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35




Jungkook cabeceó por tercera vez consecutiva, tratando de despejar la mente. Entre más vueltas le daba al asunto, menos sentido tenía. No entendía absolutamente nada de lo que había pasado en casa de Taehyung la noche anterior. ¿Seokjin? ¿Muerto?

A menos que pudiera ver fantasmas, eso era una vil mentira. Y Taehyung estaba enredada en ella; eso era lo que más le molestaba. Le dolía, podía decir: una pequeña punzada en su corazón lo hacía lloriquear cada vez que pensaba en la catástrofe que sería para su hyung enterarse de eso.

Tenía que decirle. Dios, eso era lo que Jungkook más ansiaba en aquellos momentos donde la jirafa TaeTae le miraba con ojos perezosos en su rígida posición sobre la repisa, envuelto en sus sábanas debido al frío. ¿Pero cómo iba a hacerlo?

—Hyung, no es por asustarte, pero tu hermano es el nuevo Mesías, regresó de entre los muertos y ahora está ¡haciendo una puta mierda por alejarte de tu estúpido padre!

La jirafa calló al suelo con un estrépito, junto con libros y figurillas, cuando lanzó una almohada en su dirección. Su respiración algo acelerada era lo único que resonaba en su habitación. ¡Demonios! Si veía a Seokjin, iba a matarlo en serio y entonces haría que Taehyung llorara por algo de verdad.

Miró hacia la ventana con un suspiro. La noche anterior ni siquiera había querido quedarse a la cena que prepararon los cocineros para los invitados. Estaba abrumado, confundido y superado por todo lo que veía. Lalisa, Jimin... Oh, Jimin y sus manos creativas tocando a Taehyung en cada oportunidad que tenía y cada vez que Jungkook apartaba la mirada... Cómo le encantaría hacer puré de calabaza y dárselo de comer a Taehyung...

Sacudió la cabeza otra vez. Nada de canibalismo. Seguramente, si su hyung se enteraba que se había comido a su amigo en un puré, moriría de depresión.

Por eso no quería ni siquiera pensar en lo que pasaría cuando Seokjin se presentara, si es que planeaba hacerlo. Una parte de él quería odiarlo con todas sus fuerzas por hacerle eso a Taehyung y la otra quería explicaciones a como diera lugar. No obstante, la rabia ciega que residía en él por el hecho de saber a Taehyung traicionado lo hacía declinar cada argumento que se le ocurriera. Seokjin se lo había dicho: no soy capaz de acercarme a él. Y eso, bajo su irracional criterio, era cobardía. Imperdonable.

Respingó al escuchar el sonido del timbre. Pocas personas llegaban a su puerta buscándole a él. A sabiendas de que su madre no se encontraba en el país, su única respuesta fue fruncir el ceño, pero de todas maneras se levantó casi trotando para correr a abrir. Solo esperaba que no fuese Seokjin.

—¡Jungkook-ah!

El aire se le escapó en un tembloroso suspiro cuando se dio cuenta de que era Taehyung quien se encontraba del otro lado. Jungkook se estremeció por el frío, deseando llevar encima la misma bufanda vino tinto que apenas y dejaba ver los cálidos ojos marrones de su hyung, los cuales brillaban con un dejo infantil mientras esperaba, pacientemente, a que el pelinegro saliera de su ensoñación y le dejara entrar.

Pero es que verlo así, luciendo tan acendrado entre el crudo paisaje de la nevada, hacía que su corazón doliera un poco. Casi sintió el impulso de estirar su mano para tocarlo y asegurarse de que fuera real; algo tan lindo y delicado como él solo podía ser obra de su imaginación. ¿De verdad podría? ¿Taehyung podría con todo eso?

—¿Jungkook-ah?

