48
Bogo sipda; ireohge malhanikka deo bogo sipda...
Hoseok asintió para sí mismo, conforme con la letra y la voz de Namjoon, que a pesar de ser tan grave no se escuchaba para nada desafinada. La melodía era tan relajante y nostálgica que lo hizo preguntarse si es que acaso esos dos chicos, que ahora escuchaban la canción igual de concentrados a él, estaban tan heridos como para hacer una canción con tanto peso sentimental.
Conocía la respuesta, muy a su pesar. Y le costaba tanto escoger un bando... Por un lado, quería creer que Namjoon y Yoongi eran buenos chicos, que solo se encontraban dolidos y tristes... pero no podía ignorar a Seokjin; tenía sus cosas buenas, y trataba de justificar las malas. Muchas veces pensó lo bueno que sería verlos a los tres reunidos, como viejos amigos. Como hermanos.
—Woah —expresó Hoseok sorprendido. Aunque apenas era un demo y no estaba siquiera completa, se encontraba cautivado. Haber puesto una partecita de sí mismo en la canción lo hacía todo un poco más lindo—. Es... hermosa.
Namjoon se abrazó a sí mismo, odiando con fiereza cómo la canción matizaba su vida en torno a una sola persona. Porque incluso teniéndolo allí, lo extrañaba. Extrañaba a Seokjin. Ahora todo era tan difícil. Miró por la ventana, donde los copos de nieve anunciaban que la Navidad estaba a la vuelta de un par de horas. Con el invierno allí y la pesada sensación de que todo estaba llegando a su fin, la única pregunta en su cabeza era cuánto tiempo tendría que esperar para que todo se calmara y volviera a la normalidad. ¿Tal vez hasta la primavera? Soltó una pequeña risa mientras negaba. ¿Siquiera la primavera iba a llegar para ellos?
Encontró la mirada de Yoongi. Se veía... calmado, como si todo estuviera en su lugar. Su expresión inalterable lo hizo preguntarse si es que acaso había pasado algo de lo que no estaba enterado.
—¿Entonces fuiste admitido en la Academia de Artes? —preguntó el pálido chico hacia Hoseok en una conversación amena y tranquila, como en los viejos tiempos.
—Sí —contestó el pelirrojo para sorpresa de Namjoon—. Estudiaré danza contemporánea. Nunca conseguí el apoyo de mis padres, pero ahora... —Les dio una mirada cálida a los dos, como si ellos fuesen los culpables de que al fin pudiera haber tomado esa decisión—. Los haré orgullosos. Lo intentaré.
—Sabes que si estás colgado de dinero puedes buscarnos —se ofreció Namjoon, a lo que Hoseok se negó rápidamente.
—No, no, no, está bien. He ahorrado, así que...
—Es un préstamo, no caridad —espetó Yoongi con una sonrisa burlona—. Te cobraré cada centavo de intereses, así que no te ilusiones.
Hoseok soltó una corta risa. Las cosas con ellos podían fluir con facilidad. Pertenecían a dos mundos diferentes, pero se encargaban de hacer de ambos mundos uno solo. Sus sonrisas amables hacían sentir a Hoseok como en casa.
Levantó la cabeza con curiosidad cuando escuchó el timbre. En lo que llevaba conociéndolos, sabía que Yoongi no era muy dado a las visitas y solo él o Namjoon tocaban su puerta. El desconcierto brilló también en la cara del moreno, pero el mayor de todos se mostró ligeramente sorprendido.
El dueño de la casa se levantó para abrir. La temperatura pareció descender unos cuantos grados, y no precisamente por el clima afuera. Namjoon sintió que su sangre se helaba cuando vio a su primo cruzar el umbral de la sala; sus puños se crisparon y sintió una ola de furia golpearlo con tanta intensidad que cuando se levantó se sintió mareado.
De inmediato, Hoseok se interpuso entre ellos, algo cauteloso.
—Me duele saber que es así cómo me recibirás a partir de ahora —murmuró Seokjin con una sonrisa triste—. Pensé que era bienvenido.
—Namjoon —pronunció Yoongi con cuidado—. Creo que es hora de arreglar las cosas. Por favor.
