36 - {II}
—Ya está todo listo, señor.
—No me llames así —murmuró Seokjin cambiando su teléfono de oreja—. Pero gracias. Depositaré el dinero en tu cuenta ahora mismo.
—M-Muchas gracias...
Ken suspiró cuando el castaño cortó la llamada. No estaba del todo de acuerdo con lo que Seokjin hacía en esos momentos, pero solo pudo quedarse de brazos cruzados detrás de él mientras veía cómo hacía la transferencia en el computador.
—Es demasiado dinero —farfulló con incomodidad.
—Fue lo que pidió, Ken. Mira, no todos aceptan desaparecer un expediente de denuncia —dijo Seokjin mirando hacia el computador, llenando los datos correspondientes que le eran pedidos—. Así él tiene su dinero, yo no me preocupo por nada, y la denuncia firmada por Min Yoongi no llega a manos de los altos mandos. Tengo más tiempo. ¿No es el mundo más fácil así?
—¿Y de cuánto tiempo se supone que estás hablando? —preguntó el mayor con frialdad—. No es por nada, Jin, pero estás alargando esto más de lo necesario. Tenemos todo lo que pudimos conseguir en tres años y medio. ¿No crees que sea hora ya de actuar?
Seokjin negó varias veces. Se acercaba su cumpleaños —de estar vivo—, Navidad y, más importante aún, el cumpleaños de Taehyung. No podía ni siquiera pensar en arruinarle esas lindas fechas a su hermano, que siempre se mostró tan entusiasmado por los tres eventos incluso si no podía compartir con nadie esos dichosos sentimientos.
Pero también sabía que no podía extender más la situación, que alargarla solo traería más problemas.
—Ya sé —Ken rio con amargura—. Otra vez estás pensando en Taehyung, ¿no es así?
—T-Tal vez...
—Seokjin —Suspiró con pesadez y colocó las manos en sus hombros, dando un apretón que hizo al menor retorcerse un poco—. Piensa en ti, Jinie. Piensa en todo lo que pasará cuando le quites la corona a tu padre y el bien que le harás al mundo poniéndolo tras las rejas. En un principio, ¿no querías dinero? ¿No querías poder? ¿No querías ocupar el lugar de Yeong y finalmente obtener toda la atención que mereces?
El castaño tragó duro al sentir un horrible nudo en su garganta. En un principio, Seokjin lo único que deseaba era descubrir qué pasaba dentro de su familia. Él era un príncipe, tenía amigos, dinero y todo lo que pidiese... y luego todo el teatro se vino abajo. Tuvo miedo, miedo de regresar a lo que ahora sabía que no era más que una mentira barata. Buscó la ayuda de la única persona que pensó que no le daría la espalda y luego todas sus esperanzas se fueron a la basura. Eso era lo que Seokjin quería.
Pero en su soledad y todo el tiempo que tuvo para pensar, lo que ahora decía Ken se convirtió en su único objetivo. En realidad no le importaba lo que pasara o dejara de pasar con los Kim en esos momentos. Si él podía llegar a la cumbre, todos tendrían que jugar bajo sus reglas; le obedecería y si Seokjin quería que saltasen en un pie, lo harían. Así de sencillo.
—L-Lo sé, Ken, lo sé...
Pero primero tenía algo —mucho— que hacer.
♥
—Qué demonios haces —siseó Yeong con fastidio, arrebatándole por tercera vez consecutiva las prendas que llevaba en la mano.
—¡Necesito regresar a Corea! —chilló Sooyoung levantando las manos al cielo. Después de la llamada de Jungkook no había hecho más que entrar en una crisis nerviosa. Jeon Yoo Bin, reaparecido de la mismísima nada con un único propósito: joderle la existencia.
—¡Te dije que no! —bramó él con dureza, quizá más de la necesaria, pues ella estaba fuera de sus cabales y ni siquiera estaba pensando con raciocinio. ¿Qué pretendía? ¿Llegar al aeropuerto y comprar un boleto así como si nada? No era de un día para otro, definitivamente no.
