34 - {III}
Capítulo LARGO.
El menudo cuerpo de Sook se veía como una triste figura moviéndose en el paisaje citadino de Seúl, cuyas calles ya habían despertado y algunas luces ahora iluminaban el sendero. Los copos de nieve que aún caían de la nevada anterior adornaban su grueso abrigo negro; el frío traspasaba la fina tela de sus medias veladas y el vestido que portaba, aunque no era descubierto, estaba lejos de ser la mejor opción para ese día. Lo único que se escuchaba era el piqueteo de sus tacones.
En sus brazos, como si de eso dependerá su vida, llevaba varias carpetas contra su pecho. Lo que estaba haciendo le producía una asquerosa sensación de amargura y una cólera tenaz, pero con la mandíbula apretada tenía que aguantarse, por su propio bien. No sabía si lo que estaba haciendo era traicionar o no a Yeong, pero el solo pensarlo junto a aquella mujer le hacía indignarse a tal grado como para querer hacerlo. De hecho, quien deía sentirse traicionada era ella.
Sook había estado con él antes que Sooyoung, incluso antes que Chaewon, como una leal compañera —o más bien, como un perro fiel—. No pudo hacer más que alegrarse por Yeong cuando desposó a la madre de Taehyung; en ese entonces, fue una felicidad sana, algo así como orgullo. Luego se volvió una incómoda espina en su corazón; no podía soportar el verlos reír juntos, compartir como la pareja que eran y mucho menos escucharles profesar su amor el uno por el otro. Todo se volvió una enfermiza hipocresía, porque aunque los apreciaba mucho por separado, los odiaba cuando estaban juntos.
Quizá por eso se sintió tan dichosa cuando comenzaron los problemas. Yeong siempre fue un hombre determinado y autoritario, por ende no le importaba qué camino debía tomar para conseguir sus propósitos. Pero su mazo de cartas era sucio y Chaewon no lo iba a permitir. Quizá, otra vez, fue por eso que Sook aceptó quedarse callada. Sabiendo todos los planes de ese hombre, le concedió su silencio con la vaga esperanza de algún día dejara de verla como una sirvienta y la viera como una mujer.
Con la llegada de Sooyoung, dudaba que eso fuera a pasar. Y ya no tenía paciencia, ni ganas de esperar. Por eso estaba decidiendo tomar la mano que difusamente Kim Seokjin le tendía. No era una salvación, mucho menos una redención, pero era algo. Lo único que tenía.
Ingresó a la cafetería en la que había sido citada y aspiró el aire cálido mientras quitaba su gorro. Una mirada panorámica al lugar le hizo saber que aquel niño que tanto le desesperaba se encontraba en una de las mesas de la esquina ya, acompañado por otro hombre. Los ojos de Seokjin se encontraron con los de su maestra y sonrió de forma arrogante, pero Sook podía ver que los bordes de sus ojos estaba rojos e hinchados, características propias del llanto.
—Siempre tan puntual, Sook-agassi —saludó Seokjin con burla. Ella se acercó con pasos firmes, dejando las carpetas en medio de ellos dos con cierta brusquedad.
—Aquí tienes todo lo que me pediste.
—Oh, Ken, perdona los modales de mi maestra —bufó el castaño hacia su compañero, sin dejar de sonreír. Era una de esas sonrisas que Sook no dudaría en borrar con una bofetada, tan arrogante y fastidiosa que le hacía molestar solo con verla—. Es de esas personas que no aplica lo que predica.
Ken tomó las carpetas y empezó a ojear los documentos. Registros telefónicos, algunas transacciones e información acerca de Yeong a la cual solo podrían llegar personas muy cercanas a él. Después de hacer la investigación correspondiente, seguramente tendrían evidencia suficiente para acusarle.
—¿Cómo está Taehyung, agassi? —murmuró Seokjin con una mano bajo su barbilla mientras Ken revisaba la información. La mujer seguía de pie en la mesa, sin intención alguna de tomar asiento junto a ellos.
