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28



Taehyung soltó un suspiro tembloroso mientras observaba a su padre. No sabía cómo sentirse viéndolo allí, desmayado en esa camilla, con un vendaje rodeando su frente; ¿debería sentirse contento o preocupado? Lo cierto era que no sentía nada.

—Se recuperará —prometió el médico a su lado, colocando una mano en su hombro—. Después de un par de exámenes podrá salir de aquí. No sé bien qué ha pasado, pero gracias a ese golpe podríamos descubrir algo mucho más grande. Tranquilo, Taehyung-ah.

El castaño le miró con ojos grandes y curiosos.

—¿Mucho más grande? ¿Cómo qué?

—No es normal que un golpe en la cabeza convulsiones dos veces —meditó el hombre—. Además de una contusión, es obvio que hay algo más. Daremos nuestro mejor esfuerzo para averiguarlo, ¿bien? Ahora necesitas salir.

—No fue como un golpecito y ya —murmuró el castaño con una mueca cuando ya se encontraba afuera. Es decir, Jungkook literalmente había pateado su cabeza como una pelota de fútbol. De solo recordar aquello su cuerpo se estremecía.

Suspiró cuando no vio a Sook por ningún lado y aprovechó la oportunidad para escurrirse por los pasillos como un ratoncillo hasta la habitación en donde estaba Jungkook. Encontró al pelinegro sentado en una camilla, de frente a una enfermera que desinfectaba la herida de su labio con un algodón. El menor siseaba y hacía muecas, respingando de vez en cuando y colmando la paciencia de la mujer.

Sus miradas se encontraron y pudo ver un destello de culpa en sus ojos cuando apartó la mirada. Estaba claro que no se encontraba orgulloso por lo que había hecho, pero no se arrepentía de nada y por eso no iba a pronunciar ninguna disculpa. Tal vez si aquel imbécil no fuera colapsado a mitad del centro comercial no se sintiera tan avergonzado bajo la fija mirada del castaño, que pese a ser cálida tenía un trasfondo duro.

—¿Puedo entrar? —preguntó el mayor hacia la enfermera, quien le hizo una reverencia mientras salía. Era un Kim, casi la persona que pagaba su sueldo, después de todo. Jungkook siguió sus movimientos hasta que se sentó junto a él en la camilla, meciendo sus pies pero sin decir palabra alguna. Volvía todo más incómodo para el pelinegro, así que se vio obligado a hablar.

—¿Él está bien?

—Se recuperará.

—Oh... Qué lásti... Qué bueno. ¿Pondrá cargos? —Volvió a preguntar, revelando su preocupación principal—. Bueno, no es como si pudiera enviarme a la cárcel por eso. Conozco el procedimiento. Regaños de la policía, regaños de mi mamá, ultimátum aquí y allá y muchas horas de servicio social.

—¿Has estado muchas veces allá? —preguntó Taehyung con sorpresa.

—¡No todas han sido mi culpa! —se apresuró a decir—. Es decir, en los partidos de baloncesto no todo es paz y amor... ¡Y odio a Min Yoongi! Ese hijo de puta...

El castaño asintió meditabundo y las palabras quedaron en su boca cuando tocaron la puerta. Frunció el ceño con confusión al ver a Sooyoung allí y esta le dio una pequeña sonrisa, aunque también lucía desconcertada.

—Vine en cuanto pude —dijo hacia Jungkook, para luego mirar al otro chico—. Taehyung-ah, ¿qué haces aquí?

—Aguarda, mamá, ¿lo conoces? —preguntó el pelinegro con una mueca.

—¡Claro! Es el hijo de mi jefe.

—¿Acabas de decirle mamá? —Taehyung miró hacia él, cuyo rostro era un poema al que le habían arrancado los colores. Lo vio endurecer su expresión antes de levantarse con brusquedad y patear la escueta mesa de noche junto a la camilla, la cual cayó al suelo con un estrépito.

—¡Debí matar a ese viejo!

—¿Cómo? ¿Qué quieres decir? ¡Jungkook! —Sooyoung gritó para llamar su atención.

—¡No puedo creerlo! ¡El hombre con el que se acuesta mi madre es un puto cerdo asqueroso! ¡Los odio, a los dos!