—P-Pero él y-y Jungkook... —sollozó rota. Nada de le daba más pánico que dejar a su hijo a manos de ese hombre. Necesitaba con urgencia regresar y llevarse a Jungkook lejos, tal y como lo hizo en cuanto tuvo la oportunidad—. Yo...
—No —Yeong nuevamente le cortó. Contrario a como ella —una madre— pensaba, él creía que Sooyoung estaba dispuesta a correr de vuelta a los brazos de ese tal Yoo Bin. ¿Por qué más volvería ese hombre si no era para buscarle? Y no podía permitir eso, bajo ningún motivo. La consideraba de su propiedad y no dejaría que nadie se la arrebatara, no mientras no lo quisiera así—. Llama a tu hijo.
—P-Pero...
—Llámalo, joder.
Pronto el timbre de espera en su celular comenzó a sonar, en altavoz. Sooyoung trataba infructuosamente de apartar las lágrimas de sus mejillas y concentrarse —para evitar que Yeong hiciera estupideces vía telefónica—, pero el remolino de pensamientos en su mente no la dejó decodificar ni siquiera cuando respondieron.
—¿Hola...?
Yeong frunció el ceño.
—Taehyung, ¿por qué respondes un teléfono que no es tuyo? —preguntó molesto—. ¿Para qué tienes uno propio si vas a jugar a la secretaria contestando el de los demás?
—T-También estoy feliz de escucharte, papá... —Taehyung farfulló del otro lado de la línea—. Es que... Jungkook no está bien, tú sabes...
—Dale el teléfono.
—Pero te digo que...
—¡No me importa, Taehyung! ¡Dale el jodido teléfono!
Después de un suspiro resignado su hijo aceptó. Mientras hacían el intercambio, Sooyoung decidió ir al baño y lavarse la cara, por lo que no estaba allí cuando Jungkook contestó.
—¿Hola?
—Mocoso, escúchame bien —empezó Yeong sin corresponder el saludo—. Vas a tomar todas las cosas de tu madre y las tuyas ahora mismo, ¿bien? Enviaré a alguien a buscar todo eso. Se irán a vivir a la mansión.
—Oiga, oiga, ¡no estoy tan mal como Taehyung dijo! —Jungkook replicó indignado. ¿Cómo osaba ese hombre a tomar decisiones así sin su consentimiento o al menos una opinión?—. Yo no quiero... No quiero dejar a mi papá solo.
—Ah, no quieres dejar a tu papito... Entiendo —Yeong apretó los dientes. Después de escuchar la primera conversación de Jungkook y Sooyoung, donde claramente el chico hablaba de lo borracho y ebrio que estaba su padre cuando llegó, creció en él un inclemente instinto asesino. Se cargaría al padre y al hijo si este no cooperaba—. ¿Dónde está él ahora?
—Uh, está... Desmayado en el sofá.
—¡Qué! —exclamó—. ¡¿Cómo es que lo dejaron entrar?! ¡Par de inútiles!
—¡Es mi papá, cómo no lo voy a dejar entrar!
—¿Sabes qué? Realmente eres tan inútil como pareces. Dale el teléfono a Taehyung —ordenó con voz severa.
—Pero...
—Oh, ¿no está tu madre demasiado linda este día?
—¡Taehyung, toma el teléfono! —Porque joder que Jungkook no quería escuchar a Yeong halagando a su progenitora.
—¿Sí, papá?
Yeong suspiró mientras se tomaba las sienes. Se acercaba un terrible dolor de cabeza por el solo hecho de tener que lidiar con esos dos mocosos tercos.
—Llamaste a la policía ya, ¿verdad? —Al menos creía que había educado bien a su hijo para casos de emergencia.
—Sí, señor —respondió Taehyung del otro lado de la línea, con el entusiasmo de un cachorro al que le han dicho lo bien que se está portando.
—Bien, ahora escucha. Llamaré a Chang —avisó—. Sooyoung y Jungkook se quedarán a dormir en nuestra casa hasta que yo... uh, me encargue de ese tipo. Haz las maletas de ambos si ese idiota no quiere, ¿bien?
