32 - {II}
Seokjin sonrió de forma inconsciente mientras acariciaba el suave y muy posiblemente sucio pelaje de aquel perro, temeroso de que este le mordiera pero enternecido con solo verle comer. Sus ojos recorrieron con tristeza el acabado estado de su cuerpo, los huesos de su pelvis sobresaliendo bajo su piel por la desnutrición y algunas heridas, tanto viejas como nuevas, que dañaban su color caoba.
—Te han tratado muy mal, ¿no es así? —preguntó en un susurro, aunque el animal no pudiera entenderle. Tenía su hocico enterrado en la caja de pollo que acababa de comprarle Seokjin en el McDonald's, el chico que lo había visto de casualidad y el único que se había detenido a ver cómo se encontraba—. Amiguito, si pudiera, te llevaría a casa... Pero es hora de continuar. Por favor encuentra un lugar cálido para dormir.
Con un suspiro pesaroso se levantó de su lugar para retomar el camino que llevaba; sin embargo, al darse la vuelta se dio cuenta de que no se encontraba tan solo como creyó.
—Lo sabía, Seokjin. ¡Tú no dañarías ni a una mosca!
Ladeó la cabeza con curiosidad al reconocer a Park Jimin allí parado y sonrió, esta vez de una forma menos honesta que la anterior. Que él entre todas las personas dijera eso le pareció una linda pero dolorosa ironía, así que solo decidió ignorarlo y pasar por su lado, como la última, primera y única vez que se vieron en la Academia.
El menor abrió los ojos con desmesura al darse cuenta de que había sido rebajado a una invisible e insignificante presencia que no merecía ni siquiera una pizca de atención del grandioso primogénito de los Kim. Hizo un mohín de frustración antes de trotar para seguirle el paso, no dispuesto a dejar que su fantasma se escapara una segunda vez.
—Oye, imbécil, te estaba hablando a ti —dijo—. ¿Hola? ¿Mundo de los vivos llamando a Kim Seokjiiiin? ¿No hay señal en el mundo de los muertos? ¿Holaaaa? ¿Moshimoshi?
A pesar de estar prácticamente gritando a sus espaldas, el castaño no se dignaba a girarse; más bien, apresuró el paso mientras subía sus anchos hombros para protegerse del viento helado, pretendiendo que Jimin era un molesto mosquito nada más.
—Kiiim Seokjiiiin, ¡holaaaa...!
—Escucha... —Pero se detuvo abruptamente mientras hacía sonar su cuello; no podía ignorarlo si hacía tal escándalo y menos si lo llamaba de esa forma—. No me llames Kim, ¿entiendes? No me gusta.
—¿Y por qué no? —objetó Jimin con terquedad—. Es lo que dice tu registro civil... Bueno, tú ya no debes tener uno dado que estás muerto, ¡pero ese es tu apellido!
Seokjin resopló con fastidio mientras se llevaba la mano al puente de la nariz. Jamás había conocido a alguien tan insistente e irritante que ese chico; sin duda una piedrecilla en el zapato.
—Mira, no tengo tiempo para jugar. ¿Qué es lo que quieres? —preguntó hastiado.
—¡Hablar! —contestó Jimin con obviedad—. No quiero que me expliques nada, ya no me interesa saber tus razones —se apresuró a decir el pelinaranja—. Solo... escúchame, ¿bien?
Después de unos segundos pensándolo, el mayor terminó accediendo; no se debía a la cara de perro mojado que Jimin hacía a la perfección, por supuesto que no.
—¿Regresaremos a la cafetería?
Jimin hizo una mueca.
—Yoongi hyung se quedó comiendo su hamburguesa —meditó—. No creo que quiera verte. Me dijo cosas realmente horribles sobre ti. ¡Vayamos a otro lugar!
—¿Hamburguesa? Son las diez de la mañana... Ah, Min, cuándo aprenderás...
