42 - {II}
—Si te enteraras de que tu hermano hizo algo horrible y te lo ocultó, que no es la persona que crees... —empezó en un susurro—. ¿Lo perdonarías?
La respuesta de Taehyung fue bastante simple.
—Odio que me oculten las cosas.
—¿Pero qué mierda? —Yoongi prácticamente brincó de su cama cuando escuchó eso—. ¿Cómo que a papá se lo llevó la policía, madre?
Mientras con una mano sostenía el celular, con la otra estaba deshaciéndose de su ropa de dormir. Era pasada la media noche y si él se sentía consternado por la manera en la que su sueño había sido interrumpido, no podía imaginar cómo estaba su madre. Él apenas lograba entenderla entre los gritos histéricos y el llanto.
—S-Sí, ellos so-solo irrumpieron en la casa y-y lo sacaron a rastras c-con una orden de detención p-por...
—¿Por qué, mamá? ¡Venga, respira!
—¡Por intento de homicidio contra Kim Seokjin! —sollozó—. ¡No entiendo nada, Yoongi!
Su corazón era un tambor que retumbaba a en sus oídos como el eco de una cueva. El sonido lo hizo sentirse adormecido y letárgico, como si estuviera presenciando todo detrás de un vidrio. Todo se sentía lejano.
Un segundo más tarde, como si un hechizo se rompiera, los sonidos, las imágenes y las sensaciones llegaron a él con una velocidad abrumadora. Se sintió mareado y se tambaleó, algo débil, mientras sus pensamientos iban de un lado a otro, chocándose entre sí, haciendo corto circuito en su cabeza.
Su hermano, allí, vivo, frente a él, acababa de arrebatarle la vida a su padre. ¿Qué clase de broma era esa?
Jadeó con angustia mientras daba un paso hacia adelante; su corazón ahora era un caballo de carreras, tratando de entender aquella irrisoria y escalofriante situación. Su padre, con quien hacía unos minutos estaba hablando, ahora era el protagonista del recital en el que el sonido de las máquinas anunciaba su muerte. Su muerte.
—¿Papá? —llamó en voz baja, incrédulo. Sabía que no tendría respuesta, y aun así no podía aceptarlo—. ¿Papi?
Su mano sacudió suavemente el hombro de Yeong y un sonido ahogado escapó de su garganta al confirmar lo obvio. Aquel hombre, que ahora yacía inerte en la camilla, no dejaba de ser su padre, y él le quería. Tenía la esperanza de que cambiara, de que algún día se arrepintiera de las cosas malvadas que hizo y dijo... Quizá Taehyung quería hacer un último esfuerzo: hacer que su padre lo quisiera, que se sintiera feliz por tenerlo como hijo, que se enorgulleciera de él. Taehyung solo quería la aprobación de su padre, y ahora nunca podría tenerla.
—Lo siento por no ser el hijo que querías, lo siento mucho, papá —sollozó—. Yo lo intenté, no sabes cuánto lo intenté...
La vida era irónica: la persona que pensó que sería su salvación, ahora estaba convirtiéndola en un infierno. A solos unos cuantos pasos, Seokjin le miraba con confusión. Lo que veía era absurdo para él: ¿no debería estar feliz? Después de todo, ya no tendría que intentar nada.
Pero bien, ya nada iba sobre ruedas, entonces qué importaba.
Después de ver a Yeong, Sooyoung tenía que llevar a Taehyung a la mansión. Era el plan.
Alguien una vez dijo que las cosas suceden por una razón en especial.
Por descuidado, por ejemplo.
Seokjin no pretendía que las cosas fueran así. No quería encontrarse con Taehyung en el hospital, y mucho menos en esas condiciones. Él acababa de matar a su padre frente a los ojos de su hermano, quien, por cierto, lo creía muerto. ¿Había algo más irrisorio en todo eso?
Pero en algún momento tenía que pasar. Ahora ya no podía dar media vuelta y volver a esconderse; postergar aquel asunto era inútil.