—¡Bien! —Taehyung prácticamente gritó. ¡Jungkook en su casa! ¡Durmiendo!—. Uh, quiero decir, sí, señor... Pero... ¿Papá? —respingó—. ¿Debo arreglar también la maleta de Sooyoung-agassi?
—¿Es que no me escuchaste?
—¡Pero papá...! ¡No quiero tocar sus...! Sus panties —susurró tan bajo como pudo, lo suficiente para que solo Yeong escuchara—. Sook-agassi me enseñó que eso está muy mal visto...
Su padre solo rodó los ojos.
—Tendrás que tocar las pantaletas de Lalisa algún día. Lo sabes, ¿no? —bufó—. Llamaré a Chang ahora mismo, así que ten todo listo.
—E-Está bien...
—Ah, y... ¿Taehyung?
—¿Sí?
—Cuídate —farfulló; casi sintió como la palabra quemaba su garganta con solo pronunciarla—. No dejes que ese hombre te toque un solo cabello. Eres mi heredero. Adiós.
Taehyung aspiró con fuerza cuando su padre colgó la llamada. El pelinegro, a unos pasos de él, le observaba impávido.
—¿Qué pasa? —preguntó Jungkook. Él se mordió el labio, algo confundido por lo que acababa de pasar.
—Creo que... ¿Mi padre acaba de preocuparse por mí?
—Oh, merece el cielo ese gran hombre. Cristo, ten piedad de su alma. Y no es sarcasmo, claro que no.
—¡Jungkook! —Taehyung alargó con un puchero triste. Lo cierto era que eso rara vez pasaba; normalmente, era su maestra y criados quienes se "preocupaban" por él.
Hinchó sus mejillas con un resoplido cuando el menor rodó los ojos y luego ambos miraron hacia el hombre que yacía desmayado en su sofá. El mayor había estado totalmente en contra con dejarlo entrar, pero después de que Jungkook insistiera —y amenazara con que lo haría por su cuenta y que no necesitaba su ayuda de todos modos—, finalmente había accedido a tirarlo allí. No estaba contento con eso en absoluto.
—Chang llegará en cualquier momento —dijo—. Él llevará todas sus cosas a casa, así que...
—Ni hablar —Jungkook le cortó—. No iré a vivir bajo el mismo techo que Kim Yeong.
—P-Pero... Estoy yo. ¿No te hace feliz eso? —preguntó tímidamente, porque diablos, él estaba por brincar sobre sus pestañas de la emoción. El repertorio de posibilidades que imaginaba era infinito; no comería solo, tendría con quién hablar y también una excusa para no asistir a clases de piano o idiomas. También le alegraba que Sooyoung viniera con ellos, porque significaba que la casa dejaría de ser tan silenciosa y fría; la haría un poco más acogedora, y eso a Taehyung le gustaba.
El menor soltó un pequeño suspiro.
—No es eso, Tae... —No podía ni siquiera buscar las palabras correctas para explicar lo que sentía en aquellos momentos. Había ansiado ver a su padre por años y él finalmente estaba allí, a escasos tres pasos de distancia. Rebozaba de alegría, de frustración, de molestia y de un millar más de sentimientos que lo tenían al borde del colapso—. Creo que no lo entenderías. Déjalo.
No podía victimizarse a sí mismo frente a su hyung porque de alguna manera, pese a tener a su padre junto a él todo el tiempo, Taehyung tampoco conocía el significado de una verdadera figura paterna en su vida diaria. Estaban igual, pero seguía sintiéndose diferente.
—Bien... —Taehyung asintió, algo desilusionado—. De todas maneras, mi padre hará que vayan a la mansión, incluso si tiene que meterlos en jaulas, para mi desgracia... Empezaré alistando tus cosas, supongo.
Jungkook quiso replicar pero las palabras no salieron de su garganta; tampoco lo intentó una segunda vez, realmente. Se sentía drenado de su fuerza vital.