—Tan obstinado como tú —respondió secamente—. Aunque ahora está jugando a la casita feliz con la amante de tu padre, así que se está portando bien. Obedece, sigue órdenes y no replica porque sabe que así podrá ver a esa horrorosa mujer sin que su padre se moleste.
El chico asintió varias veces, meditabundo. No le molestaba en absoluto si su hermano empezaba a ver en otra mujer la figura de su madre, pues estaba en su derecho, pero dudaba que ese fuera el caso. Taehyung no cedería el lugar de Chaewon a otra persona y eso le hizo sentir triste, porque eso significaba que Sook, aunque había convivido tanto tiempo con él, no le conocía.
—Taehyung no está jugando a la casita feliz —resolvió decir—. Mucho menos está interesado en esa mujer. Si obedece es porque hay algo más. Es un pillo —murmuró con una pequeña sonrisa, esta algo distinta. Melancólica y divertida, como de añoranza—. Está sacando provecho de la situación. ¿No hay una chica involucrada?
Sook respingó con indignación. Por lo que sabía, gracias a las continuas réplicas de Yeong, Sooyoung solo tenía un hijo, así que no podía haber chica involucrada. Por otro lado, estaba Lalisa y era inaceptable que su hermano sugiriera semejante atrocidad.
Ah, pero claro que Seokjin desconocía ese pequeño detalle. Sook sonrió.
—Claro que la hay —dijo—. De hecho, hace poco ha firmado matrimonio con ella. Lalisa Manoban, la primogénita de Nonzee. Ella es tan linda y agraciada que resulta una verdadera lástima que no puedas conocerla como tu cuñada.
Ken le miró con sorpresa, despegando la vista de los papeles; Seokjin, en cambio, bajó la mirada hacia la mesa. No le sorprendía algo como ello. Su padre también había planeado casarlo con Jihyo en algún tiempo antes de su supuesta muerte; no obstante, con Taehyung sería distinto. Chaewon quería que su pequeño decidiera por cuenta propia. Que Yeong no respetara la voluntad de su esposa le indignaba aún más.
—Sobre mi cadáver —susurró Seokjin. Sook creyó no escucharle.
—¿Qué?
—Sobre mi cadáver, dije —Alzó la cabeza, bajo la atenta mirada de Ken. A él a veces le sorprendía la rapidez con la que Seokjin podía cambiar su semblante. Ahora lucía molesto—. Si Taehyung no quiere, no dejaré que ese matrimonio llegue a algo. No me importa si tengo que colgar a mi padre en el recibidor principal.
—¿Sí? —La mujer sonrió con altanería—. ¿Cómo planeas hacer eso, Seokjin? ¿Desde las sombras, como el ratoncito miedoso que eres? ¿Detrás de las espaldas de este chico, tal vez? —inquirió refiriéndose a Ken.
Seokjin chasqueó la lengua mientras cruzaba sus brazos. La respuesta era muy obvia. Para hacer eso tenía que actuar... y rápido.
♥
¿Alguien dijo fiesta en la casa de los Kim?
Eso fue lo que el mayordomo pensó mientras veía a esos dos chicos escudriñarse con la mirada al tiempo que el timbre sonaba.
—Compórtense —les advirtió a los recién encontrados mientras dejaba el pasillo para caminar de vuelta a la puerta. Nunca habían timbrado tantas veces en la mansión. Seguramente el señor Kim, de haber estado en casa, estaría muy molesto.
Abrió la puerta con un suspiro, respingando al ver que se trataba de la oveja negra de la familia. Kim Namjoon le sonreía con incomodidad a la vez que hacía un gesto en señal de saludo y para sorpresa de ambos no llevaba sus usuales ropas holgadas. Estaba, bajo la mirada crítica del viejo, más o menos presentable.
—¿Sí, joven Kim? —musitó—. ¿Se le ofrece algo?
—Entrar, supongo.
—Pero usted sabe que el señor Yeong no se encuentra.
Namjoon ladeó la cabeza con curiosidad. No sabía por qué, pero parecía que toda la familia giraba en torno a Yeong. ¿Acaso era él el único importante?