Taehyung se giró con un suspiro tembloroso y le encaró. Aquella mirada brillante por las lágrimas sacudió todo dentro de él. Supo entonces que su hermanito no correría, ni escaparía. Tal vez era más valiente que él.
Se mantuvo impasible mientras sostenía la mirada ámbar del menor. Tenía un corte seco en su labio y uno en su pómulo, estaba desaliñado y se le notaba cansado, obviando sus ojos que empezaban a hincharse por el llanto. Él había cambiado, también. Seokjin no podía ver en Taehyung al niño que dejó hace cuatro años.
El chiquillo del pasado habría corrido a abrazarlo, llorando por su ausencia y pidiéndole explicaciones. Pero no este chico que ahora le miraba sin ninguna expresión. ¿Qué había detrás de esos ojos blindados? ¿Qué estaba cruzando por su mente ahora mismo? Seokjin esperaba una reacción; un grito, un golpe, lo que fuera.
También rogaba que el sonido de su desbocado corazón solo llegara a sus oídos en aquel sepulcral silencio. Él sentía una mezcla abrumadora de sensaciones dentro de sí: euforia, miedo, desesperación y felicidad. Estaba feliz de ver a Taehyung.
Sus piernas se sintieron pesadas cuando empezó a caminar hacia él. Tenía un deseo impetuoso de tocarlo y abrazarlo, de apretujarlo entre sus brazos hasta que el mundo a su alrededor se borrara. Pero la duda estaba allí presente, como un corrosivo veneno para su corazón. Casi arrastraba los pasos mientras se acercaba, sintiéndose como un niño abandonado en la puerta de la escuela el primer día de clase. Lo que tenía al frente era desconocido para él, algo incierto y voluble. ¿Sería recibido? ¿Sería rechazado?
Centímetros los separaban ahora y parecía imposible que apartasen la mirada del otro. Seokjin podía sentir la tensión en el aire y el peso de cuatro años de mentiras sobre sus hombros. Y detrás de cada mentira había una razón... una que su hermano no querrá escuchar.
—¿Por qué? —Dos simples palabras abandonaron la boca de Taehyung en un ronco susurro—. ¿Por qué no me dijiste?
Las manos de Seokjin temblaron mientras subían para acunar su rostro y se mantuvo así, en silencio, admirando cada detalle en el rostro del castaño. Eran las manos de un ladrón, de un mentiroso y —ahora— las de un asesino.
—Eras un niño...
Taehyung parpadeó varias veces para alejar las lágrimas que ahora nublaban sus ojos, mismas que se deslizaron por los pulgares de Seokjin. El menor no respondió al instante; lucía como una represa que se estaba rompiendo, segundo a segundo, mientras contemplaba el rostro martirizado de su hyung. ¿Es que acaso todo el mundo pensaba que era una frágil figurilla de cristal? ¿Podría alguien alguna vez tomarlo en serio, prestarle atención?
—¿Y mamá? —Sintió un ápice de esperanza. De repente, volvía a ser el Taehyung de trece años que miraba por horas el reloj que su madre le había regalado, pero que temía tocarlo por miedo a dañarlo y olvidarla—. ¿Mamá está contigo, Seokjin?
El mayor negó.
—No me toques —La voz del castaño ahora voz sonó extraña ahora, estrangulada por el nudo en su garganta y la sensación de repugnancia—. Por favor, no me toques.
Seokjin no iba a pelear con eso. Sus manos estaban sucias y manchadas, así que las quitó, al mismo tiempo que sentía una parte dentro de él rompiéndose. Quería explicarle, hablar y escupir una verborrea, mas su garganta se sentía cerrada. Aquel reencuentro estaba siendo un poco más doloroso de lo que pensó, sobre todo porque podía ver cuánto había crecido su hermano, lo maduro que se había vuelto, a sabiendas de que él no estuvo ahí para ayudarle y tomar su mano en el camino.
Pero si Taehyung no iba a comprender, entonces Seokjin no dudaría en hacerlo a un lado. Si no estaba con él, estaba en su contra.
