
25 - {II}
MARATÓN 2/3
Seokjin depositó los paquetes de frituras, latas de gaseosa y dulces que no habían sido consumidos en la mesa de su apartamento.
Se sentía un poco anonadado porque a mitad de la segunda película Jungkook dejó todo tirado y —después de pedirle perdón un centenar de veces— se apresuró a vestirse y arreglarse para ir a la feria.
Sí, lo dejó solo en su apartamento. Suerte para él que Seokjin era educado y solo se llevó la comida que había comprado. Con la comida no se juega.
Se dejó caer en el sofá, echando un suspiro al aire. Últimamente se sentía más cansado que de costumbre, obviando el insomnio y las casuales pesadillas; el no poder compartirlo con nadie lo hacía un poco más abrumador para él.
Miró su celular, solo para encontrarlo con cero notificaciones. De vez en cuando revisaba sus redes sociales inactivas, sintiendo lo irónico de la situación mientras veía los mensajes de pésame que habían sido dejados allí hacía más de cuatro años. Cada vez que los leía, pensaba que aparecer sería mucho más difícil.
En parte, ese triste pensamiento se debía al claro y cruel rechazo que había recibido por parte de Min Yoongi el día que lo buscó por ayuda. Sentía que se merecía todos y cada uno de los insultos que recibió ese día, pero... ¿Cuatro años no eran suficientes para perdonar?
Seokjin se sentía realmente solo, nadando en un hondo mar oscuro en el que hundía cada vez más. El no tener a nadie con quien compartir, alguien con quien quejarse o solo alguien a quien saludar todas las mañanas no era lindo en absoluto.
Jungkook no era una opción. Demasiado joven, demasiado impulsivo. Nunca le entendería y recibiría el temido ultimátum de que hizo u obró mal. Tendría que empezar a cortar el contacto con él si no quería que pronto las cosas se le salieran de las manos. No quería, pero debía.
Así era su vida; encontrar a una persona agradable para luego desecharla sin ninguna razón aparente. Seokjin había causado tanto daño en la vida de las personas que, sin quererlo, en algún momento comenzó a pensar que solo se había convertido en un estorbo para el mundo.
¿No sería todo más fácil si desapareciera de una vez por todas?
♥
Taehyung hizo un puchero cuando el dardo cayó fuera del tablero. Estaba frustrado por su asquerosa puntería y las carcajadas que escapaban de la boca de Jungkook, aunque tratara de ahogarlas en su mano, no le estaban ayudando mucho. Él solo debía apuntarle al nueve tres veces y tendría un oso de peluche. ¡No era tan difícil!
—Lo siento, chico, no has tenido suerte —se burló el dueño del puesto.
—¡Otra vez! —pidió Taehyung, estrellando en la tabla de madera otro par de wons—. Voy a traerme ese panda a casa. ¡Cueste lo que me cueste!
—Ya has pagado el precio de ese panda tres veces —se quejó Jungkook dándole un empujón para posicionarse frente al tablero de colores—. Eres tan malo en los dardos que me provocas lástima. ¿Dónde está tu puntería de la que presumías en el partido de baloncesto?
Taehyung frunció el ceño mientras daba pisotones. El balón era más grande, la canasta era más grande, el tablero era más grande. ¡Todo era más grande!
De hecho, eso ya no tenía que ver con el panda. Sencillamente se sentía humillado hasta los capilares porque Jungkook había triunfado en todos los benditos juegos en los que compitieron. ¿Es que no había nada que ese niño con sonrisa de conejo no pudiera hacer? ¡Taehyung debía ganar en los dardos! Como mínimo, Cristo.
—Yo lo haré por ti —declaró Jungkook tomando el dardo que el hombre le tendía. Por él estaba bien si esos dos mocosos querían gastar el dinero en su puesto.
—No, yo puedo hacerlo. Dame aquí.
—Hyung —Jungkook alzó la mano para dejar fuera del alcance el dardo, riendo—. Esto no es por mi orgullo o algo así. ¿Quieres ese panda? Lo conseguiré para ti.
Taehyung abortó la misión de recuperar el dardo y le miró algo sorprendido.
—¿De verdad?
—No me gustan los pandas —reconoció Jungkook con un cabeceo—, pero sí. ¿Puedo?
—Bueno... —Con recelo, el castaño se apartó de él. No sabía cómo decirle que el panda ya no tenía nada que ver, porque de todas maneras no podría llevarlo a casa o sino Sook lo quemaría en cuanto lo viera, pero había algo en su mirada que le impidió hacerlo—. Espera, espera, ¿cómo que no te gustan los pandas?
El menor se alzó de hombros mientras apuntaba con su mano hacia el tablero.
—No veo nada de lindo en ellos. Son sonsos y lentos —respondió antes de tirar el dardo, que dio justo en el círculo del nueve. Chasqueó la lengua mientras celebraba silenciosamente, pero Taehyung estaba lejos de querer celebrar con él.
—¿Qué está mal contigo? —jadeó espantado. ¡Pandas! ¡La cosa más bella del mundo! ¡Sonsos y lentos!—. ¡Son lo más adorable de este mundo!
