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36



Lo que está entre "[...]" ocurrió en el pasado.




[...] —Hace cuatro años.



Te dije que no quería que llamaras. Detente ya, mamá. Hablo en serio.

Yoongi colgó el teléfono con brusquedad, sobrepasado por la insistencia de sus padres. A él no le interesaba cuán mal estaba haciendo quedar a la familia decidiendo irse a vivir por su cuenta, le importaba cinco pepinos si dejar de asistir a las reuniones daba una muy mala imagen de su persona, menos le importaba si todos los socios estaban preguntando por él.

Tomó asiento en la cama otra vez, cubriéndose con sus sábanas. De hecho, en aquellos momentos no le interesaba absolutamente nada; poco sentido tenía para él todo lo que le rodeaba, incluidos la escuela y sus padres. Sentía que uno de los principales motores en su vida se había ido y con él, su felicidad; Yoongi ya ni siquiera encontraba interesante el fingir —o al menos intentar— ser un chico bueno para el beneficio de su familia. Los odiaba por no comprender lo mal que se sentía, por no tener ni siquiera un poco de consideración por su pérdida. ¿Era tan difícil entender lo difícil que era para él asumir que Seokjin estaba muerto?

—Maldición...

Cada vez que lo pensaba, le daba más rabia. Seokjin ahora estaba muerto... y todos esos hijos de puta seguían con sus vidas como si nada, como si todo lo que importara en la vida fuera el dinero. Recordarlo solo hacía que esa sensación de amargura corroyera su estómago con más rapidez; claro, tal vez se debía al hambre, pero ni siquiera le daban ganas de arreglarse y salir a comer algo. Estaba mucho más delgado, aunque solo hubiese pasado mes y algo desde el funeral de su mejor amigo; si Seokjin le viera en esos momentos, seguramente se burlaría de él por ser tan estúpido. Hundirse en la miseria y el sufrimiento, nada más patético que eso...

—¡Dije que no quiero ver a nadie! —gritó al techo cuando escuchó el sonido del timbre. Volvieron a tocar, esta vez con más insistencia, y no tuvo más opción que levantarse a regañadientes para ver qué querrían esta vez. Porque seguro que eran sus padres o alguien enviado por ellos; y fuera quien fuera, los enviaría derecho a la mierda por tocarle los cojones. ¡No deseaba ver a nadie, bajo ningún motivo!

Abrió la puerta con brusquedad, sin detenerse a mirar de quién se trataba. Su mal genio incrementaba con cada milésima de segundo y a pesar de encontrarse tan débil, su lengua seguía siendo ávida y venenosa.

—Mira, grandísimo hijo de puta, voy a... Voy a... —Pero todo destello de valentía desapareció cuando se dio cuenta que la persona del otro lado de la puerta era el causante de su deplorable estado.

Seokjin estaba allí, frente a él, a escasos cincuenta centímetros de distancia, tan sublime e irreal como un príncipe de un cuento de hadas.

¿Pero cómo?

Retrocedió por reflejo, como si acabara de recibir un golpe. Su corazón dolió y su visión se cristalizó con la amenaza de las inminentes lágrimas. La posibilidad de que estuviera viendo un fantasma —que no era nula en absoluto, pues los largos días de insomnio y el negarse la comida podrían haber ocasionado alucinaciones— desapareció cuando Seokjin se adentró en el apartamento, lentamente, cerrando la puerta detrás de sí.

—Yoonie... —pronunció con cuidado.

Y fue todo lo que Yoongi necesitó para romper a llorar. Pero no se movió o emitió sonido alguno; las cálidas y salinas gotas se deslizaban por sus mejillas, dejando a su paso una estela brillante de agua. Escuchar su voz después de tanto tiempo le hizo temblar de pies a cabeza; estaba petrificado frente a la imponente imagen de Seokjin, el cual no dejaba de mirarle con ojos cálidos y tristes, pidiendo disculpas.

—Yoonie, dime algo, por favor...

¿Qué quería que lo dijera? Había llorado como un estúpido mocoso en su funeral y se había sometido a sí mismo a un exagerado luto porque no podía soportar la idea de una vida sin él a su alrededor. Yoongi se había acostumbrado a sus malos chistes, su risa, su maleable genio y de repente eso le fue arrebatado con su jodida muerte. ¿Qué podía decir? ¿Qué palabras quería escuchar?

