45
Parecía que el cielo iba a caerse ese día; no había dejado de nevar en ningún momento. Jimin, quien se había acurrucado en el sofá con mantas y almohadas para salvarse del aterrador clima, despegó la mirada del televisor cuando vio a su padre bajar las escaleras.
Ji Suk tenía una genuina expresión de desconcierto en su rostro y su ceño estaba fruncido profundamente hacia la pantalla del celular, el cual sostenía en su mano.
—Eh, ¿cariño? —llamó—. ¿Dónde estás?
—En la cocina, Ji Suk.
El pelinaranja supuso que eso iba a interesarle, así que le puso mute al televisor mientras se giraba con interés hacia ellos. Doyeon vio a su esposo acercarse hasta ella, sosteniendo su celular como si dentro se encontrara un bicho extraño.
—Me llegaron dos mensajes de una transacción —anunció el hombre—. Es una cantidad irrisoria de dinero. ¿Tienes alguna idea?
—Quizá sea un error, querido. Llama al banco antes de que te metas en problemas —murmuró Doyeon de forma desdeñosa.
—Aguarda... —Ji Suk frunció el ceño, y luego abrió los ojos con desmesura—. Pero... ¿Pero qué es esto? Dice que... ¿el dinero lo ha transferido Kim Yeong?
Jimin se enderezó tenso como un resorte antes de siquiera poder decodificar el nombre. La cascada de pensamientos que tuvo lo hizo sentir mareado y algo asustado; algo le decía que no tenía nada que ver con Kim Yeong. De inmediato, pensó en Seokjin e, irremediablemente, en Taehyung.
—Oh, mierda —maldijo levantándose—. Mierda, Tae, no, no, no.
—¿Jimin? ¿Adónde vas? —preguntó su padre con el ceño fruncido. El menor ya tenía su chaqueta puesta y ahora trastabillaba para ponerse los zapatos.
—¡Saldré!
♥
La mansión de los Kim parecía una colmena. Jimin no podía contarlos, pero decenas de vehículos lujosos estaban moviéndose por la escalinata principal de piedra y estacionando frente a las puertas abiertas de la casa.
Rostros consternados, sorprendidos y furibundos bajaban de Audi's, Mazda's y camionetas Prado. Parecía que el fin del mundo había llegado.
Jimin frotó sus manos enguantadas antes de encoger los hombros y mezclarse con algunas personas. Pensó que sería más difícil entrar, pero no fue así: no hubo ningún mayordomo que le recordarse que no era un Kim y por ende no podía entrar. ¿Adónde se había ido el viejito? Si Jimin ya comenzaba a tomarle aprecio...
Algo estaba mal, malditamente mal. Y todo aquello tenía un culpable, lo sabía.
—¿Qué pasa con los criados de esta casa? —se quejó un hombre que acababa de entrar. Era bajo, con anchos hombros y una mirada dura que se posó sobre Jimin casi de inmediato—. ¿No recibirás mi abrigo, acaso? Anda, ten. Haz tu trabajo.
El chico miró el abrigo de piel que él había estrellado contra su pecho y frunció el ceño. ¿Es que acaso tenía cara de plebeyo? Sin embargo, cuando alzó la cabeza para gritarle sus buenos improperios al hombre, ya había otros dos tirándole sus pesadas chaquetas encima.
—¡Oiga! —se quejó como un niño chiquito. Los tres hombres siguieron con su camino sin prestarle atención y Jimin tiró los abrigos al suelo con rabia. ¡Al menos la propina!
Después de eso, Jimin se escabulló hacia las escaleras esperando no llamar mucho la atención. Los criados hacían reverencias como saludo mientras guiaban a la multitud hacia algún lugar en la primera planta. Él sabía que la familia Kim no era muy unida, pero en ese momento parecían tropas ingresando a la mansión en busca de la abeja reina. Y ese era Seokjin.
—Lo que has hecho es una locura —declaró Ken viendo por la ventana—. Los llamaste a todos, joder.