—Hyung... —Es lo único que atina a pronunciar antes de cerrar la puerta, tirando del brazo del castaño para dejarlos a ambos dentro. Sus manos fueron con desesperación hasta su nuca para acercarlo y sus labios atraparon los de Taehyung de una forma algo brusca, provocando que un pequeño jadeo se le escapara al mayor. Jungkook quería asegurarse de que fuera él, de que fuera algo más que una figura etérea y que todo a su alrededor, por ende, también fuese real.

Un poco nervioso debido al repentino acto, Taehyung también trató de mover su boca al ritmo del menor, dejándose llevar por esas cosquillitas en su estómago y en sus labios que tan bien lo hacían sentir. Sus manos fueron a dar a la camisa de Jungkook, viéndose sobrepasado por la intensidad con la que este le besaba; le confundió un poco la ansiedad en sus movimientos, el frenesí de aquel beso. No era algo dulce, no como el primero; más bien parecía obra del vivo remordimiento, una disculpa.

—Jung-kook —Se separó con miedo cuando sintió algo húmedo rozar sus mejillas. Sus cejas se arquearon con confusión al ver las lágrimas en los ojos del pelinegro—. ¿P-Por qué estás llorando?

Con la respiración pesada y un ligero temblor en sus labios, Jungkook se lanzó a sus brazos en un sollozo para esconder la cara en la curva de su cuello. No quería que le viera así, pero tampoco podía evitar sentirse como un niño pequeño ante la extraña situación. Cómo le encantaría poder gritar lo que estaba en la punta de su lengua, o al menos entenderlo.

—Jungkook —El castaño llamó otra vez, algo asustado—. ¿Qué pasa? Desde ayer estás extraño y dejaste la casa sin despedirte... Por eso he venido; quiero...

—Taehyung, ¿recuerdas lo que te dije? —murmuró Jungkook con voz rota—. Cuando sientas que vas a estallar, ven a mí, hyung. Me aseguraré de recibir todo lo que tengas que soltar. Por favor no me alejes, pase lo que pase.

Él asintió varias veces, aun sin comprender qué pasaba. El futuro era algo incierto y darlo por sentado en el presente solo traía decepciones. A Taehyung también le hubiera encantado poder decirle que sí, que se mantendría a su lado pasara lo que pasara, pero no quería que sus palabras fueran vanas. Prometerle eso a Jungkook significaba mentirse a sí mismo; finalmente, llegado el momento, cada quien tomaría su rumbo. Taehyung tenía su vida planeada. Una empresa que dirigir, pareja, socios y metas por un lado; Jungkook tenía la libertad de elegir. Podía hacer lo que quisiese. ¿Por qué elegiría algo tan inestable como a Kim Taehyung?

—Lo siento —farfulló el pelinegro mientras se separaba, sintiéndose avergonzado por su repentino ataque—. Yo, uh... Hoy amanecí un poco sensible...

—E-Está bien... —Taehyung se alzó de hombros, dejando pasar el momento—. Hablé con tu madre esta mañana, ¿sabes? Ella dijo que seguramente estabas muriendo de hambre y que no te vendría mal un poco de compañía.

—Estoy perfectamente bien —replicó Jungkook con un mohín. Caminó detrás del mayor cuando este empezó a moverse por el apartamento, siguiendo el camino a la cocina. No era el mejor cocinando, pero de acuerdo a las palabras de Sooyoung, un bebé sabía más que su hijo en temas culinarios.

—El año pasado cuando fui a los Estados Unidos aprendí a hacer pancakes —dijo de todas formas, ignorándolo. Empezó a buscar los utensilios necesarios, agradeciendo el pequeño tamaño de la cocina—. ¡Me enseñó el chef del hotel! —exclamó sonriente, recordando al curioso hombre de ojos azules que lo había encontrado husmeando en el lugar equivocado.

—Si vio esa sonrisa seguro no pudo resistirlo.

—¿Quizá? —murmuró Taehyung con una mueca—. Aunque después recibió un severo regaño por parte de su superior. Mi padre no estaba muy contento... Como sea. ¿Listo para hacer pancakes?

—Me muero de la anticipación.