—Yoonie... —Seokjin lo intentó una última vez, estirando la mano hacia su rostro. De repente, Yoongi pareció reaccionar y le apartó de un manotazo, completamente aterrado.

—¡No me toques! —vociferó con voz rota. El mayor respingó con dolor al escucharle tan iracundo—. ¡Eres un imbécil! ¡No me toques!

—Yoongi, por favor, al menos déjame explicarte...

—¡NO ME TOQUES!

Yoongi sollozó mientras trastabillaba hacia atrás, alejándose de él. Había estado desangrándose entre lágrimas porque su mejor amigo había muerto. Muerto. Que apareciera de repente era aterrador, de lejos reconfortante. Era una desagradable sorpresa y quería desaparecerlo, esta vez de verdad y por completo.

—¡Lárgate! ¡No quiero verte! —Tomó varias cosas que estaban a su alcance y las arrojó hacia Seokjin, sin detenerse a medir su fuerza. Cojines, abrigos e incluso un horrible florero que le había regalado la inmobiliaria por la compra del apartamento, el cual —por suerte— se estrelló a unos centímetros de la puerta. Sus lágrimas no le dejaban enfocar su objetivo y sus fuerzas eran tan escasas que la mitad de las cosas no llegaban hasta el castaño, el cual solo le miraba arrepentido y tan triste como él se sentía.

—N-No puedo... Necesito tu ayuda —murmuró Seokjin en voz baja, tratando de acercarse sin que Yoongi diera un paso fuera de su alcance. Se le veía tan demacrado que se formó un nudo en su estómago de solo imaginar por todo lo que había pasado desde que Chaewon y él cayeron por el precipicio. Necesitaba su ayuda porque, en primera en instancia, había sido Min Hyun el culpable de aquello.

—¡Y yo te necesitaba a ti! ¡Vivo! ¡Por qué lo hiciste! —chilló el pálido chico en respuesta, cerrando la distancia entre ellos para empuñar su camisa y empujarlo contra la pared.

Lo golpeó varias veces, sin consideración; en el pecho y en la cara, reventando su labio en una de esas ocasiones, aunque sus ataques eran algo débiles y blandengues. Seokjin lo recibió todo sin mediar palabra, solo dejándole descargar la furia y frustración contenida, porque sabía cuánto se merecía esos insultos. Después de tomar tanto dinero como le fue posible de la cuenta de su padre, además de sentirse sucio y malvado, necesitaba algo que lo atara a la tierra y lo retuviera allí; alguien que le escuchara y le comprendiera. No necesitaba más.

—Vete a la mierda... —Al final, la respiración acelerada de Yoongi y sus jadeos era lo único que podían escuchar. Todo había enmudecido, como si una burbuja transparente ahora les rodeara.

Aprovechando la distancia, el mayor rodeó su diminuta cintura y lo atrajo hacia sí en un abrazo que no fue correspondido. Seokjin le sintió tenso, pero aun así no le soltó; en cambio, tomó su barbilla con delicadeza, besándolo castamente después. Fue apenas una ligera presión sobre sus labios, aunque suficiente para hacer que Yoongi temblara de pies a cabeza.

—Perdón —farfulló Seokjin escondiendo la cara en el hueco de su cuello—. Lo siento mucho, Yoongi... Esto debe ser repentino y muy confuso, y de verdad lo siento, pero necesito tu ayuda. Por favor, por favor, no le digas a nadie sobre esto. Mi padre no lo sabe —se apresuró a aclarar—. Nadie lo sabe, Yoongi. Y nadie puede saberlo hasta que arregle un par de cosas.

—Seokjin...

—Por favor —repitió en tono de súplica, separándose para verle a los ojos. Sus expresiones martirizadas rivalizaban—. Solo... Necesito tu apoyo. Necesito saber que aún... Que no me odias. Por favor.

—Eres un jodido descarado, Seokjin...