Mientras madre e hijo se enfrascaban en una discusión familiar, Taehyung trataba de unir los cabos en su cabeza y solo pudo abrir los ojos con sorpresa cuando hubo resuelto el enigma. No pensó que la ausencia de su padre se debiera a una pareja; que esta terminara siendo la madre de Jungkook le pareció una cómica coincidencia, casi irónica.

—Esto no es otra cosa que una más de las irónicas coincidencias que tiene mi vida —Jungkook sonrió cínico, aunque le dolía su labio partido como el infierno—. El hombre que más odio es el novio de mi mamá... Qué asco... —Se llevó las manos a la cara mientras tomaba asiento en la camilla, riendo como un desquiciado—. Mierda, mierda...

—Él es solo mi jefe —murmuró Sooyoung tensa. Ahora, ¿quién iba a decir que su hijo no solo se juntaba con el primogénito de los Kim, sino también con el segundo hijo de Yeong? Debía comenzar a prestar más atención a las amistades de su hijo si no quería llevarse más sorpresas en el futuro...

—Jefe mis huevos —espetó el pelinegro—. Sigue siendo un hijo de puta... Ahora ve y corre a ver cómo está tu jodido príncipe azul, mamá.

—Iré, pero no porque me lo has dicho tú. Tenemos una conversación pendiente, Jungkook —advirtió su madre antes de abandonar la habitación.

—¿Y tú no vas a decir nada? —preguntó entonces hacia Taehyung, quizá con demasiada brusquedad porque lo hizo brincar.

—Yo... No tengo nada que decir... —Y no mentía. La secretaria de su jefe era, según las palabras de Jungkook, su novia también. Él no podría hacer nada para cambiarlo e incluso si hacía un berrinche para pedirle a su papá que no dejara a un lado a Chaewon, su madre, no serviría de nada. Su pensamiento era distinto al de Jungkook. Su padre merecía rehacer su vida...

—¿Nada que decir? —El pelinegro le observó impávido—. Ahora somos como... casi hermanastros... ¿Lo pillas?

—Lo pillo —bufó Taehyung—. ¿Acaso te molesta? Pensé que comenzábamos a llevarnos bien...

Jungkook frunció el ceño. ¿Le molestaba? Sí, por supuesto, porque eso convertiría a Yeong en su padrastro y, pese a que recordaba muy bien las palabras de Seokjin, no quería tener que ver absolutamente nada con ese hombre; tampoco lo quería para su madre. Pero... ¿Era esa la única razón?

Quería que lo fuera. Esa debía ser la única razón.

—Me molesta... —murmuró—. Me molesta un montón...



El miércoles en la mañana Yeong se encontraba sobre sus pies otra vez. Su terquedad impidió que los médicos realizaran los exámenes correspondientes y pese a que Taehyung, su abogado, Sook y Sooyoung insistiera en que se dejara revisar, no quiso hacerlo.

Menos caso le iba a hacer a esta última, pues además de encontrarse profundamente resentido luego de enterarse de su parentesco con Jungkook, no necesitaba toparse con alguien del mismo carácter. Por eso cuando ella arribó a su oficina esa mañana no se sintió tan feliz como otras veces; de hecho, un suspiro de fastidio escapó de sus labios a la vez que rodaba sus ojos, cosa que por supuesto no le agradó.

—Ya te he pedido disculpas —murmuró Sooyoung con una mueca—. No puedo hacer más nada.

—¿Crees que me interesan unas malditas disculpas viniendo de ti? Me gustaría ver a ese chiquillo de rodillas mientras suplica perdón, joder —expresó Yeong mientras se levantaba.

—É-Él nunca haría eso; no es de los que se arrodilla por alguien... —Se odió a sí mismo por balbucear al verlo acercarse. Las heridas en su rostro, más la sutura en su ceja, le daban una apariencia amenazante que acompañada por ese ceño fruncido la hacía temblar de miedo. Gimoteó cuando Yeong tomó su antebrazo y tiró de ella hasta hacerle estrellar su espalda bajo contra el escritorio. El golpe la hizo quejarse.

—No, seguramente él no. Pero su hermosa madre sí, ¿no es verdad? —susurró sonriente.

—Sueña, imbécil.

Él soltó una risa entre dientes mientras tomaba sus caderas para subirla al escritorio; sus manos se perdieron bajo el falso de su falda, invadiendo territorio peligroso a la vez que separaba sus piernas para posiciones entre ellas, aun en contra de sus réplicas.