—Jungkook, al menos finge que te emociona.

—Yupi, pancakes...





—Es un chiquillo adorable —suspiró Sooyoung con una sonrisa tonta en la cara. Yeong emitió un sonido de inconformidad desde su lugar en el auto.

—Es un niño malcriado y voluntarioso, querrás decir.

La mujer le miró de reojo, esperando que retirara sus palabras. Por supuesto que Taehyung no era tal cosa... Bueno, quizá un poco voluntarioso, pero de lejos malcriado. No era diestra a comparar, pero el castañito distaba un poco de la actitud todo-lo-puedo por la que a veces peleaba con Jungkook. No obstante, ahora sabía que la aversión de Yeong hacia su segundo hijo de debía a una sola cosa: Seokjin.

—Al final nunca me contaste —murmuró con una sonrisa. Yeong alzó una ceja—. De tus hijos. Todos —recalcó con altanería, incluyendo —tácitamente— al tercero.

Él chasqueó la lengua con fastidio. Si no estuvieran movilizándose utilizaría cualquier excusa para zafarse de la incómoda pregunta. No obstante, con un chófer de Nonzee con el que guardar apariencias, dudaba que pudiera al menos aclararle que no debía indagar en esos asuntos.

—No hay mucho que no sepas —contestó entre dientes mientras miraba hacia la ventana para evitar mirarle—. Seokjin murió junto a Chaewon en un accidente; si no hubiera sido así, posiblemente estaría acompañándome en estos momentos y no tú. Supongo que no tengo opción, ¿verdad? Taehyung... ah, Dios, ¿para qué me preguntas eso? Ya le conoces e insistes en que es un pastelito. Es un vivo manipulador y tú ya has caído.

Sooyoung asintió.

—Así que... Seokjin estaría aquí, ¿pero no Chaewon? ¿A qué se debe eso?

Yeong meditó la respuesta unos momentos. En un principio, su esposa siempre le acompañaba a las reuniones, independientemente del lugar al que fueran. Luego nació Seokjin y adquirió una actitud algo más materna: se enlistaba en los viajes solo si su hijo quería ir; de ser el caso contrario, prefería quedarse. Y tan testarudo como era Seokjin —al que le importaba cinco pepinos ir a esas reuniones—, paulatinamente Chaewon se delegó a sí misma a los asuntos en Seúl. Luego vino Taehyung, el niño de sus ojos y la razón absoluta de su existencia; Chaewon lo amaba. El favoritismo era demasiado obvio.

Pero es que el pequeño niño castaño, con esa linda sonrisa y apariencia, podía llegar a derretir cualquier corazón. Chaewon estaba enamorada de esas risillas que soltaba cuando estaba en la cuna, o de sus pasitos torpes cuando empezó a caminar. Taehyung nunca lloraba, incluso cuando los niños del jardín eran groseros con él; siempre fue un chico que buscaba el lado positivo de la situación y podía contentarse con cosas mínimas como una florecita amarilla en el pasto. Le gustaba pensar que era un chico fuerte. Nunca se quejó si su hermano lo rechazaba o lo apartaba, o si los niños grandes podían hacer cosas que él no. Chaewon estaba enamorada de su ingenuidad e inocencia, de esa alegría infantil que nada podía borrar.

—Seokjin no se llevaba demasiado bien con su madre —resolvió decir—. Ella prefería la actitud de Taehyung, mil veces. Y Seokjin no era alguien que fuese a cambiar por absolutamente nadie —aclaró con orgullo, enderezándose un poco más en su silla—. Así que de repente él quiso acompañarme en todo lo que se refería a la empresa. Por eso estaría aquí conmigo.

Sooyoung soltó una corta risa sin poder evitarlo y Yeong entrecerró los ojos en su dirección. Era un sonido burlón, altanero, como si supiera algo que él no.