Yoongi se echó para atrás, negando mientras limpiaba sus lágrimas. No podía creer lo que estaba escuchando, ni lo que le estaba pidiendo. Se dio media vuelta y cruzó los brazos. Tal vez todo era una horrible pesadilla, tal vez si cerraba los ojos todo volvería a la normalidad.

—Yoongi... —Pero no. La voz de Seokjin era suplicante y temblorosa. Era tan difícil para los dos lidiar con lo que estaba pasando.

—No pienso ayudarte —declaró Yoongi de todas formas, obra del dolor en su corazón y de sentirse traicionado—. Sea lo que sea, no me importa. Nada. Vete.

La sala se sumió en un silencio tenso. Seokjin solo podía mirar la frágil espalda del que vendría siendo la única persona en la que pensó que podía confiar. Trataba de mantenerse cuerdo y no dejarse arrastrar por la desesperación que suponía jugar solo en una guerra contra su parte, pero si esa puerta se cerraba, temía que eso pasaría.

—Tú y Namjoon... —empezó con voz ahogada—. Por favor, cuiden a Taehyung, ¿sí? Yo... No lo hice muy bien, lo lamento.

—¡Vete! —repitió Yoongi en un bramido—. Vete, Seokjin, y nunca, nunca, vuelvas.



[...]



Jungkook había recreado en su mente la escena cientos de veces. De pequeño, soñaba con volver a ver a su padre entrar por la puerta de la casa, darle un gran abrazo, besar su mejilla y decirle cuánto lo habría extrañado. Su madre estaría feliz también; se abrazarían los tres y luego verían películas, como todos los viernes en la noche antes de que Jeon Yoo Bin desapareciera. En la ingenua y pequeña mente de Jungkook, las cosas podían ser así de fáciles. Volverían a ser una familia feliz y unida, como siempre pensó que eran.

Ahora, casi una década más tarde, no sabía siquiera cómo reaccionar. Detrás de la puerta, golpeándola como si planeara tirarla, se encontraba el hombre al que había ansiado ver por años; la única persona en la que confió siendo un niño y también la primera en traicionarlo.

¡Sooyoung, abre la maldita puerta!

Taehyung no entendía qué estaba pasando. No era como si él brincara en un pie de la felicidad siempre que veía a Yeong, pero le daba cierto alivio volver a reencontrarse con Yeong después de un largo viaje. Jungkook estaba petrificado frente a la puerta, tenso, sin atreverse a mover un solo cabello por el miedo. Se veía tan vulnerable en aquellos momentos que de verdad parecía un niño, un chiquillo asustado de lo que había del otro lado de la puerta.

¡Sooyoung!

Y no era para menos. Ambos respingaron con el sonido de cristales rompiéndose; por la ranura de la puerta se colaron hilillos de un líquido amarillento, que con su paso manchó la alfombra caqui. Desde la distancia se podía distinguir el olor a whiskey.

—Jungkook —Taehyung llamó en voz baja cuando vio que este tuvo el impulso de abrir la puerta, tomando su muñeca para detenerlo. Aquel hombre, siendo o no su padre, no estaba en las mejores condiciones para encontrarse con su hijo —o en su defecto, con Sooyoung—. Tiró de él hacia atrás, poniendo distancia entre la puerta y ellos. No le daba muy buena espina lo que estaba pasando.

—P-Pero hyung... —Y que Jungkook luciera tan débil en aquellos momentos le inquietaba demasiado. Sus ojos brillantes por las lágrimas y aquel temblor en sus labios lo hacían querer abrazarle, aunque no sabía qué tan buena idea podría ser. Solo quería regresar el tiempo unos minutos atrás y volver a la relativa felicidad en la que ambos estaban sumidos. ¿Por qué un minuto de felicidad debían pagarse con dos de tristeza?

A Taehyung no le importaba si era Obama mismo el que tocaba la puerta; era su turno de cuidar al menor, quien —finalmente— era su dongsaeng.

¡Sooyoung, sé que estás ahí! —Seguía gritando aquel hombre, que ahora estaba siendo interrumpido por psicótico ataque de risa—. ¡Yu Mi me dijo que ahora vivías aquí! Ah, escuincla babosa, se puso a llorar con solo verme...

