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—¿Has encontrado algo? —Seokjin preguntó con preocupación, su voz jadeando y desesperada camuflada por la fricción en la línea.

Nada, Seokjin —Fue la respuesta de Ken, quien se escuchaba igual de cansado.

—Mierda, sigue buscando, ¡sigue buscando! —Colgó bruscamente y luego se giró hacia Hoseok, el vaho de su aliento haciendo una leve neblina entre los dos—. ¿Yoongi dijo algo?

—Nada —respondió el pelirrojo, colgando a su vez. Su nariz estaba roja debido al frío y la punta de sus dedos parecía que se quebraría por las bajas temperaturas. Tanto Seokjin como él tenían apenas una chaqueta encima, poco útil contra el abrasador invierno—. Namjoon no aparece por ningún maldito lado.

Ni siquiera sabían qué hora era o cuánto tiempo llevaban buscándolo; quizá pasadas de las nueve de la noche, ya que todas las tiendas habían cerrado; Yoongi había dicho que no fue a la mansión de los Kim —cortesía del mayordomo— y tampoco estaba en su casa, o en la de sus padres. Completamente desaparecido.

—Joder, joder, joder —maldijo el castaño con los dientes apretados. No podía decidir si estaba preocupado por el paradero de su primo o porque abriera la boca y arruinara los planes que pretendía mantener en secreto. ¿En qué demonios estaba pensando cuando fue a la casa de Yoongi esa tarde? ¿Por qué no previó nada de eso? Mierda y más mierda.

—Calma —dijo Hoseok, y Seokjin tuvo ganas de estampar su cara contra el pavimento. ¿Cómo demonios se le ocurría decir semejante estupidez?

—Calma tu abuela. Namjoon está perdido y-y...

—Mira, yo me cagaría en los pantalones si alguien a quien considero que está muerto de la nada se me aparece —musitó hinchando las mejillas, refiriéndose a la historia a medias que Seokjin le había contado en el apartamento de Yoongi antes de que este llamara para decir que había perdido de vista a Namjoon—. Soy muy miedoso —explicó con un ademán, para luego reír avergonzado.

—¿Cómo puedes reír en una situación así?

—Si no lo hago yo, todos vamos a sucumbir ante el pánico y no es lo mejor —replicó el menor con algo de fastidio—. Vaya chico pesimista. Namjoon no es un bebé y sabe que no debe aceptar dulces de extraños... Estará bien. Será mejor que nos reunamos otra vez con Yoongi y tu amigo.

Hoseok pronunció la última palabra con algo de recelo. En realidad no sabía si Seokjin y aquel otro chico eran amigos o no, pero le provocaba algo de inquietud el ver a Ken siempre detrás del castaño como si fuera una sombra. Era como un perro guardián y a la vez un verdugo. No sabría decirlo con exactitud. Recordaba vagamente sus clases de biología en la escuela. Comensalismo, mutualismo, parasitismo... Aquella era una relación que no comprendía.

—Estará bien —repitió dándole una palmada en la espalda a Seokjin, solo para asegurarse de que la mirada desanimada del chico no se perdiera en la eterna oscuridad que podía ver allí dentro.

Hoseok se preguntó si acaso se encontraba así por Namjoon o si era cosa de antes. Hasta el momento, Kim Seokjin se había mostrado como un idiota arrogante y mandón, pero si bajaba sus muros Hoseok veía un chico en constante tortura. Aquella postura desgarbada y la permanente expresión martirizada en su rostro era una prueba de ello.

No entendía mucho, pero si había algo que tenía claro era que Seokjin no era un cobarde, como Yoongi lo había llamado.

No. Seokjin era valiente.

Imaginarse a sí mismo presenciando la muerte de su madre no era algo con lo que Hoseok quisiera divagar. Rozar los umbrales de la muerte y mantenerse fuerte pese a todo no era algo con lo que él pudiese lidiar. Y peor aún, regresar y aceptar el rechazo de todos no era algo que estuviera dispuesto a soportar.

Porque Seokjin estaba resignado. No parecía importarle nada. Nada de lo que pasara a su alrededor, con los demás e incluso con él.

Y era esa misma indiferencia la que hacía que quisiese llevarse a todos por delante. No era su asunto si alguien no estaba de acuerdo. Kim Seokjin pisotearía a quien tuviera que aplastar para llegar a la cima y posicionarse en el trono de oro. Se sentaría allí como si fuera el rey, con una mirada altiva y determinada.

Hoseok podía verlo y estaba seguro de que pasaría.

Pero... ¿Podría con el peso de la corona?





—Vete a casa.

—Ya te dije que no, Jungkook. Vuelve a decirme eso y voy a ponerte una almohada en la cara hasta asfixiarte —advirtió Taehyung sin despegar la mirada de su celular—. Y deja de hablar. Tu voz se escucha bastante mal.

—Bueno, no hablaría tanto si tú no fueras tan terco —replicó el menor con algo de indignación, pero consciente de la ronquera en su voz y esos vergonzosos gallos que se le escapaban. Sus cuerdas estaban jodidas y estarían así unos cuantos días más. Eso dijo el médico, pero en términos elegantes.

