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Cuando te canses de jugar a ser el malo, puedes buscarme.
Cuando Sooyoung puso un pie dentro de la mansión, su cuerpo entero se estremeció en disgusto. Estar en ese lugar ahora le causaba arcadas y una sensación de pesadez se instalaba en su pecho; los cuadros allí le miraban, le señalaban y la acusaban. La hacían sentir sucia y sin valor. En las paredes, estaban grabados los recuerdos que tenía allí, y todos los recuerdos que tenía de Yeong; todas las palabras, discusiones y las veces en las que se sintió tan asqueada de sí misma que ni siquiera se reconoció en el espejo.
Sacudió la cabeza para despejar también el nudo en su garganta. Esos ya eran tiempos pasados, decidió con un suspiro.
Había dejado que su hijo pensara y sentara cabeza lejos de ella, pero ya no podía esperarlo más. Toda la vida consintió cada uno de sus caprichos, tanto como pudo e incluso en contra de sus propias limitaciones; ahora que le pedía un poco de su cooperación, ¿qué tenía? Solo a un adolescente malcriado y desobediente.
Subió las escaleras mientras renegaba; ese día, recogería sus cosas y terminaría de empacar para poder viajar de una vez por todas a Hong Kong. Todo estaba prácticamente listo para partir y por fin ella podría olvidarse de todas las cosas malas que Seúl le había traído. Tal vez, nunca debió salir de Busán siendo una niña inexperta de quince años.
No encontró a Jungkook en su habitación. Cuando le preguntó al personal de la mansión, nadie pudo darle una razón o una respuesta concreta. ¿Ahora dónde se había metido?
—Oh, Taehyungie —Vio al castaño y se acercó a él; le confundió verlo tan arreglado, con una camisa azul celeste y pantalones negros, como si fuese a salir a algún sitio—. ¿Sabes dónde está Jungkook? Lo he buscado en su habitación, pero... pero...
Su desconcierto aumentó cuando el chico olímpicamente la ignoró. Él siguió caminando tranquilo y lento por el pasillo como si no hubiera escuchado nada.
Su mirada muerta miraba hacia ningún lado, ido en sus pensamientos. El cabello húmedo se le rizaba en las puntas y estaba más largo de lo normal. Taehyung ni siquiera recordaba la última vez que lo había cortado.
Su mansión era grande; tal vez demasiado, y lo odiaba. Pensó que algún día podría volver a ser un hogar, pero se equivocó: ni siquiera Sooyoung, Jungkook o incluso su hermano habían logrado llenar ese extenuante vacío. Su mansión era hermosa, pero hueca. Su mansión tenía grabados recuerdos de toda su vida, pero también tenía grabadas todas sus pesadillas. Su mansión, su mansión, su mansión... Porque era suya.
Abrió la puerta de la oficina de su padre. Así como su habitación, esta se sentía más fría de lo normal. Las cosas estaban en el mismo lugar, como si nadie hubiera entrado allí en años, pero Taehyung sabía que no era así. Tal vez esa oficina era el lugar favorito de Seokjin.
Se sentó en la enorme silla giratoria. Sus hombros se sintieron pesados, como si el solo hecho de sentarse allí supusiera una enorme responsabilidad. Se sentía tan incómodo. Tal vez Taehyung no estaba hecho para ser como su padre, y tal vez nunca hubiera sido lo suficientemente bueno para Yeong. Taehyung era diferente y único; era él.
Por años, se había criticado a sí mismo, pero eso ahora no importaba, porque Jungkook le había enseñado algo muy importante: no tenía que ser perfecto. Bastaba con que se aceptara tal y como era.
Miró a cada rincón desde detrás del escritorio: los cuadros, los portarretratos, la estantería de libros y el tapiz gastado de las paredes. Todo era tan familiar que dolía.