—¿Crees que no puedo presentar cargos? —inquirió en voz baja—. ¿Crees que no puedo separarte de él? Un reformatorio, un internado para chicos problema. Puedo hacerlo, joder, y lo haré si vuelves a faltarme el respeto. ¿Quién te crees que eres para hablarme así, eh?

Sooyoung chilló cuando sintió sus dedos clavarse en la pálida de sus piernas.

—L-Lo siento...

—¿Y esto? ¿Lo sientes también? —prosiguió Yeong, frotando contra su pierna la creciente erección dentro de sus pantalones—. Me fascina verte así, Sooyoung. Sonrojada, con ojos llorosos. Estás asustada de mí y eso me encanta, tanto... —La sintió contener la respiración en cuanto sus manos subieron la falda de un tirón, revelando su ropa interior de encaje—. Oh, pero sabes cuánto odio que lleves esto en el trabajo, pequeña...

Tiró de la prenda, dañando sus costuras y robándole un jadeo sorprendido a su asistente.

—Voy a recordarte quién es el que manda, bebé. Y vas a pedirme disculpas, te lo aseguro.



Taehyung jugó con sus dedos mientras miraba la puerta de madera. Se sentía incómodo mientras escuchaba los jadeos y los gemidos, pero hacía como que no era así. Aunque debería estar en clases y aprovechar los últimos días de su año escolar, estaba fuera la oficina de su padre presenciando casi en primera fila lo que parecía tan obvio y nunca notó.

—Ellos de verdad son unos cerdos sucios —murmuró hacia la nada—. Por Dios, cómo es que nunca escuché... Oh... —Respingó cuando un agudo grito se oyó en el interior. Por sus clases de anatomía y educación sexual podía decir que el encuentro había concluido, y eso era todavía más incómodo—. Yo debería regresar luego, sí...

Volvió a saltar en cuanto la puerta se abrió. Una desaliñada Sooyoung le miró entre sorprendida y avergonzada, sonrojada hasta las orejas y con pequeñas lágrimas resbalando de sus ojos. Ella apartó la mirada mientras hacía una reverencia y luego pasó por su lado con rapidez, para luego perder pasillo al fondo. Taehyung le dio una mirada triste antes de entrar a la oficina de su padre, empujando la puerta con sumo cuidado para no encontrarse con nada desagradable.

Yeong le dio una mirada desdeñosa al verlo entrar.

—¿Por qué te estás tapando los ojos?

—¿Ya guardaste... eso?

—¿Eso? —Su padre bufó—. Tan mojigato. Ya, está guardado.

Parpadeó para acostumbrarse a la luz que entraba por los ventanales de la oficina de su padre. Le llenaba de inquietud que ni siquiera tuvieran cortinas, pero no dijo nada.

—¿Y ya te lavaste las manos?

—Estaba por hacerlo, Taehyung. ¿Qué es lo que quieres?

Tratando de ignorar el escritorio desordenado y la mancha que claramente no debía ser avena, el castaño consideró la idea de sentarse tan rápido como la descartó. No quería quedarse en ese lugar y, si le era posible, tampoco volver a entrar.

—Quiero ir con Sooyoung a su casa —dijo—. Me gustaría... Me gustaría saber cómo está Jungkookie...

Yeong ladeó la cabeza.

—¿Ese chico me ha golpeado y tú preguntas por su bienestar en lugar de preocuparte por mí, que soy tu padre?

El menor mordió su labio con nervios. A veces le gustaría conectar la lengua con el cerebro para ahorrarse ese tipo de problemas, pero no podía pensar con claridad viendo los vestigios de lo que parecía ser sexo salvaje e inapropiado para menores de veintiún años.

—S-Sí —respondió—. Tú no fuiste muy cuidadoso con él, ¿sabes? Pudiste matarlo.

¿Pudo matarlo? A Yeong sin duda le encantaría poder haber dicho eso, pero no era el caso y aunque su orgullo le doliera tenía que admitirlo. ¿Acaso no vio cómo ese chico lo tomó como un saco de boxeo?

—Deberías tener un poco más de aprecio por el hombre que te dio la vida. Eres un desagradecido —musitó Yeong a la vez que rodeaba el escritorio—. Pero seguramente eso lo has aprendido de él. Yo te crie bien, con valores y fundamentos. Todo mi sudor y esfuerzo depositados en ti para que alguna vez puedas ser alguien en la vida —Soltó un suspiro pesaroso mientras se acercaba a su hijo y colocar la mano en su cabeza, enredando lo mechones castaños entre sus dedos y tirando de ellos sutilmente para acercarlo—. Una pérdida de tiempo, si me lo preguntas. Eres una decepción, un desperdicio. Igual que ese chico.