Seokjin giró en su silla de un lado a otro, sonriendo un poco. Se sentía bien tener el poder, muy bien. Solo había chasqueado los dedos y literalmente toda su familia acudió al llamado, como pequeños perros falderos. Ah, tan divertido.
—Los invité a un almuerzo —expresó—. Pero sé que no han llegado todos. Falta uno.
Justo en ese momento, la puerta de la oficina se estrelló contra la pared; incluso si Seokjin ya se lo esperaba, no pudo evitar sobresaltarse un poco.
Los cabellos púrpuras de su primo atravesaron la instancia; su expresión era de absoluto enfado mientras caminaba hacia el escritorio y su ceño casi le llegaba a la barbilla. Ver a Kim Namjoon enojado era algo único e irrepetible, esporádico como una lluvia de verano.
—¿Qué mierda hiciste? —preguntó en un siseo—. ¿Qué mierda es esto?
Las cosas saltaron cuando el moreno estrelló las manos contra la madera. Un pequeño sobre de color blanco rodó hasta Seokjin, quien al reconocerlo sonrió.
—¿No sabes leer, Namjoon-ah? —contestó con calma—. Es una invitación al funeral de mi padre. Se la envié a toda la familia.
El menor sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal al ver aquella mirada altiva y arrogante de Seokjin. Había algo oscuro y turbio detrás de esta; era casi como ver a Kim Yeong.
—Joder —El menor se enderezó y llevó sus manos a su cabello, desordenándolo—. Joder, Seokjin, no fuiste capaz, ¿o sí? Dime que no fuiste capaz. Tú no lo mataste. No lo hiciste.
En la mirada de Namjoon había súplica. Ken sintió un poco de lástima. A esta instancia, ya no reconocía a Seokjin; solo esperaba que toda esa mierda acabara para poder tomar su parte y perderse. En su bufete de abogados siempre le habían dicho que meterse con la familia Kim era un lío... y así fue.
—No lo hice, Joonie, ¡cómo crees! —exclamó Seokjin fingiendo indignación—. Quería hablar con él finalmente y descubrí que estaba en el hospital porque Sook le había dado un tortazo en la cabeza... Llegué muy tarde, lo siento —Ante la mirada incrédula de su primo, el castaño rodó los ojos con dramatismo y se agachó para sacar una carpeta de los cajones del escritorio y la tendió hacia él, quien lo miraba airado—. Mira, ahí está. Certificado de defunción de Kim Yeong emitido y validado por el hospital. Ahí, abajo. Lee.
—Causa de muerte —leyó Namjoon con el ceño fruncido—. Reacción anafiláctica severa a los medicamentos suministrados.
—Yah —Seokjin aplaudió y se mostró orgulloso—. No es mi culpa que mi padre fuera alérgico a ciertos medicamentos. Cómo saberlo, si ese hombre odiaba los exámenes médicos...
Soltó un suspiro y cruzó sus piernas. En la expresión del moreno podía ver que se estaba debatiendo entre creer y no; sería un estúpido si lo hiciera, más bien, no sería Namjoon si le creyera. Seokjin podía ver los engranajes en su cabeza trabajando arduamente para buscar la falla en su perfecto plan.
—Quiero una autopsia —sentenció Namjoon con ferocidad.
—La tendrás —respondió Ken por Seokjin—. Pero la familia entera debe verla primero.
—Ahora, Namjoon, si me permites... —El castaño se levantó de la silla arreglando sus pantalones. Había tenido que comprar nueva indumentaria porque el berrinchudo de su hermano había vuelto trizas todo... De verdad, qué estresante—. Tenemos un almuerzo que atender. Acompáñame.
♥
Jimin se perdió una o dos veces de camino a la habitación de Taehyung; realmente fue difícil llegar teniendo en cuenta todo lo que tuvo que hacer para esconderse de los criados, pero de alguna u otra manera lo logró. Al menos así pensaba.
Cuando por fin creyó encontrar el pasillo correcto, lo que vio le dejó pasmado: Jungkook estaba sentado frente a la puerta del cuarto, con la cabeza escondida entre sus rodillas y un ligero temblor sacudía sus hombros.