Namjoon miró a cada una de las personas allí de repente se dio cuenta de que él parecía ser el malo en la situación. Hoseok lo mantenía en su lugar, como si quisiera mantenerlo alejado de Seokjin, y en frente estaba Yoongi, actuando como una barrera entre ellos. Eso lo ofendió más.
—¿Qué pasa? —preguntó el moreno, escéptico y con una sonrisa socarrona—. ¿Es él el que ha vuelto mierda la familia y soy yo el irracional?
—Nuestra familia ya era una mierda sin la necesidad de que yo hiciera algo —dijo Seokjin con calma—. No hagas esto más difícil.
Mantuvieron una silenciosa batalla con sus miradas hasta que Namjoon sintió sus músculos relajarse. Tal vez era momento de dejar de pensar tanto y empezar a escuchar las respuestas a sus preguntas.
♥
La mañana de Navidad no parecía Navidad.
Jungkook se puso a pensar en todas las vueltas que había dado su vida. Hasta hace unas semanas, se suponía que iría a América en Navidad y ahora en un par de semanas viajaría a Hong Kong.
Pero antes de irse, quería hacer algo por Taehyung. Quería darle un regalo de navidad. ¿Pero qué le dabas a alguien que lo tenía todo? Además, tenía que ser algo que fuera tan genial como para servir para un regalo de cumpleaños. Jungkook no podría estar allí para darle algo ese día.
Se enteró por voz de su madre que habría una cena con la familia Kim ese día. Más que cortesía de parte de Seokjin, era tradición. Una asquerosa tradición según Jungkook, pero quién era él para pelear. No quería estar con ese montón de gente ostentosa, arrogante y petulante. Sabía que iba a recibir miradas despectivas, de curiosidad y desagrado como si fuera un pequeño animalito exótico. De la familia Kim podía esperar cualquier cosa y él no estaba de ánimos para pelear.
Estuvo en el jardín la mayor parte del día, pensando. ¿Qué podía regalarle a Taehyung esa noche? Un ramo de flores se marchitaría y era bastante cliché. ¿Chocolates? Pero su hyung seguro que podía conseguir chocolates suizos y él no tenía dinero para esos. ¿Una carta? Puf, Taehyung ni siquiera quería hablarle. ¿Por qué aceptaría una carta? Quizá nunca la leería.
Se saltó el desayuno y para la hora del almuerzo su estómago rugía tanto que devoró todo lo que pusieron en la mesa. Ese día Seokjin había salido temprano, quién sabe a dónde, así que la comida transcurrió sin discusiones. Fue allí donde Jungkook decidió lo que le regalaría a Taehyung: ¡comida!
Pero no cualquier cosa. Jungkook quería darle un postre, algo que fuera tan dulce como Taehyung. Sin ganas de que sonara tan cursi como se escuchó en su mente. Solo había un problema: tenía que meterse a la enorme cocina de mansión y hacerlo él mismo.
El cocinero de los Kim encontró a un intruso en su cocina a eso de las cinco, cuando se disponía a preparar la cena que Seokjin había ordenado. El chico batía fervientemente la masa en una taza azul y de vez en cuando echaba miradas al computador que ahora estaba en el mesón. ¿De dónde había sacado ese computador? Era un buen interrogante.
Al darse cuenta de que la masa no lucía como la de la chica del vídeo, frustrado, Jungkook echó a un lado la taza y suspiró. ¡Cocinar era tan difícil!
—¿Necesitas ayuda? —le preguntó el hombre luego de unos segundos. Yong-han era un viejo cascarrabias que odiaba a los intrusos en la cocina, más si estos hacían desastres allí, pero sencillamente lo vio tan desesperado y abatido que ablandó su corazón.
Jungkook brincó sorprendido y luego miró avergonzado al cocinero. Había más harina en el suelo que en la taza, y de todas formas la que estaba allí ya no servía.
—Quiero hacer un postre —explicó con timidez—. Es un regalo.... Uh, ¿p-podría ayudarme?