—Shhhhhhhhhhhh.

—Son más de las diez de la noche —insistió Jungkook.

—Exacto. Duerme.

—¿Y tú dónde dormirás?

—No lo haré —respondió Taehyung con obviedad, mirándolo por primera vez en esa larga discusión—. ¿Quién va a cuidarte si lo hago?

—No soy un niño pequeño.

—Ah, ¿y yo sí?

—¡No es lo que dije!

—¡Deja ya de forzar tu voz! —le reprendió el castaño en un gruñido, levantando su índice con una expresión severa—. Pero está bien. Si quieres que me vaya, si lo que no quieres es mi compañía, está bien para mí. Solo tenías que decirlo, ¿sabes? Podría entender perfectamente si te fastidio. Me iré, adiós.

—Y-Yo no... Tae... ¡Tae!

Taehyung cerró la puerta detrás de sí con una sonrisa maliciosa, prometiendo que volvería después de ir por algo de comida. No para él, claro, sino para Jungkook. Solo esperaba que aquel idiota voluntarioso no se levantara de la camilla y se arrancara los cablecitos redondos que tenía pegados a su cuerpo porque entonces se metería en problemas con el médico.

Suspiró. Quizá debería considerar estudiar actuación.

O dejar de juntarse con Jimin para no contagiarse de su dramatismo.

No supo cuánto tardó en escoger algo de la cafetería que Jungkook no se negara a comer, que no lastimara su garganta, y que no rebasara su presupuesto, pero cuando volvió a la habitación de hecho lo encontró dormido.

Hizo un puchero mientras dejaba las cosas en la pequeña mesa de noche metálica. ¿Quizá de verdad Jungkook quería que se fuera?

Más importante, ¿ahora quién se iba a comer el condenado pudín de chocolate? El cual, por cierto, le estaba haciendo ojitos. Incluso hizo que su estómago rugiera pero se reprendió a sí mismo, apartando la mirada de la aparentemente suave textura de aquel pastel.

Luego miró a Jungkook. Ni siquiera entendía cómo era que se había quedado dormido tan rápido, pero viéndolo así de calmado y tranquilo le hizo pensar que de verdad era algo tierno.

Tuvo el repentino impulso de acariciar su mejilla, pero se contuvo. ¿Y si lo despertaba o incomodaba? Mejor no.

Así que solo deslizó su mano entre la del pelinegro, entrelazando sus dedos y pegando un pequeño respingo por la sensación. La piel de Jungkook era cálida, suave, y su pálido color contrastaba con la de Taehyung en una curiosa combinación. Le gustaba cómo se veía, y casi al instante se sintió un poco culpable.

En aquellos momentos estaba viviendo un pequeño cuento de hadas con ese chico, ignorando todo a su alrededor, sin detenerse a mirar si eso estaba bien. Estaban en una pequeña burbuja donde no existía Lalisa, su padre o Sooyoung. En su pequeño mundo todo era perfecto.

Y Taehyung no quería que esa burbuja estallara. Pero lo haría, estaba seguro.

Los dedos de Jungkook se cerraron en un repentino apretón y el castaño le miró. Seguía dormido, aparentemente, pero su agarre era fuerte de verdad. Le hizo pensar que incluso si esa burbuja se estallaba, él cumpliría sus promesas. Jungkook estaría allí.

Y sonrió.





—Bienvenido, joven Jeon.

Frente a él, las puertas de la mansión Kim estaban abiertas de par en par por primera vez en lo que conocía a Taehyung y todos los empleados hacían una fila a cada costado, dándole la bienvenida.

El coro lo hizo sentir un poco cohibido, más aún cuando hicieron una respetuosa reverencia para él, como si fuera el jodido rey del mundo. Las ganas de dar media vuelta y huir incrementaron.

—Su habitación está preparada —le informó el mayordomo con una mirada neutra, aunque Jungkook sabía que no era muy bienvenido en aquella casa—. Sus maletas están allí y todos estamos a su disposición para lo que necesite, joven. ¿Desea que le enseñe la mansión?

—¡Yo lo haré! —exclamó Taehyung con entusiasmo, nada perturbado por aquella ostentosa bienvenida, como si fuera normal para él. Era así siempre que regresaba de viaje.

Estuvo a punto de tomar su mano y tirar del pelinegro hasta desaparecer escaleras arriba, pero entonces Chang le interrumpió.

—El joven Jeon debe tomar una ducha y también usted —le recordó con dureza, tomando su mano a mitad de camino. Sus ojos oscuros le dieron una mirada tenaz—. Luego tomarán el desayuno y usted, joven Kim, debe atender las clases con Sook-agassi. Es el cronograma estipulado por el señor Yeong.

Taehyung mordió su labio para no hacer un puchero. Por poco había olvidado que prefirió saltarse todas sus clases en contra de la voluntad de su maestra solo para acompañar a Jungkook en la clínica. Estaba tan ansioso por pasar tiempo con el pelinegro que la decepción fue evidente al recordar que, incluso bajo el mismo techo, sería imposible hacerlo.