Jungkook le dio una mirada antes de tomar el segundo dardo, una que no supo entender.
—Hyung, incluso tú eres más adorable que esos osos a blanco y negro.
—Yo no... Yo no soy adorable...
Pero él siguió hablando.
—Y no me digas nada acerca de los pugs. Porque también los odio. Me dan miedo —confesó antes de lanzar el segundo dardo. Este dio en el círculo del diez.
Taehyung frunció el ceño ante su declaración. Está bien, sus ojos eran anormalmente grandes y la mitad eran más ojos que perros, pero no era necesario odiarlos. ¡Ellos no tenían la culpa!
Él se quedó tan ensimismado en sus pensamientos, meditando la nueva información, que no notó cuando Jungkook acertó al tercer dardo, también en el nueve.
—¿Van a querer el panda entonces? —preguntó el encargado con una ceja arriba.
—Mejor... Mejor deme la jirafa.
♥
Sooyoung caminó con cuidado por el pasillo mientras miraba hacia ambos lados, esperando que la habitación a la que se dirigía fuese la correcta. La mansión de los Kim era muy grande, así que las indicaciones de aquella criada no habían sido fáciles de seguir.
—Taehyung —murmuró contra la puerta, tocando levemente con los nudillos—. ¿Estás ahí?
Y Jimin, que tan plácidamente se encontraba viendo vídeos en su celular, no pudo hacer más que respingar del susto y brincar en la cama. Suerte que la puerta estaba trancada.
Carraspeó varias veces antes de hablar, forzándola para que sonara tan gruesa como la del castaño.
—¿Sí?
Del otro lado de la puerta, Sooyoung frunció el ceño.
—Cariño... ¿Te encuentras bien?
Jimin entró en pánico. ¡¿Quién era esa?!
Se dio una palmada en la frente, maldiciéndose a sí mismo por no preguntarle a Taehyung sobre las personas que trabajaban en su casa. A duras penas sabía de Sook, porque fue la única persona de quien le avisó. Y vaya que esa señora sí que era intensa, tocando su puerta cada media hora para recordarle que se estaba perdiendo sus clases de piano, de ruso, de equitación con unicornios, pesca de tiburones, caza de jabalíes, domesticación de tiranosaurios, cómo entrenar a tu dragón parte uno y dos...
—Eh... ¡Sí, estoy bien! —se apresuró a decir mientras sacudía la cabeza. ¡Tenía que dejar de ver tantos vídeos!
—Tu voz se escucha extraña. ¿Estás afónico acaso? ¿Necesitas un té o algo por el estilo?
—No, no, estoy bien, tranquila.
—Oh, tu voz se escucha más aguda ahora.
Mierda. Jimin se tapó la boca por inercia, empezando a entrar en pánico por segunda vez en el mismo minuto. ¡Demasiada adrenalina para su pequeño corazón!
Ah, debía dejar de ser tan exagerado...
—E-Es una enfermedad —dijo torpemente—. Se llama... Ji... Jimin... ¡Jiminitis!
—Taehyung, eso no existe. —Sooyoung rodó los ojos mientras pegaba la oreja a la puerta, solo para escuchar la tos exagerada que Jimin fingió, la cual se asemejaba más a un perro muriendo—. Déjame entrar, por favor —pidió ella en voz baja. Solo quería ayudarlo o cuidarle, dado que ninguno en esa casa parecía tener ese trabajo. Tanto dinero y no podían controlar lo que parecía ser un simple resfriado.
—¡No! Es decir... Es contagiosa, ¿sabe? Es nueva.
—Taehyung, puedes confiar en mí —Bien, ese era su último recurso—. Sé que no me conoces... Mi nombre es Sooyoung, soy la asistente de tu padre, pero también soy mamá así que quizá puedo ayudarte. ¿Quieres abrir?
—No, gracias~...
—Mi hijo se llama Jungkook —continuó con un suspiro—. Parece que es tan terco como tú, ¿sabes? Él también hacía rabiar a su padre muchísimo. Pero tú no lo haces con intención, ¿verdad?
Jimin respingó un poco. ¿Jungkook? ¿Ese Jungkook? ¿El mismo Jungkook que él conocía? Y si era así, ¿por qué la mamá de Jungkook estaba en la casa de los Kim?¿Asistente de Yeong?¿Qué asistente iba a la casa de su jefe?
—Ah, ¿sí? —dijo de todos modos, curioso por el chisme completo. ¡Eso debía saberlo Taehyung!
Sooyoung abrió la boca para decir algo más, pero fue interrumpida por un estridente grito.
—¡Señorita Sooyoung! —Y era nada más y nada menos que Sook, haciendo su ronda por el pasillo. La mentada respingó al escucharle —ni hablar de Jimin al interior— y puso su espalda contra la puerta, deseando atravesarla—. ¿Se puede saber que está haciendo aquí?
—Yo... Esto...