Una hora más tarde, Jungkook miraba su creación con orgullo y una sonrisa de aprobación. A su lado, el cocinero lo miraba como si no fuera más que un crío joven e inexperto, una sonrisa nostálgica plasmada en sus labios.
—¿Cree que le gustará? —preguntó animado, refiriéndose al cupcake que había preparado exclusivamente para Taehyung. El pequeño ponquecito se veía algo tierno, incluso daban ganas de comérselo.
—Claro que sí. Es una chica afortunada —elogió Yong-han en un tono de añoranza.
—Es un chico —aclaró Jungkook de inmediato—. Es para Taehyung.
Jungkook tomó el cupcake antes de que el hombre dijera algo estúpido y homofóbico. Porque entonces ese cupcake iba a caerle directo al ojo, y él tendría que hacer otro.
Los invitados de la familia Kim ya habían comenzado a llegar cuando el pelinegro salió de la cocina. Tuvo que hacer malabares para evitar ser empujado por los afanados empleados que ahora llevaban recados de aquí para allá, y varias veces se maldijo por no haber comprado una cajita decente donde llevarlo. Ese insípido plato blanco parecía inservible en su función.
—¡Camarero! ¡Por aquí! —Jungkook miró con confusión a la chica bañada en maquillaje que, al parecer, lo llamaba a él—. Quisiera uno de esos cupcakes. ¿Podrías traer más para nosotros?
—Camarero tu abuela, idiota. Esto es mío —gruñó fastidiado, antes de escabullirse por las escaleras en busca de un lugar donde su cupcake estuviera a salvo. Llegando a la segunda planta, una voz lo detuvo.
—Jungkookie, ¿por qué tratas a tus invitados así? —Escuchar a Seokjin lo hizo saltar de sorpresa. ¿En qué momento había llegado? Ahora lucía radiante para la cena y su cabello estaba impecablemente peinado hacia un lado.
—No son mis invitados —farfulló Jungkook sin ganas de una discusión—. Son tus invitados. Atiéndelos. No. Edúcalos —bufó.
Seokjin rio en voz baja y luego miró con interés el pequeño cupcake que Jungkook parecía resguardar con tanto recelo. Su cubierta de vainilla se alzaba en un elegante espiral que terminaba en un pedazo de galleta blanca; si estaba en lo correcto, en su interior había crema de limón. Era el favorito de Taehyung.
—¿Para dónde llevas eso? —preguntó burlón, aunque ya conocía la respuesta.
—No te importa —Jungkook trató de pasar por su lado y esquivarlo, pero le fue imposible cuando el mayor le cerró el paso con su gran cuerpo.
—Todavía me sorprende tu ingenuidad —admitió Seokjin manteniendo la voz erróneamente calma—. O tu estupidez. ¿Qué parte no te ha quedado clara del hecho de que no puedes estar con mi hermano?
—¿Por qué no? —objetó el pelinegro de forma terca, tratando de convencerse de que eso no le había dolido.
—Realmente deseo que mi hermano tenga mayores aspiraciones que... esto —Señaló en cupcake—. Jungkookie, deja de buscar a Taehyung, es inútil.
Jungkook jadeó con angustia cuando el castaño manoteó el cupcake, provocando que este cayera al suelo y se aplastara de forma vergonzosa contra el caro tapete del pasillo. Su respiración quedó atorada en su garganta y el corazón se le detuvo mientras veía sus buenas intenciones y todo el tiempo invertido en el pequeño cupcake yéndose por la borda. ¿Por qué? ¿Cuál era la necesidad? ¿Por qué Seokjin estaba empeñado en ser tan horrible?
Lo recogió del suelo con manos temblorosas y el nudo en su garganta fue de frustración y tristeza. Sí, él no tenía dinero para darle un castillo a Taehyung, pero... pero pensó que...
—Deja de insistir —le sugirió Seokjin dándole palmaditas en la espalda—. No eres más que un plebeyo.
♥
La odiosa cena de Navidad había sido tan incómoda como patética, pero por fin había terminado. Para cuando llegó a su habitación cuatro horas más tarde, Seokjin sentía la impetuosa necesidad de darse un largo baño y olvidar todo lo que estaba pasando.