Se acercó con cierto recelo. Si esos dos estaban separados, significaba que la situación era peor de lo que pensaba.
—¿Jungkook? —llamó en un susurro, y el susodicho brincó en su sitito al escucharle. Ojos rojos e hinchados le miraron a través de las lágrimas e imperceptibles sollozos.
—¿Qué quieres? —espetó el pelinegro con brusquedad.
Jimin quería respuestas, pero ni siquiera sabía qué preguntas tenía. Solo sabía que estaba confundido y que ver a Jungkook así, tan desarmado y vulnerable, fue ciertamente desconcertante. Para su suerte, no fue necesario que hablara porque el menor ya lo estaba haciendo.
—É-Él no quiere hablar conmigo —profirió entre hipidos—. T-Tae me odia, no quiere hablar conmigo, Park.
—¿Pero qué demonios pasó?
—¿Qué pasó? —repitió el pelinegro con voz rota—. Seokjin pasó. Si no fuera por él, nada de esto estaría pasando. Esto está tan jodido, Jimin, tan malditamente jodido.
Jungkook le habló sobre todo lo que había pasado hasta el momento en un corto resumen. Seokjin, Yeong, Yugyeom, su madre y el viaje a China. Cuatro días resumidos en minutos; para cuando terminó, Jimin ni siquiera podía creerlo.
—¿Él está encerrado en su cuarto? —inquirió el pelinaranja en voz baja, a lo que Jungkook asintió—. Oh, demonios. Él no ha salido a comer, ¿verdad?
El menor negó mientras se mordía el labio. Él de verdad había intentado hasta lo imposible para hacer que Taehyung saliera, pero sencillamente nada parecía resultar. Aunque tocara su puerta por horas y llamara su nombre una y otra vez hasta el cansancio, resultaba claro que su hyung le ignoraba. Y eso le dolía tanto.
—Le mentí —sollozó Jungkook—. Yo le mentí y él ahora me odia... Yo no quería decirle sobre Seokjin, y-y ahora...
Jimin nunca pensó que vería a Jungkook llorando como un niñito desconsolado. Mentiría si dijera que el corazón no se le aguó un poco.
—Yo también le mentí —farfulló él—. Todos lo hicimos, Jungkook. Déjame... Déjame hablar con él —pidió—, y vete a bañar.
—¿Q-Qué?
—Es que apestas y tienes mocos. Ojalá te ahogues mientras te bañas.
—Aish, eres imposible... —Con reticencia, el pelinegro se levantó del suelo. Su trasero estaba entumecido y le dolía la espalda. Ni siquiera sabía cuánto tiempo había pasado allí; notó que su estómago rugía por un poco de comida.
Le dio una última mirada al pelinaranja. Iba a sentirse traicionado si Taehyung aceptaba hablar con él, pero viendo aquello como su única oportunidad, terminó por aceptar.
Jimin suspiró una vez que estuvo solo. Quería sentirse mal por Taehyung, pero no podía. Jungkook sencillamente lucía como si le hubiesen arrebatado toda la luz de su mundo. No sabía cómo describir lo que sentía; estaba airado, molesto, sorprendido y decepcionado. Esta vez, estaba del lado del mocoso agresivo.
Tocó la puerta con los nudillos, sin obtener respuesta. Estaba trancada —por supuesto—, así que girar la perilla fue inútil.
—¿Sabes? —empezó en voz alta, rogando a los dioses para que Taehyung le estuviera escuchando—. No nos puedes hacer esto, Taehyung. No puedes solo ignorarnos y encerrarte. Eres un inmaduro.
Pensó que no obtendría respuesta, pero allí estaba. Un ruidito indignado.
—Sí, idiota, me escuchaste bien. Eres un inmaduro —repitió Jimin, esta vez más fuerte—. Y un desagradecido. Eres un ser cruel y egoísta. En ese sentido, eres igual a tu padre. Igual a tu hermano. En estos momentos, me das asco, imbécil.