Una vez solo, caminó con cuidado hasta el sofá en donde se encontraba su padre, casi guiado por el instinto. Le dolía reencontrarse con él en aquel estado, pero en el momento era lo único que tenía.
Miró su fornido brazo izquierdo, repleto de tatuajes. Sin duda tenía más que los que él recordaba, como una calavera, un barco y muchos de menor tamaño que rodeaban la serpiente que desembocaba con las fauces abiertas en su muñeca.
Estiró su mano para tocarla; no obstante, un fuerte agarre sobre esta impidió que eso pasara.
—Jungkook —Su padre abrió los ojos perezosamente, esbozando una extraña sonrisa. Su mirada alcoholizada e inyectada en sangre era algo espantoso de ver. El pelinegro jadeó con sorpresa y trató de soltarse, en vano—. Quieto, pequeño idiota. No quiero lastimarte... ¿Dónde está la pequeña puta de tu madre? —Sus palabras seguían siendo arrastradas y torpes, pero pese a lo dicho, sus dedos se cerraron con más fuerza alrededor de su muñeca, haciéndolo gimotear.
—Suéltame —gruñó ahogado. No era Yeong, el lánguido y grácil hombre con más prioridades que levantar pesas; su padre era fuerte de verdad, con tonificados músculos tensándose ante la fuerza que aplicaba. Y sobre todo, era su padre. Jungkook no se atrevería a levantar una mano en su contra.
—¡Dime dónde está! —bramó de repente, incorporándose y empujándolo hacia atrás. El pelinegro cayó de espaldas contra el suelo, con el peso de aquel hombre cerniéndose sobre él, sintiendo su garganta cerrarse debido a la mano que ahora se cerraba sobre esta—. Dime dónde mierda está o voy a golpearte.
El menor se retorció bajo él, hundiendo sus uñas en el antebrazo de su padre al tiempo que trataba de exhalar al menos una pizca de aire. Al ver sus hermosos tatuajes siendo desfigurados, la cara de Yoo se distorsionó con furia y la mano no le tembló para golpear la lívida mejilla de Jungkook, la cual tomó un fuerte color rojo en el acto.
—¡Bastardo! —gruñó Yoo golpeándole una segunda vez—. ¡Eres un bastardo desagradecido! ¡Igual que tu madre! ¡Me cambiaron un hombre con la polla forrada de dinero! ¡Dime dónde está Sooyoung!
No sabía cómo pretendía que respondiera con aquella mano asfixiándolo, negándole el tan preciado aire. Jungkook estaba más preocupado por respirar que por la sangre que ahora emanaba de su labio; la cabeza comenzó a dolerle y la vista que tenía de su padre poseído por la rabia se iba desvaneciendo poco a poco.
—¡Dime dón...!
Se oyó un golpe seco; de repente solo hubo silencio y el peso muerto cayó sobre él. A la lejanía escuchó el sonido de las sirenas, el silbido de su respiración y la voz sulfurada de Taehyung, quien no solo sostenía en sus manos un sartén abollado, sino que además acababa de usarlo para golpear directamente al cuello de ese hombre.
—Rayos, lo maté... ¡Lo maté, oh, Dios! —En un segundo tomó la decisión de preocuparse de Jungkook y no por el cuerpo sobre él, el cual echó a un lado sin delicadeza después de cerciorarse de que seguía respirando. Fue una gran hazaña para él, pero para cuando finalmente lo hizo el pelinegro fue capaz de respirar y comenzó a toser con fuerza mientras tomaba su cuello—. ¡Te dije que no lo metiéramos a la casa!
Aun con su consciencia rozando el segundo plano, Jungkook se incorporó con ayuda del castaño al tiempo que el timbre sonaba.
—Vaya jodida hora de llegar de estos policías de quinta... —maldijo, para su sorpresa, Taehyung—. ¿Estás bien, Jungkook? ¿Sabes quién soy? ¿Cuántos dedos ves? ¿Qué día es hoy? ¿Cómo se llama tu mamá? ¿Puedes decirme el nombre de la persona que más odias?