—El señor Kim le necesita —Fueron palabras que bastaron para que Sooyoung se escabullera de vuelta por el pasillo, haciéndola bufar con exasperación—. Y tú, Taehyung, si tan bien te sientes para andar cuchicheando con esa mujer hazme el favor y atiende tus clases de francés.
Jimin soltó el aire lentamente, molesto. ¿Clases de francés? Mejor póngame a entrenar a un dragón...
—Ah, Taehyung, espero que te estés divirtiendo...
♥
—Ow. —Taehyung frenó en seco, poniendo la mano en su estómago al escucharle rugir. Jungkook también notó esto.
—¿Deberíamos ir a comer antes de seguir? —inquirió mirándole, pasando la jodida jirafa de un brazo a otro porque Taehyung era tan caprichoso que no quería llevarla. Y él un estúpido por aceptar cargarla.
—¿Comer?
—Aquí hay muchos puestos de comida —El mayor hizo una mueca cuando Jungkook tomó su brazo para echarse a andar hacia otra dirección—. Podemos comer pizza, hamburguesa...
—¿Pizza? —Taehyung alzó las cejas con sorpresa—. Nunca he comido pizza, ni hamburguesa...
—¿Tú qué? —Escéptico, Jungkook detuvo su caminar y volteó a verlo. Pensó que era una broma, o que había escuchado mal, pero la expresión tímida del castaño le dijo que aquello era muy en serio—. No me jodas...
—Es en serio. Mi padre... Bueno, eso es comida chatarra y mi mentora nunca me dejó probarla —explicó incómodo—. No es algo que... Uhm, un Kim deba comer... Es lo que dice.
Jungkook parpadeó.
—Tu mentora está loca. ¡Vamos! —instó con emoción, arrastrando a Taehyung mientras corría para llegar al puesto de la pizza. ¡Ja! Nunca haber probado pizza debía ser considerado como un pecado.
—Jun-Jungkook, no, por favor... —Taehyung trató de detenerlo, pero sencillamente ese chico tenía mucha fuerza. Incluso si tenía hambre, debía esperar hasta la cena en la mansión para saciarla.
—¿Qué van a pedir? —preguntó el encargado del puesto, sonriendo con amabilidad.
—Yo quiero una pizza de champiñones —respondió Jungkook sin titubear—. ¿Y tú, hyung?
—Y-Yo no puedo... Estoy a dieta...
—¿Dieta? —repitió incrédulo—. Mis huevos. ¡Deme dos de piña para él, por favor!
—¡Una está bien!
El hombre les despachó con rapidez y ambos tomaron asiento en una banca cercana. El cansancio de caminar sin descanso por más de dos horas azotó las piernas de Taehyung con fiereza y suspiró mientras estiraba las piernas, pizza en mano porque aún no la había probado.
Miró a Jungkook y se dio cuenta de que este también le miraba.
—¿Qué pasa?
—Pruébala, hyung. ¡Te garantizo que será lo mejor que pruebes en tu vida! —insistió el menor con una sonrisa—. A mí no me gusta la de piña, porque es del diablo que combinen el dulce con la sal, pero tú luces como alguien a quien le gusta las cosas dulces sin importar qué así que sin duda esa te va a gustar.
Taehyung retiró el papel aluminio con cautela antes de abrir la boca cuidadosamente para morder la punta. Jungkook le observó cada segundo, poniendo más atención de la necesaria en el movimiento de su mandíbula mientas masticaba y en el brillo que quedó en sus labios por la salsa. Era... Era algo hechizante.
—Oh, ¿hyung? —respingó alarmado al escucharlo sollozar—. ¡¿Por qué estás llorando?! ¡¿Te lastimaste?!
—Es que... ¡Es que me gustó mucho! —lloriqueó Taehyung después de tragar. Jungkook soltó una risa amena, viéndole atragantarse con otro pedazo pero aliviado por escuchar la explicación. ¿Qué clase de persona lloraba cuando algo le gustaba? Solo él, por lo visto.
—Te dije que iba a gustarte. —Sonrió con suavidad antes de pasar el pulgar por la comisura del labio de Taehyung, limpiando casi inconscientemente la salsa de piña que allí había antes de lamerlo.
El castaño le miró confundido, parpadeando varias veces ante lo que acababa de hacer y solo entonces Jungkook también lo notó.
—¡L-Lo siento! —se apresuró a decir, sintiendo el sonrojo extenderse por sus mejillas. ¡Él acababa de lamer la salsa de su labio! ¡Inaceptable!
Taehyung frunció el ceño.
—¿Por qué me robas mi salsa, bribón? —espetó, totalmente en otra línea—. ¡Tú tienes tu propia pizza! ¡Jum!
Fue el turno de Jungkook para mirarlo confundido. ¿De verdad podía ser así de inocente?
—Sí, hyung, lo siento... —Negó mientras se reía en voz baja. Sí, de verdad podía ser así de inocente.
Y eso le gustaba.
Solo un poco.
Solo un poco, dice :'') Mis bebés coqueteando heavy y ni cuenta se dan :'')
Ya subo el último, gg 😏
¡Sonrían! 😁💓
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