La puerta se abrió de un tirón, quizá más rápido de lo que esperaba. Del otro lado, Taehyung le miraba con rabia; sus ojos también estaban rojos e hinchados, como si hubiese llorando por siglos.
—Si solo vienes a insultarme, lárgate de mi casa —gruñó Taehyung con voz ronca.
El mayor quiso abofetearlo, pero se contuvo.
—Increíble —bufó—. Jungkook estuvo rogándote por horas para que abrieras la puerta y le hablaras. Y tú solo lo ignorabas. Eres una persona asquerosa, Taehyung. Eres como tu padre. ¿Sabes lo que Jungkook ha hecho por ti? Seguramente no tienes ni idea, porque eres egoísta y solo te fijas en ti. Todo tiene que ser tú. Tú, tú, tú.
—Cállate.
—Lo lastimas —dijo Jimin—. Ese chico arriesgó su trasero para denunciar a Yeong, se preocupaba por ti y tus ataques de pánico, y tú solo... Mírate.
—Él me lastimó a mí —replicó Taehyung, sintiendo nuevas lágrimas acumulándose en sus ojos—. Yo confié en él, de verdad que lo hice, y él...
—Y él solo quiso protegerte —le interrumpió con brusquedad—. Lo mismo que pensé yo. ¡Lo mismo que pensaron todos!
El menor miró al suelo y apretó los puños con rabia. Su labio inferior tembló. No podía creer cuán frágil creían que era.
—Pues todos ustedes son unos idiotas —rebatió tercamente—. Yo no soy un niño, ¿saben? Yo no soy una jodida muñeca de porcelana a la que tienen que proteger. Yo no soy débil, ¡yo no necesito su ayuda! Yo puedo solo —declaró.
—No puedes —escupió Jimin—. Toda tu vida has intentado lidiar con eso y no puedes hacerlo, porque estás demasiado lastimado. Jungkook te está ofreciendo su mano, sus brazos, y tú solo le rechazas. No hay nada de malo en aceptar que necesitas ayuda, Kim Taehyung. Deja tu orgullo —Negó, ciertamente decepcionado—. Herirte no es la manera de hacerte más fuerte. Tienes moretones y rasguños en tus piernas, y no has comido nada. Solo te castigas. ¿Cómo quieres sanar las viejas heridas si abres nuevas sobre ellas? Te queremos, y queremos ayudarte. ¿Por qué no nos dejas?
Taehyung dejó salir un suspiro tembloroso mientras retrocedía. Jimin lo siguió y cerró la puerta detrás de él. Un nudo se formó en su garganta al percatarse del deplorable estado en el que el castaño estaba: su cuarto era un completo desorden, con libros y objetos regados al azar, como si un huracán hubiese atravesado la habitación. También había una mancha extraña en la pared, y bajo esta había platos rotos y comida regada.
—No quiero ser débil —sollozó Taehyung—. Y-Yo... creo que amo a Jungkook y-y no quiero que él ame a alguien débil. Quiero ser fuerte, como él.
El pelinaranja se sentó junto a él y lo hizo recostar la cabeza en su hombro. Un aura triste se instauró entre ellos.
—Jungkook ha librado sus propias batallas —murmuró Jimin con voz ida—. Él también fue débil en el pasado, y fue herido. Deja de lastimarlo tú también. No lo apartes, TaeTae.
Porque... él también te ama.
Bendito sea el viernes. 😓 Este capítulo ya estaba listo pero no pude actualizar el miércoles porque realmente estaba muy ocupada. Hoy vi 1K notificaciones 😱 y dije, "mis lils me extrañan, debo actualizar". So, perdón la espera 😓
Saqué las cuentas oficiales de esto y solo quedan 3-4 capítulos más el epílogo. Este tren está a punto de llegar a su destino 🤗 Estyo desactualizada de Wattpad, no sé nada loco, no sé, ¿hay algo que deba saber?
Sin más que decir, sonrían 🤗❤️
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