—Dudo que estuviera aquí —bufó cruzándose de brazos—. Ni siquiera yo quiero estar aquí. Dudo que siquiera a él le gustara estar junto a ti. Solo necesitaba la atención de su mamá y ahora... —Suspiró. Donde quiera que Seokjin estuviera en esos momentos, no tendría la atención de nadie.

Miró a Yeong de reojo. Este ya había dejado de prestarle atención y su semblante volvía a ser frío. ¿Qué pasaría con ese hombre si, por casualidades de la vida —o quizá no—, volviera a encontrarse con su primogénito?

—Señor Kim, usted es un tramposo —siguió burlándose la mujer—. Todavía le falta hablarme de su tercer hijo.

Yeong aspiró aire con fuerza y luego blanqueó los ojos, como todo un adolescente siendo reprendido.

—¿Qué te puedo decir de él? —habló por lo bajo, molesto—. Yu Mi fue una más del montón, como tú. Puedo hablarte de ella, mas no de la criatura que engendró... Uh, ¿Yugyeom era su nombre? Cómo saberlo —Le restó importancia con un ademán. Poco le importaba, realmente. En aquellos momentos ni siquiera se preocupaba por lo que Yu Mi haría; era una chiquilla temerosa e ingenua que había sido remunerada por la muerte de su hijo. Yeong pensaba que el dinero sería buen consuelo.

Por su lado, Sooyoung casi escupe el pulmón en un ataque de tos por la sorpresa.

—¿Yu Mi? ¿Yugyeom? —repitió. ¿El amigo de su hijo? No solo eso, ¡¿el mejor amigo de su hijo?! Ella conocía a Yu Mi. ¡Claro que la conocía! Habían sido vecinas por años antes de que Sooyoung se mudara unas calles más arriba y nada le desarmó más que verla rota y desconsolada por su hijo. ¡Ella era menor que ella por siete años!

Ahora entendía por qué a Yu Mi nunca le faltó nada incluso viviendo en una zona humilde y de bajo estrato; también por qué nunca se quejó de no tener un compañero a su lado. ¿Cómo iba a hacerlo, de todas formas? Seguramente Yeong se había encargado de tenerla contenta para no ganarse un problema... Y cuando decía contenta, se refería a sometida. No tenía duda de que ese despreciable hombre había hecho todo lo posible para que Yu Mi no interfiera en su vida.

—Te metiste con una menor de edad, Yeong —escupió Sooyoung. Ya no había burla en su voz; aquello le había dolido en verdad—. Ella solo tenía diecisiete años cuando tuvo a Yugyeom, mierda... Arruinaste su vida, ¿estás al tanto de eso?

Yeong rodó los ojos.

—Uno, ella me abrió las piernas y yo no sabía su edad. Dos, ¿le arruiné su vida? Bien, pues el chico ya está muerto —siseó con voz dura—. Ya cállate, por favor. Empiezas a darme dolor de cabeza.





—Se supone que las fresas eran para el desayuno, hyung.

Taehyung rio como un tonto mientras estiraba la fresa en su dirección, esperando a que la mordiera. Como acababa de decir Jungkook, compraron la fruta para los pancakes, pero el castaño había encontrado un fin mucho más adorable y divertido que aquel.

—Abre la boca, Jungkook —ordenó risueño—. Luces como un conejito cuando masticas.

—Yah —Hizo un mohín mientras se alejaba, haciendo reír a Taehyung otra vez, quien finalmente se comió la fresa—. Hieres mi orgullo de una manera inexplicable.

—¿Por qué? —preguntó el mayor con un puchero—. No hay nada de malo en ser tierno.

Jungkook se llevó la mano a la frente. De alguna u otra manera, Taehyung hacía que su agresividad se fuera a pique hacia el desagüe y eso le inquietaba un poco. Si Hoseok le viera... O Min Yoongi... Se burlarían de él hasta decir ya no más.

—Seguramente le dices lo mismo a Jimin, ¿no? —replicó con un chasquido, aún si no tenía razón.

Taehyung bajó los hombros con desánimo.