♥
La luz que entra en la habitación es tan potente que Taehyung solo puede ver color blanco. No sabe dónde está, pero no se siente con ganas de saberlo. Allí está bien, allí no existen los problemas. Tampoco quiere abrir los ojos. Las manos que se están moviendo sobre su piel, acariciando su cara y sus pómulos con suma delicadeza se asemejan al tacto de una pluma. Puede notar una ligera vacilación antes de que los mechones rebeldes que cubren su frente sean apartados, pero siguen siendo cálidas y suaves. Le hacen recordar a Chaewon, de alguna manera, y no duda en tomarlas entre las suyas para darles un ligero apretón. De verdad está bien así.
—Taehyung...
Gimotea cuando siente que su paz es perturbada. A él le gustaría quedarse allí para siempre, en ese lugar donde parece no existir preocupaciones. Solo es Taehyung, no un Kim, no el hijo de Yeong. ¿Por qué no puede ser así para siempre?
—Idiota, estás babeando. ¡Despierta!
—¿Jung... Jungkook? —Su ceño se frunció un poco al darse cuenta de que la luz que hasta hace momentos estaba viviendo empezaba a difuminarse y el pálido chico tomaba su lugar. Su mente, aun nublada por el sueño, no podía entender nada con claridad—. ¿Qué haces aquí?
Una mirada panorámica le dijo que se encontraba en la misma oficina en donde se había quedado dormido, recostado junto a la pared. El pelinegro estaba frente a él, aparentemente incómodo por alguna cosa. Cuando miró a su regazo se dio cuenta de que tenía las manos de Jungkook atrapadas entre las suyas y poco a poco su subconsciente mezcló la realidad con el sueño. Sus mejillas se tiñeron de un potente rojo al percatarse de su pequeña confusión.
—Lo siento... —Aun así no las soltó. No quería. Efectivamente eran cálidas y suaves, algo más pequeñas que las suyas, pero le daban la misma sensación de familiaridad que en su sueño. Miró los oscuros ojos del pelinegro mientras buscaba algo para decir, pero no encontró nada.
Jungkook hizo un movimiento circular con sus brazos, siendo su turno para tomar las manos del castaño. Sus pulgares acariciaron los nudillos mientras las veía con expresión ida, sumidos en un silencio algo incómodo.
—Lamento haber estado violando tu cara con las manos... No pude resistirme —murmuró al fin.
—Es verdad, eres un atrevido...
—Y lamento también haber dicho eso hace unas horas. No era mi intención, uh, hacerte llorar.
Taehyung soltó una risa corta mientras miraba por la ventana. Estaba nublado y se preguntó cuánto había dormido.
—¿Crees que me hiciste llorar? —bufó en voz baja—. La única vez que me hiciste llorar fue en el hospital, cuando Yugyeom estaba... Uhm, bueno, tú sabes. De ahí para allá... Digamos que soy un niño llorón.
El menor aspiró con brusquedad mientras se aferraba un poco más a sus manos. Con esa mirada que iba entre la diversión en la tristeza, sentía que Taehyung se le escapaba como el agua entre los dedos incluso si estaba tocándolo.
—No es lo que quise decir —carraspeó—. Yo... Bien, no soy una persona delicada y no sé cómo expresarme sin que parezca un malnacido...
—Lo sé.
—Pero...
—Creo que lo entiendo —le interrumpió el castaño con una sonrisa suave—. Quieres que yo hable, quieres que deje de conformarme. Tú de verdad piensas que yo prefiero callar, ¿no es así? Tonto, yo lo hago. Pero no hay nadie que me escuche... —De su garganta escapó una risa rota, un sonido tan triste como el eco de una gota. Vacío, sin vida—. No importa cuánto me queje, porque al final a nadie le importa. ¿Recuerdas tus palabras en el hospital? Nadie te quiere, nadie te necesita. No podrías haber dicho algo más acertado nunca...
Jungkook intentó negarlo con desesperación, sintiendo un pinchazo de culpa por aquellas palabras que salieron de la viva impulsividad y la desesperación, pero Taehyung volvió a hablar.