—Quiero ver a Taehyung —explicó con obviedad, sintiendo muy en el fondo algo de culpa. El chico parecía invisible frente a los ojos de ese viejo. Así lo sintió.
—El joven Kim regresó hace poco de la calle —respondió el mayordomo—. No puede salir otra vez o va a enfermarse.
—Está bien, supongo. Tampoco planeaba salir. ¿Puedo entrar o no? —inquirió empezando a molestarse. Sabía que no era bienvenido en la mansión, pero era bastante cruel dejarle afuera con el clima que hacía.
El mayordomo suspiró. El chico de cabellos naranjas, el de cabello negro y ahora el moreno. Si Yeong estuviera, le colgaría de un árbol.
—Adelante.
—¡Namjoon-ah!
Viejo y joven giraron con sorpresa al escuchar el agudo llamado. Por la escalinata de piedra, envuelta en varias capas de abrigo, gorro y bufanda, se acercaba una sonriente Lalisa. El mayordomo se sintió desfallecer un poco mientras caía en cuenta que no venía con escoltas o siquiera traída por uno de sus carros. ¡La esposa del joven Kim había cruzado la ciudad por su cuenta!
—Lisa, qué hay —El menor saludó con una sonrisa. La chica trotó el resto del camino, jadeando por el esfuerzo que eso suponía.
—Frío, hay mucho frío —se quejó ella con un puchero. El vaho acarició su cara—. Pero era eso o quedarme encerrada en mi casa. Ya que papá está en Tailandia, no planeaba dejarme salir ni siquiera acompañada. ¡Vine a escondidas!
Lalisa parecía muy orgullosa de su logro y después de una reverencia al mayordomo se hizo paso al interior de la casa sin consentimiento alguno... Bueno, era entendible; si lo pensábamos bien, era la señora Kim. Namjoon aún no sabía el pequeño dato.
—Hey, ¿qué se supone que haces acá? —preguntó con cierta brusquedad mientras le seguía. No tenía mucha afinidad con ella. La conocía de reuniones, nombre, encuentros y pocas cosas más. Fue por eso que casi se cae de culo cuando ella, divertida pero honesta, respondió:
—¿Visitar a mi esposo, tal vez?
—¿A tu qué? —Miró al mayordomo en busca de una explicación, pero este solo bajó la mirada hacia sus zapatos. Namjoon abrió la boca con incredulidad—. No puedo creerlo. ¿Quién permitió semejante locura? —casi exclamó, haciendo que Lalisa respingara y se aferrara al barandal de la escalera.
—N-Nuestros padres —respondió sorprendida, sintiéndose regañada por alguna extraña razón—. Hace varias semanas, Namjoon-ah...
—Pero si ustedes ni siquiera son mayores de edad —replicó el chico con rabia, como si estuviera en manos de ella el cambiar eso.
—Joven Kim, si me permite opinar —habló el mayordomo entonces—, los matrimonios arreglados tienen más peso si se hacen con las dos partes aún en una edad sin voz. Si fueran mayores de edad, podrían oponerse y el estado les reconocería su objeción... Y por favor, no levante la voz.
—Namjoon-ah —pronunció Lalisa con un pequeño puchero al verlo tan contrariado. Su expresión iba de la molestia a la resignación—. No tienes que preocuparte... Taehyung-ssi y yo somos amigos... Voy a cuidar bien de él.
—No es ese el problema —gruñó sin poder evitarlo. Le pasó por el lado mientras bufaba. El problema era que su primito estaba casado y todo era, seguramente, por obra de Yeong. Namjoon era alguien tranquilo y pacífico, ajeno a los problemas, pero si había algo que odiaba eran las injusticias y en el momento odió que su tío no se encontrara en el país. Necesitaban hablar con urgencia.
Cuando llegó al pasillo de la habitación de Taehyung encontró una situación realmente curiosa. Había un chico pelinaranja en su puerta y a Jungkook frente a él, al parecer discutiendo a susurros por alguna cosa. Le sorprendió un poco ver al pelinegro allí, en especial por su actuación aquella noche en el partido de baloncesto. No pensó que fuese a llevarse bien con Taehyung.