—¿Te doy asco? —preguntó en un tono oscuro y resentido. El menor lo miró con ojos grandes, reticentes—. Dime, Taehyung, ¿te doy asco? ¿Crees que soy yo el malo?
Taehyung retrocedió en tanto su hyung se acercaba a él. Nunca pensó sentir recelo y miedo por su hermano, pero lo cierto era que estaba aterrorizado en esos momentos.
—Me mentiste... —logró decir.
—¿Te mentí? —repitió Seokjin y cada vez estaba más cerca de él—. ¿Yo te mentí? ¿Acaso fui el único? ¿Le has preguntado a Namjoon? —cuestionó con desprecio y con cada palabra su cara se distorsionaba en una mueca de enfado—. ¿Le has preguntado a Park Jimin? —Ante la mención de aquel nombre los labios de Taehyung se abrieron con sorpresa; sus ojos se aguaron un poco al sentirse traicionado, pero nada lo prepararía para lo que venía—. ¿Le has preguntado a Jeon Jungkook?
El mundo se detuvo un momento para Taehyung. ¿Jungkook? ¿Su Jungkook? Claro que no... Él sería incapaz de ocultarle algo así, ¿verdad?
—Jimin y Jungkook... Ellos no... Ellos no me ocultarían algo así. Yo los quiero mucho, e-ellos me quieren...
—Oh, ¿ellos te quieren? —El mayor llegó hasta él y acarició su mejilla, limpiando una de sus lágrimas. Sonrió con cinismo y entonces su agarre se apretó al punto de volverse doloroso—. Eres un pequeño idiota. Eso es.
—Cállate —gruñó Taehyung apartándole de un manotazo, aunque mentiría si dijera que aquello no le dolió. Sencillamente sabía que Jungkook le quería, a su manera, y él entre todas las personas, nunca le mentiría. Estaba seguro.
—Hyung, dijiste que solo vendrías por tu celular y... nos... iríamos.
Tal vez demasiado seguro.
Jungkook frenó en seco y de su boca escapó una maldición. Su cara fue un poema por unos segundos, en los que se debatió entre la sorpresa y la molestia de ver a Seokjin ahí. Cuando el chico le sonrió con altanería, como si hubiese hecho un jaque mate, en la boca de su estómago se formó un angustioso nudo.
—Jungkookie, ¡tanto tiempo sin vernos! —Seokjin saludó con una sonrisa—. Lo siento si interrumpo. Solo hablaba con mi hermano. Nada que no sepas ya.
Yeong. Taehyung. Seokjin. Nunca pensó que esos tres nombres en una sola frase, o en una sola habitación, iban a sonar como una bomba atómica. Porque así se sentía. Por fin la caja llena de mentiras había reventado. Sin embargo, él solo tenía ojos para Taehyung ahora. El castaño le devolvía una mirada incrédula y triste; turbia, molesta.
—¿Lo sabías? —preguntó Taehyung calmadamente. Y no necesitó respuesta cuando Jungkook boqueó varias veces, sin saber qué decir—. Joder, Jungkook, tú lo sabías —afirmó y su voz sonó rota.
—H-Hyung, yo...
—Oh, Taehyungie, no seas tan duro con él —musitó el mayor en la habitación con voz calma; su mirada y su tono eran venenosos, aun así—. Como te dije, no ha sido el único en mentirte. Es tan fácil engañarte.
El mundo podía irse al carajo si quería, pero había algo que Taehyung se sentía incapaz de aceptar y perdonar. De todas las personas en el planeta, ¿por qué Jungkook tenía mentirle? Él se había convertido en su confidente, su apoyo y algo más que su amigo. Era el mismo chico que sostuvo sus manos incontables veces, que le ayudó a romper una a una sus cadenas y que le hizo darse cuenta de que era Kim Taehyung, un chico normal, que puede reír, querer, despreocuparse y hacer travesuras. ¿Por qué? ¿Por qué Jungkook?