La charla con Namjoon fue liberadora y tranquilizante, pero sabía que su primo estaba herido y necesitaba tiempo para asimilar las cosas y poder tranquilizarse. Ni siquiera quiso ir a la cena. Lo entendía.
El espejo del baño le devolvió un reflejo cansado y algo extraño, como si no fuera el suyo. En sus ojos angustiados vio la expresión triste de Jungkook cuando vilmente tiró el cupcake al suelo. Solo entonces se dio cuenta de que, tal vez, no había sido la mejor manera de hacerle entender al chico que junto a los Kim no le esperaba más que una vida miserable y superficial. Era como una maldición de la familia.
Seokjin gimió frustrado. ¿Cómo podía hacerle entender a Jungkook que, ante todo, Taehyung era un Kim y que eso lo ponía en el ojo del huracán? Incluso si lo intentaran, ellos no podrían ser felices porque nunca estarían cómodos. La influencia de los demás miembros de la familia siempre sería un factor. Sus tíos y primos los mirarían con asco y no perderían el tiempo para decir comentarios que, irremediablemente, iban a lastimarlos. Sabía que ambos chicos eran fuertes, pero incluso ellos tendrían un límite. ¿Podrían con la presión, con la carga?
Pese a todo, Seokjin quería ver a su hermano feliz, no con el corazón roto.
Después de bañarse, se quedó dormido. En sus sueños no hubo más que fuego, pensamientos turbios y pesadillas; esa noche, parecía que su mente estaba dando rienda suelta a cada sentimiento oscuro reprimido. Sentía que se ahogaba, que ardía entre las llamas que un día habían acabado con su madre y la risa que escuchaba era la de su padre, reventando sus tímpanos y rasgando sus oídos.
Sudor frío empapaba su frente y su espalda cuando abrió los ojos en la oscuridad, agitado y asustado. A veces, su peor pesadilla era él mismo.
La sensación de ahogo persistió, pero ahora, estando lúcido, sabía a qué se debía. Sobre su abdomen, sentado a horcajadas como un enorme gato tranquilo y perezoso, Taehyung lo miraba con ojos brillantes.
—Estabas teniendo pesadillas —pronunció su hermano con voz ronca. Sus llamativas pijamas resplandecían por la luz que entraba por la ventana y su cabello rizado era un hermoso desorden.
—¿Has venido a mi rescate? —se mofó Seokjin con una ceja arriba. Se sentía incómodo. Lejos de tener a Taehyung aplastándolo, se sentía como una presa. Cazado. Porque eso era lo que Taehyung había estado haciendo con él, rondándolo lentamente hasta acorralarlo. Ahora se sentía así.
—En realidad no —respondió el menor en voz baja—. No veía otro momento para hablar contigo.
—¿La cena no era un buen momento para hablar? Sabes, estuvieron preguntando por ti, Taehyungie.
El menor frunció el ceño con desagrado. No quería que su familia preguntara por él, y no quería ser llamado Taehyungie.
—No quiero escucharte —repitió Taehyung negando—. Quiero que te entregues.
La habitación se sumió en un sepulcral silencio y ambos hermanos solo se observaron en la oscuridad de aquella habitación a la espera de alguna reacción. Finalmente, fue Seokjin quien se llevó la mano a los ojos y soltó una larga carcajada que erizó cada vello en el cuerpo del castaño.
—Tienes que estar jodiéndome —expresó el mayor con una enorme sonrisa—. ¿Crees que de verdad voy a entregarme solo porque tú me lo pides?
Taehyung lamió sus labios, algo inseguro. Tal vez fue un estúpido por creer eso, pero sí, lo creía.
—Mataste a mi padre. A nuestro padre —dijo, como si fuera razón suficiente; bueno, para él lo era.
—Él mató a mi mamá, Taehyung. También intentó matarme a mí.
Aquello produjo una mínima reacción en Taehyung, un fugaz brillo de sorpresa en sus ojos. Luego, en su expresión se abrió paso la incredulidad. Yeong juraba amor eterno a Chaewon y adulaba a su primogénito. ¿Por qué haría eso? Era... ilógico.