—Sh, ya sé, ya sé; acababa de atropellar a tu mejor amigo y lo entiendo —dijo—. Pero sencillamente, Jungkookie, ya me cansé. ¿Para qué debería hablar si al final voy a ser ignorado? Al lado de mi padre, al lado de Sook, yo no soy nadie... ¿Qué sentido tiene intentarlo si...?
—Sh, cállate. Otra vez estás diciendo estupideces —El pelinegro colocó el pulgar en sus labios para silenciarlo. Una pequeña lágrima proveniente de Taehyung humedeció su dedo y no dudó en limpiarla, haciendo lo mismo con las siguientes—. Diablos, tú en serio eres un niño llorón... Ah, lo siento, lo siento, es que me pone nervioso ver a alguien llorar. No lo hagas, por favor.
—L-Lo intentaré...
Jungkook soltó un hondo suspiro mientras reparaba su rostro. Los ojos hinchados por haber llorado antes de quedar dormido, su apariencia desaliñada y las nuevas lágrimas brillando como la superficie del río Han bajo el brillante sol de verano adornaban espesas pestañas que a su vez abanicaban sus mejillas sonrojadas. Tan... lindo. Era impresionante darse cuenta de que aquel idiota, al que no conoció en las mejores condiciones, lo hacía luchar contra su propia naturaleza fría y derretirse, aunque fuera solo un poco.
—Haces que mi corazón sobrepase los límites de velocidad permitidos, Kim Taehyung.
—Pensé que solo era el mío...
—¿Hago que tu corazón pise el acelerador?
—N-No lo sé, pero... Pero late muy rápido... Y duele.
—Entonces quizá estés teniendo un infarto.
Jungkook soltó una pequeña risa mientras cerraba los ojos y pegaba su frente a la del castaño. No debería haberse fijado en alguien como él, un príncipe con todas las letras que estaba encerrado en el cuento de hadas equivocado.
—Hyung... —Habló en un susurro mirándolo a los ojos mientras acunaba su mejilla, sintiendo la respiración errática de Taehyung mezclarse con la suya. Y es que estaba tan cerca, pero tan cerca, que de verdad estaba asustándolo—. Voy a besarte.
—Y... ¿Si no quiero?
—Patéame cuando termine, ¿bien?
Sus labios se tocaron con suavidad cuando el pelinegro cerró la distancia entre ellos de una vez por todas. Taehyung podía jurar ahora que su corazón había causado un grave accidente en el carril, pues acababa de detenerse de manera tan brusca por la conmoción que incluso olvidó cómo respirar. Era apenas una ligera presión sobre sus labios, un pequeño roce que había logrado detener el mundo al menos unos segundos.
Cerró los ojos también y disfrutó el cosquilleo que se extendía por su piel allí donde Jungkook lo tocaba; tal vez era su imaginación, pero todos los nervios en su cuerpo ahora estaban a flor de piel y respondían ante el más mínimo estímulo. El menor empezó a mover su boca de forma cuidadosa, siguiendo una suave y ansiada danza sobre sus labios como si buscara pintar sobre ellos una historia entera acerca de un plebeyo que había sido lo suficientemente descuidado como para enamorarse de un príncipe. Con movimientos lentos, sin querer asustarlo, en aquel tímido beso y carente de compás alguno, Jungkook escribía la historia de dos chicos tan diferentes como el agua y el aceite, mezclando el sabor salino de las lágrimas de Taehyung y la dulzura de sus labios. Sentía el firme agarre del castaño sobre su camisa y su miedo expresado en el ligero temblor de su cuerpo, liberando esa extrema inocencia de la que el castaño era poseedor... Pero aun así, estaba seguro que ningún beso profesional iba a superar a aquel. No cuando al separarse Taehyung le miraba sonrojado hasta las orejas, derramando nuevas lágrimas como si acabara de ver Hachiko.
—Hyung, ¿pero por qué estás llorando?