—Jimin —respondió Jungkook sin titubear, porque sí que odiaba a ese chico e incluso al borde de un colapso respiratorio sabría que la calabacita había tomado el puesto que por años le perteneció a Min Yoongi.
El timbre volvió a sonar, esta vez con más insistencia, y Taehyung no tuvo tiempo de preguntar. Corrió para abrir la puerta y luego de un montón de preguntas, protocolos y procedimientos, más una ambulancia de por medio —para ambos Jeon—, las cosas parecieron calmarse.
—¿Jungkook? —El mayor llamó en un murmuro mientras la gentil señora (paramédico de la ambulancia), le revisaba con lo que parecía ser un oftalmoscopio.
—¿Hmm?
—Creo que... Ambos tenemos daddy issues.
—¿Siquiera conoces el término? —replicó el pelinegro con voz algo ronca por lo sucedido.
—Namjoon hyung me lo dijo una vez...
Jungkook soltó una risa nasal, pese a todo.
—Sí, tal vez, Tae.
♥
Hoseok tomó de su bebida, sin entender realmente qué estaba pasando y por qué los dos amigos ahora se miraban como si quisieran asesinarse.
—¡Lo que estás diciendo es algo muy grave! —Había acribillado Namjoon cuando Yoongi mencionó un nombre que sonaba como el del amigo de Jungkook.
—¡Sé que lo es, mierda! ¡Así que créeme!
Pero obviamente el moreno no lo haría; eso pensaba Hoseok, que se sentía viendo una telenovela latina. Incluso pensaba en lo producente que sería ir por palomitas de maíz mientras trataba de comprender el drama del que claramente no era partícipe. Estos chicos, que presumían ser sus nuevos amigos, estaban envueltos en una mierda bastante extraña que él no podría comprender incluso si lo intentara.
—No, no, no, no —Namjoon negó varias veces, tomando sus sienes, porque lo que escuchaba pasaba de la locura a una barbarie—. Estás loco, hyung. Seokjin no puede... ¡Dios! ¡La familia tendrá una cena en menos de una semana en su honor!
—Cena a la que nunca asisto porque son todos unos imbéciles que han caído en el juego de Seokjin —bufó Yoongi dejando caer sus manos con fuerza. Sus muslos se quejaron por el ardor.
Hoseok vio la cara contrariada del menor y sintió algo de pena. Esos niños ricos sí que tenían problemas, al parecer, aunque algunos fueran más absurdos que los suyos.
—S-Son cuatro años... ¡Hyung, es imposible!
—¡Imposible mi trasero!
—Oigan —llamó Hoseok con mucho cuidado cuando escuchó un sonido familiar—. Creo que están tocando el timbre...
—¡No estoy para tus bromas, hyung!
—¡Te digo que es la verdad!
—Hyung, estás enfermo...
—¿Quieren que yo vaya y abra? —murmuró Hoseok otra vez, y al no obtener respuesta decidió levantarse con un hondo suspiro—. Estos niños... Realmente...
Abrió la puerta del apartamento ajeno con algo de brusquedad, encontrando a dos chicos castaños y altos frente a él. Uno de ellos respingó con sorpresa al verle y Hoseok solo frunció el ceño.
—¿Puedo...? —empezó.
—¡Ahora dices que estoy loco y que imagino cosas! ¡Perfecto! —Ese era Yoongi.
—¿... ayudarles en algo? —terminó Hoseok con una sonrisa incómoda.
—Hola —saludó el más bajo de ellos, el cual tenía prominentes labios rosados y unas facciones terriblemente delicadas—. Yo soy... Uh, Seokjin. ¿Puedo pasar?
Bien... ¿Debería decir algo? :v
Mi sueño frustrado en golpear a alguien con un sartén.
Estoy pensando seriamente en traducir una historia que me estoy leyendo, para ustedes. But la pereza y el tiempo holi 😂
Daddy issues~ (nada relevante aquí, no se preocupen) 🤗
En estos momentos no sé qué decirles, pero cuando le dé al botón de publicar, se me ocurrirán mil cosas. 😂
¡Sonrían! 🤗❤️
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