—No es cierto —replicó con voz queda—. Él te admiraba, e-eras su favorito...
Admitirlo en voz alta dolió. Sin embargo, para Seokjin fue tan gracioso que volvió a reír y le apartó hacia un lado con poca delicadeza, incorporándose en la cama. Aquello debía ser un sueño, o más bien otra pesadilla.
—Tú eras el favorito de mamá —dijo entre dientes—. Eras la única luz de sus ojos. Yo nunca podía ser igual de tierno u obediente como tú. Ella solo... solo tenía ojos para ti. Tú eras su todo.
—Eso no es cierto —se apresuró a decir Taehyung—. Ella te quería. Solo que tú... quisiste crecer muy rápido y dejaste de necesitar su ayuda, Seokjin. Yo era un niño torpe que no podía amarrar sus zapatos sin sufrir un derrame cerebral.
El mayor sacudió su cabeza y arregló su cabello hacia atrás, que aún estaba un poco húmedo después del baño. Tomó una honda respiración en un intento por calmar los desenfrenados latidos de su corazón y en busca de un poco de calma. Si no quiere apoyarte, entonces hazlo a un lado. Sacudió la cabeza otra vez, contrariado. Está bien, era el momento de hablar con su hermano; ya no quería seguir apartándolo cada vez que lo considerara como una amenaza. Era su hermanito, su Taehyungie.
Si había podido hablar esa tarde con Namjoon, ¿por qué no con Taehyung?
—No voy a entregarme —declaró en voz baja—. Mi padre merecía algo peor.
Se levantó con un suspiro y encendió la lámpara de la mesa de noche, repitiéndose a sí mismo que no era momento para entrar en crisis. La habitación se iluminó un poco, solo lo suficiente.
Seokjin empezó a desabotonar su camisa, de espaldas a la confundida mirada del menor. Un grito ahogado se escuchó cuando la prenda cayó al suelo; lejos de la impresión que le causaba observar los trabajados hombros de su hermano, Taehyung se sintió abrumado por lo que vio: la espalda de Seokjin estaba llena de cicatrices que se teñían de un doloroso color rosáceo y lucían grotescas en su piel.
Sintió la necesidad de tocarlas, y así lo hizo. Vio a su hermano tensándose como un resorte cuando las yemas de sus dedos acariciaron su espalda. Algunas tenían relieve y otras eran más oscuras; iban desde sus omóplatos hasta sus hombros. En esos momentos, Seokjin era como un insípido plebeyo.
—¿Qué pasó? —preguntó el menor y, para su sorpresa, escuchó su propia voz rota y ahogada.
—Quemaduras —Seokjin respondió de forma casta—. Papá —La palabra sonó forzada, errónea— quiso deshacerse de mí, así como lo hizo con mi mamá. Pensó que así podía esconder todos sus asuntos basura.
La única respiración que se escuchaba en la habitación era la suya, porque comenzaba a tornarse errática y pesada; la avalancha de recuerdos lo hacía marear y un sentimiento de angustia hacía que su pecho se cerrara. Se estremeció cuando sintió que Taehyung quitó sus manos, como si esas cicatrices quemaran. O tal vez le daban asco. Lo entendería.
—No me pidas que me entregue porque no lo haré —declaró Seokjin mirando hacia el suelo, perdido en sus propios pensamientos—. No me arrepiento de nada.
Dio un respingo cuando sintió los brazos de Taehyung rodearle en un abrazo torpe y temeroso. Escuchó un sollozo, pero ni siquiera podía decir a quién pertenecía. Ahora el nudo en su garganta era asfixiante y vergonzoso.
—No me toques —pidió en voz baja—. No quiero que me tengas lástima.
La calidez de las lágrimas del castaño humedeció su espalda y lo siguiente que supo era que él también estaba llorando. Los brazos de Taehyung le abrazaban con tanta fuerza que Seokjin sintió que eran lo único en lo que podía apoyarse. Por años, se sintió solo y vacío; tal vez había olvidado lo que era el verdadero cariño, lo bien que se sentía saber que le importabas a alguien.