—No, ya te dije que no puedes pasar —decía el otro chico—. Le escuché claramente decir que no quería volver a verte en toda su vida porque eres un patán.
—¿Qué demonios? Nos vimos hace dos días...
—¡Lo juro! —exclamó—. También dijo que ojalá reencarnaras en una alfombra de bienvenida, que te cagara una paloma, que te bañe un carro con agua de charco, que te caigas en una avenida llena de gente y te graben, que no haya papel en el baño cuando entres...
—¿Jungkook? —Sin embargo, fue Lalisa quien les interrumpió. Las cejas del pelinegro se fruncieron al escuchar aquella voz femenina llamándole. Genial. Ahora no solo tenía el problema de Jimin, sino también el de Lalisa.
—¿Qué demonios hacen todos ustedes aquí? —gruñó Jimin entonces, sintiendo la seguridad de Taehyung viéndose afectada por tres presencias no gratas. Aquella chica desconocida, en especial, le daba muy mala espina.
—¿Park? —Namjoon lo reconoció entonces, alzando las cejas con sorpresa—. Tu cabello ya no es negro y no eres cachetón...
—Mi nombre es Lalisa —se presentó la susodicha con una reverencia. Buscaba una explicación para el harén de hombres frente a la puerta de Taehyung, pero dudaba que alguno fuese a explicarse.
Jimin abrió la boca para decir algo muy ofensivo, como que qué le importaba si su nombre era ese o no, pero la postura desgarbada de Jungkook y esa expresión que distaba de la altanería anterior a la interrupción le hizo cuestionarse si era oportuno.
—Es la esposa de Taehyung —explicó Namjoon al ver su confusión.
Jimin miró sobre su hombro, hacia la cama donde el castaño dormía plácidamente después de haber llorado por al menos dos horas luego de una larga platica. Al confirmar que siguiera dormido, cerró la puerta detrás de sí con una sonrisa tensa, posicionándose como un guardia de seguridad frente a esta. Jungkook se mantenía a un paso de distancia de él.
—Muy bien, idiotas, ¿dónde está la cámara oculta? —preguntó cruzándose de brazos. El silencio y la mirada confundida de la chica le hicieron boquear varias veces con incredulidad, tratando de hallar las palabras adecuadas para semejante descubrimiento. ¡Taehyung estaba casado! ¡Y no era con él!—. ¡Qué demonios...! ¡Tucánkamon! —chilló por instinto, dándole una palmada a Jungkook en su pecho. Este le miró indignado, pero no más que Jimin a él. ¡¿Cómo había permitido eso?!—. ¡Taehyung no puede...! Tae... No puede estar... Casado...
Miró otra vez al pelinegro, con la esperanza de que este le dijera que solo se trataba de una broma. No obstante, eso no pasó y la mirada fastidiada de Jungkook se lo hizo saber. Pasada la tristeza, llegó a él un horrible sentimiento de rabia en transición de dos segundos. ¡¿Por qué Taehyung no le había dicho nada?! ¿Era por eso que se había negado en hablar con él esas dos o tres semanas? ¡Era un descarado! Ni siquiera invitación al matrimonio, o como mínimo la oferta de ser el padrino de bodas. Una total falta de respeto.
—No entiendo qué pasa aquí... —Lalisa murmuró incómoda. Parecía que no era una presencia grata para los tres chicos allí presentes—. Yo, uh, ¿podría ver a Taehyung, por favor? ¿Dónde está él?
Tras Jimin, la puerta se abrió lentamente. Taehyung frotaba sus ojos, aun medio dormido, mientras trataba de entender por qué había tantos gritos fuera de su habitación. Miró a Jimin con confusión, parpadeando. Sus ojitos hinchados y el dolor de cabeza le estaban jugando una mala pasada.
—Jiminie... —pronunció.
Y Jungkook rodó los ojos. Claro, cómo no iba a suponerlo. Con cuatro personas presentes, al único que Taehyung notaría es a la calabacita. ¿Era por el tinte, quizá? Tendría que teñirse entonces. Jiminie... Sus huevos.