—Yo no entiendo por qué siempre nombras a Jimin —farfulló desconcertado. No podía comprender la magnitud de los celos de Jungkook, o siquiera al menos darse cuenta de que estaba celoso.

—Oh, no, por supuesto que no... —Porque lo cierto era que ni siquiera él sabía la razón.

—Jimin y yo solo somos amigos —dijo al verlo rodar los ojos.

—Tú y yo también lo somos.

—P-Pero... Con él no hago... Uh, bueno... —Taehyung jugó con sus dedos mientras trataba de buscar las palabras—. Es distinto, lo sabes.

—Nop, no sé. ¿Qué se supone que debo saber?

El castaño mordió su labio. Joder, cómo odiaba cuando Jungkook jugaba con él de esa forma. Lo ponía nervioso y lo hacía sonrojar, cosa que no le gustaba en absoluto. Lo hacía sentir como un chiquillo débil y asustadizo, y al menos una parte de eso era verdad. Le temía un poco, aunque no quisiera admitirlo, a todo lo que estaba sintiendo en el momento. Nunca pensó que un chico fuese a despertar ese tipo de emociones dentro de él. Y mucho menos uno como Jungkook. Taehyung nunca pensó que su corazón iba a latir emocionado solo por pensar en verle, tampoco que se volvería una gelatina cuando lo tuviera cerca. La vida daba muchos giros.

Se acercó a él en un pequeño arranque de valentía, tomándolo por el cuello para unir sus labios. Jungkook le recibió entre sorprendido y gustoso. Su creciente molestia descendió con tan solo tocarle. Su mano dio a parar a la cintura del castaño y lo atrajo hacia su cuerpo, recostándose al mesón sin dejar de mover sus bocas en ningún momento. Había encontrado algo fascinante en besar a Taehyung, que iba de la ternura que le producía sentirle tan tímido hasta la desastrosa manera en la que su estómago subía hasta su garganta y se devolvía. Jungkook sentía que se sacudía por dentro cada vez que probaba el dulce sabor de Taehyung.

Delineó el labio inferior del castaño con su lengua, presionando solo un poco. La risa se le escapó cuando su hyung se separó, sonrojado y algo asustado.

—Y-Yo nunca...

—Pensé que habíamos concluido que iba a enseñarte —le interrumpió el pelinegro con una sonrisa ladeada. Tomó su chaqueta y tiró de él para acercarlo de nuevo, sintiendo su respiración chocar con la suya—. Solo abre un poco la boca y deja la punta sobre tu labio inferior... No tiene ciencia; de hecho, verás que es algo mágico.

Taehyung asintió como un soldadito, no tan convencido de sus palabras, pero si se trataba de Jungkook, seguramente sería más épico que viajar a Hogwarts —y eso ya era mucho que decir—. Volvió a acercarse con toda la determinación del mundo; sin embargo, en cuanto cerró los ojos, escuchó el sonido del timbre. Volvió a abrirlos con un gritico.

Jungkook suspiró.

—Apuesto que si yo fuera Jimin nadie hubiese interrumpido —farfulló para sí mismo antes de regalarle una mirada de disculpa a Taehyung, que solo pudo seguirle mientras lo veía salir de la cocina.

Como nunca, Jungkook decidió que sería buena idea asomarse por la mirilla de la puerta, algo que pocas veces usaba. El castaño le miró confundido cuando se echó hacia atrás con un respingo, trastabillando del miedo.

—¿Quién es? —murmuró Taehyung con el ceño fruncido, tomando sus hombros para evitar que siguiera retrocediendo y que se hiciera algún daño.

—C-Creo que... Mi... Mi padre.





Jungkookie, llegó tu hora de llorar un poquito~ 😅

¿Me extrañaron, bebés? :'') Salí de la parte fea de mis parciales 🤗

No tengo mucho que decir hoy~ En el próxima capítulo tal vez digan "Qué onda con los gustos de Sooyoung 🙄" :v

¡Sonrían para mí! 😁❤️


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