—Entiendo —sollozó el menor—. Lo entiendo, Seokjin. Pero yo no quiero... yo no quiero esto para ti. No quiero que seas alguien deshonesto —lloriqueó entre lágrimas—. Ese no sería mi hermano. Necesitas ayuda... Necesitamos ayuda. Estamos demasiado dañados, hyung, tan dañados... Por favor entrégate, por favor...
Taehyung le abrazó con más fuerza, rogándole cosas que para Seokjin eran imposibles. Él sencillamente había trabajado muy duro como para tirarlo todo.
—Por favor —suplicó el castaño una vez más—. Por favor, hyung. Esta no es la manera de comenzar de cero, esto no te va a traer nada bueno.
Escuchar a su hermano tan destrozado desgarraba algo al interior de Seokjin. Sabía que el camino que había tomado no era el mejor y también sabía a cuántas personas había arrastrado con él por cumplir con sus egoístas deseos. Cada decisión pesaba en sus hombros, pero creyó que podía con cada una.
Y se equivocó. Al darse cuenta de eso en aquel momento, todos sus muros se vinieron abajo y se dejó caer a la cama, sintiéndose vulnerable. Taehyung estuvo allí para sostenerle, aunque solo estuviera dándole un abrazo, y Seokjin lloró como si así pudiera deshacerse de todo lo que lo abrumaba, de todo el veneno que residía dentro de él. Su hermano menor, a quien siempre consideró como un mocoso débil, ahora cargaba con el peso de ambos y Seokjin se sintió asqueroso por arrastrarlo a él también.
—Lo siento tanto, tanto en verdad...
—Está bien. Ahora solo estamos nosotros dos —repetía Taehyung a su oído, algo desesperado—. Solo nos tenemos a nosotros. No quiero que me apartes y no quiero que hagas las cosas mal. Por favor, entrégate. Te esperaré, te esperaré los años que sean necesarios. Lo prometo.
La vida estaba llena de promesas, y aunque fueran grandes o pequeñas, todas significaban un compromiso. Taehyung nunca había dicho algo con tanta honestidad, porque él esperaría a su hermano incluso aunque el mundo se acabara.
Pasados los minutos, el fogoso ambiente mermó y solo sus respiraciones acompasadas fueron audibles. Taehyung incluso llegó a pensar que su hermano se había quedado dormido. Fue entonces cuando habló:
—Lo haré —musitó Seokjin—. Me entregaré... pero será bajo mis reglas.
—¿Reglas?
—Lo haré a mi modo, Taehyung, no soy estúpido y no me apetece dormir en una colchoneta pulgosa de dos pulgadas de grosor. Pero me entregaré a las autoridades.
Su corazón aleteó de felicidad y alivio. Tal vez, tal vez, Jinie no se había desaparecido del todo.
—Con una condición —se apresuró a decir el mayor.
—¿Cuál?
—Tú también debes aceptar ayuda... Sé que has estado evitando la comida y varias veces lo criados me han dicho que tienes fiebre o estás enfermo. Hablo en serio.
—Lo haré —dijo el castaño con una sonrisa radiante y feliz—. Lo haré, lo prometo.
Se levantó de la cama con ánimos renovados y le alcanzó la camisa caída a su hyung. Parecía que ya no había más que decir, o al menos, que ya había sido suficiente.
—Feliz Navidad —dijo, y se sintió bien decírselo después de tanto tiempo.
—Feliz Navidad —respondió Seokjin con una sonrisa amena—. Por cierto, creo que Jungkook tenía un regalo para ti, pero lo eché a perder.
—Jungkook —pronunció Taehyung en voz baja, pero incluso el mayor pudo ver ese brillo en sus ojos—. Lo buscaré —resolvió decir, aunque se escuchó bastante forzado.
El mayor terminó de apuntar su camisa y observó la mueca contrariada en las facciones de su hermano, como si estuviera frente a un gran rompecabezas.
—¿Realmente quieres intentarlo con él? —preguntó curioso.
—Y-Yo no estoy seguro de que... él quiera intentarlo.
—¿Y tú lo estás? Nuestra familia va a odiarte.
