. Le gustaba ver esos rizos desaliñados, esparcidos por la almohada, y sus labios hinchados por tanto morderlos se veían como la cereza de un pastel. En serio, ¿cómo se suponía que iba a superar a Kim Taehyung? Un torpe príncipe que arrasó con todo y dejó su mundo patas arriba, para bien o para mal. Darse cuenta de eso lo hizo sentir nostálgico. El final se precipitaba a una velocidad abrumadora.

—Me iré a Busan en tres días —anunció con voz lastimera—. ¿Crees que puedas visitarme?

—Lo intentaré, si Seokjin hyung me deja —respondió Taehyung igual o más triste—. Por favor, trata de no conseguir a ningún otro príncipe al que debas rescatar.

—Dudo que existan dos Kim Yeong en Corea...

El castaño soltó una risa queda y luego hizo una mueca. Tal vez algún día su padre sería solo un banal recuerdo.

—Antes de que te vayas, Jungkookie, ¿podríamos hacer algo?

Jungkook inclinó su oído y el mayor le susurró algo. Al principio, lucía como una pésima idea, pero después de ver la expresión de cachorro de Taehyung, no pudo negarse.

—Bien —accedió—. Pero si me siento mal, me iré.

—¡Yei!

Contento con la respuesta, el castaño se acomodó mejor en la cama; deseaba ir a bañarse, pero estaba tan cansado que seguramente iba a quedarse dormido en la tina. Jungkook se levantó para asearse, dándole una vista de su trabajo y joven cuerpo. No pudo evitar hacer un mohín: no se sentía justo que Jungkookie fuera todo músculos y él... bueno, él no iba a dejar de comer hotteok, kimchi ni japchae.

Taehyung bostezó y solo ahí se dio cuenta de una cosa: ya no había música ni conversaciones. Dudaba mucho que hubieran partido el pastel sin él... entonces, ¿Seokjin había dado por terminado todo? Pero... ¿Por qué? La respuesta lo golpeó como una cachetada. ¡Qué vergüenza!

Muy bien, ahora seguro que su hermano sabía que su virginal trasero ya no era tan virginal. Maldita sea.

Cuando Jungkook regresó a la cama, después de colocarse su camiseta y su ropa interior, encontró al castaño luchando por permanecer despierto. Si él se sentía cansado, no se imaginaba cómo podía estar su hyung. Cuidadoso, se acomodó a su lado, como lo hacía antes de que toda esa locura estallara. Se aseguró de que estuviera bien y que nada le doliera; aunque no podía aliviar el dolor, sus pequeñas caricias sirvieron para distraer a Taehyung.

—Jungkookie, después de esto, ¿qué somos? —murmuró este ladeando la cabeza.

—Mmm... —El pelinegro fingió meditar mientras buscaba su mano en la oscuridad para tomarla; estaba cálida y era delgada, tan fina quizá podría partirse—. Creo que yo soy un simple plebeyo que se enamoró del jodido príncipe en apuros. Pero soy tuyo... Y tú eres mío.





Escribir este capítulo fue bastante difícil, pero por fin lo terminé :'') Como les dije, este es el capítulo final. Sigue el epílogo y De príncipes y plebeyos habrá llegado a su fin :'')

Si les diera las gracias ahora, seguramente no terminaría, así que esperaré al epílogo, el cual trataré de subir esta semana o la otra.

¿Qué les puedo decir? Solo espero que les haya gustado ❤️ Sepan de antemano que me gustan mucho los finales abiertos ❤️

Una vez que termine esta historia y Harmful love, subiré nuevos proyectos. ¡Espérenlos! Y sonrían mucho, mucho 🤗❤️


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