—Es que... Es que... ¡M-Me gustó mucho! —gimoteó Taehyung con un puchero, limpiando sus mejillas para deshacerse de la obvia evidencia.
Jungkook sonrió antes rodearlo con sus brazos, riendo ante la aparente vergüenza del castaño. Su hyung era inocente, expresivo y demasiado honesto.
Le gustaba.
Mucho.
—Debí darte un beso de cumpleaños, pero tu boda se adelantó así que este es mi regalo —bromeó con una sonrisa ladeada. Taehyung le observó con las rodillas recogidas contra su pecho.
—Esa ha sido una broma bastante cruel —murmuró mirando al suelo. De repente no estaba en el país de las Kookievillas, sino en una polvorienta oficina en el edificio de la empresa de su padre; su nombre Kim Taehyung y ahora... ¿Acababa de serle infiel a su esposa?—. ¿No te importa?
—¿Qué cosa? —preguntó Jungkook sin entender.
—Eso... Yo, uhm... Estoy...
—¿Casado? —Él soltó una risa—. Lo siento, no veo anillos, así que no me importa... Ahm —meditó—, de hecho si hubiera tampoco me importaría.
Le dio una brillante sonrisa y Taehyung tuvo que poner cada gramo de su fuerza de voluntad para no replicar a eso. Por un lado, admiraba esa actitud indomable de Jungkook; esa que le permitía llevarse al mundo por delante sin pensar en cómo y sus consecuencias, esa donde todo era posible si lo quería de verdad... Pero por el otro, le encantaría decirle al pelinegro que aquello tampoco estaba bien. Jungkook debía poner los pies en el suelo, enterarse de que tirarse a la vida sin medir sus actos tampoco era una buena manera de hacerle frente a las decisiones. Algunos errores pasaban factura... y eran caros en realidad.*
ANTES DE QUE LO OLVIDE, TENGO MUCHAS COSAS QUE DECIRLES.
La primera es acerca del asterisco que coloqué al final de la escena kookv, no sé si lo vieron. Lo que quiero expresar con ese último pensamiento de Taehyung es que Jungkook debería preocuparse más por lo que hará; él actúa de acuerdo a lo que esté pasando, es demasiado impulsivo. Taehyung es más dado a analizar, pero absorbe muchas cosas y finalmente estalla. Ambos necesitan un balance. No estoy queriendo decir, POR NADA DEL MUNDO, que la frase "El que quiere, puede" es falsa. Con fuerza de voluntad claro que se puede lograr algo, pero Jungkook... Bueno, a veces parece que creyera que con magia lo que quiera va a hacerse. ¿Me hago entender? Todo tiene un proceso, no es la noche a la mañana que las cosas suceden.
Ahora, yo casi hago que estos niños no se kisseen (besen), pero... Hasta yo me estaba impacientando (¿?) Este beso se alargó más de lo planeado, porque añadí muchas cosas más, pero les cuento que sería para el cumpleaños de Taehyung y dado que están a finales de Noviembre, ni siquiera yo podía aguantar, qué decirles. Las tres personas que me dieron testimonio dijeron que les gustó, pero, bueno, ¿qué les pareció a ustedes? No hay lengua porque es su fuckin first kiss de Taehyung y —además de no tener experiencia—, quería centrarme más en sentimientos que en acciones. No es lo mismo un beso pre smut (¿?) a uno primerizo. Ustedes ya saben eso, no sé qué hago explicándoles >:v
Lo otro, pues... Digamos que mis días libres llegaron a su fin. Intentaré actualizar una vez a la semana fijo, pero no desesperen si lo hago. Existen responsabilidades, u know.
Aquí iba a añadir algo sobre la pareja secundaria (además de Vmin), peeeero, mejor lo dejo para el próximo capítulo ya que esto esta muuuy largo.
También iba a poner otra escena, pero no me pareció apropiado. El otro capítulo será un poco largo.
¡Sonrían! 🤗💓
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