Hojeaba una carpeta cuando escuchó la puerta abrirse. No tenía que ser adivino para saber de quién se trataba; después de todo, incluso con Yeong muerto, solo existía una persona capaz de entrar a esa oficina sin tocar.
—¿Qué haces aquí? —La voz de Seokjin sonó extraña. Tal vez estaba sorprendido de verle. Los criados le habían dicho que su hermano simplemente se había negado a comer o siquiera a salir de su habitación, lo cual, irremediablemente, lo hizo inquietarse. Pero tan pronto como su sorpresa se hizo presente, desapareció—. ¿Vienes a dañar todo y rasgarlo como un niño chiquito como hiciste con mi ropa? No necesitas hacerlo en mi presencia.
Taehyung le miró desde abajo, sin responder. Su hyung era de verdad hilarantemente atractivo. Si tan solo no le hablara con ese tono déspota y hostil, pensaría que es un príncipe. Pero Seokjin tampoco era un príncipe. Ambos eran simples plebeyos que vivían en un jodido castillo, sin valor o color alguno.
—Esta oficina es muy linda, ¿no? —murmuró el menor mientras daba una segunda mirada al lugar—. También la mansión.
—¿Qué quieres? —preguntó Seokjin entrecerrando los ojos—. ¿Ya ha llegado el momento de hablar? ¿Ahora sí quieres escucharme?
—No —respondió Taehyung con honestidad—. No quiero nada, tampoco. ¿Por qué? Bueno, porque yo lo tengo todo. Todo esto es mío.
Seokjin demoró un poco en comprender aquellas frías palabras. Ciertamente, nunca imaginó que Taehyung discutiría con él por posesiones o dinero, pero a esa instancia de su vida nada podría sorprenderle. Cerró la puerta con un cabeceo, medio sonriente pero incrédulo. Si tenía que hacerlo a un lado, lo haría.
—Sabes que no es así —contestó con voz calma y un borde cínico—. Sabes que todo era para mí porque papá así lo quería.
—Pero tú estás muerto —replicó Taehyung, colocando una mano bajo su barbilla mientras fingía meditar. Por un mísero segundo, Seokjin juró ver a su padre—. Tú estás muerto para todos nosotros.
Un fugaz brillo de dolor apareció en los ojos del mayor mientras el castaño se levantaba de la silla como si nada hubiera pasado allí.
—¿De verdad Seokjin sigue vivo? —inquirió Taehyung con voz muerta, encarándolo—. ¿O murió hace cuatro años?
Salió de la oficina sin más que añadir. Llegaría el momento en el que tuvieran que hablar, pero no ese día.
Seokjin resopló mientras se dejaba caer pesadamente en una de las sillas, sin comprender aún lo que había pasado. La molestia hervía dentro de él como un volcán a punto de explotar y por un momento sintió ganas de tirar todo hacia la puerta que ahora estaba cerrada.
Cuando te canses de jugar a ser el malo, puedes buscarme.
—Tal vez Jinie sí murió hace cuatro años... —Porque ni siquiera él se conocía.
Yoongi.
♥
Jungkook tiró la camisa con desdén, sin saber muy bien lo que estaba haciendo. Se movía casi por inercia, como un zombie, mientras quitaba su ropa de los ganchos y la regresaba a la maleta. Ni siquiera estaba preguntándose si aquello era lo mejor. Sencillamente, se sentía estancado.
Estaba viviendo en un lugar donde las soluciones a sus problemas estaban frente a sus narices, pero eran inalcanzables. No veía la manera de escapar o de ignorar todo lo que lo abrumaba; parecía que el Jungkook que podía llevarse al mundo por delante había desaparecido.
¿Aquello era el mundo real? Porque era una mierda. Él solo quería cerrar los ojos, dormir y no pensar en nada, nunca jamás. No pensar en Yeong, en Seokjin, en su madre y, sobre todo, no quería pensar en Taehyung. Solo invocar su nombre en sus pensamientos resultaba doloroso.