Escucharon un duro golpe sordo y luego, silencio. Ambos se miraron con curiosidad, pero fue Taehyung el que se asomó por la mirilla. No podía ver nada, así que —cauteloso— abrió un poco la puerta.

—Creo que se desmayó —murmuró al ver el cuerpo caído en una dolorosa posición.

Le sorprendió un poco ver que su tamaño distaba del estándar, demasiado fornido para lo menuda que era Sooyoung. Sus enormes brazos, descubiertos gracias a la camisa sin mangas que llevaba aunque el clima no fuera el más tropical, estaban repletos de tatuajes de todos los tamaños y colores. El más grande se trataba de un dragón —o serpiente, no podía ver— que le daba la vuelta a su brazo tres veces. Taehyung respingó un poco ante esto. Era la primera vez que veía algo así; en su mundo aristocrático, aquello estaba muy mal visto (aunque Namjoon tuviera en su muñeca el de un ave).

—Debemos llamar a la policía —sugirió al no obtener respuesta, girándose. Jungkook observaba hacia la nada, quieto. El castaño se preguntó dónde había quedado ese chico rebelde e impulsivo que respondería de forma altanera y luego accedería, a regañadientes.

—S-Sí, bien... Haz eso y yo... Llamaré a mamá.

Taehyung se tragó la sonrisa triste que quiso asomarse en sus labios. En lo que conocía al pelinegro, solo podía estar seguro de una cosa: él no podía afrontar los problemas. A Jungkook le gustaba llevárselos por delante y pisotear todo lo que estuviera a su paso si con eso lograba lo que quería. Por eso desconocía al chico que tenía en frente.

—Kookie —susurró, sintiendo sus mejillas colorearse por ser la primera vez en llamarle así de frente. La mirada sorprendida del menor le hizo sentir un poco más avergonzado, así que su voz tembló cuando volvió a hablar—: Pase lo que pase, yo estaré aquí, ¿bien? Es lo único que puedo prometerte ahora mismo.

Tomó delicadamente su rostro y depositó un suave beso en su frente. A Jungkook le hubiera gustado que no hiciera eso, pues movió sus ya sensibles fibras con aquel gesto y sintió incontrolables ganas de lanzarse por un abrazo. El problema era que si lo hacía iba a desarmarse... Y él no podía permitirse eso. No con Taehyung. Si podía ser su pilar y soporte, entonces todo estaría bien.

Cuando el mayor pasó por su lado para ir a buscar su teléfono, Jungkook no pudo hacer más que abrazarse a sí mismo mientras mordía su labio para esconder un pequeño sollozo. El nudo que se había formado en su garganta se sentía tan pesado que dolía. No podía creer que después de tanto tiempo su padre decidiera aparecer; debería estar feliz, rebosante de alegría... Pero no sabía cómo sentirse.

Por fuera, él era un chico de apariencia tenaz, alguien que no se dejaría tumbar con nada. No obstante, también era joven e inexperto. Primero Yugyeom, Taehyung, Seokjin y ahora esto. Ni siquiera la represa más grande podía aguantar tanta agua.





Namjoon pateó la lata sin ganas, aunque queriendo hacerlo con más fuerza. El metal hizo un ruido estrepitoso mientras rodaba por la sala; Yoongi observó su trayectoria y luego volvió a mirar al moreno, el cual no había dejado de hacer mohines y pucheros desde que llegó a su casa. Sospechaba que tenía que ver con la visita a su primo el día anterior, pero aún no se había animado a preguntar. Tampoco le importaba mucho, claro.

No obstante, Hoseok sí estaba curioso.

—Bueno, ¿qué pasa? —musitó al fin, después de largos minutos observando al chico en silencio. Había estado un poco callado y ni siquiera en ese pequeño descanso le había escuchado hablar, lo cual era bastante raro teniendo en cuenta lo locuaz que resultó ser.

Namjoon le miró y suspiró.

—No entenderías.

—Puedo intentarlo.

—Es... Ugh, es mi tío, ¿bien? —farfulló Namjoon con timidez. Le había dicho al pelirrojo que podía arreglar las cosas con Yeong si debatían el tema, pero estaba claro que eso no iba a pasar. Empezaba a frustrarle no poder hacer nada por él.