Taehyung gimoteó por el dolor antes de alejarlo con un leve empujón.

—Ya lo sé, ya lo sé —chistó exasperado—. Entiendo que tus esperanzas de un heredero ejemplar hayan muerto con Seokjin, pero ya lo escuchaste. Ambas cosas están muertas y odiándome no vas a conseguir que revivan.

Yeong apretó la mandíbula. Su mano temblaba con ansías por estrellarse contra la mejilla del castaño, pero no quería arruinar la buena sensación que Sooyoung le había dejado.

—¿De repente estás muy valiente, eh?

—Es que... ¡Es que...! —Taehyung también temblaba, pero de rabia contenida, aunque no deseaba discutir con él—. ¡Me molesta que hables mal de otras personas! Deja de hablar de Jungkook como si fuera un delincuente, papá. Desde que lo conociste no has hecho más que tratarlo como a una escoria. ¿Por qué? ¿Qué hay de malo en que sea su amigo? Entiendo que no haga parte de tu amplio repertorio de socios adinerados, pero eso no lo hace menos. ¡Como persona tiene más valor que tú y esos hombres!

—Taehyung...

—Estoy harto —exhaló el susodicho—. Papá, el dinero no lo es todo. S-Si me preguntas... Si me preguntas, preferiría mil veces quedarme con ese andrajoso, sucio, grosero, patán, irrespetuoso, maleducado, desaliñado, arrogante... ¿en qué iba? ¡Ah, sí! ¡Prefiero estar con él que contigo! ¡Porque tú eres egoísta y malvado! Él es bueno... Kookie es un buen chico...

Pese a todo, quería creer eso. Incluso cuando su padre no pudo aguantar las ganas de darle un buen bofetón, deseaba creer en sus palabras y en aquel chico. El ardor en su mejilla y el dolor extendiéndose por la zona eran un claro recordatorio de que sus palabras no eran correctas y que, a los ojos de su padre, sus actos tampoco lo serían.

Pero a él no le importaba; nunca le importó eso, porque siempre volvía, siempre regresaba a Jungkook, como una tonta polilla atraída por un farol. Jungkook brillaba con luz propia; era centelleante, cegador. Su luz era cálida e iluminaba todo con su presencia. Taehyung necesitaba eso; no quería dejarlo escapar.

—Deberías tener un poco de respeto por Sooyoung y su hijo —musitó con ojos llorosos—. Deberías tener un poco de corazón, papá...

El dolor en su pecho era tormentoso. Desde hacía mucho tiempo sabía que él y Jungkook eran colores que juntos no podían combinar; eran demasiado diferentes y congeniar no era algo que hicieran bien. Pero aun así quería hacer caso omiso; no deseaba escuchar esas palabras que le pedían que se alejara, esas advertencias que hasta el cansancio había escuchado. Él no era un príncipe intocable e, incluso si lo fuera, no deseaba dejar esa extraña relación que llevaba con Jungkook.

—Creo que eso mismo me dijeron las mujeres de la asquerosa guardería a la que fuiste —bufó Yeong mientras sonreía—. La cual, por cierto, debe cerrar esta semana porque la constructora demolerá el edificio el sábado. ¡Les di dos días más para despedirse! ¿No soy una excelente persona por eso?

—¡N-No puedes hacer eso!

Su padre soltó una risa grave, como si fuera el mejor chiste que hubiera escuchado.

—Puedo y lo haré. Me encargaré de que nadie pueda decir o hacer absolutamente nada al respecto. ¿Eso te molesta, hijo?

Taehyung apretó los puños con rabia. Por supuesto que sí, porque además de saber que ese hombre tenía razón, sentirse impotente no le gustaba en absoluto.

—Pues te va a molestar más saber que pronto nos veremos con Nonzee para hacer nuestro contrato. ¿Qué te gustaría recibir como regalo de bodas?




Este capítulo es toooodo nuevo 🤗 Mi internet está fallando justamente cuando decido que voy a resubir todo porque esa es mi suerte 🙄, pero espero que les guste. 💓

#odioayeongodioayeongodioayeong

¡Sonrían! 😁💓

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