—No llores, hyung —pidió el pelinegro y su corazón crujió ante la vista. Jungkook tenía el corazón de un príncipe en sus manos y ahora, irremediablemente, lo había dejado caer.
—Así que por eso me decías toda esa mierda bonita, ¿no es así? Que me aferrara, que estarías a mi lado, que volviera a ti —E incluso si voz sonó rota, él sonreía. Sonreía tan brillante que Jungkook se sintió como la peor escoria del universo. En esa sonrisa estaba viendo su confianza cristalizándose, la viva imagen de la decepción y lo último de las fuerzas de Taehyung desmoronándose frente a él. —Eres un maldito cínico, Jungkook.
El aludido trató de acercarse mientras negaba, pero el castaño dio un paso fuera de su alcance. Aquello dolió un infierno.
—N-No es así —empezó Jungkook de forma torpe—. Yo... no sabía cómo decírtelo... Lo siento.
—¿Lo... sientes? —El mayor se giró hacia él; sus manos temblaban. Ahora había una brecha en el suelo entre los dos y el brillo turbio en los ojos de Taehyung era algo que Jungkook hubiera preferido no ver nunca.
Su hyung era noble, inocente, cálido y tierno. ¿Por qué lo miraba así? ¿Por qué lo miraba como si fuera el culpable de todo? Jungkook solo había querido su bienestar, solo quería que esa hermosa sonrisa cuadrada perdurara un poquito más. ¿Eso era malo, era un pecado?
Parecía que solo eran ellos dos en la habitación. Taehyung estaba frente al chico que le había robado sonrisas, besos y carcajadas; estaba frente a la persona a la que le había confiado todo, desde vergonzosas confesiones hasta inquietantes secretos... Y sin embargo, allí no había nada de eso. No había nada.
—Mierda, Taehyung, no llores, por favor... —Podía ver el arrepentimiento en los ojos del pelinegro, sí, pero no podía ignorar el del dolor en su pecho. Era una opresión que le estaba asfixiando ahora y sin duda necesitaba algo de espacio.
Necesitaba pensar, necesitaba aclarar su mente, porque en ese lugar, bajo la mirada altiva de su hermano y el cuerpo de su padre, sentía que iba a desmayarse.
Las lágrimas bajaban por sus mejillas cuando salió de la habitación, pero no había nadie para limpiarlas porque la persona que lo hacía era la misma que las había causado. Jungkook le había subido al cielo, quizá demasiado alto, y ahora que abría los ojos, se daba cuenta de que estaba a punto de estrellarse contra el suelo. Solo faltaba un empujón y quizá Taehyung se perdería a sí mismo.
—¡Taehyungie, espera!
Seokjin tomó su hombro y lo hizo detenerse de forma brusca. Sin inmutarse por sus lágrimas, el mayor tomó su mano y depositó allí una cadena de oro que Taehyung miró con confusión. Tenía un pendiente con la letra Y.
—Yu Mi te envía esto —dijo Seokjin—. Cuídalo. Le pertenecía a Yugyeom, tu hermanito. Ah, por cierto, felicidades por matarlo.
Y su hermano mayor, la persona que nunca pensó que lo traicionaría, acababa de darle dicho empujón.
Seokjin malvado me hizo llorar dos veces 😭 Es tarde para decir que no lo odien?
Demoré un montón en subir capítulo porque, ash, yo no podía plasmar los sentimientos de Taehyung como quería. 😣Los sentía desorganizados y yo sé que de la impresión uno no sabe en qué pensar siquiera, pero yo quería que ustedes los entendieran así que traté de darle conexión unos con otros a medida que avanzaba el capítulo. Espero que les haya gustado, literalmente estuve todo este tiempo tratando de escribirlo. 😓❤️
A las que ya terminaron semestre/curso o están por terminarlo, les deseo que todo les salga bien. Ustedes pueden lils! 🤗
Por favor, denle mucho amor a Tae de la vida real en las redes sociales. Como ya les comenté, no se le veía feliz en el Lotte Family Concert 💔
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