—Qué ganas de arruinarme la mañana con ese hijo de puta —Yoongi rodó los ojos. Incluso su estómago rugió ante la mención de Yeong, pero seguramente era hambre y no una queja.

—¿Tu tío? Oh —Hoseok asintió, recordando al amable hombre que los sacó a todos a patadas de la guardería—. Namjoon-ah, te lo he dicho mil veces, está bien, yo...

—No, no eres tú esta vez —le interrumpió el menor con un resoplido—. Es Taehyung. Sé que va a sonar raro, pero... Bueno, ahora está casado gracias a Yeong y...

Yoongi aspiró con fuerza, sintiendo cómo el refresco que tomaba se desvió del camino original; lo escupió todo en un ataque de tos que cayó sobre un asquiento Hoseok, el cual dejó salir un nada masculino chillido.

—¡Taehyung qué! —exclamó el mayor en la habitación, sin prestarle mayor atención a las arcadas (posiblemente falsas) que Hoseok estaba teniendo. Sonaba exactamente como algo que haría Yeong, pues bien que lo hizo con Seokjin y Jihyo en cuanto tuvo la oportunidad, pero entregar en matrimonio a Taehyung era como entregar a un cachorro indefenso a un matadero. ¡Era una crueldad!

Oh, diablos. Seokjin.

—Uh, pues... ¿Felicitaciones? —El pelirrojo murmuró limpiando su rostro todavía, solo para recibir un golpe por parte de Yoongi.

—¡Felicitaciones y una mierda!

—Hyung... —Namjoon cabeceó mientras tallaba sus ojos, pero él no le dejó hablar.

—¿Cómo demonios permitiste eso? —espetó Yoongi con molestia mientras se levantaba—. Mierda, ¿cómo demonios permitieron eso? ¿Son estúpidos o algo así?

Caminó sulfurado hacia una estantería de madera en la esquina de la habitación, donde rigurosamente guardaba los papeles que Jimin le había entregado —bueno, una copia—. Los había firmado, sí, pero si lo hizo no fue por obra de la insistencia del pelinaranja. Aunque le molestara admitirlo, lo había hecho por Seokjin.

Quería pensar que pese a todo, el castaño era un buen hermano mayor y le agradecería aquello alguna vez en voz alta aunque su orgullo le impidiera expresarlo, pero sus esfuerzos —y los de Jimin y Jungkook, los mocosos irritantes— se irían a la basura si la familia Kim en su totalidad era una manada de gente sin cerebro guiada por el olor del dinero y el mandato de Yeong.

Tomó la carpeta y se la lanzó al moreno sin delicadeza. Aturdido, Namjoon revisó su contenido, abriendo la boca con sorpresa al ver lo que se leía en aquellas hojas. La denuncia ya había sido radicada; solo faltaba esperar la respuesta de los altos mandos.

—¿Por qué...? —empezó incrédulo. Hoseok observaba todo, ajeno pero intrigado.

—¿Por qué, dices? —Yoongi bufó con rabia—. ¡Porque todos ustedes son unos inútiles! ¡Porque ninguno de ustedes abre los ojos! ¡Son unos dominados! ¡Ni siquiera Seokjin está moviendo un solo y mísero dedo!

—Hyung... —El menor le miró sin entender—. ¿Qué...?

—Mierda —Yoongi chasqueó la lengua—. ¡Mierda, Namjoon! ¡Seokjin está vivo!





Esto iba a ser más largo pero, la pereza holi 🤗

Yoongi, rompiste tu promesa~

Disfruten el Sujin, no creo que haya más :v

Me di cuenta de que cuando Taehyung se entere de lo de Jin, empieza la cuenta regresiva de esta novela :'') Pero como no puedo dejar de escribir rosas y chocolates, les tengo dos historias más kind of sad... solo un poco tristes, gg. Me plantearé el subirlas. 😅

CONSEJO: Ya lo dije antes, pero NO LE DIGAN A NADIE SUS PLANES A FUTURO. SE ARRUINAN. Y sí, acabo de decirles que subiré historias. nO ME LAS ARRUINEN 👿

¡Sonrían para mí, bebés! 😍 Y feliz día de la mujer atrasado ❤️

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