—¿Te despertaron estos idiotas? —bufó Jimin, rodeándole con los brazos protectoramente—. A que sí. Son unos inútiles. ¿Lo ves, Jungkook?
Ante la mención de aquel nombre, Taehyung alzó la cabeza con tanta brusquedad que terminó golpeándole en la barbilla. El castaño alzó las cejas con sorpresa al ver a Jungkook. ¿Acaso era un sueño? Que él se encontrara en su casa era como una utopía. ¿Se había colado otra vez?
—¡J-Jungkook...! —Y en su propia catarsis se dio cuenta de que solo llevaba sus coloridas pijamas, por lo que no pudo evitar sentirse algo ridículo. No es como si se avergonzara de su ropa, pero Jungkook lucía tan genial en sus jeans negros que consideró la idea de regresar a su cuarto y cambiarse. Y luego se preguntó por qué demonios pretendía verse bien para él, así que el sonrojo en sus mejillas tuvo que ocultarlo bajando la mirada hacia sus pies—. Yo, uh... Jiminie y...
Encogió los dedos un poco, sintiéndose repentinamente nervioso. Ni siquiera era consciente de la presencia de Namjoon y Lalisa o de la manera en la que estos le miraban, curiosos por entender qué demonios estaba pasando.
Jimin no podía estar más asqueado. Quería poner una bolsa en la cara de Taehyung, a ver si así podía hacer que Jungkook dejara de mirarle como si fuera la cosa más linda y adorable del mundo. O podía coger un pañuelo y limpiarle la baba de la boca... O tal vez golpearlo y que dejara esa sonrisa estúpida. Cualquiera de las opciones iba a funcionar, sin duda.
Luego, como por obra de magia, el castaño notó que no estaban solos.
—Oh, hyung; Lalisa... Uh, ¿han llegado todos juntos?
—Algo así —respondió la chica con una pequeña sonrisa.
—Pero veo que ya tienes suficientes visitas —Namjoon sonrió también, algo incómodo—. Les dejaré mientras husmeo algunas cosas por aquí, Tae. Espero que no te moleste.
El moreno estaba agradecido con las oportunas presencias de aquellos chicos, porque lo cierto era que su intención original no era visitar a Taehyung. Se despidió con un corto saludo militar y luego subió por el pasillo, recorriendo el camino que ya se sabía de memoria.
La casa sin Yeong era como un castillo sin murallas o protección alguna, por lo que pudo moverse libre por el lugar, mirando cada foto y pintura con curiosidad mientras contaba los pasos para llegar hacia su destino. Algunos empleados le hacían reverencias al verlo y otros solo huían de él.
—Vaya —silbó alguien detrás suyo. Lo hizo respingar y por poco tumba el florero de una mesita contra la pared—, eso debe ser genial.
Después del pequeño susto —y girarse— suspiró con alivio al notar que solo era Park. El pelinaraja tenía el ceño fruncido, como si estuviera molesto, pero no se imaginaba por qué.
—¿Qué cosa?
—Eso. Que los criados te tengan tanto respeto que agachen la mirada cuando te ven —respondió Jimin cerrando la distancia. Namjoon negó mientras retomaba su camino. Estaba cerca del cuarto de Seokjin.
—Lo hacen por miedo, no por respeto. Es una gran diferencia —murmuró como respuesta y así zanjó el tema. Se detuvo frente a la puerta caoba que tanto conocía. Si lo que pensaba era verdad, entonces esta debería estar cerrada.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó el menor entonces, curioso.
—Nada importante, solo investigo. ¿Qué se supone que haces tú? —replicó de vuelta, mirándolo de reojo. Jimin hizo un mohín.
—No creerás que voy a quedarme con Taehyung, cuando su esposa y su lo-que-sea están con él —contestó hastiado—. A duras penas podrá prestarle atención a uno de ellos... Y venga, si ser la tercera rueda es aburrido, no me imagina cómo será ser la cuarta.