—Está bien, hyung —susurró el menor con voz ronca por sus cuerdas maltratadas. Y aunque nada estaba bien para él, lo sintió así. Al menos lo intentó.

Taehyung asintió entonces y Chang les hizo una seña a los empleados, ordenando su dispersión. Después prosiguió a dejar el recibidor, no sin antes darle una mirada de advertencia al castaño, y luego el mayordomo se encargó de guiar a Jungkook hasta la habitación que le correspondía.

Para Taehyung no pasó desapercibido que —aunque quedaba en la misma planta que la suya— estaba demasiado lejos, incluso pasando la de Seokjin. Su padre sin dudaba pensaba muy bien las cosas.

Suspiró antes de cerrar su propia puerta y no tuvo tiempo para deprimirse, pues su celular comenzó a sonar. El nombre de Jimin iluminó la pantalla.

¿Ya has llegado a casa? —Fue lo primero que su amigo preguntó en cuanto contestó, lo cual le arrancó una sonrisa.

—Así es, Jiminie. Aunque me urge tomar una ducha... —Pese a que el día estaba terriblemente helado. Además de sentirse cansado, necesitaba desprenderse del aura del hospital y el agua caliente sin duda le haría sentir renovado. Ahora que Jungkook estaba allí quería mostrarle su mejor versión, y con eso no estaba diciendo que quería impresionarlo, por supuesto que no. Bueno, sí.

Y aquel zarrapastroso chico está allí, ¿no? —bufó Jimin.

—Bastante lejos —corroboró Taehyung con un asentimiento.

Mejor así. No dudes en llamarme si ese idiota intenta algo.

—¿Intentar algo? —repitió el menor con confusión, sin tener la menor idea de lo que se refería—. No te estoy entendiendo...

La línea quedó en silencio por unos segundos.

¿Lo dices en serio, Taehyung?

—Uh, sí...

Diablos, ¿qué está mal contigo? Sabes qué —chasqueó—, dile que intente algo. Necesitas urgentemente que alguien te corrompa, Dios —Pero eso lo dijo más para sí mismo—. Como sea, no es nada...

Taehyung optó por cambiar de tema al no entender absolutamente nada.

—Sooyoung llegará el domingo —dijo con una sonrisa—. Yo... Como que me siento feliz, ¿sabes? Sé que no será nada parecido a una familia, pero...

Realmente, Taehyung, eres un chico fetichista —replicó Jimin—. Estás casado y tú jodidamente tienes un amante. ¡Un amante que es como tu hermanastro! Olvida mis palabras, tú estás bastante corrompido.

—¡Y-Yo no...! —empezó indignado, pero luego se dio cuenta de que no había manera de que negara una sola palabra de lo que acababa de decirle su amigo. No podía decir que no le atraía Jungkook, que no estaba casado, que no sería su hermanastro y tampoco esa mierda del amante.

Una extraña sensación se instaló en su estómago. ¿Era así como se sentía hacer lo que quisiera sin pensar en nada después? ¿Sin pensar en lo que pasaría si se equivocase? Emoción, adrenalina, felicidad y cero remordimientos.

—Lo sé —murmuró—. Lo sé, Minie, y lo peor es que... —Hizo una pausa—. No me importa. No me importa nada ahora mismo.

Jimin escuchó una risa algo psicótica del otro lado de la línea, pero también sonrió, aunque de forma triste.

¿Cuánto tiempo le duraría esa falsa felicidad?

—Tengo que colgar, Tae —dijo con un horroroso dolor en el pecho.

Oh, sí, yo iré a bañarme. Adiós, Jiminie.

El pelinaranja bajó el teléfono lentamente y luego se giró, dispuesto a concretar la charla que había postergado desde la noche anterior.

—Bien, Namjoon, soy todo oídos.




Hoy tengo mucho que decir... 📃🧐

No me pude resistir a poner el gif de Taehyung xD ❤️

Se suponía que Jungkook estaría dos o tres días en el hospital, pero qué pereza xD Cuenten el día del incidente como un día y el día que llegó a la mansión como dos. 😂

ME DEMORÉ UN MONTÓN. Lo siento ;-; MI SEMANA SANTA SE FUE A LA KK POR UN TRABAJO ;-; 💔

Mis notas están como muy asquerosas y eso siempre me ha afectado mucho, así que... Lo siento si el capítulo está fufe. 😟💔

Confesión random: Escribir "moneda", "artritis" y "en cuanto", para mí es muy difícil a la primera. Normalmente escribo "modena", "artitris" y "en cuando". No sé por qué :'') Ah pero los nombres de mis chinos los escribo al derecho y al revés con los ojos cerrados :v

Y por último, cosas que nunca les he preguntado:

1. ¿Cómo llegaron a esta historia? 👉👈 

2. Si les gusta, ¿por qué les gusta? (Si no les gusta no me rompan el corazón bai :'''v)

Y ya... Sonrían, mis amores 🤗❤️



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