—No me importa —respondió Taehyung, tal vez demasiado rápido—. Yo... quiero decidir. Seré yo quien decida mi propio destino y mi camino. ¿Por qué deben importarme los demás?
—Nuestra familia no es fácil —persuadió Seokjin—. ¿Crees que Jungkook podrá con... tanto? Él a duras penas puede tomar los palillos cuando se siente frente a una mesa y está hambriento.
—No me importa —decidió el menor con cierta terquedad—. Te lo dije, hyung. Quiero decidir. Seré yo quien decida si quiero que me rompan el corazón o no.
Como si no se sintiera ya lo suficientemente frustrado, su hermano volvió a hablar:
—Se irá —le recordó Seokjin, solo en caso de que lo hubiera olvidado. Taehyung le dio una sonrisa triste.
—Lo sé.
♥
Jungkook se detuvo abruptamente del otro lado del pasillo y consideró la idea de salir corriendo. Una abrumadora oleada de nerviosismo le invadió cuando los ojos de Taehyung se fijaron en el cupcake que llevaba en sus manos. No había quedado tan lindo como el primero, pero se había esmerado mucho haciéndolo para él.
—H-Hola. —Se odió por balbucear. Era la primera vez que se veían a los ojos después de lo que parecía una eternidad y él estaba todo desaliñado, con harina adornando sus mejillas y su cabello. Incluso el castaño en sus pijamas lucía como una estrella famosa.
—¿Eso es para mí? —preguntó Taehyung con una ligera sonrisa, en vista de que el pelinegro parecía fervientemente adherido al plato que sostenía el cupcake.
—Oh, sí, sí, toma, lo siento —se apresuró a decir. ¡Estaba hablándole! Inaudito. ¿Qué demonios había pasado?
El mayor cerró la distancia con varios pasos y entonces ambos estuvieron frente a la puerta de su habitación. El cupcake tenía una cubierta de vainilla y un torpe decorado de galleta en la punta, pero su estómago rugió por una probada.
—Yo quería... bueno, pues... —Jungkook se rascó la nuca y miró a otro lado—. Es decir... Feliz Navidad —exhaló algo molesto. ¿Por qué su lengua se trababa en los momentos más cruciales de su vida?
Taehyung le dio una mordida al cupcake y masticó con lentitud. Jungkook quedó hipnotizado con el movimiento de su mandíbula, e incluso tragó cuando el mayor lo hizo.
—¿Te gustó? —preguntó algo ansioso—.El anterior... se cayó. Este lo hice con sangre, sudor y lágrimas...
—Qué asco —El castaño hizo un mohín y él rio. Pequeñas arrugas se formaron en las esquinas de sus ojos; de cerca, podía ver que Jungkook había estado llorando. Odiaba ser el causante de aquello.
—¿Entonces te gustó?
—Me gustó —corroboró con un asentimiento. Alentado por la reluciente sonrisa del menor, Taehyung se inclinó hacia él y depositó un casto beso sobre su nariz—. Gracias. Feliz Navidad, Jungkookie.
—S-Sí, eh, feliz Navidad... oh.
Cuando la puerta de la habitación de Taehyung se cerró, Jungkook no estaba muy seguro de qué había sido eso. Solo sabía que un pequeño rayo de esperanza había iluminado a su pecho y que deseaba aferrarse a eso, por irrisorio que sonara.
—Feliz Navidad, hyung.
Es el capítulo más largo de toda mi existencia... :'') Ahora me estoy preguntando si debí haberlo dividido en dos, porque resulta que el siguiente es el último y ahora me planteo si debería hacer epílogo :'')
Que esto esté llegando a su fin después de tanto y de tanto tiempo me llena de nostalgia mis lils :'') soy la única? ah
Sé que dije que actualizaría hoy Capitanes, pero yo en serio, en serio deseo terminar esta historia cuanto antes y entre tantos trabajos no puedo escribir tOdAs las historias si es que deseo actualizar alguna :'')
Mi internet está fallando y por eso no hay emojis, lo lamento. Sonrían aunque el final esté cerca *corazoncito*
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