Namjoon asintió con una ceja arriba; por supuesto que no entendía nada de lo que ese chico acababa de decir. Jimin suspiró rodando los ojos. No es como si creyera que el moreno fuese a solucionar los problemas, de todos modos.
—Si vas a quedarte conmigo entonces haz silencio —susurró Namjoon—. Vamos a entrar, ¿bien? Este es el cuarto de Seokjin. Normalmente está cerrado con llave y solo Yeong puede entrar...
Calló cuando, bajo la mano de Jimin, la perilla cedió.
—Oye, está abierto.
—Gracias, Park, cómo no lo noté antes.
Le empujó con un bufido. Por una parte, eso probaba la teoría a la que había llegado después de pensar por días enteros, empezando por la carta que Taehyung había recibido y finalizando con lo que Hoseok dijo ese día. No creía que Seokjin estuviera vivo, por supuesto que no; más bien, creía que alguien estaba suplantándole.
—Mierda, mierda, mierda —Jimin movió sus manos frenéticamente cuando Namjoon entró al cuarto—. ¡Esto es como entrar a una tumba de faraones! ¿Dónde está el sarcófago? ¿Hola? ¿Moshimoshiiii?
—¿Podrías ser un poco más respetuoso? —gruñó el mayor tanteando la pared para buscar la luz—. Él está muerto, lo sabes, así que...
Repentinamente el pelinaranja se quedó estático, recordando lo que Yoongi le había dicho. Una inexplicable tristeza le invadió al darse cuenta de que Namjoon no sabía nada. Estaba igual que Taehyung y se preguntó, al menos por un momento, qué tan malo era eso. Hasta hace unos meses, Taehyung no tenía a nadie que se preocupara lo suficiente por él. Ahora, Jimin ofrecería sus brazos, hombros y lo que tuviera para apoyarle.
Porque Kim Taehyung era el centro de atención. Siempre fue así.
¿Pero y el resto? ¿Qué pasaría con Namjoon?
De repente entrar al cuarto de Seokjin ya no se le hizo tan divertido.
—Aquí está —La luz se encendió. No encontraron mantas blancas sobre las cosas como Jimin pudo haber imaginado; de hecho, todo estaba muy limpio y ordenado. Quizá demasiado. Tanto, que llegó a preguntarse si acaso Seokjin había estado viviendo en su propia casa porque vamos, eso era bastante cliché y estúpido. ¡Se habrían dado cuenta!
—Oh —Namjoon murmuró mientras se movía por la habitación, provocando que el menor le siguiera. Tal vez estaría aterrado si fuera la habitación de un verdadero muerto, pero más bien lo sentía como cuando el hermano mayor de las películas de Hollywood deja la casa para ir a la universidad. La ansiada libertad le fue concedida a Seokjin... Bueno, si lo ponía en esos términos, lo cierto era que sí. Seokjin ahora era libre.
—¿Qué, qué es? —preguntó Jimin ansioso al ver a Namjoon esculcando en el armario.
—Una caja.
De cartón, y estaba repleta de papeles. Se veía tan vieja que incluso tenía una capa de polvo por encima.
—Namjoon —gimoteó el menor nuevamente, desesperado por dar con su contenido. Kim solo movía los papeles con el ceño fruncido—. Venga, ¿qué es?
—Cartas... Creo. De Seokjin.
—¿Cartas? Cartas como, ¿cartas? —Le arrebató una de las manos, apenas una hoja blanca con garabatos sobre ella. Eran mensajes de odio, dibujos extraños y tachones que Jimin no comprendió a la primera. Lo que para él lucía como el momento donde el padre del niño poseído lo encontraba haciendo dibujos satánicos, para Namjoon era bastante obvio.
—Cartas para Taehyung, Jimin. Seokjin escribió todo eso para Taehyung.
1. Esto debe tener muchos errores. Perdón. 😓
2. Creo que es el capítulo más largo que he escrito.
3. No nos veremos, en NINGUNA novela, hasta después del jueves de la otra semana y hasta más. Sorry, parciales. 😓
4. Estoy enferma y so sad con mis notas :'')
5. Sonrían para mí, bebés 🤗❤️
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