Su cuerpo dio un brinco inconsciente cuando escuchó que la puerta se abría. Por unos pocos segundos que parecieron eternos, su madre se quedó observándolo con cierta sorpresa y conmoción.
—¿Dónde estabas? —inquirió—. Estuve buscándote y no estabas... ni todo esto.
Sooyoung miró con aprobación las maletas que ahora estaba abiertas de par en par en la cama de su hijo, a la espera de ser llenadas. Al fin algo bueno entre todo ese jaleo.
—Salí —respondió el menor castamente, sin mirarle—. Necesitaba pensar.
—¿Entonces ya has decidido? —preguntó Sooyoung entusiasmada—. Sabes que venir conmigo es tu mejor opción, eres muy inteligente y seguro...
Mientras ella hablaba, Jungkook caminó a su ventana y se asomó. Sabía cuál era la habitación de Taehyung incluso a la distancia y aunque solo había algunas habitaciones de distancia entre ellos, se sintió como todo un océano. Ellos se habían distanciado mucho en muy poco tiempo.
Sus últimas fuerzas parecían aferrarse a algo dudoso. Una parte de sí se estaba cansando de intentarlo y la otra quería intentarlo un poquito más. En menos de tres días sería Navidad, y pronto el cumpleaños de su hyung; fechas que prometían ser felices se aproximaban con una nube de tristeza encima. No sabía si quería quedarse para verla.
Lo había estado pensando demasiado por horas y de todo ese tiempo solo le quedaba una conclusión: dudar era horrible. Decidir algo nunca había sido tan difícil. En su defensa, se encontraba entre la espada y la pared: el prometedor futuro del que tanto hablaba su madre o sus estúpidos sentimientos y un primer amor que estaba condenado al fracaso desde el primer momento.
—Ni siquiera me estás escuchando —rezongó su madre fastidiada, llegando hasta él en unos cuantos pasos—. Luces muy bonito jugando a ser Julieta mirando por la ventana, pero te aseguro que Taehyung no tiene cabeza para ti ahora mismo. Termina de empacar.
Jungkook bufó mirándole de reojo; su sonrisa era de puro y físico dolor. ¿Tenía su madre que echar limón y sal a la herida? Ya suficiente tenía con sus propios pensamientos.
—Supongo que no tengo otra opción, ¿verdad? —murmuró.
Su madre sonrió con falsedad.
—Me alegra que lo entiendas. Incluso si no quisieras ir conmigo, no puedes quedarte aquí y no puedes quedarte con el idiota de tu padre. ¿Quieres ir a Busan con tus abuelos? —sugirió con tono escéptico, conociendo de antemano la respuesta—. Eso creí. Si me necesitas, estaré hablando con Seokjin.
Sooyoung se detuvo a mitad de camino cuando escuchó al pelinegro reír. Era una risa amarga y sarcástica, dolida. A ella también le dolía todo lo que estaba pasando; sencillamente Jungkook se había negado a entenderla.
—Seokjin —largó el menor con molestia, embutiendo en la maleta otra prenda de ropa—. ¿Sabes? Preferiría ir con mis abuelos a viajar contigo. ¿Qué más da, de todas formas? Es lo mismo estar con personas que no me conocen a estar con alguien que ya no reconozco.
—¿Qué quieres decir? —inquirió tensa; era bastante obvio que se avecinaba una discusión. Las cosas con Jungkook nunca habían sido así de fáciles.
—Quiero decir que eres otra persona. ¿Fue culpa de Yeong? Tú realmente te convertiste un ser cruel, al punto... Dios, incluso fuiste capaz de ayudar a Seokjin a matarlo —Se estremeció visiblemente, abrumado—. ¿Tienes tu conciencia limpia? ¿Puedes dormir al menos?
En silencio, el pelinegro regresó a doblar las prendas de ropa. La primera maleta ya estaba casi llena, la gran mayoría por libros que claramente no podía dejar. Apartó aquellos que pertenecían a la amplia biblioteca de Yeong; algunos tenían grabados pequeños recuerdos con su hyung en la biblioteca, entre susurros y risillas. Si pudiera, devolvería al tiempo a ese momento en el que nada podía dañarlos... al menos, eso creyeron.
Respingó cuando escuchó un sollozo. Jungkook se sintió como la persona más horrible del universo al girarse y ver los oscuros ojos de su madre nublados por lágrimas; la culpa, la tristeza, el remordimiento y el cansancio brillaban en ellos como si estuviera a punto de explotar. Tan dañada, como todos. Maldita sea.
—Mamá —exhaló; casi corrió hacia ella, rodeándola con sus brazos hasta que sus sollozos se hicieron más fuertes, desconsolados—. No llores, mamá, por favor. Lo siento, lo siento mucho.
Su menudo cuerpo se estremecía con el llanto, provocando que el corazón de Jungkook se estrujara. Ellos también se habían distanciado mucho y ahora, esa pequeña parte dentro de él, esa que necesitaba del apoyo y el cariño de su madre, quería llorar. El odio hacia sí mismo crecía mientras la escuchaba y la sostenía como si en algún momento fuese a desarmarse. ¿Pero cómo hacerle entender que todo lo que hacía estaba mal?
—Tú no entiendes —esnifó Sooyoung en una voz aguda—. No entiendes nada. Y-Yo no sabía... yo solo... solo quería asegurar un futuro para ti y Seokjin llegó cuando peor me sentía. Él es tan... él es como su padre —sollozó.
—¿No sabías? ¿Qué cosa? —inquirió Jungkook con confusión.
—Lo que él quería hacer. No pensé que fuera capaz —La mujer se enderezó un poco y respiró, mirando a su hijo. Se había convertido en un hombrecito tan rápido. ¿Por qué? ¿En qué momento? —Lo ayudé con trámites legales porque tenía acceso a la computadora de Yeong, pero pensé que solo quería, no sé, enviarlo a la cárcel. El día en el hospital y-ya era muy tarde para detenerlo; él... él no escuchó a nadie.
El menor digirió la información tragando el pesado nudo en su garganta. Se sintió tranquilo sabiendo eso, pero temió por Taehyung. Porque si él se iba, entonces su hyung quedaría solo con un hermano mayor que era capaz de hacer cualquier cosa.
—Tú... —empezó—, tú solo quieres escapar, ¿no es así, mamá? Solo quieres alejarte de todo esto.
Para ambos, ese tiempo con los Kim era un escalón débil en su vida que los había marcado, para bien y para mal. Quizá... entonces lo mejor era partir, abrir alas y volar lejos.
Taehyung miró al suelo mientras mordía su labio, de espaldas a la pared del pasillo. Su corazón latía muy rápido, angustiado. Escuchar aquella conversación le había dejado petrificado, y más lo hizo el saber que Jungkook estaría dispuesto a irse con su madre. Se iría. Ahora era él quien sentía que su único amor se le escurría entre las manos aunque lo tuviera solo a unos metros de distancia.
Quería arreglar las cosas con él. Al menos, quiso intentarlo. Y ahora sentía que quería llorar y pedirle que no se fuera de su lado, que lo había prometido... ¿Pero quién era él para impedir lo que Jungkook decidiera?
Oficialmente, dos capítulos más y el epílogo. Si Taecito no hace nada y no lucha porque Jungkook, como escritora les aseguro que lo va a perder🙄 ¿Se reencontrarán? 🤐
Actualizo porque mi alta fan todavía está viendo luces con IDOL. Estoy in love con la canción 😍 es tan asjbjsd 😍
Empieza la semana de parciales les informo que me demoraré mucho en actualizar las otras novelas, porque el tiempo libre lo ocuparé para terminar esta. ¡Queda muy poco!
Gracias por su atención y compresión. 🤗 ¡Sonrían! 🤗❤️
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